Misión del Blog

Proclamar el señorío de Jesucristo sobre todos los aspectos de la cultura

viernes, 17 de septiembre de 2010

Recuerden que nos mudamos de dirección

Veo que todavía algunos continúan visitando mi antigua dirección. Pero la realidad es que nos mudamos. Si quiere entrar a la nueva versión de Todo Pensamiento Cautivo, haga click aquí.
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martes, 31 de agosto de 2010

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jueves, 26 de agosto de 2010

Nueva Versión de Todo Pensamiento Cautivo!

A partir de hoy está disponible la nueva versión de Todo Pensamiento Cautivo, a la cual pueden entrar haciendo click aquí. Casi todos los artículos que han sido posteados en esta página desde Mayo 29 del 2009 han sido trasladados a la nueva versión y agrupados en categorías. Espero que sea de ayuda y edificación a los lectores de este blog.

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miércoles, 25 de agosto de 2010

El Metodismo

A principios del siglo XVIII, un grupo de estudiantes de la Universidad de Oxford organizaron un club cuyos miembros “se comprometían a llevar una vida santa y sobria, a recibir la comunión una vez por semana, a cumplir fielmente sus devociones privadas, a pasar tres horas reunidos cada tarde, estudiando las Escrituras y otros libros religiosos, y a visitar las cárceles regularmente”.

Entre los miembros de este grupo se encontraban los hermanos Wesley, Juan (1703-1791) y Carlos (1707-1788), y George Whitefield (1714-1770). Muy pronto este grupo fue conocido como el “Club Santo”, y sus miembros señalados burlonamente como “metodistas” por su forma metódica de vivir.

De este grupo, sólo Juan era un sacerdote ordenado de la Iglesia anglicana, de manera que pronto vino a ser el líder del grupo. En 1735 muere Samuel, el padre de los Wesley, por lo que Juan se prepara para sucederle como ministro.

Pero entonces, el Conde de Oglethorpe hace un llamado para reclutar misioneros que llevaran el evangelio a la recién fundada colonia de Georgia, en América, y Susana Wesley, madre de Juan y Carlos, anima a sus dos hijos a responder al llamado. Ambos se embarcan en octubre de ese año.

En ese viaje ocurrió un incidente que marcó la vida de Juan. Una fuerte tormenta azotó la nave, y Juan, que era capellán del barco, mostró más preocupación por su propia vida que por las almas de aquellos a quienes debía ministrar.

Providencialmente, en ese mismo barco iba un grupo de moravos (de convicciones pietistas) que mostraron en todo momento una asombrosa ecuanimidad que causó una profunda impresión en Juan Wesley. Pasada la tormenta, los moravos le explicaron que por causa de su fe no le tenían miedo a la muerte. Eso le produjo a Juan una seria duda de su estado espiritual delante de Dios, a pesar de que hasta ese momento se consideraba un buen cristiano.

Al llegar a la colonia, los dos hermanos se dedicaron intensamente a su labor. El más dotado era Juan, quien podía predicar en alemán, en francés y en italiano, aparte del inglés. Sin embargo, a pesar de sus conocimientos, Juan le pidió consejos a uno de los líderes moravos, Gottlieb Spangenberg, en lo tocante a su labor como pastor y como misionero a los indios. Juan dejó constancia de esta conversación en su diario:

Mi hermano—, me dijo, —primero debo hacerte dos preguntas. ¿Tienes el testimonio dentro de ti? ¿Le da testimonio el Espíritu de Dios a tu espíritu, de que eres hijo de Dios? Yo me mostré sorprendido, y no sabía cómo contestarle. El se dio cuenta de ello, y me preguntó: — ¿Conoces a Jesucristo?—Sé que es el Salvador del mundo.
—Cierto— me contestó, —pero, ¿sabes que te ha salvado a ti?—Tengo la esperanza de que murió por salvarme.
—Pero, ¿lo sabes?—Si, lo sé.
Después, en su diario, el joven sacerdote añadió las palabras: “Pero me temo que lo que dije no fueron sino palabras vacías”.

Una vez asentados en Georgia, fundaron una pequeña sociedad similar a la que tenían en Oxford. Pero Juan carecía de tacto y trató de establecer en la iglesia reglas muy estrictas, por lo que su labor no tuvo mucho éxito en Georgia. Un año después Carlos se enfermó y dejó la colonia para regresar a Inglaterra.

El 1 de febrero de 1738 Juan regresó también en medio de una difícil situación. Al regresar a Inglaterra, Juan no estaba seguro del camino que debía tomar, pero mantuvo sus relaciones con los hermanos moravos. Después de varias conversaciones con uno de ellos, Wesley llegó a la conclusión de que no poseía fe salvadora y que debía dejar de predicar. Pero el 24 de mayo de 1738, Wesley y tuvo una experiencia que cambió por completo el curso de su vida:

“Por la noche fui de muy mala gana a una sociedad en la calle Aldersgate, donde alguien leía el prefacio de Lutero a la Epístola a los Romanos. Cuando faltaba como un cuarto para las nueve, mientras él describía el cambio que Dios obra en el corazón mediante la fe en Cristo, sentí en mi corazón un ardor extraño. Sentí que confiaba en Cristo, y solamente en él, para mi salvación, y me fue dada la certeza de que él había quitado mis pecados, los míos, y me había salvado de la ley del pecado y la muerte”.

A partir de ese momento, Wesley no volvió a dudar de su salvación, por lo que podía dedicarse por entero a procurar la salvación de otros. Para esa época, George Whitefield se había convertido en un famoso predicador, luego de haber atravesado por una experiencia similar a la de Juan Wesley. El también partió hacia Georgia para servir allí como pastor, pero regresando siempre a Gran Bretaña donde su predicación no era bien recibida por todos; por tal razón Whitefield tomó la decisión de comenzar a predicar al aire libre.

En un principio, Wesley y Whitefield trabajaron juntos por un tiempo. Pero debido a las responsabilidades de Whitefield en la colonia de Georgia, así como por las dotes de liderazgo de Wesley, éste quedó finalmente como cabeza del movimiento. Pero un desacuerdo doctrinal habría de dirigir a los dos amigos y, por ende, al movimiento metodista. Justo L. González dice al respecto:

“Ambos eran calvinistas en lo que se refería a cuestiones tales como el significado de la comunión, el modo en que la fe ha de redundar en santidad de vida, etc. Pero en cuanto a la predestinación y el libre albedrío Wesley se separaba del calvinismo ortodoxo, y seguía la línea arminiana. Tras varios debates sobre tales cuestiones, los dos amigos decidieron seguir cada cual por su camino, y evitar controversias —aunque no siempre sus seguidores se abstuvieron de ellas. Con el apoyo de la Condesa de Huntingdon, Whitefield encabezó un movimiento que logró particular éxito en la región de Gales, y que después resultó en la formación de la Iglesia Metodista Calvinista”.

A pesar del éxito de su obra, Wesley no tenía ninguna intención de fundar una nueva denominación aparte de la Iglesia anglicana, sino que, al igual que el pietismo alemán, su propósito era despertar a los que profesaban la fe dentro del anglicanismo. Por esta razón, nunca predicaba en el mismo horario que los servicios de la Iglesia, a la cual debían asistir todos los metodistas para recibir la comunión cada domingo.

Sin embargo, pronto fue necesario organizar el movimiento que se reunía primero en casas privadas, pero que luego llegaron a tener sus propios edificios. Pero dos cosas impulsaron al metodismo a declararse independiente. Dice González:

“Según una ley de 1689, se toleraban en Inglaterra los cultos y los edificios religiosos que no fuesen anglicanos, siempre que se inscribieran como tales ante la ley. Los metodistas estaban entonces en un aprieto, pues si no se inscribían quedarían fuera de la ley, y si lo hacían estarían declarando, tácitamente al menos, que no eran anglicanos. Tras largas vacilaciones, Wesley decidió que sus predicadores debían cumplir la ley, y por tanto, en 1787, les dio instrucciones en el sentido de que se inscribieran. Aunque todavía él, sus predicadores y sus sociedades seguían llamándose anglicanos, habían dado el primer paso legal hacia su separación de la iglesia nacional de Inglaterra.

“Tres años antes, Wesley había dado otro paso mucho más drástico desde el punto de vista teológico. Desde hacía largo tiempo, se había convencido de que en el Nuevo Testamento un “obispo” era lo mismo que un “presbítero”, y que en la iglesia antigua, por lo menos durante más de dos siglos, los presbíteros habían tenido el derecho de ordenar a otros cristianos. Por largo tiempo se abstuvo de ejercer esa prerrogativa que creía poseer, por no enemistarse aún más con las autoridades eclesiásticas. Pero la independencia de los Estados Unidos (de que trataremos en nuestra próxima sección) cambió la situación. Durante la Guerra de Independencia la mayor parte del clero anglicano en Norteamérica había tomado el partido inglés. Al llegar la independencia, casi todos ellos se vieron obligados a regresar a Inglaterra. En tales circunstancias, se les hacía muy difícil, y hasta imposible, a los habitantes de la nueva nación participar frecuentemente de la comunión. Y Wesley estaba convencido de que tales servicios sacramentales eran fundamentales para la vida cristiana. El Obispo de Londres, que supuestamente tenía jurisdicción sobre las antiguas colonias inglesas, se negaba a ordenar nuevo personal para ellas.

“Por fin, en septiembre de 1784, Wesley dio el paso definitivo y ordenó a dos de sus predicadores laicos como presbíteros. También consagró al presbítero anglicano Tomás Coke como “superintendente”, sin duda teniendo en mente que ese título no es sino la forma latina del término griego “obispo”. Poco después ordenó a otros para servir en Escocia y otras tierras.

“A pesar de haber dado estos pasos, Wesley continuaba insistiendo en la necesidad de no romper con la Iglesia Anglicana. Su hermano Carlos le decía que la ordenación misma era ya una ruptura. En 1786, la Conferencia decidió que, en aquellos lugares en que los ministros anglicanos fueran decididamente ineptos, o donde las iglesias no tuvieran lugar para toda la población, se permitiría celebrar las reuniones metodistas a la misma hora del culto anglicano. Una vez más, Wesley decidió dar ese paso muy a pesar suyo, pero constreñido por la necesidad de servir a una población urbana cada vez mayor, para la cual no bastaban los servicios que la Iglesia Anglicana ofrecía”.

El movimiento se separó finalmente de la Iglesia anglicana después de la muerte de Juan Wesley, en 1791. Pero ya para ese tiempo el metodismo se había convertido en un movimiento religioso distinto que cambió el panorama religioso en el siglo XVIII y que habría de perdurar hasta nuestros días.

© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.
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El pietismo

Como ha pasado muchas veces en la historia, el término “pietismo” no fue acuñado por aquellos que pertenecían al movimiento conocido con ese nombre, sino más bien por sus enemigos como un mote burlón.

Aunque esta palabra suele usarse con la connotación negativa de “santurronería”, el pietismo fue un movimiento que surge entre los luteranos alemanes, bajo la dirección de Felipe Jacobo Spener (1635-1705). Spener nació en Frankfurt, en el seno de una familia de profundas raíces luteranas. A los 16 años de edad comenzó sus estudios en Estrasburgo, para continuar luego en Ginebra y Basilea.

Muy pronto, Spener comenzó a resentir la ortodoxia muerta de muchas iglesias luteranas, que sobre enfatizaban la pureza doctrinal a costa de la conversión, el servicio cristiano y la vida piadosa. Como dice un historiador:

“Todo lo que se esperaba de los miembros de la iglesia era que conocieran su catecismo, asistieran a los servicios religiosos, escucharan sermones doctrinales y participaran de los sacramentos. Pero no se les pedía que tomaran parte de la obra de la iglesia. Tampoco se les decía nada de la vida cristiana interior ni de cálidas experiencias religiosas.”

A pesar de esa atmósfera fría y ritualista, Spener había recibido otras influencias que moldearon su carácter y visión del cristianismo, particularmente el libro El Verdadero Cristianismo del místico alemán Johan Arndt, así como algunas obras puritanas, particularmente los libros de Richard Baxter.

