Misión del Blog

Proclamar el señorío de Jesucristo sobre todos los aspectos de la cultura

lunes, 31 de agosto de 2009

¿Un evangelio sin Cristo?

Sólo de pensarlo parece absurdo. ¿Cómo vamos a predicar un evangelio sin Cristo? ¿Cómo podríamos construir nuestras vidas cristianas sobre un evangelio sin Cristo? Sin embargo, esa es la clase de “evangelio” que muchos proclaman hoy, y que muchos cristianos profesantes parecen escuchar con deleite.

Este nuevo “evangelio” no carece del nombre de “Cristo”, pero carece de la oferta del Cristo de los evangelios. Este “Cristo” no parece estar preocupado por nuestros pecados y nuestra enemistad con Dios, sino en darle a sus adeptos una vida más placentera y próspera en términos de prosperidad material. Pero como bien señaló Donald Carson:


“Si Dios hubiera percibido que nuestra mayor necesidad era económica, nos habría enviado a un economista. Si hubiera percibido que nuestra mayor necesidad era entretenimiento, nos habría enviado a un comediante o a un artista. Si Dios hubiera percibido que nuestra mayor necesidad era estabilidad política, nos habría enviado a un político. Si él hubiera percibido que nuestra mayor necesidad era salud, nos habría enviado a un doctor. Pero percibió que nuestra mayor necesidad tenía que ver con nuestro pecado, con nuestro distanciamiento de Él, con nuestra profunda rebelión, con nuestra muerte; y nos envió a un Salvador” (D. A. Carson, A Call to Spiritual Reformation).

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Conferencia Bíblica 2009: “Vive y Permanece para Siempre”



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¿Se encuentra cerca la Segunda Venida de Cristo?


Por Sugel Michelén

A pesar de que Cristo mismo dijo en una ocasión que nadie conoce el día y la hora de Su venida, en casi todas las épocas de la historia han aparecido algunos que han pretendido desentrañar los misterios del calendario profético de Dios
(recientemente alguien sugirió la posibilidad de que Barack Obama sea el anticristo, basándose en una increíble gimnasia exegética de Lucas 10:18); esto ha traido como consecuencia un terrible descrédito a las profecías bíblicas y ha dado pie para que algunos tomen a burla algo que deberían tomar muy seriamente .

Pedro nos dice en su segunda carta que en los postreros días vendrían burladores, “andando en sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento?” (2P. 3:3-4). Esas burlas, dice Pedro, son motivadas por sus propias concupiscencias; no son más que una manifestación del anhelo interno de los pecadores de que esa promesa nunca sea cumplida.

Pero es indudable que, al arriesgarse a identificar ciertos eventos de la historia con las señales del fin, muchos que profesan ser cristianos han contribuido a desacreditar las profecías que anuncian la venida del Señor y los cambios dramáticos que ese hecho traerá consigo.

Ahora bien, independientemente de que algunos se burlen de los anuncios bíblicos con respecto al fin, y de que otros hayan deformado esta doctrina, lo cierto es que Dios ha revelado algunas cosas con respecto al futuro y nos manda a vivir en el presente a la luz de eso que Él nos ha revelado.

En 1Pedro 4:7, el apóstol se vale de esa realidad para exhortar a sus lectores a vivir una vida cristiana consecuentemente: “Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración”.

La palabra que RV traduce como “fin” significa literalmente “consumación” y no meramente “conclusión” o “cesación”. Es la palabra griega “telos” que da la idea de algo que llegó al cumplimiento de un propósito o meta.

Por ejemplo, cuando se hablaba del “telos” de una guerra, no se quería señalar simplemente que los dos bandos habían dejado de pelear, sino que uno había obtenido finalmente la victoria. O cuando se hablaba del “telos” de un hombre, lo que se quería significar no era que había muerto, sino que había llegado a la madurez.

Así que cuando Pedro dice aquí que el fin de todas las cosas se acerca, se está refiriendo indudablemente al tiempo cuando la historia humana, tal como la conocemos ahora, llegue a su consumación en la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo.

El problema es que Pedro escribió ese pasaje en el primer siglo de nuestra era. ¿En qué sentido pudo decir hace cerca de 2000 años que el fin se estaba acercando? La palabra griega que usa Pedro aquí y que RV traduce como “acercarse” ciertamente posee la idea de un evento que está a punto de ocurrir, pero también se refiere a un evento importante que se encuentra delante de nosotros como un hito, como el próximo punto luminoso del calendario, aun cuando ese evento no fuese a ocurrir en cualquier momento.

