Por Sugel Michelén
Una de las virtudes cardinales de finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI es la tolerancia, sobre todo en el terreno de la religión. El hombre moderno se jacta de ser abierto, pluralista; dice aceptar el derecho que tiene cada cual de construir su propio sistema de verdad y de valores. Lo único que la sociedad parece no tolerar es la falta de tolerancia. Cualquiera que defienda su posición con convicción y firmeza se arriesga a ser considerado como un estrecho de mente y un recalcitrante.
El Diccionario de la Real Academia define “tolerancia” como “respeto o consideración hacia las opiniones de los demás, aunque sean diferentes a las nuestras”. Y ciertamente es una virtud mostrar ese rasgo de carácter en la generalidad de los casos.
Pero ¿qué ocurre cuando una persona está obviamente equivocada? ¿Debemos tolerar su error? ¿Qué debe hacer un maestro en el aula cuando el niño responde que 2 más 2 son 5, debe “tolerar” su respuesta? ¿O qué debe hacer un médico con un paciente que insiste en seguir adelante con un tratamiento que él mismo se impuso y que puede poner en riesgo su salud? ¿Acaso no sería una muestra de amor de parte del médico mostrarle al paciente que está cometiendo un grave error?
El error y el engaño deben ser combatidos con firmeza, sobre todo cuando ponen en peligro la vida de una persona o, lo que es aun peor, el destino eterno de su alma. No es la sinceridad de una creencia lo que cuenta. Si un hombre toma un veneno por error, creyendo sinceramente que era otra cosa, su sinceridad no eliminará los efectos nocivos del veneno.
El pluralismo es un atentado contra la verdad absoluta y es filosóficamente insostenible porque Dios tiene una sola forma de pensar. Si una religión es verdadera aquellas que postulan dogmas contrarios no pueden serlo también. Si Cristo era quien decía ser, el Hijo de Dios encarnado que murió en una cruz para salvar pecadores, entonces no existe otro Salvador ni otro medio de salvación; todas las otras religiones fuera del cristianismo deben ser falsas necesariamente.
“Y en ningún otro hay salvación – dice en Hechos 4:12; porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. El cristianismo no es pluralista. Cristo mismo dijo de Sí: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mi” (Juan 14:6). Y Pablo escribió en 1Timoteo 2:5 que “hay un solo Dios y un solo Mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo Hombre”. Se puede ser pluralista o se puede ser cristiano, pero no se puede ser pluralista y cristiano al mismo tiempo; eso es tan incongruente como un triángulo cuadrado o un rectángulo equilátero. Pluralismo no es sinónimo de tener una mente abierta, sino más bien de padecer una profunda confusión mental.
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martes, 30 de junio de 2009
Tolerancia y Pluralismo
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