Al concluir sus estudios, Spener regresó a Frankfurt, donde vino a ser pastor en 1666. Para profundizar aún más en el conocimiento de las Escrituras y en la vida de piedad de los creyentes, Spener comenzó a reunir en su casa a un pequeño grupo de personas con quienes leía la Biblia, oraban y discutían el sermón que había predicado el domingo anterior.

Más tarde, grupos similares comenzaron a surgir en otros hogares con el nombre de Collegia pietatis, “Colegios de piedad”. Y cinco años más tarde, publicó su obra Pia Desideria, Deseos Piadosos, donde compendió las ideas y experiencias de los Colegios de piedad. En esta obra, Spener plantea seis postulados esenciales:

1- La importancia del estudio bíblico regular por parte tanto de laicos como del clero.
2- El sacerdocio de todo creyente, apoyo del concepto de los grupos de hogar.
3- Un énfasis sobre la verdadera fe, que no consiste solamente en asentir mentalmente a los credos, sino que resulta en actos de amor.
4- Un enfoque ecuménico: el pietismo buscaba derrumbar las barreras entre las iglesias luteranas y las reformadas disidentes.
5- La recuperación de un ministerio vivo; Spener deseaba que los pastores recuperaran una sensación de su llamado y la seriedad de su obra.
6- Spener buscaba el redescubrimiento de una predicación vital que hablara al corazón, trayendo arrepentimiento, prendiendo el fuego de la fe y llevando al servicio consagrado.

Es importante señalar que Spener no pretendía formar un movimiento aparte del luteranismo, sino más bien llamar a los que profesaban ser cristianos a no contentarse únicamente con el conocimiento de las doctrinas, sino profundizar en su relación con Dios y su piedad personal. Justo L. González dice al respecto:

“Lo que Spener deseaba era un despertar en la fe de cada cristiano. Para ello apelaba a la doctrina luterana del sacerdocio universal de los creyentes, y sugería que se hiciera menos énfasis en las diferencias entre laicos y clérigos, y más en la responsabilidad de todos los cristianos. Esto a su vez quería decir que debía haber más vida devocional y más estudio bíblico por parte de los laicos, como sucedía ya en los “colegios de piedad”. En cuanto a los pastores y teólogos, lo primero que debía hacerse era asegurarse de que los candidatos a tales posiciones fueran “verdaderos cristianos” de fe profunda y personal. Pero además Spener invitaba a los predicadores a dejar su tono académico y polémico, pues el propósito de la predicación no era mostrar la sabiduría del predicador, sino llamar a todos los fieles a la obediencia a la Palabra de Dios”.

Al igual que los puritanos ingleses, Spener se oponía a ciertas actividades que el luteranismo de aquellos días consideraba como cosas indiferentes, tales como: asistir al teatro, bailar y jugar a las cartas. También enseñaba la moderación en el vestir, así como en el comer y el beber.

Muy pronto, los jefes de la ortodoxia luterana comenzaron a resentir sus enseñanzas; por una parte, “su reunión en el conventículo es de verdaderos cristianos dejaba la impresión de una actitud de cristiano más santo que tú. El énfasis pietista en los sentimientos condujo a algunas ideas erróneas tanto en las iglesias reformadas como en las luteranas, por ejemplo, la idea de que si uno tiene sentimientos adecuados, no importa lo que crea.”

En otros aspectos, las enseñanzas de Spener contrastaban con las de Lutero, a quien Spener citaba frecuentemente, pero siempre tratando de colocarlo en su justo lugar en relación con las Escrituras. Por esa razón, algunos luteranos ortodoxos pensaban que Spener negaba la autoridad del Lutero. Dice González:

“Había, sin embargo, ciertos elementos en los que Spener iba más allá de lo que había dicho Lutero. Como hemos señalado anteriormente, el Reformador estaba tan preocupado por la doctrina de la justificación, que le prestó poca atención a la santificación. En medio de sus luchas por la doctrina de la justificación por la fe, Lutero había insistido en que lo importante no era la pureza del creyente, o la clase de vida que llevara, sino la gracia de Dios, que perdona al pecador. Calvino y los reformados, al tiempo que concordaban con Lutero, señalaban que el Dios que justifica es también el Dios que regenera y santifica al creyente, y que por tanto hay un lugar importante para el proceso de santificación. La santidad de vida no es lo que justifica al cristiano. Pero Dios sí le ofrece su poder santificador al creyente a quien justifica. En este punto, Spener y los suyos se acercaban más a Calvino que a Lutero. El propio Spener había conocido en Estrasburgo y en Ginebra las doctrinas y prácticas de la tradición reformada, y le parecía que el luteranismo necesitaba mayor énfasis en el proceso de la santificación. Esta era parte de la reforma que ahora proponía, y por ello algunos de los teólogos luteranos lo acusaban de ser un calvinista disfrazado de luterano”.

Por tal razón, Spener se trasladó a Dresde en 1686, y luego a Berlín, donde se le permitió abrir una facultad de Teología en la Universidad de La Halle en 1691, la cual se convirtió, andando el tiempo, en el principal centro de difusión del pietismo, bajo la conducción de uno de sus principales discípulos, Augusto Herman Francke (1663-1727). Ese mismo año, 1691, se publicó una colección de escritos de Spener.

Luego de su muerte, en 1705, el movimiento siguió adelante como una nueva reforma dentro de la reforma. “El movimiento pietista pronto cautivó el interés y la dedicación de millares de cristianos. Muchos de los teólogos lo atacaban repetidamente, acusándolo de ser en extremo individualista, subjetivo, emotivo, y hasta herético. Pero a pesar de ello las gentes seguían sumándosele, pues veían en él un retorno a la fe viva del Nuevo Testamento y de los reformadores.”

El pietismo también es el responsable del comienzo del movimiento misionero moderno. Muy pronto, la Universidad de La Halle se convirtió en un centro donde se recaudaban fondos para las misiones, de tal manera que, en el siglo XVIII, no menos de 60 misioneros fueron enviados a las misiones.

Sin duda alguna, el pietismo, que nunca se separó del luteranismo, contribuyó en gran medida a reavivar a muchas iglesias luteranas que estaban sumidas en un sopor espiritual. Pero, como suele ocurrir casi siempre, su reacción contra la frialdad de las iglesias los llevó también s extremos ascéticos (por ejemplo, Francke no daba mucha oportunidad al juego entre los niños de su institución).

De igual modo, desarrollaron un hipercriticismo que prácticamente condenada a todo aquel que no fuera pietista. Tampoco dieron a la doctrina el lugar de importancia que realmente le corresponde. Como dice un historiador: “La Iglesia Luterana del siglo XVII puso su énfasis en la doctrina; el pietismo puso su énfasis en la vida.” Indirectamente, el pietismo fue también el responsable indirecto del surgimiento del metodismo que veremos en el próximo artículo.

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martes, 24 de agosto de 2010

Los cuáqueros

Otro movimiento que surge en Inglaterra en el siglo XVII es el de los cuáqueros, fundado por George Fox (1624-1691). Fox era hijo de un tejedor, conocido en su comunidad como un hombre de indudable rectitud cristiana. Su madre también era una mujer reconocida por su piedad.

De manera que Fox recibió una profunda formación religiosa que lo movió a procurar desde su juventud una vida cristiana coherente, apartada de la mundanalidad que se percibía en aquellos días en Inglaterra entre muchos que profesaban la fe.

Aunque Fox creía que la Biblia es la palabra de Dios, también creía que ésta era un libro cerrado para cualquiera que lo leyera sin una obra de iluminación de parte del Espíritu de Dios, a la que él llamaba la Luz Interior.

Fox congregó alrededor de sí a un grupo de seguidores que fueron conocidos originalmente como “Hijos de Verdad”, y luego como “Hijos de Luz”. Éstos creían que algo dentro de ellos les decía lo que estaba bien y lo que estaba mal, y que los movía de la falsedad a la verdad, de lo impuro a lo puro. El historiador Justo L. González dice al respecto:

“Esta luz es una semilla que existe en todos los seres humanos, y es el verdadero camino que debemos seguir para encontrar a Dios. La doctrina calvinista de la corrupción total de la humanidad le parecía una negación del amor de Dios y de su propia experiencia. Al contrario, decía él, en toda persona queda una luz interna, por muy eclipsada que esté por el momento. A su vez, esto quiere decir que, gracias a ella, los paganos pueden salvarse. Empero esa luz no ha de confundirse con el intelecto ni con la conciencia. No se trata de una razón natural, como la de los deístas, ni tampoco de una serie de principios de conciencia que señalen hacia Dios. Se trata más bien de algo que hay en nosotros que nos permite reconocer y aceptar la presencia de Dios. Es por la luz interna que reconocemos a Jesucristo como quien es; y es también gracias a ella que podemos creer y entender las Escrituras. Luego, en cierto sentido, la comunicación con Dios mediante la luz interna es anterior a todo medio externo”.

En cuanto a las iglesias existentes en Inglaterra en aquellos días, Fox no aceptaba ninguna de ellas, así como tampoco ninguno de sus credos ni de su teología. Tampoco creía en las escuelas teológicas ni en el entrenamiento formal para el ministerio.

Algunos creen que el nombre de cuáqueros se derivó de una frase que Fox pronunció ante un magistrado inglés al que exhortó a temblar ante la Palabra del Señor. Otros piensan que se trata más bien de una referencia al entusiasmo que manifestaban en sus primeros días los seguidores de Fox y que los llevaba a temblar de emoción. Pero ellos preferían llamarse a sí mismos “Sociedad de Amigos”, basados en el texto de Juan 15:15.

“Sus lugares de reunión eran excesivamente simples. No tenían púlpito. No cantaban... Se sentaban y esperaban en silencio a que el Espíritu los moviera. Si no había movimiento del Espíritu en cierto lapso de tiempo, ellos partían sin pronunciar ninguna palabra. Pero el Espíritu podía mover a uno de los Amigos presente, sea hombre o mujer, así como a varios a la vez. En ese caso, aquellos que eran movidos se levantaban y daban sus mensajes.”

Este movimiento tuvo un crecimiento sorprendente, por cuanto había muchos en Inglaterra que se sentían disgustados por la tibieza y la mundanalidad que manifestaban muchas iglesias en aquellos días. En 1654 el grupo de los cuáquero es era de apenas 60 personas. Cuatro años más tarde el número ascendió a 30,000. Aunque fueron severamente perseguidos, no sólo crecieron en Inglaterra, sino que llevaron sus doctrinas a Europa, África y América.

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viernes, 20 de agosto de 2010

René Descartes: "Cogito, ergo sum"

A René Descartes (1596 - 1650) se le conoce como el padre de la filosofía moderna. Su quehacer filosófico debe ser considerado a la luz del contexto histórico en que Descartes vivió, una época de grandes incertidumbres.

Algunos de los postulados de Aristóteles habían sido desmentidos por la experimentación; los sentidos no eran dignos de todo crédito, como se podía deducir de la teoría heliocéntrica de Copérnico (todos tenemos la sensación de que el sol se mueve, pero resulta que somos nosotros los que nos movemos); la Iglesia había condenado injustamente a Galileo, cuando luego se demostró que era ella la que estaba equivocada.

En medio de este panorama tan confuso, Descartes se pregunta si hay algo que el hombre puede saber con certeza, fuera de toda duda. Descartes necesitaba un punto de apoyo para su pensamiento, pero por el momento lo único que tiene a mano es su propia duda.

De repente todo le parece dudoso, incluyendo su propia existencia y la realidad de las cosas a su alrededor. Y es así como llega a la conclusión de que al menos hay algo de lo que podía estar seguro fuera de toda duda y es el hecho de que él duda. Si aún dudara que esté dudando y pensara que podría estar soñando que duda, aún así estaría dudando.

Y para poder dudar se requiere de un ser pensante que dude (yo no puedo dudar que pienso sin pensar). Y para pensar es necesario que yo exista, porque el pensamiento requiere un pensador. De ese proceso de razonamiento surge su famoso aforismo: “Cogito, ergo sum” – “Pienso, luego existo”.

Ahora bien, partiendo de este principio fundamental, ¿cómo puedo alcanzar la certeza de que los otros existen, que el mundo existe y que Dios existe? Descartes emprende esta tarea colosal analizando su propia duda.