Por ejemplo, en Jn. 2:13 se nos dice que estaba cerca (la misma palabra que usa Pedro) la fiesta de la pascua. Sin embargo, esa fiesta siempre se celebraba en una fecha determinada; este era un evento que nunca tomaba a los judíos por sorpresa, que nunca llegaba repentinamente. Pero siendo una de las tres grandes fiestas religiosas de Israel, era una especie de hito en el calendario anual de los judíos.

La vida está llena de hitos así. Muchas muchachas comienzan a soñar con el momento en que cumplan los 15 años, 4 ó 5 años antes de que eso ocurra, o con el día de sus bodas.

En el caso particular que nos ocupa, Pedro sabía que la segunda venida de Cristo no era algo que podía ocurrir en cualquier momento, porque el mismo Señor se había encargado de advertir a Sus discípulos que antes de Su venida debían ocurrir algunas cosas.

Acercándose al final de Su ministerio el Señor Jesucristo se sintió conmovido por todo lo que habría de ocurrir con Jerusalén por haberle rechazado (comp. Mt. 23:37-39). Esto impactó profundamente a los discípulos que todavía en ese momento estaban esperando que Cristo instaurara Su reino mesiánico en cualquier momento, teniendo como sede la ciudad de Jerusalén.

En ese contexto surge la pregunta que da pie al discurso del Monte de los Olivos: “Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” (Mateo 24:3). En la mente de los discípulos la destrucción de Jerusalén y del templo eran eventos tan catastróficos que debía preceder el fin del mundo. Pero el Señor les hace ver en el resto del discurso que una cosa no sucedería inmediatamente después de la otra:

“Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores” (Mateo 24:4-8).

El Señor no está enseñando aquí que esas eran las señales de Su venida, sino todo lo contrario: “mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin”. Jerusalén sería destruida, como realmente ocurrió en el año 70 d. C., el templo sufriría tal destrucción que no quedaría una piedra sobre otra, exactamente como Cristo lo profetizó, pero estas señales, y todas las demás que aparecen en el texto, no eran más que “principio de dolores”.

Así como los dolores de la mujer encinta son cada vez más frecuentes y más fuertes, podemos presuponer que estas señales serán también más frecuentes y más fuertes a medida que nos acerquemos a la venida del Señor. Pero la intención obvia de Cristo era la de preparar a Sus discípulos para la dilación de Su venida.

La destrucción de Jerusalén no era más que el inicio de una serie de calamidades que habría de sufrir el pueblo de Israel y la tierra de Palestina a lo largo de la historia (comp. Lc. 21:20-24 – aparte de que el evangelio debía ser predicado en todas las naciones, comp. Mt. 24:14).

Así que en el NT se enseña claramente que habría de transcurrir un período de tiempo entre la ascensión de Cristo y Su regreso. Esa es la advertencia que Pablo da a la iglesia de Tesalónica en su segunda carta:

“Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición” (2Ts. 2:1-3).

Los apóstoles no tenían ni idea de cuánto podía durar esa dilación, pero sí sabían que algunas cosas debían ocurrir primero, incluyendo la destrucción de Jerusalén y del templo de Salomón, que todavía estaban en pie cuando Pedro escribió su primera carta.

De hecho, en su segunda carta Pedro aborda este problema de la dilación (comp. 2P. 3:1-4). La exhortación del Señor Jesús a permanecer velando, en Mateo 24:42-51, era un claro indicativo de que la iglesia tendría que esperar por un tiempo indefinido la segunda venida.

Nosotros no sabemos cuándo ocurrirá ese evento, pero hay dos cosas que podemos decir con toda certeza: En primer lugar, que el evento ocurrirá sin duda alguna, de la misma manera que se han cumplido cientos de profecías bíblicas al pie de la letra.

Y en segundo lugar, que nos estamos acercando cada vez más a la venida de nuestro Señor. Ese es el punto en el horizonte de la historia hacia dónde debe mirar nuestra fe.