Para saber que duda, él debe conocer que carece de certidumbre. Esta carencia de certidumbre presupone el discernimiento de su propia imperfección (si fuese perfecto no carecería de certidumbre).

Pero para discernir que él es imperfecto debe tener primero la noción de perfección, de lo contrario no tendría ningún parámetro de comparación para saber que es imperfecto. Esta clara idea de perfección debe tener una causa, cuyo efecto no puede ser mayor que la causa que lo produjo.

De ahí deduce que sólo un ser perfecto puede causar la idea de perfección; si la idea de perfección es real, su causa debe serlo también. Descartes llega entonces a la conclusión de que Dios es la causa perfecta de la idea de perfección. Su “Cogito, ergo sum” viene a ser la base para su “Cogito, ergo Deus est” (“pienso, luego Dios existe”).

Pero si Dios existe y es un ser perfecto, entonces no es posible que nos engañe y, por lo tanto, el mundo que percibimos a nuestro alrededor debe ser real también.

Ahora bien, aquí se ha producido un cambio importante en la historia del pensamiento. Hasta Descartes la filosofía medieval se había movido de Dios al hombre; con él se mueve del hombre hacia Dios. El conocimiento del “yo” viene a ser la base de su sistema de pensamiento. Por eso se le conoce como el padre del racionalismo moderno.

De este modo, y seguramente sin estar apercibido de ello, Descartes puso el fundamento para el escepticismo radical que vendría luego. Si el conocimiento parte de lo que cada sujeto sabe y puede diferir de lo que otros sujetos “saben”, era cuestión de tiempo para que se cuestionara la objetividad del conocimiento mismo.

Los cristianos, en cambio, partimos de la premisa de que hay un Dios omnisciente del cual derivamos nuestro conocimiento. El es el “Sujeto” que todo lo sabe y desde Su perspectiva nosotros somos los “objetos” que poseemos apenas una parcela de Su saber.


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jueves, 19 de agosto de 2010

¿Neuronas o memes?

Uno de los problemas más serios que enfrenta el naturalismo es que no puede explicar cómo la materia, en este caso las neuronas cerebrales, producen pensamiento y razonamiento y cómo esos pensamientos y razonamientos encajan con la realidad fuera de nosotros.

Algunos naturalistas dicen que tal conexión es incomprensible. Otros, como Francis Crick, han llegado a la conclusión de que es una ilusión causada por nuestras neuronas.

Y aún otros, como Richard Dawkins, han extendido la evolución al reino de las ideas al inventar el concepto de los “memes”. Esta palabra viene del griego menme que significa “memoria”; Dawkins la usó por primera vez en su libro “El Gen Egoísta”.

Los memes son ideas que se propagan como los genes y que supuestamente poseen la propiedad de evolucionar por vía de la selección natural, en una manera muy similar a la evolución biológica propuesta por Darwin. Por ejemplo, mientras una idea puede extinguirse, otras sobrevivirán, se propagarán e incluso mutarán – para bien o para mal – a través de modificaciones.

“Un meme es una idea o conducta que es imitada y traspasada. Los memes incluyen todas las palabras de nuestro vocabulario, los juegos que jugamos, las teorías que creemos, las canciones que cantamos, los hábitos que tenemos, y así sucesivamente. Los memes, lo mismo que los genes, son reproducidos al ser copiados” (J. Byl; The Divine Chalenge; pg. 103).

El problema es que si Francis Crick tiene razón, entonces su propia teoría no es más que una ilusión de sus neuronas; y si Dawkins tiene razón, su teoría misma no es más que otro meme. Tanto en un caso como en el otro no tenemos razón alguna para confiar en ninguna de las dos como verdaderas.

Como bien señala Philip Johnson: “Los memes no se propagan porque sean verdaderos sino porque el cerebro tiene la capacidad de copiarlos, en la misma manera en que copia los jingles comerciales o los chistes” (John Byl; The Divine Chalenge; 105).

El filósofo americano Richard Taylor presenta esta misma dificultad, pero desde otra perspectiva. Supongamos que al llegar a cierto lugar los pasajeros de un tren descubren al pie de una colina un conjunto de piedras ordenadas de tal manera que forman las siguientes palabras:

LA COMPAÑÍA DE TRENES BRITANICA
LE DA LA BIENVENIDA A GALES

Esa formación rocosa tiene dos explicaciones: podemos pensar que es el producto de un arreglo casual, formado por el viento, la lluvia y otros elementos naturales que arrastraron estas piedras a alinearse de esta manera; o podemos pensar en un arreglo intencional llevado a cabo por un ser o varios seres inteligentes.

Ahora, supongamos que, basados en esa formación rocosa los pasajeros infieren que ciertamente se encuentran en Gales, sería inconsistente para ellos asumir que esas piedras están allí accidentalmente.

La conclusión no puede ser otra que la de que fueron posicionadas por alguien para transmitir un mensaje inteligible, porque hay una correspondencia verdadera entre las ideas que las palabras comunican y la realidad externa a ellas.

Sería irracional que alguien suponga que realmente ha llegado a Gales, y al mismo tiempo piense que el arreglo de esas piedras fue accidental, el resultado de la interacción ordinaria de fuerzas naturales o físicas.

Si algún pasajero supusiera que esas piedras cayeron de la colina accidentalmente, como producto de un terremoto, por ejemplo, lo cual es una remota posibilidad, entonces esas piedras no constituirían ninguna evidencia de que realmente está entrando en Gales.

El problema del naturalista es que aunque él presupone que sus sentidos son el producto de la casualidad, de fuerzas naturales que guiaron la materia a evolucionar sin propósito, al mismo tiempo depende de sus sentidos para la información que él tiene del mundo y que asume como verdadera.

Ronald Nash hace la siguiente observación al respecto: “Los naturalistas parecen estar atrapados en una trampa. Si son consistentes con sus presuposiciones naturalistas, ellos deben asumir que nuestras facultades cognoscitivas son el producto de la casualidad, de fuerzas sin propósitos. Pero si esto es así, los naturalistas se muestran inconsistentes cuando colocan tanta confianza en esas facultades. Pero como los pasajeros del tren, si ellos asumen que sus facultades cognoscitivas son confiables y que proveen información precisa acerca del mundo, ellos parecen estar compelidos a abandonar una de las presuposiciones cardinales de la metafísica naturalista y concluir que sus facultades cognoscitivas fueron formadas como el resultado de la actividad de algún agente intencionado e inteligente” (R. Nash; Life's Ultimate Questions; pg. 56-57).

Como bien hace notar Richard Purtill, el naturalismo “destruye nuestra confianza en la validez de cualquier razonamiento – incluyendo el razonamiento que pudiera llevarnos a adoptar las teorías [naturalistas]. Así que [las teorías naturalistas] son auto destructivas, como el hombre que corta la rama en la que está sentado” (cit. por Nash; pg. 57).


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lunes, 16 de agosto de 2010

La historia de la Biblia en español

Actualmente podemos ir a una librería y encontrar diversas versiones de la Biblia en español, y en una enorme variedad de formatos. Pero hubo un tiempo en que esto era un grave delito, por cuanto los reyes católicos de España, Fernando e Isabel, habían prohibido terminantemente la traducción de la Biblia al castellano.

Alfonso de Castro, en su libro “Tratado de las Herejías”, escrito en 1534, dice: “Hay que alabar con toda justicia el edicto de los esclarecidos y católicos reyes de España… por el que prohibieron bajo severísimas penas que nadie tradujera los libros sagrados a la lengua vulgar o que nadie retuviera lo traducido por otro con cualquier autorización”.

Esta prohibición sería ratificada por la Iglesia Católica, que en el índice de libros prohibidos por Paulo IV y en el español del inquisidor Valdés (ambos publicados en 1559) se prohíbe explícitamente la lectura de la Palabra de Dios en el idioma vulgar o en otro cualquiera “como no esté en hebraico, caldeo, griego o latín”. Ese veto sería ratificado en el Concilio de Trento unos años más tarde.

Arriesgarse a traducir la Biblia, o poseer una Biblia en español, era un delito que podía ser castigado con la muerte por la Santa Inquisición, la cual fue introducida en España en 1237; aunque por mucho tiempo operó muy tímidamente, hasta el reinado de los reyes católicos.

Isabel le había prometido en su juventud a Tomás de Torquemada, uno de los inquisidores más crueles que tuvo España, que si llegaba al trono, dedicaría su vida a extirpar la herejía para honra de Dios y glorificación de la iglesia Católica.

Este trasfondo histórico nos da una idea del precio que tuvieron que pagar algunos de nuestros padres en la fe para que hoy pudiésemos disfrutar el privilegio de leer la Biblia en nuestro propio idioma y así poder alimentarnos de la Palabra de Dios.

En esta lección le daremos un vistazo a esa historia, pero no como un mero ejercicio académico, sino esperando en el Señor que esto nos ayude a tener un mayor aprecio por nuestras Biblias en español.

LAS PRIMERAS VERSIONES

Aunque a partir de 1210 hasta la prohibición de 1559 aparecieron varias traducciones, tanto al castellano como al catalán, no fue sino hasta el siglo XV que comenzaron a suceder una serie de acontecimientos que prepararían el escenario para la aparición en el siglo XVI de las versiones más conocidas.

En 1453 los turcos conquistaron la ciudad de Constantinopla, el último vestigio que quedaba del imperio Romano, obligando a muchos de sus pobladores a huir hacia Occidente, entre los cuales había un grupo de eruditos que se llevaron consigo un gran número de manuscritos griegos, tanto de la antigüedad clásica como del NT, produciendo dos movimientos totalmente opuestos.

El estudio de los clásicos produjo un movimiento intelectual que habría de desembocar en el Renacimiento humanista, mientras que el estudio de los libros del NT en su lengua original habría de producir un despertar religioso del cual habría de surgir la Reforma protestante.

Concomitantemente con la caída de Constantinopla, dos años más tarde (1455) Gutenberg publica el primer libro impreso con caracteres móviles, iniciando así la era de la imprenta, lo que permitiría en Europa un acceso mucho más amplio a la literatura escrita.

Unos años más tarde, en 1516 (es decir un año antes de que Lutero clavara las 95 tesis en la puerta de la catedral en Wittemberg), Erasmo de Rotterdam publica en Basilea su edición del NT griego, lo cual sirvió de estímulo al estudio del NT en su idioma original.

A. Juan de Valdés (1509-1541):

Es a partir de entonces que comienzan a aparecer las primeras traducciones al español, comenzando con la de Juan de Valdés, un discípulo de Erasmo que tuvo que huir de España alrededor del 1529 al ser denunciado ante la Inquisición luego de haber publicado un libro titulado “Diálogo de Doctrina Cristiana”.

Valdés huyó hacia Italia, encontrando refugio finalmente en la corte de Nápoles donde tradujo Mateo y Lucas, las epístolas paulinas (sin incluir Hebreos) y los Salmos. Algunos comparan la pureza de su estilo con la de Cervantes.

B. El NT de Francisco de Enzinas:

Unos años más tarde, en 1543, Francisco de Enzinas, con apenas 20 años de edad, publica en Amberes su traducción del NT completo, del cual existen muy pocas copias al día de hoy, porque tan pronto salió de la imprenta, los libros fueron prohibidos y sacados de circulación. El propio emperador Carlos V, a quien Francisco dedica su traducción, ordenó que se recogiese toda la edición y que se detuviera su circulación.

De él dice don Menéndez y Pelayo: “Entre los protestantes españoles del siglo XVI descuella Enzinas por su saber filosófico, [así como] por el número y calidad de sus escritos”. Estudió por un tiempo en Wittemberg, alojándose en la casa del más cercano colaborador de Lutero, Felipe Melanchton, quien lo motivó a la traducción del NT. También mantuvo correspondencia Calvino.

Cuando Enzinas se dispuso a traducir el NT, primero pensó hacerlo en Lovaina, en Bélgica, pero al llegar a la ciudad en verano de 1534, encontró que se había desatado la persecución contra los protestantes.

Por otra parte, cuando envió los manuscritos de su traducción a los teólogos de de la Universidad, éstos le responden que no entendían la lengua española, aparte de que no veían con buenos ojos la traducción de la Biblia ya que, según ellos, de la Biblia “habían nacido todas las herejías en Alemania y los Países Bajos, por ser un asidero para que la gente simple e idiota se diese a vanas interpretaciones y sueños, rechazando los Cánones y decretos de la Iglesia”.

Su vida después de la publicación del NT fue una aventura muy intensa. Fue “acusado de estimular la herejía al verter el Nuevo Testamento en lengua vulgar; de haber vivido en Alemania en compañía de Melanchton y haber alabado sus virtudes, y de ser el autor de un libro recientemente publicado y que se consideraba pernicioso e inspirado en la obra de Lutero [Sobre la Libertad Cristiana].

Fue encarcelado en Bruselas el 13 de Diciembre de 1543, unos meses después de publicar el NT. En Febrero de 1545 escapó de la cárcel, y se refugia en Amberes.
A partir de ese momento lleva a cabo muchísimos viajes, llegando a contraer matrimonio en 1547 (llegando a ser profesor en Cambridge). Pero finalmente cae víctima de la peste el 30 de Diciembre de 1552, teniendo apenas 34 años de edad. Por una carta que había escrito a Calvino sabemos que estaba trabajando en la traducción de la Biblia completa.

C. La Biblia de Ferrara:

Un año después de la muerte de Enzinas (y diez años después de la publicación del NT), en el 1553, dos judíos publican una versión del AT en español. Esta versión se conoce como la Biblia de Ferrara, por cuanto fue dedicada al duque de esa ciudad.

Por supuesto, fue impresa en Italia y no España “donde la inquisición trabajaba con mano de acero y sin contemplaciones, y no dejaba a judíos ni a protestantes más opción que la hoguera o el destierro.”

D. El NT de Juan Pérez de Pineda:

Tres años después aparece en Venecia otro NT traducido por Juan Pérez de Pineda. Algunos críticos entienden que esta nueva versión es en realidad una revisión del nuevo testamento de Francisco de Enzinas. Sin embargo, es considerada “la mejor de las antiguas versiones castellanas del Nuevo Testamento.”

Esta versión del NT fue introducida en España de contrabando, promoviendo el movimiento reformador entre los españoles, siendo uno de sus principales contrabandistas un hombre llamado Julián Hernández, el cual jugaría un papel importante en la historia de la versión de la Biblia más usada entre los evangélicos de habla hispana: la versión Reina – Valera.

LA BIBLIA REINA - VALERA

Como hemos dicho ya, la inquisición tenía puestos de revisión en todos los caminos para que la Palabra de Dios no fuera introducida a escondidas en territorio español. Los reyes católicos habían colocado funcionarios aduanales en todos los puertos marítimos y en todos los pasos terrestres, con autoridad para revisar todo paquete y toda persona que entrara en el reino.

En ese tiempo Juan Pérez vivía en Ginebra, donde Juan Calvino estaba siendo ampliamente usado por el Señor en el proceso de Reforma de la Iglesia en aquella ciudad, que se había convertido en un refugio para muchos cristianos que habían huido de sus países para escapar de la inquisición.

A. Julianillo Hernández:

Un día se presentó a la puerta de su casa un hombre de apariencia muy extraña, bajo de estatura y aparentemente jorobado. Más tarde Juan Pérez diría de él que tenía el cuerpo tan macilento que parecía solo piel y hueso. Este hombre se llamaba Julián Hernández, pero era conocido como Julianillo por lo corto de su estatura.

Julianillo Hernández había viajado mucho por todo el continente, y había trabajado en imprentas alemanas y en los Países Bajos donde la Reforma Protestante tenía mucha fuerza, y algunos suponen que fue su trabajo en las imprentas lo que Dios usó para traerlo al conocimiento de Cristo. Julianillo le ofreció a Juan Pérez servirle de amanuense y corrector de pruebas.

Pero al plantearse el problema de cómo introducir las Biblias en España, Julianillo se ofrece hacerlo él mismo de contrabando. Para esto consiguió unos barriles de vino de doble piso colocando las Biblias en el piso de abajo; y tomando la vía de Flandes se dirigió hacia España, con tal sagacidad y sangre fría, que pudo burlar todos los puestos de vigilancia de la inquisición.

Así llegó a Sevilla y depositó los NT en la casa de Juan Ponce de León, para que éste se encargara de distribuirlos. Pero Juan Ponce es descubierto y llevado a la hoguera por la inquisición el 24 de Septiembre de 1559. Pero eso no frena a Julianillo, que continúa introduciendo los NT mientras vende telas para ocultar su identidad y su verdadero trabajo.

Al poco tiempo esto comienza a crear inquietud en el clero católico que no se explicaba cómo es que había tantos NT y libros protestantes en suelo español a pesar de la extrema vigilancia de la Inquisición. Algunos llegaron a pensar incluso que debía ser una obra directa de Satanás que los desaparecía y luego los hacía aparecer en España.

El Padre de la Roa dice respecto a la obra de Julianillo: “Con increíble habilidad encontraba él secretas entradas y salidas, y el veneno de la nueva herejía se divulgó con gran velocidad por toda Castilla y Andalucía. Donde ponía su pie comenzaba el incendio. Él mismo enseñó a hombres y mujeres con demasiado acierto, especialmente en Sevilla donde se formó, gracias a esto, un verdadero nido de herejes”.

Pero finalmente Julianillo fue traicionado por un herrero que le mostró a un sacerdote el NT que éste le había obsequiado. Fue apresado y conducido a las cárceles del Santo Oficio en Sevilla.

En ningún momento ocultó su fe, ni tampoco el hecho de que había sido él quien había introducido esos libros en España. Y a pesar de que lo torturaron sistemáticamente, se negó a revelar los nombres de los evangélicos españoles.

Con los miembros dislocados animaba a los otros presos cantando canciones contra los frailes y arengando a sus hermanos a que se mantuvieran fieles al Señor en medio del sufrimiento:

“¡Valor, camaradas! Esta es la hora en que debemos mostrarnos valientes soldados de Jesucristo. Demos fiel testimonio de su fe ante los hombres, y dentro de pocas horas recibiremos el testimonio de su aprobación ante los ángeles.”

Tres años lo mantuvieron como prisionero y finalmente fue sentenciado a la muerte. Cuentan los historiadores que al llegar a la hoguera él mismo se encargó de colocar las leñas sobre su cabeza.

En este punto de la historia es importante señalar que uno de los depósitos de libros usados por Julianillo, era un convento de frailes Jerónimos, ubicado cerca de Sevilla, llamado el Convento de San Isidoro de Santiponce, donde vivían comunitariamente unos 40 monjes.

B. El Convento de San Isidoro:

En esa época el convento se encontraba bajo la tutela de Garcí Arias, quien era el prior de la institución y a quien muchos llamaban el maestro blanco porque era albino.

Éste dirigía a los frailes en el estudio de las Escrituras y muchos fueron guiados a Cristo y a abrazar la Reforma a través de su predicación. Cuando Julianillo fue apresado, estos monjes convertidos del convento sabían que les quedaba poco tiempo para escapar, ya que la inquisición había recibido reportes inquietantes de las actividades del convento.

En una carta fechada el 17 de Noviembre de 1557, y dirigida a Felipe II, se le informa que algunos monjes del Monasterio de San Isidoro eran sospechosos de “muchos errores y opiniones luteranas.”

Y es así como en el 1557 doce monjes deciden abandonar el convento y huir de la inquisición. Entre estos monjes estaban Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, así como Antonio del Corro, otro personaje que luego sería muy importante en la historia del evangelio en España.

C. Casiodoro de Reina:

Casiodoro nació probablemente en Sevilla o sus alrededores en el 1520 y se unió al convento de San Isidoro siendo un joven de unos 10 años de edad. No sabemos con exactitud cómo fue su conversión, pero sí sabemos que comenzó a estudiar las Escrituras desde muy joven.

Antes de huir del convento en 1557, estos 12 frailes habían acordado encontrarse en Ginebra al año siguiente, como de hecho hicieron. Pero por algunos inconvenientes Casiodoro decide trasladarse a Frankfurt en el 1558, no sin antes comenzar la traducción del AT al español.

En 1559, estando ya Isabel I en el trono de Inglaterra, Casiodoro se dirigió a Londres con otros tres fugitivos del monasterio, entre los cuales estaba también Cipriano de Valera. Allí se encuentra con un grupo de españoles que habían buscado refugio en las Islas Británicas, y nombran a Casiodoro como su pastor.

En esa misma época comienza a hacer gestiones para la publicación de su versión de la Biblia en lengua castellana, para lo cual escribe una carta a su amigo Antonio del Corro, ex monje de San Isidoro, indagando sobre las posibilidades de publicarla en el Continente.

Éste le responde diciéndole que se dirija hacia Francia vía Flandes, llevando consigo a Cipriano de Valera como corrector, ya que tenía un impresor que se había ofrecido para llevar a cabo el trabajo.

Pero tal respuesta nunca llegó a la mano de Casiodoro, por cuanto el embajador español en Inglaterra le había escrito al rey Felipe II de España informándole de los planes de Casiodoro de publicar en Francia la Biblia en castellano. Éste le pidió que buscara la manera de hacerle salir de suelo inglés para así poder echarle mano.

No obstante, el mismo Casiodoro decide abandonar Inglaterra, por cuanto los católicos españoles habían levantado contra él acusaciones infundadas, y se dirige hacia Amberes, capital de Ámsterdam.

Allí fue protegido por cristianos, y más tarde se reúne con su esposa, la cual tuvo que escapar de Inglaterra disfrazada de marinero. Pero tampoco podía permanecer en Amberes por mucho tiempo, ya que Felipe II le había puesto precio a su cabeza.

Así que en 1564 sale hacia Francia a casa de Antonio del Corro. Pero Enrique II rey de Francia ordena la expulsión de todos los ministros de Francia. Y Casiodoro sale al exilio de nuevo con todos sus manuscritos.

Se dirigen al castillo de Montargis, al sur de París, a donde se había retirado la duquesa de Ferrara, Renata. Allí se encontraron con Juan Pérez de Pineda que también se había refugiado en Montargis.

Su plan original era traducir el AT y unirlo al NT de Juan Pérez que había sido publicado 8 años antes. Dejando a sus amigos Antonio del Corro y Juan Pérez, Casiodoro se dirige a Frankfurt, donde finalmente estableció un negocio de tejidos para poder mantener a su familia, mientras continúa con su trabajo de traducción.

Finalmente, después de 12 años de trabajo termina la traducción del AT. Su amigo Juan Pérez ya había muerto, pero había dejado fondos suficientes para la publicación de su NT, conjuntamente con la traducción de Casiodoro del Antiguo.

Casiodoro, sin embargo, no pudo usar el NT de Juan Pérez, por cuanto los ejemplares que estaban siendo impresos en París fueron confiscados y destruidos. Esto le obliga a preparar su propia traducción del NT, lo que retrasó la impresión que se estaba llevando a cabo en Basilea.

Pero en Basilea nadie conocía a Casiodoro y las autoridades, que no sabían leer español, escriben a algunos en Estrasburgo para que envíen carta de recomendación.

Las cartas no llegaron y Casiodoro decide ir él mismo, pero en el camino cae enfermo y se entera de la quiebra del impresor al cual le había dado un adelanto de 500 escudos para que imprimiera 1100 ejemplares (éstos eran parte del dinero que había dejado Juan Pérez al morir).

Sus amigos vienen en su auxilio y es así como, en Agosto de 1569, la obra es concluida, y de inmediato se preparan cuatro grandes toneles llenos de ejemplares de la Biblia en castellano, que probablemente serían introducidos en España vía Flandes.

Esta versión es conocida como la Biblia del Oso, porque tenía en su portada, después del título, “una estampa que representa el tronco de un árbol, hendido por medio con un mazo suspenso de una rama; en la hendidura hay un enjambre de abejas, cuya miel está lamiendo un oso puesto en pie, y en un libro abierto que está casi al pie del tronco se lee”: La Palabra del Dios nuestro permanece para siempre.

Su primera tirada fue de 2,600 ejemplares, muchos de los cuales fueron quemados por la Inquisición. Un detalle interesante es “el hecho de que unas 300 copias fueron enviadas al continente americano, pero fueron quemadas en Santo Domingo, evitando de esta manera que la Palabra de Dios llegara a la América Hispana.