Leí de alguien que en una ocasión viajaba por una carretera interestatal en Arizona, cerca del Gran Cañón, cuando se topó con un letrero que tenía dos distancias marcadas: un pequeño pueblo llamado Williams, y que quedaba a 27 millas, y los Ángeles, California, a 459 millas. El pequeño pueblo era avisado cuando ya el viajero estaba cerca de él, porque era un lugar sin importancia. Pero la ciudad de los Ángeles en California posee una importancia tal que es señalada en la carretera cientos de millas antes de llegar.

Pues de la misma manera, el Nuevo Testamento pone delante de nosotros la segunda venida de Cristo como el gran evento que sigue en el plan redentor de Dios, porque sea que estemos vivos o que estemos muertos cuando llegue ese momento, todos los creyentes sufrirán una profunda transformación (comp. Hch. 1:9-11; 1Cor. 15:51-58).

En ese momento Dios cumplirá a plenitud Sus propósitos redentores y el paraíso perdido vendrá a ser el paraíso recobrado. He ahí, mis amados hermanos, el hito luminoso del calendario de Dios que debemos poner delante de nuestros ojos.

Es verdad que ha habido mucho fanatismo en el manejo de las profecías bíblicas concernientes a la segunda venida de Cristo y el fin del mundo; pero no debemos caer en el extremo pecaminoso de perder de vista aquello que debiera estar en el horizonte de nuestra fe. Pablo nos dice en 1Ts. 1:9-10 que los creyentes nos hemos convertido “de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo”.

La historia humana se mueve sin retroceso hacia su consumación y lo que importará a final de cuentas son aquellas cosas que hagamos aquí y ahora, que tengan trascendencia más allá del presente.

“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mt. 6:19-21).

El hecho de tener una visión global de la historia humana nos ayuda a hacer decisiones sabias en la vida. Vivir únicamente para lo que tenemos delante de nuestras narices es tener la vista muy corta. Más bien debemos mirar hacia aquellas cosas que no se ven, sino con los ojos del alma; “pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2Cor. 4:18).

© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.

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domingo, 30 de agosto de 2009

Cristo, Cristo, Cristo: Meditación para el día del Señor

Por Sugel Michelén

Hoy es el día del Señor. Muchos cristianos asistirán a sus respectivas iglesias para adorar. Por eso quiero compartir algunas ideas sobre la gloria de nuestro Salvador, a la luz del conocido pasaje de Colosenses 1:15-20.


"El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz".

¿Qué nos enseña Pablo en este pasaje acerca de nuestro Señor Jesucristo? En primer lugar que Él es…

EL CREADOR DE TODAS LAS COSAS:

“El es la imagen del Dios invisible”:

La palabra griega que se traduce como “imagen” aquí indica la exacta representación de algo. En Gn. 1:26-27 se nos dice que el hombre fue hecho “a la imagen de Dios”; sin embargo, eso no significa que el hombre sea una exacta representación de Dios. La idea encerrada en ese texto es que el hombre habría de compartir la personalidad de Dios y de ese modo habría de representarle en cierto grado.

Pero lo que Pablo dice de Cristo en Col. 1:15 es diferente a lo que dice Moisés en el Génesis respecto al hombre. Aquí no se dice que Cristo fue creado a imagen de Dios, sino que “ÉL ES la imagen visible del Dios invisible” (comp. Col. 2:3 y 9). Esa es la misma idea que vemos en Jn. 1:1 y 18; así como en Hebreos 1:1-3. Por eso Cristo pudo decir en cierta ocasión: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”; y en otro lugar: “Yo y el Padre somos una misma cosa o de una misma esencia”. Cuando se hizo hombre Él no escatimó el hecho de ser igual a Dios, como dice Pablo en Fil. 2:5-6.

Ahora bien, si Cristo es la imagen misma de Dios, entonces tiene que ser eterno así como Dios es eterno. Y si Cristo es eterno, entonces no puede ser parte integral del tiempo y el espacio. Por eso Pablo continúa diciendo que Cristo es también…

“El primogénito de toda creación”:

Esta expresión no significa que Cristo fue el primer ser creado por Dios, sino más bien que Él ocupa una posición de honor supremo sobre todas las cosas creadas. Tanto en la cultura griega como en la judía, el primogénito era aquel que tenía el derecho de la herencia. Ese era el hijo que ocupaba una posición de honor.

(a) El caso de Jacob y Esaú (Gn. 27:28-41).

(b) El caso de Rubén y Judá (Gn. 49:3-4).

(c) El caso de David (Sal. 89:27).

La idea que Pablo transmite a los Colosenses es que Cristo posee autoridad y supremacía sobre toda la creación. Y eso ¿por qué? Porque Él es el creador de todas las cosas (vers. 16). Pablo no quiere dejar ninguna duda en cuanto a lo que está incluido en la frase “todas las cosas”, por eso señala de manera particular:

“las que hay en los cielos” (un ejemplo de las cosas que hay en los cielos es esa pequeña estrella que ilumina nuestro planeta llamado “el sol”, el cual si fuese hueco, cabrían 1.2 millones de planetas como el nuestro y todavía habría espacio para 4.3 millones de lunas).

“las que hay en la tierra”. Comp. Gn. 1:1.

“visibles e invisibles” (en esta última característica encierra a todos los ángeles, no importa de qué rango sean). “Todas las cosas por Él fueron hechas…” (Juan 1:3).

¿Cuándo fue la última vez que te comiste una fruta u observaste un atardecer con esa conciencia? Todo lo creado debe recordarnos a Cristo porque Él es su creador y porque todas las cosas creadas reflejan Su gloria. Pero Cristo no solo es el Creador, sino que Pablo nos dice también que Él es…

EL SUSTENTADOR DE TODAS LAS COSAS:

Vers. 17. Noten que Pablo no dice que “Él ERA antes de todas las cosas”, sino que “Él ES antes de todas las cosas”; el eterno presente de Dios. Por eso es que Cristo dijo a los judíos en cierta ocasión: “Antes que Abraham fuese, Yo soy” (Jn. 8:58; comp. Ex. 3:14).

Pero ahora escuchen: “El es antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten”; o como lo traduce Guillermo Hendriksen: “todas las cosas encuentran en Él su cohesión”.

Por eso el autor de la carta a los Hebreos nos dice que Cristo “sustenta a todas las cosas con la palabra de Su poder” (He. 1:3). Todo fue creado por medio de Él y todo lo creado permanece por causa de Él. Las famosas leyes del universo no son más que nombres que los hombres usan para referirse a la actividad preservadora de Cristo de todas las cosas creadas.

Como dice John MacArthur: Cristo “mantiene el delicado balance necesario para la existencia de la vida… Él es el poder detrás de la consistencia en el universo. Él es la fuerza de la gravedad, la centrífuga y la centrípeta. Él es aquel que mantiene en movimiento todas las entidades del espacio. Él es la energía del universo” (Colossians; pg. 49). Sin la fuerza cohesionadora de Cristo operando continuamente, este mundo se desintegraría en un instante.

Una de las características más extraordinarias del átomo, esa pequeña partícula que forma parte de la composición de todas las cosas, es que sus componentes se mantienen cohesionados. Todas las partículas de carga positiva se mantienen juntas en el núcleo, mientras las cargas negativas se mantienen alrededor. Pero una de las leyes fundamentales de la física es que los polos opuestos se atraen y los iguales se repelen. ¿Por qué no se disparan los protones del núcleo por todos los lados?

Y ya nosotros conocemos la increíble fuerza que se desata cuando los protones se separan. George Gamow, uno de los primeros físicos que habló de la teoría del Big Ban, dijo en cierta ocasión: “El hecho es que vivimos en un mundo en donde prácticamente todo objeto es un explosivo nuclear en potencia” (Ibíd.).

¿Por qué no se separan los protones del átomo? ¿Qué los mantiene cohesionados? Pablo dio la respuesta hace 2,000 años: El poder “cohesionador” de Cristo actuando sobre el universo. El día llegará en que ese poder nuclear entrará en acción y todo el universo explotará literalmente para dar paso a una creación renovada, libre de todo vestigio del pecado:

“Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!” (2P. 3:10-12).

¿Qué tan conscientes vivimos de ese hecho? ¿Que sin el poder de Cristo sustentando el universo nos desintegraríamos en un instante? ¿O el hecho de que si Él no guía el curso de los planetas y nos acercamos un poquito al Sol nos quemaríamos, y si nos alejamos aunque sea un poquito nos congelaríamos? Si la fuerza de gravedad dejara de funcionar un instante, saldríamos disparados por todo el espacio exterior.