D. Cipriano de Valera:

Pero la historia no concluye allí. La versión de Casiodoro fue impresa de nuevo en 1602, luego de una cuidadosa revisión de parte de Cipriano de Valera, quien empleó 20 años más en esta labor. Cipriano de Valera fue un gran erudito español, amigo de Juan Pérez, Julián Hernández y Casiodoro de Reina. Fue uno de los monjes que huyó de Sevilla en 1557, y de los que se reunió al año siguiente en Ginebra y luego en Inglaterra. Allí continuó sus estudios en Oxford y en Cambridge.

Al año siguiente de su llegada a Inglaterra, en 1558, publicó su primera obra titulada: “El tratado del Papa y de la Misa”. En ella ataca fuertemente el catolicismo romano: “Ellos piensan que el Papa es lugarteniente de Cristo y sucesor de Pedro; más bien es sucesor de Judas, lugarteniente de Satanás y anticristo.”

Pero Cipriano fue también un gran traductor; de hecho, fue él quien tradujo la Institución de la Religión Cristiana de Calvino, y se dice que su versión española tiene tan buen español como el buen francés de Calvino.

En su revisión a la traducción de Reina, Cipriano de Valera hizo en total 458 cambios. Esta Biblia revisada fue publicada en 1602 y se le conoce como “La Biblia del Cántaro, por el grabado que aparece en su primera página en el que aparecen dos hombres, uno de los cuales está regando un árbol con un cántaro.

La versión completa de la Biblia que hoy conocemos como Reina Valera, es considerada como “una de las mejores que existen en lengua castellana.” Y otro autor señala:

“La traducción de Reina es un trabajo grandioso tanto por la fidelidad de la traducción como por la pureza del lenguaje... El muy católico Menéndez Pelayo, predispuesto contra los reformistas españoles dice: ‘Habiendo sido hecha esta traducción en los mejores tiempos de la lengua castellana sobrepuja a las versiones de Felipe Scío y Torres Amat’.”

A él dedica el siguiente verso Manuel Pérez del Busto:

Oh, singular Casiodoro
que, de un modo inteligente,
nos has llevado a la fuente
que emana Palabra de oro.
Todo su inmenso tesoro,
tan divino y tan humano
recogió tu noble mano
con tal especial intento,
que lograste un monumento
con la Biblia en castellano.

LAS TRADUCCIONES CATOLICAS

Como vimos anteriormente, en el Concilio de Trento se había ratificado la prohibición de que la Biblia fuese traducida a la lengua vulgar. En la IV Regla del Concilio dice: “Notando por experiencia que si los Sagrados Libros se permiten leer a todos en lengua vulgar sin diferencia alguna, por temeridad de los hombres se sigue de ahí más daño que provecho…”.

Sin embargo, en 1757 a los católicos se les permitió la lectura de la Biblia traducida en lengua vulgar, “con tal que sus versiones estén aprobadas por la Silla Apostólica, o se den con notas de los Santos Padres”.

Aún así, en España continuó la prohibición hasta un decreto de la Inquisición española fechado el 7 de Enero de 1783. A partir del año comenzaron a aparecer en español las primeras versiones católicas, entre las cuales podemos mencionar:

La Biblia de Scío (1790-1793). Fue la primera Biblia en castellano impresa en suelo español por encomienda de Carlos III, traducida por el obispo de Segovia Felipe Scío. Se trataba de una Biblia bilingüe (latín y español), publicada en varios tomos y sumamente cara. Menéndez y Pelayo la calificó de “desdichadísima”.

La Biblia Torres-Amat (1823). Traducida por el canónigo Félix Torres-Amat por encomienda de Carlos IV y Fernando VII. Los críticos católicos la catalogan de “versión perifrástica” (una palabra bonita para referirse a una persona que da muchas vueltas para decir una cosa que se pudo haber dicho con menos palabras); y es que esta versión consta de 10,661 añadiduras que no figuran en el texto original.

La Biblia Nácar-Colunga (1944). Fue la primera versión católico – romana traducida directamente de los textos originales, traducida por Alberto Colunga (el AT) y Eloíno Nácar Fúster (el NT). Es una traducción bastante fiel que ha sido mejorada en sus numerosas ediciones (67 hasta la fecha, más 30 del NT).

La Biblia Bover-Cantera (1947). Traducida por José María Bover y Francisco Cantera Burgos. “A diferencia de la traducción anterior, es una obra crítica, destinada a los estudiosos de las Escrituras, lo que explica las pocas ediciones que se hicieron de ella”.

La Biblia de Jerusalén (1967). “Sin duda alguna, una de las versiones más famosas de la actualidad, no sólo en los círculos católicos, sino también en los evangélicos y protestantes… Es una traducción directa de las lenguas originales, hecha por un grupo de 10 escrituristas de la sección española de la Escuela Bíblica de Jerusalén, bajo la dirección de José Ángel Ubieta… Es evidente que los traductores siempre tuvieron muy cerca la igualmente famosa versión francesa conocida como la Bible de Jérusalem. Por eso hay quienes creen que es una versión, no de las lenguas originales, sino del francés. Sus editores se apresuran a negarlo, y afirman que la traducción se reduce a las notas, pero es innegable que el parecido y las afinidades son notables. Ha desplazado en gran medida a la versión Nácar-Colunga”.

La Biblia Latinoamericana (1972). Traducida por un equipo liderado por dos sacerdotes chilenos. Tiene la intención de llegar a los latinoamericanos en el lenguaje que ese público entiende. “Va provista de abundantes notas, fotos y comentarios ‘tercermundistas’”.

OTRAS VERSIONES PROTESTANTES

Entre las versiones más importantes en el ala protestante podemos mencionar:

La Biblia Reina-Valera. La RV ha tenido varias revisiones con el propósito de modernizar el lenguaje y hacerlo más accesible. El mismo Reina “afirmaba que su versión iba a durar poco tiempo, a menos que fuera revisada periódicamente por un equipo de eruditos. El idioma español es, como todos los idiomas, un idioma que cambia y evoluciona”.

Entre las revisiones hechas en el siglo XX y principios del XXI podemos mencionar: 1909, 1960, 1977, 1989, 1995; y la Biblia Textual Reina-Valera.

La Biblia de las Américas. “La traducción de LBLA® fue completada en 1986 por un equipo de eruditos en Biblia, cristianos evangélicos, todos ellos originarios de América Latina. La Biblia de las Américas® es una obra original, traducida directamente de los idiomas originales hebreo, arameo y griego directamente al español, en un lenguaje moderno, claro y comprensible para todos”.

Dios Habla Hoy. El NT fue publicado en 1966, mientras que la Biblia completa fue publicada en 1979. Su traducción fue hecha según los principios de “equivalencia dinámica”, procurando alcanzar al público medio de los países latinoamericanos.

Nueva Versión Internacional. “La Nueva Versión Internacional (NVI) es una nueva traducción de la Biblia, hecha directamente de los idiomas originales hebreo, arameo y griego, al más fresco, exacto y elegante español contemporáneo”.

“Ante la extraordinaria acogida que tuvo la NIV (New International Version), en todo el mundo de habla inglesa, la Sociedad Bíblica Internacional aceptó de buen agrado la solicitud que muchos creyentes e iglesias le presentaron de realizar traducciones de la Biblia en otros idiomas, siguiendo los mismos parámetros exegéticos y principios hermenéuticos utilizados por los 110 biblistas que hicieron la New International Version”.

Conclusión:

He aquí, a vuelo de pájaro, cómo Dios obró en Su providencia a través de la historia para que nosotros pudiésemos tener en nuestras manos Su Palabra en nuestro propio idioma. Pero de nada nos sirve que tengamos disponible tantas versiones de las Escrituras si no hacemos uso de ella.

Como dice Neil Lightfoot: “El que un granjero moderno tenga una variedad de nuevo equipo no garantiza una cosecha exitosa. El equipo debe ser usado. De igual manera, en un período donde la gracia de Dios abunda en la provisión de nuevas y mejores ayudas para el estudio de la Biblia, no demos por sentado que la presencia del equipo puede sustituir el uso de él. Que Dios conceda que continuemos siendo un pueblo de un libro, y que ese libro sea la Biblia”.


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viernes, 13 de agosto de 2010

IBSJ celebra hoy 32 años de Gracia

El 13 de Agosto de 1978 Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo celebró su primer culto de adoración, dando inicio al nacimiento de nuestra iglesia, hace 32 años. Por lo que no quería dejar pasar la oportunidad de compartir con los lectores de este blog, y especialmente con los miembros de IBSJ, algunas palabras que expresamos hace dos años, cuando celebramos nuestro 30 aniversario. Las palabras expresadas en aquella ocasión siguen tan vigentes hoy como en ese momento.

Si hay algo que vemos claramente en las Escrituras es que Dios quiere que Su pueblo conozca y recuerde su historia. La mayor parte del AT la componen libros históricos.

Y Dios instituyó algunas fiestas que los hijos de Israel debían celebrar cada año para recordar eventos específicos en los tratos de Dios para con ellos: la fiesta de la pascua, la de los tabernáculos, Pentecostés.

Más adelante, cuando los hijos de Israel cruzaron el Jordán hacia la tierra prometida, Dios ordenó a Josué que tomaran 12 piedras del lecho del río y levantaran un monumento con ellos.

“Y cuando vuestros hijos preguntaren a sus padres mañana, diciendo: ¿Qué significan estas piedras? les responderéis: Que las aguas del Jordán fueron divididas delante del arca del pacto de Jehová… y estas piedras servirán de monumento conmemorativo a los hijos de Israel para siempre” (Jos. 4:6-7).

Este record histórico debía ser traspasado de una generación a la otra. Ese es el testimonio que dejó registrado el autor del Salmo 44, cómo sus padres les habían contado las obras que Dios había hecho con ellos como nación “en los tiempos antiguos”.

“Generación a generación celebrará tus obras, dice en el Salmo 145, y anunciará tus poderosos hechos… Del poder de tus hechos estupendos hablarán los hombres, y yo publicaré tu grandeza” (Salmo 145:4-6).

Esa es una de las cosas que aprendemos del libro de los Salmos, cómo los hijos de Israel cantaban su historia con himnos inspirados por el Espíritu Santo. Dios no quiere que Su pueblo olvide las misericordias recibidas de Su mano, tanto a nivel individual como a nivel colectivo.

Y lo mismo vemos en el NT. Entre sus libros más extensos encontramos 4 Evangelios que narran la vida, pasión y resurrección del Señor Jesucristo; y el libro de los Hechos, que narra los primeros años de la Historia de la Iglesia, luego de la ascensión del Señor.

Y al igual que en las celebraciones del AT, Cristo instituyó un memorial, la Santa Cena o partimiento del pan, para que Su iglesia recuerde frecuentemente el alto precio de su redención.

E incluso se nos exhorta hacer memoria de aquellos que ya corrieron la carrera, para que nos sirva de estímulo en nuestro propio peregrinaje. Es de eso que se trata el capítulo 11 de Hebreos: un recuento histórico de las hazañas de hombres y mujeres comunes y corrientes que fueron impulsados a hacer cosas extraordinarias por medio de la fe.

Las historias de estos individuos han quedado registradas en las páginas de las Escrituras como una gran nube de testigos para las generaciones venideras.

Y noten que esto no se limita únicamente a los héroes de la fe del Antiguo Testamento. En Hebreos 13:7 el autor de la carta exhorta a estos hermanos: “Acordaos de vuestros pastores que os hablaron la Palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta e imitad su fe”.

“Mantengan fresco en vuestra memoria lo que estos hombres hicieron, de manera que puedan imitarles en aquello que sea digno de imitación”. Dios concede a la historia una importancia capital.

Ahora bien, no podemos deducir de todo esto que las iglesias de Cristo tengan un deber ordenado por Dios de celebrar sus aniversarios; pero al menos podemos decir con certeza que Dios espera que conozcamos y recordemos nuestra historia y aprendamos de ella.