Pero Pablo no sólo nos dice que Cristo es el Creador y sustentador de todas las cosas, sino también…

LA META DE TODAS LAS COSAS:

“Todo fue creado por medio de Él y para Él”. Dios diseñó todas las cosas para Cristo, para que la gloria de Su poder pueda ser contemplada por todos los hombres a través de la creación. La creación es el teatro donde podemos contemplar cuán gloriosa es la persona de Dios el Hijo. Es a la luz de esa realidad que Pablo nos exhorta a vivir aquí y ahora para la gloria de nuestro Señor (comp. Col. 3:17).

Finalmente, Pablo nos dice que Él es…

EL RECONCILIADOR DE TODAS LAS COSAS:

Compare Col. 1:18-20. El punto que Pablo quiere enfatizar aquí es que de la misma manera que en Él fueron creadas todas las cosas, la Iglesia encuentra Su origen en Él. Para que hoy existiera la iglesia, el Señor tuvo que morir, pagar la deuda del pecado y luego vencer la muerte para siempre resucitando de los muertos.

Y Dios lo hizo de ese modo, dice Pablo, “para que en todo tenga la preeminencia”. A Dios el Padre le plugo dar al Hijo la preeminencia en todo, tanto en la creación natural como en la creación espiritual.

Pero esa obra de reconciliación que Cristo obró por medio de Su muerte en la cruz obtuvo resultados de mucho más amplio alcance: “y por medio de Él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (vers. 20).

Este texto no enseña una salvación universal, ya que estaría en contra de una multitud de textos que muestran la con¬denación de los impíos. Más bien parece referirse a la restauración de todo el universo que quedó profundamente afectado por la caída del hombre.

Cuando Dios creó el universo, “vio todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”. Pero el pecado entró en el universo causando la maldición de todas las cosas (Gn. 3:17-18; Rom. 8:20-22). La muerte de Cristo no sólo pro¬veyó salvación para los hombres, sino que también proveyó el remedio para la maldición del universo, el cual será restaurado a un esplendor más glorioso que el que tuvo en un principio (Ef. 1:10; Is. 11: 6-9; Ap. 21:1ss).

Conclusión:

A Dios el Padre le plugo diseñar todas las cosas situando al Hijo de Su amor en el centro de todo. El Hijo llena por completo el corazón del Padre, es en El donde el Padre encuentra toda su complacencia.

Pero ¿qué lugar ocupa Cristo en nuestras propias vidas?

¿Es Él el centro de todo lo que hacemos o decimos?

¿Estamos plenamente satisfechos en Cristo, o nos hace falta algo más?

El corazón del Padre se satisface completamente con Él ¿y el nuestro?

¿Estamos conscientes de la grandeza del Cristo en el que hemos creído?

¿O de Su plena participación en nuestras vidas a cada instante? “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.

Que el Señor nos conceda dar a Cristo el lugar que merece en nuestras vidas, y que en Sus iglesias podamos adorarle como Él merece, en Espíritu y en Verdad.


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sábado, 29 de agosto de 2009

Anticipándonos al Domingo

La rutina de asistir cada domingo a la iglesia puede tener el efecto no deseado de que lo hagamos por costumbre y no con un sentido de expectación por la reunión gloriosa que tendremos, no sólo con el pueblo de Dios, sino con Dios mismo que es en realidad quien nos ha convocado. La siguiente cita de Michael Horton, posteada por nuestro hermano Xavi Memba en kerigma.net, puede sernos de gran ayuda. También les dejo esta interpretación de Amazing Grace, un buen recordatorio que nos prepara para adorar junto a Su pueblo al Dios de toda gracia.

“Siempre que nos reunimos para una celebración cúltica, es porque hemos sido llamados. Esto es lo que 'iglesia' significa: ekklesia, 'los que han sido llamados.' No se trata de una sociedad constituida de forma voluntaria por quienes tienen como principal objetivo el compartir, construir una comunidad, disfrutar del compañerismo, instruir de acuerdo a unos principios morales a sus hijos, y demás. Más bien se trata de una sociedad formada por quienes han sido escogidos, redimidos, llamados, justificados y están siendo santificados hasta el día en que finalmente serán glorificados en los cielos. Nos reunimos cada domingo, no por hábito, costumbre social o para satisfacer nuestras necesidades, sino más bien porque Dios ha escogido este día festivo semanal para que podamos saborear de antemano el gran día de reposo [que la Biblia llama Shabbat] que disfrutaremos plenamente en el banquete de las Bodas del Cordero. Dios nos ha llamado fuera del mundo a su luz maravillosa: esta es la razón por la que nos reunimos” (Michael Horton).