Decía Alexander Solzhenitsyn, que para destruir a un pueblo lo primero que tenemos que hacer es cortar sus raíces. Y en un tono similar otro autor comentó: “El primer paso para liquidar a un pueblo es borrar su memoria. Destruye sus libros, su cultura, su historia; y en poco tiempo esa comunidad olvidará lo que es y lo que fue.”

Y es precisamente ese pensamiento, enraizado en el testimonio que tenemos en las Escrituras, lo que nos ha movido como iglesia a conmemorar el cumplimiento de nuestro 30 aniversario.

No se trata simplemente de echarle una mirada nostálgica al pasado, sino de hacer memoria del poder de la gracia de Dios obrando a nuestro favor a través de toda nuestra historia como iglesia local.

Alguien decía que la memoria, en contraste con la nostalgia, “no idealiza el pasado para condenar el presente, sino que extrae esperanza del pasado con el propósito de enriquecer el presente y guiar el futuro.”

Queridos hermanos, en nada nos ayuda quedarnos anclados en un pasado que ya no volverá y al que no deberíamos anhelar volver. Cada etapa de la vida tiene su encanto, y también sus crisis y sus problemas. Estamos en un mundo caído donde cada paso de avance hacia la madurez tendrá que vencer muchos obstáculos y enfrentar nuevas dificultades.

Muchos de nosotros recordamos nuestra niñez y los años de adolescencia como etapas de la vida en las que no teníamos ni en sombra las preocupaciones que tenemos ahora. Pero una persona en su sano juicio no querrá experimentar una regresión en el tiempo y volver a tener 15 años otra vez. Y lo mismo podemos decir de la iglesia.

Uno de los privilegios que Dios me ha concedido es haber sido parte de esta congregación desde el principio. Y guardo como un tesoro en mi memoria aquellos primeros años de nuestra conversión y de los inicios de esta iglesia local.

Recientemente estuvieron de visita entre nosotros unos hermanos de Barcelona, y fuimos con ellos a visitar el Jardín Botánico. El Botánico fue inaugurado en Agosto de 1976, y nosotros conocimos al Señor en verano de 1977.

De manera que recién convertidos solíamos visitar el Jardín Japonés, y de manera particular lo que curiosamente se conoce como la Catedral de Bambú (en ese tiempo yo no tenía ni idea de que ese lugar se llamaba así), y nos reuníamos allí a estudiar la Palabra, cantar, orar.

Fueron tiempos muy buenos y muy edificantes. Pero ¿saben qué? Por nada del mundo quisiera retroceder las manecillas del reloj y volver atrás.

Esa nostalgia por el pasado no es saludable. Escribiendo a los filipenses dice el apóstol Pablo: “Hermanos, yo mismo no considero haberlo alcanzado; pero una cosa hago: olvidando las cosas que quedan atrás, y extendiéndome a las que están delante, prosigo hacia la meta, hacia el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil. 3:13-14).

Y anteriormente había dicho que él quería alcanzar aquello para lo cual él había sido alcanzado por Cristo.

Queridos hermanos, Dios nos alcanzó para salvación y nos conformó como iglesia con un propósito, lo mismo que a cada una de las iglesias de Cristo representadas en este lugar. Pero la carrera no ha terminado todavía.

El sentimiento primordial que debe dominarnos al conmemorar estos 30 años de historia no debe ser de nostalgia sino de expectación, sabiendo que esa misma gracia que nos ha sostenido todos estos años sigue y seguirá disponible para la iglesia de Cristo hasta el día de Su venida, para que hombres y mujeres como nosotros, personas comunes y corrientes, podamos hacer Su obra.

Si algo aprendemos de la historia de IBSJ es que Dios se complace en usar instrumentos débiles. Todo lo bueno que haya podido pasar aquí en estos 30 años de existencia, no ha sido por causa de nosotros, sino a pesar de nosotros.

Como dice el apóstol Pablo en 2Cor. 4:7, “tenemos un tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”.

Somos débiles hombres llevando a cabo una encomienda gloriosa y sublime: la proclamación del evangelio de Cristo para la salvación de los pecadores y la edificación de los creyentes.

El hecho de que esta iglesia continúe proclamando hoy ese mensaje y siendo usada por Dios para la expansión de Su reino, juntamente con muchas otras iglesias a todo lo largo y ancho de nuestra isla, no es otra cosa que un testimonio contundente de la fidelidad y el poder de Dios.

Por supuesto, en una celebración como ésta es inevitable que traigamos a colación la labor de tantos hombres y mujeres que han servido al Señor en el contexto de esta iglesia local. Dios quiere que esos vasos de barro sean recordados y reconocidos por su labor, y que se dé honra al que merece honra.

Escribiendo a los creyentes en Tesalónica Pablo les dice: “Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de Su obra” (1Ts. 5:12-13).

Si valoramos nuestras almas y nuestra relación con Dios, tendremos en alta estima a los instrumentos que Él usa para nuestro beneficio espiritual.

Pero de ninguna manera debemos olvidar que por la gracia de Dios somos lo que somos. Es por eso que al final de la historia, todos Sus siervos arrojarán sus coronas a los pies de Cristo, porque de no haber sido por Su gracia obrando en nosotros, todo hubiese sido inútil.

“Si Jehová no edifica la casa, es en vano el trabajo de los edificadores. Y si Él no guardare la ciudad, en vano vela la guardia” (Salmo 127:1).

“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos – dice el Señor en Juan 15:5; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”.

Ni siquiera un 10 %. Nada que realmente valga la pena a la luz de la eternidad podrá ser hecho si lo hacemos confiando en nuestras propias fuerzas y capacidades.

¿Qué celebramos, entonces, este fin de semana? Estamos celebrando 30 años de gracia.

Esa gracia que nos alcanzó para salvación, que nos formó como iglesia, que proveyó cada uno de sus miembros y cada uno de sus líderes.

Esa gracia que muchas veces ha venido en nuestro auxilio para enderezar nuestros pasos, o para consolarnos en momentos de aflicción y tribulación.

Esa gracia que nos ha preservado hasta el día de hoy y que esperamos continúe sosteniendo nuestra iglesia hasta el día en que pueda ser presentada delante del Señor Jesucristo en Su venida.

Hoy queremos hacer, aunque de manera imperfecta, lo que haremos perfectamente en aquel día cuando estemos en Su presencia y por toda la eternidad: atribuirle a Él toda la gloria, la alabanza y el honor que solo a Su nombre corresponde.

Que la gracia de Dios sea exaltada en esta celebración y que nos sirva de estímulo, como iglesia y como creyentes, para seguir corriendo la carrera que tenemos por delante, con los ojos puestos en Jesús, el autor y el consumador de nuestra fe.

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El valor de la razón en la vida del creyente

Algunas personas piensan que ser anti intelectual es piadoso por aquello de que “el conocimiento envanece, pero el amor edifica” (1Cor. 8:1). Tales personas pierden de vista no sólo que la Biblia nos manda amar a Dios con toda nuestra mente, sino también algunos aspectos de la naturaleza de Dios y de Su revelación.

La Naturaleza de Dios

Nuestro Dios es un Dios racional, perfecto en conocimiento. El conoce todas las cosas, tanto las reales como las posibles (1Sam. 23:11-13; Job 37:16; 1Jn. 3:20). La Biblia señala a Dios como el “único sabio Dios” (Rom. 16:27), como el Dios de verdad, completamente confiable (Tito 1:2; Rom. 3:4; He. 6:18). Su Palabra es verdad (Jn. 17:17, y Su Iglesia (no las universidades) es columna y baluarte de la verdad (1Tim. 3:15). Conocer a Dios necesariamente involucra nuestras capacidades mentales.

La Naturaleza de la revelación bíblica

1. La revelación es verdad y ha de ser entendida racionalmente.

Las palabras bíblicas que se usan en hebreo y en griego para indicar la idea de revelación implican, no solo que Dios es una Persona que se ha dado a conocer, sino también que ha revelado proposiciones verdaderas objetivas y comprensibles.

Dios no solo se ha dado a conocer a Sí mismo, sino que también nos ha dado a conocer la verdad, una verdad que requiere del esfuerzo de nuestras mentes para ser comprendida y aplicada. Por la naturaleza de la Biblia, necesitamos para su comprensión la iluminación del Espíritu Santo, pero necesitamos aplicar también el estudio serio y concienzudo.

Algunas partes de las Escrituras son fáciles de entender, mientras que otras requieren de un esfuerzo mayor (2P. 3:16). A mayor desarrollo de la mente y del entendimiento de las reglas de hermenéutica, mayor será la capacidad de comprender el significado de la Biblia.

“Necesitamos iglesias locales dedicadas a la tarea de entrenar a los creyentes a pensar teológica y bíblicamente. Debemos desarrollar cristianos inteligentes; esto es, cristianos que tengan el entrenamiento mental para ver asuntos claramente, para hacer cuidadosamente distinciones importantes, y sopesar varios factores apropiadamente” (J. P. Moreland; Love your God with all your mind; pg. 48-49).

2. Tres textos importantes:

Rom. 12:1-2.

No podemos comprobar, esto es, dar a conocer a nosotros mismos y a otros, cuál es la voluntad de Dios, si no hay una renovación o transformación de nuestro entendimiento. Esto coloca nuestras mentes en el centro mismo del proceso transformador en el que estamos envueltos si somos cristianos.

Todo creyente desea conocer la voluntad de Dios, pero este texto nos dice que a menos que presentemos nuestros cuerpos para ser transformados, incluyendo por supuesto nuestras mentes, eso no será posible.

Mt. 22:23-39.

Ya vimos al principio algo del significado de los versículos 37ss. Ahora solo quiero hacer notar el contexto. En los versículos anteriores vemos a Cristo confrontado por los saduceos con el tema de la resurrección.

La pregunta de estos hombres dejaba a Cristo tres opciones aparentes: 1) Negar la resurrección; 2) aceptar la poligamia y el adulterio al afirmar que en el cielo ella sería mujer de los siete; y 3) injustamente limitar a uno solo de los hermanos.

La respuesta de Cristo tiene dos partes: en primer lugar, quita a los saduceos la base de la dificultad que plantean con respecto a la resurrección al afirmar que en el cielo no hay matrimonio; en segundo lugar, prueba bíblicamente la resurrección, pero citando un pasaje que, visto superficialmente, nos puede parecer inadecuado.

¿Por qué no usó mejor Dn. 12:2 que habla explícitamente de la resurrección? Porque los saduceos no aceptaban la autoridad del libro de Daniel, pero sí tenían en alta estima el texto que el Señor citó.

Esto nos muestra que Cristo conocía la Escritura, pero conocía también a sus oponentes; y también nos muestra que aplicaba su inteligencia al estudio de las Escrituras para extraer conclusiones, aun del tiempo de los verbos que allí se usan.

Dado que este texto se encuentra inmediatamente antes de Mt. 22:37ss, este es un buen ejemplo de lo que significa amar a Dios con toda la mente.

1P. 3:15.

Hay dos palabras claves aquí: apología y logos. Apología significa “defender algo” ya sea ofreciendo argumentos positivos a favor de, o respondiendo argumentos negativos en contra de. Eso era lo que Pablo hacía al evangelizar (Hch. 14:15-17; 17:2,4, 17-31; 18:4; 19:8).

El persuadía a las personas ofreciéndoles argumentos racionales a favor de la verdad del evangelio. Incluso cita en Atenas a dos filósofos paganos, Epiménides y Arato de Soles (Hch. 17:28).

Ahora bien, el punto es que aquí en 1P. 3:15 no se nos sugiere que hagamos eso, se nos ordena (leer). La palabra logos en este caso significa “evidencia o argumento que provee una justificación razonable para alguna creencia”.

Lo que Pedro está diciendo es que nosotros debemos estar preparados para proveer argumentos racionales y buenas razones para creer lo que creemos, y esto envuelve la mente.


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jueves, 12 de agosto de 2010

Diviértanse con esta pieza genial de Leroy Anderson


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miércoles, 11 de agosto de 2010

¡El Anti intelectualismo ataca a la iglesia!

No hay que hacer un estudio muy profundo para darnos cuenta de que la sociedad actual se encuentra en una crisis profunda en lo tocante al uso de la razón y el intelecto.

Vivimos en una época donde los sentimientos han llegado a ser más importantes que las ideas y los pensamientos. Así como la modernidad se caracterizó por sus grandes ideales, la post-modernidad carece de ellos. Lo importante para el hombre post-moderno es que nos sintamos bien. “Mientras otros no sean dañados, no importa lo que hagas o dejes de hacer, con tal de que te sientas bien”.

Y lo más triste de esta situación es que la Iglesia cristiana no está haciendo un frente adecuado a esta forma de pensar, porque ella misma ha sido infectada con este mal. En ese sentido los cristianos de nuestra generación se han despegado de su herencia histórica, porque en el pasado no era así.

Donde quiera que los puritanos fundaran una iglesia al poco tiempo fundaban una escuela, porque veían la enorme importancia que tiene el desarrollo del intelecto para una fe cristiana vigorosa. De hecho, el énfasis en la educación para todos que vemos hoy en occidente es un producto directo de la Reforma protestante.

Ya en 1642 los puritanos que vivían en las colonias americanas promulgaron una ley que requería educación para todos los niños, y en 1647 establecieron las escuelas públicas, las cuales, por supuesto, eran muy diferentes a las escuelas públicas de hoy día.

Este movimiento pro-educación produjo también grandes universidades que, aunque muchas de ellas se oponen actualmente al cristianismo, fueron fundadas por cristianos para promover la instrucción del pueblo de Dios. Ese es el caso de Oxford, Cambridge, Harvard, Yale, Princeton, entre otras.

La ignorancia es la madre de la herejía, dijo alguien de aquellos días, no de la devoción. Así pensaban nuestros padres en la fe. Sin embargo, la situación actual es muy distinta. Como decíamos anteriormente, el anti intelectualismo que afecta hoy la sociedad moderna ha encontrado lugar en el cristianismo moderno.

Y nos preguntamos ¿cuál es la raíz de esta actitud anti-intelectual que muchas iglesias cristianas han adoptado en estos últimos tiempos?

Las causas de esta crisis en lo tocante a las iglesias cristianas

1. Los grandes avivamientos de mediados de 1800.

Sin quererlo, estos movimientos promovieron un evangelismo subjetivo y emocional, en contraposición a un evangelismo doctrinal y objetivo. A medida que pasaba el tiempo, el evangelismo se concentró en campañas que no requerían predicadores teológicamente bien equipados, sino más bien buenos comunicadores que supieran cómo atraer la atención de las masas y moverlas a tomar una “decisión por Cristo”.

2. Ciertas ideas filosóficas provenientes de Europa, especialmente de Hume y de Kant.

En su obra Crítica de la Razón Pura Kant lanzó una crítica masiva contra los argumentos tradicionales de la existencia de Dios. El decía que debemos distinguir dos esferas de conocimiento: la fenomenal y la noumenal.

Fenomenal = la esfera de los fenómenos, el mundo físico que distinguimos con los cinco sentidos. Este es el mundo de la investigación científica, una esfera que puede ser medida y analizada por la observación, los experimentos y cosas semejantes.

Ahora bien, aparte de este mundo que podemos captar con los sentidos, ¿existe alguna otra cosa? ¿Existe lo que podemos llamar una esfera metafísica, que está más allá de lo físico? Puede ser que esa esfera exista, decía Kant, pero de ser así no tenemos acceso a ella. Y es a esa esfera que él llama “noumenal”.

Noumenal = la esfera a la que no tenemos acceso por medio de los sentidos, y la que no puede ser analizada racionalmente. A esa esfera se puede saltar por la fe, pero ese salto no es científico ni inteligente.

Es interesante señalar que Kant se sentía impulsado a afirmar la existencia de Dios. Argumentaba que nosotros debemos vivir “como si” hubiera un Dios, pues de lo contrario la ética no tendría sentido, y sin ética la sociedad se desintegraría. Dostoyeski llegó más lejos: El escribió que sin Dios todas las cosas son permisibles.

Esto trajo como consecuencia una visión meramente devocional y ética de las Escrituras.

3. El ataque intelectual que sufrió la fe cristiana a finales del siglo pasado, tanto de la alta crítica alemana como del darwinismo.

“En vez de responder estos ataques con un vigoroso contraataque intelectual, muchos creyentes albergaron suspicacia hacia todo tipo de asunto intelectual” (Moreland; pg. 24). Muchos ven la ignorancia hoy día como una virtud, y al cristiano pensante se le mira con recelo.

El impacto del anti intelectualismo en la Iglesia

1. Un mal entendimiento de la relación que existe entre la fe y la razón:

Muchos hoy día ven la fe como un acto ciego de la voluntad, la decisión de creer algo independientemente de la razón, ignorando la falta total de evidencia para lo que se cree.

Pero la Biblia enseña que la fe es la confianza que ponemos en aquello para lo cual tenemos razón de creer que es verdadero. En otras palabras, la fe se construye sobre la razón. Por eso al predicar debemos procurar persuadir con razones a nuestro auditorio (Mt. 13; Rom. 6:17; 2Cor. 10:5).

La religión hoy día es mayormente subjetiva:

“Se que el viviendo está
porque vive en mi corazón”.

Nuestra fe no descansa en lo que siento, o en nuestras experiencias privadas, sino en lo que Dios ha revelado y que comprendemos usando el intelecto (2Tim. 2:7; 2P. 1:16-21).

2. La separación de lo secular y lo sagrado:

Muchos piensan hoy que en los asuntos seculares debemos usar la cabeza, pero en los asuntos religiosos debo guiarme por el corazón y los sentimientos. “El Señor puso en mi corazón”. Se imaginan a un ingeniero llevándose de los dictados de su corazón para saber la cantidad de varillas que usará en una viga.

¿Por qué los cristianos deben tomar decisiones guiándose por los impulsos del corazón y no por el uso racional de los principios bíblicos? No existe tal dicotomía entre lo secular y lo sagrado. Los cristianos deben analizarlo todo desde una perspectiva bíblica. Pero luego hablaremos de eso más ampliamente.

3. La debilidad del evangelismo moderno:

Como el sentimiento es prioritario sobre la razón el evangelismo de hoy se concentra primariamente en las necesidades que el hombre siente como una necesidad, dejando de lado la verdadera necesidad que no todos sienten.

4. La falta de celo en muchos creyentes hoy para confrontar las ideas falsas que nos rodean.

Necesitamos urgentemente corregir este error. Más adelante daremos algunas ideas prácticas de cómo hacerlo. Pero mientras tanto, invito a los lectores de este blog a compartir sus ideas al respecto.

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lunes, 9 de agosto de 2010

La contrarreforma católica

A la reacción del catolicismo romano a la reforma protestante suele llamarse Contrarreforma Católica; sin embargo, lo cierto es que, antes de que Lutero clavara sus 95 tesis el 31 de octubre de 1517 en la puerta de la Iglesia del Castillo en Wittemberg, en España había comenzado a soplar vientos reformadores durante el reinado de Isabel la católica.

Lamentablemente, el foco de atención de este movimiento reformador fue mayormente moral, dejando de lado la corrupción doctrinal en la que la Iglesia de Roma se sumergió durante la Edad Media. Para colmo de males, al surgir la reforma en Alemania, en vez de ir a la Biblia para examinar sus fundamentos, la Iglesia católica reaccionó fortaleciendo aún más las doctrinas distintivas que la diferenciaban del protestantismo.

En esta lección, veremos en qué consistió esta reacción católica a la que llamamos Contrarreforma, comenzando unos años antes de Lutero, durante el reinado de Isabel de Castilla, cuya descendencia jugaría un papel tan importante durante la Reforma.

La reforma católica

En una clase anterior vimos todas las peripecias que tuvo que pasar Isabel para llegar a ser reina de Castilla. Una vez en el trono, la reina se dedicó de lleno a la reforma del clero, que se encontraba en una situación muy lamentable. El alto clero estaba más envuelto en la guerra y en hacer fortuna que en pastorear las almas. Y en el bajo clero la situación no era mejor. La mayoría de los sacerdotes eran ignorantes y estaban sumidos en la pobreza; el celibato tampoco era practicado, de manera que muchos obispos tenían hijos bastardos y algunos curas vivían públicamente con sus concubinas.

Para llevar a cabo el proceso de reforma, los Reyes Católicos pidieron al Papa el derecho de nombrar los oficiales de la Iglesia, petición que les fue concedida. Para Fernando, esta era una medida política “pues la corona no podía ser fuerte en tanto no contase con el apoyo y la lealtad de los prelados.” Para Isabel, aunque estaba de acuerdo con su esposo en este punto, veía la medida como necesaria para reformar la Iglesia dentro de sus dominios.

Uno de los nombramientos más importantes que hizo Isabel fue el de Francisco Jiménez de Cisneros como arzobispo de Toledo. Cisneros encajaba perfectamente en el proyecto reformador de la reina, por cuanto combinaba la erudición de un humanista con la austeridad de un franciscano. Este llegó a ser uno de los consejeros de más confianza de la reina Isabel. Ambos se dedicaron de lleno en la reforma de los conventos y monasterios, haciéndoles respetar las reglas de su orden.

De igual modo, fomentaron el estudio. La reina misma era una erudita y a ella le debe España “el haber echado las bases del Siglo de Oro.” En cuanto a Cisneros, sus dos contribuciones más importantes en ese sentido fueron la Universidad de Alcalá (donde estudiaron hombres de la talla de Miguel de Cervantes, Ignacio de Loyola y Juan de Valdés) y la Biblia políglota Complutense. Este nombre se deriva de la forma latina de Alcalá, Complutum, donde fue preparada esta obra que contaba con seis volúmenes: los primeros cuatro comprendiendo el Antiguo Testamento – en tres columnas paralelas con el texto hebreo en el exterior, luego el texto de la Vulgata en el medio y en el interior el de la Septuaginta; el quinto volumen contiene el Nuevo en dos líneas paralelas conteniendo el texto griego y la Vulgata; y el sexto volumen contiene una gramática hebrea, caldea y griega.

La reina Isabel, que murió en 1504, no pudo disfrutar de ninguno de estos logros ya que la Universidad de Alcalá se terminó de construir en 1508, y la políglota Complutense fue publicada oficialmente en 1520.

Sin embargo, a pesar de la erudición y de las ansias reformadoras de Isabel y de Cisneros, ambos sostenían al mismo tiempo posturas muy radicales en cuanto al catolicismo romano. Aún antes de ascender al trono, Isabel había prometido en su juventud a Tomás de Torquemada, uno de los inquisidores más crueles que tendría España, que si llegaba a ser reina, dedicaría su vida a extirpar la herejía para honra de Dios y glorificación de la iglesia Católica.

Para tales fines, la inquisición se instauró en España en 1478, es decir, cuatro años después de la coronación de Isabel con el fin de eliminar todo vestigio de judaísmo, mahometanismo y cualquier tipo de herejía. Aunque la inquisición ya funcionaba en Europa, en España tuvo la característica de estar bajo el poder de la corona y no bajo la supervisión del Papa.

Al surgir la reforma protestante, el proceso de reforma dentro del catolicismo tomó otro rumbo, abiertamente hostil hacia las enseñanzas de los reformadores. Eso radicalizó las posturas dentro de la Iglesia Católica, dejando en mala posición a los humanistas que clamaban por un entendimiento con los protestantes. Entre estos humanistas podemos mencionar a Erasmo de Rótterdam, Gasparo Contarini, Jacobo Sadoleto y Jorge Witzel, los cuales clamaban por un retorno a la sencillez del evangelio y a las condiciones imperantes en la iglesia primitiva. Pero este movimiento reformador no satisfizo ni a católicos ni a protestantes.

“Ambos sentían que los humanistas estaban buscando un modo de evadir los problemas de importancia en lugar de resolverlos. Respecto de la cuestión central sobre la gracia divina y la forma en que ella operaba, había una división básica que no podía ser superada e ignorada. Declaraciones doctrinales ambiguas y concesiones moderadas de los católicos en cuanto al celibato, la misa y la estructura de la Iglesia no podían curar una herida que llegaba hasta el corazón”.

El concilio de Trento

Así las cosas, muchos comenzaron a clamar por la celebración de un concilio universal. Pero los papas de ese período sentían una fuerte aversión hacia los concilios por temor a que resucitara el movimiento conciliar poniendo en juego la autoridad del papado.

Pero la presión llegó un punto tal que, finalmente, el sucesor de Clemente VII, Pablo III (1534-1549) accedió a la petición y el 2 de junio de 1536 convocó un concilio que debía celebrarse al año siguiente en la ciudad de Mantua. Éste concilio no pudo llevarse a cabo debido, entre otras cosas, a las guerras entre Carlos V y Francisco I de Francia. Se hizo otra convocatoria para celebrar el concilio en la ciudad de Vicenza, pero por la misma razón de los conflictos entre Carlos V y Francisco I la asistencia fue mínima y tuvo que ser pospuesto otra vez.

La situación se fue volviendo cada vez más precaria para la Iglesia católica por el avance de la Reforma Protestante, de tal manera que Pablo III, y todos sus sucesores, decidieron responder con medidas de represión, antes que ceder a las voces que clamaban por una reforma católica. Uno de los instrumentos de contraataque fue el Concilio de Trento, convocado en 1545. Este Concilio se llevó a cabo en tres sesiones: la primera, del 1545 al 1549; la segunda, de 1551 a 1552; y la tercera, de 1559 a 1563. Las resoluciones que se tomaron en este concilio marcaron el rumbo del catolicismo romano hasta el día de hoy.

En cuanto a la autoridad de la Escritura, “Trento afirmó una autoridad igual para la Escritura y la tradición, y que ambas sólo podían ser interpretadas por la madre Iglesia.”

En cuanto a la justificación por la fe, Trento enseñó que “la salvación no es una obra completamente divina, si no que requiere la cooperación del hombre con Dios. No hay seguridad de salvación, porque nadie puede saber con certeza de fe... que ha obtenido la gracia de Dios. La gracia salvadora debe venir por medio de los sacramentos administrados por la Iglesia católico romana, porque toda verdadera justificación comienza por medio de los sacramentos, o una vez comenzada, crece por medio de ellos, o cuando se pierden, se recuperan a través de ellos.”

He aquí algunas de las declaraciones más importantes del concilio en lo que respecta a la justificación por la fe:

Canon 9: “Si alguno dijere que el impío se justifica por la sola fe, de modo que entienda no requerirse nada más con que coopere a conseguir la gracia de la justificación y que por parte alguna es necesario que se prepare y disponga por el movimiento de su voluntad, sea anatema.”

Canon 11: “Si alguno dijere que los hombres se justifican o por sola imputación de la justicia de Cristo o por la sola remisión de los pecados, excluida la gracia y la caridad que se difunde en sus corazones por el Espíritu Santo y les queda inherente; o también que la gracia, por la que nos justificamos, es sólo el favor de Dios, sea anatema.”

Canon 12: “Si alguno dijere que la fe justificante no es otra cosa que la confianza en la divina misericordia que perdona los pecados por causa de Cristo, o que esa confianza es lo único con que nos justificamos, sea anatema.”

Trento también “reafirmó los siete sacramentos, declarando que cualquiera que niegue alguno de estos sacramentos debe ser ‘anatema’.”

A la luz de estas declaraciones conciliares viene a ser obvio que cualquier intento de reconciliación con el catolicismo romano no podría llevarse a cabo sin echar por tierra algunas doctrinas cardinales del evangelio.

Eso fue tristemente evidenciado en el famoso documento Evangelicals and Catholics Together (ECT), un documento de 26 páginas que fue hecho público en la primavera de 1994 y firmado por representantes católicos y protestantes (entre estos últimos encontramos nombres muy prominentes como los de J. I. Packer, Bill Bright, Os Guinness, Charles Colson, Mark Noll y Pat Robertson). El documento es introducido con estas palabras:

“Somos Protestantes Evangélicos y Católicos Romanos que a través de la oración, el estudio y la discusión hemos sido guiados a convicciones comunes acerca de la fe y misión cristianas... En esta declaración afirmamos lo que hemos descubierto tanto acerca de nuestra unidad como acerca de nuestras diferencias. Estamos conscientes de que nuestra experiencia reflejan las circunstancias y oportunidades distintivas de los Evangélicos y Católicos viviendo juntos en Norteamérica. Al mismo tiempo, creemos que lo que nosotros hemos descubierto y resuelto es pertinente a la relación entre Evangélicos y Católicos en otras partes del mundo. Por lo tanto, recomendamos esta declaración para vuestra consideración en oración”.

Y más adelante añade:

“Así como Cristo es uno, la misión cristiana es una. Esa misión única puede y debería ser promovida de diversas formas. Sin embargo, la diversidad legítima no debería ser confundida con las divisiones existentes entre cristianos que oscurecen al Cristo único y obstaculizan la única misión. Hay una conexión necesaria entre la unidad visible de los cristianos y la misión del Cristo único. Oramos en conjunto por el cumplimiento de la oración de Nuestro Señor: “para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17)”.

¿Cómo resuelven ellos la diferencia fundamental entre la doctrina protestante de la justificación por la fe y la que fue declarada en Trento por el catolicismo romano? A través de un planteamiento que pueda ser potable para ambos grupos: “Nosotros afirmamos juntos que somos justificados por gracia a través de la fe debido a Cristo. La fe viviente es activa en amor que no es nada menos que el amor de Cristo” (p.5).

Como bien señala R. C. Sproul, esta declaración en nada difiere de lo que la Iglesia Católica ha enseñado siempre sobre la justificación.

“La Iglesia Católica romana siempre ha insistido en que la justificación es por gracia... desde el sínodo de Cartago, en su condenación de la herejía de Pelagio, hasta el Concilio de Trento, Roma ha sido clara en este punto... Lo mismo puede ser dicho de la siguiente afirmación: “somos justificados… a través de la fe”. Una vez más, Roma siempre ha insistido en que la fe es una condición necesaria para la justificación. Lo que ellos históricamente han negado es que ésta sea una condición suficiente...”

En cuanto a la declaración del documento de que “somos justificados... por causa de Cristo”, sigue diciendo Sproul:

“Que Cristo es de alguna manera la causa de la justificación no fue motivo de discusión alguna durante la Reforma. Roma nunca enseñó que la justificación fuese sin Cristo o aparte de él... Tampoco considera innecesarios los méritos de Cristo. El punto en discusión era cómo la obra objetiva de redención de Cristo era subjetivamente apropiada por el pecador. Así también fue crucial en la controversia la base objetiva de justificación. Los reformadores insistían en que la justicia de Cristo es la única base de nuestra justificación. Para Martín Lutero justificación por la fe sola significa que la justificación es por la sola justicia de Cristo, y su justicia es apropiada por la fe sola”.

El replanteo de la justificación por parte de los protestantes que firmaron el ECT pone en juego el corazón mismo del evangelio. Aquí es pertinente recordar la advertencia de Calvino de que la ambigüedad estudiada es el escondite de los herejes.

Ignacio de Loyola y la compañía de Jesús

Ignacio de Loyola nació en el seno de una familia aristocrática española en algún punto entre el 1491 y 1495 (murió en Roma el 31 de Julio de 1556). Aunque su familia era lealmente católica, y uno de sus hermanos era sacerdote, Ignacio fue destinado a la vida militar.

Pero su vida dio un giro dramático al ser gravemente herido en una pierna en 1521, mientras defendía la ciudad de Pamplona contra una invasión francesa. A pesar de que fue sometido a varias operaciones, este incidente lo marcó de por vida. En ese reposo obligatorio, Ignacio trataba de sobrellevar el tedio y la monotonía leyendo libros de devoción. Ocupado en esto, una noche tuvo una visión que él mismo cuenta en su autobiografía escrita en tercera persona:

“Estando una noche despierto, vio claramente una imagen de nuestra Señora con el santo Niño Jesús, con cuya vista por espacio notable recibió consolación muy excesiva, y quedó con tanto asco de toda la vida pasada, y especialmente de cosas de carne, que le parecía habérsele quitado del alma todas las especies que antes tenía en ella pintadas”.

Luego de esa experiencia, hizo una peregrinación a la ermita de Monserrate, al oeste de Barcelona, donde decidió entregarse por entero a la virgen. De allí marchó al pueblo de Manresa para dedicarse a una vida ascética.

Sin embargo, a pesar de sus prácticas religiosas, continuaba experimentando una intensa angustia espiritual por causa de sus tentaciones. Incluso fue tentado muchas veces a suicidarse. Pero finalmente, Ignacio de Loyola afirma haber encontrado la paz de su alma, no como Lutero, al entender la doctrina de la justificación por la fe, sino “por medio de visiones, arrebatos y éxtasis que lo conservaron dentro de la iglesia de su nacimiento y que cimentaron su ardiente lealtad a la misma.”

Luego de pasar un año en su retiro en Manresa, donde comenzó a escribir su famosa obra Ejercicios Espirituales, partió hacia Palestina en peregrinación con la esperanza de convertirse en misionero entre los turcos. Pero los franciscanos, que ya se encontraban allí, no le permitieron llevar a cabo su deseo.

Como hijo obediente de la iglesia, Ignacio decidió regresar a España y prepararse mejor teológicamente. A pesar de que para ese tiempo tenía unos 30 años de edad, se dedicó a los estudios. Estudió en Barcelona, en la recién fundada Universidad de Alcalá, en Salamanca, y en París donde permaneció siete años desde 1528 hasta 1535, y recibió el título de maestro en artes.

Durante su estadía en París un grupo de jóvenes, tanto de estudiantes como de profesores, comenzaron a congregarse en torno a él para ser ayudados a alcanzar una completa dedicación a Cristo, de modo que para 1534 tenía seis seguidores (entre ellos se encontraba Francisco Javier, un jesuita que llegaría a ser considerado uno de los más grandes misioneros católicos). Como una nota al margen, unos meses antes, en noviembre de 1533, fue que ocurrió el incidente que estudiamos en la lección 6 cuando el rector de la Universidad de París, Nicolás Cop, pronunció aquel famoso discurso que lo obligó a salir huyendo de la ciudad junto con Juan Calvino.

En 1535, Ignacio de Loyola se separó del pequeño grupo que ya había jurado “servir a nuestro Señor dejando todas las cosas del mundo”, pues tuvo que regresar a España por un período de tiempo para tratar algunas afecciones de salud. Pero se reunieron de nuevo en 1537 y decidieron dirigirse a Roma para ponerse al servicio del Papa.

Después de muchas demoras, el papa Pablo III accedió a darles el permiso de que se constituyeran en una orden en 1540. Así nació la Sociedad de Jesús, una organización religiosa que funcionaba como un regimiento militar al servicio del Papa.

“La Sociedad de Jesús tuvo un desarrollo extraordinario. A su muerte, sólo 16 años después de la bula que autorizó la institución de la Sociedad, Ignacio la había visto crecer hasta tener mil miembros. Estaban éstos en Italia, Portugal, España y Francia, trabajando en pro de la reforma espiritual y moral en las poblaciones nominalmente católicas romanas. Estaban en Alemania, donde combatían al protestantismo, y en Irlanda, tratando de fortalecer a la Iglesia de Roma. Afirmaron la espina dorsal del reformista concilio de Trento en su intransigencia hacia los protestantes y en su acatamiento de la dirección papal. Francisco Javier la había implantado en la India, Malaca, las Indias Orientales y el Japón, y había muerto tratando de entrar en China”.

De igual manera se dedicaron a la enseñanza. “Procuraron producir un fuerte carácter moral y enseñar al estudiante a pensar independientemente. Por un tiempo los jesuitas fueron los maestros de escuela más progresistas de Europa.” También compiten con los franciscanos en cuanto a la obra misionera. “Sus miembros fueron los agentes principales para repeler los avances del protestantismo y para recobrar algunas áreas, de manera notable Bohemia, Moravia y Polonia, para la Iglesia Católica Romana.”

“Como respuesta al protestantismo, la Sociedad de Jesús fue un arma poderosa. Su organización cuasimilitar, y su obediencia absoluta al papa, le permitían responder rápida y eficientemente a cualquier reto. Además, pronto los jesuitas se distinguieron por sus conocimientos, y muchos de ellos se mostraron dignos contrincantes de los mejores polemistas protestantes”.

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