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viernes, 28 de agosto de 2009

¿Aborto Terapéutico?

Por Sugel Michelén

Uno de los diálogos más conocidos de Romeo y Julieta, es aquel en que ella, desesperada, le pide a su amado que se cambie de nombre: “¡Ah, ponte otro nombre! ¿Qué tiene un nombre? Lo que llamamos rosa sería tan fragante con cualquier otro nombre. Si Romeo no se llamase Romeo, conservaría su propia perfección sin ese nombre”. No era el sustantivo “Romeo” lo que hacía de él ser quién era. Pero algunos parecen pensar que un cambio de nombre puede cambiar la esencia de la cosa en sí, como parecen pensar aquellos que defienden el aborto.

En los EUA el término escogido fue pro-choice (“a favor de la elección”), un slogan sumamente efectivo para desviar la atención de la opinión pública, como si el meollo de esta cuestión fuera la libertad de la madre a escoger si continúa con el embarazo y no la naturaleza del embrión que está siendo abortado.

En República Dominicana, como en muchos otros países, el término escogido ha sido “aborto terapéutico”, desviando una vez más la atención del verdadero problema que el aborto encierra y presentándolo como algo positivo. Pero, ¿existe el aborto terapéutico?

El Diccionario de la Real Academia define “terapéutico” como: “Parte de la medicina que enseña los preceptos y remedios para el tratamiento de las enfermedades”. Como el aborto no cura ninguna enfermedad, no puede ser designado “terapéutico” en ningún caso.

Sabemos que los abortistas intentan enfocar aquellos casos en que la vida de la mujer embarazada corre peligro debido a su embarazo, o aquellos en que la mujer padece alguna enfermedad cuyo tratamiento puede provocarle un aborto. Pero como hemos dicho en reiteradas ocasiones:


1) Los casos en que hay que escoger entre la vida de la madre y la del bebé son extremadamente escasos (menos de 1% de los abortos se llevan a cabo por esa razón).


2) Con el avance actual de la medicina casi siempre es factible salvar la vida de ambos


3) Para tratar con estas situaciones difíciles no hay que reformar el artículo 30, ya que en la República Dominicana no se penaliza al médico que, intentando salvar la vida de la madre, provoque indirectamente la muerte del feto.


El artículo 30 establece que la vida es inviolable desde la concepción hasta la muerte, protegiendo asi tanto la vida del niño como de la madre. Sus detractores pueden intentar un cambio de nombre, pero no cambiarán el hecho de que el aborto es un crimen contra la vida humana, no meramente el desecho de un “producto”.


© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.
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jueves, 27 de agosto de 2009

ABORTO: ¿Qué dice el Art. 30 propuesto para la nueva Constitución dominicana?

En medio de una activa y dañina campaña de desinformación con miras a convencer a nuestros congresistas, y a la opinión pública en general, de la necesidad de reformar el artículo 30 de nuestra Constitución que contempla la protección de la vida desde su concepción, la Lic. Mariel León redactó el siguiente documento que, con su anuencia, ahora pongo a disposición de los lectores de este blog.

A propósito del tan nombrado pero pocas veces estudiado “Artículo 30” propuesto del proyecto de Reforma Constitucional, aprobado en primera lectura por la Asamblea Nacional, en calidad de Asamblea Revisora de la República Dominicana, ha llamado mi atención la aparentemente efectiva campaña publicitaria que ha estado realizando el “Foro de Mujeres por la Reforma Constitucional” en su calidad de COORDINADORA NACIONAL DE RESISTENCIA AL RETROCESO CONSTITUCIONAL. En efecto, esta campaña ha sido apadrinada por artistas de alta calidad moral y estima dentro de la sociedad dominicana, agregando sal e influencia al debate. Diferentes medios se han utilizado, docenas de personas se han sumado y no deja de resultar interesante leer los comentarios y artículos generados al respecto.

Aborto terapéutico, vida desde la concepción, incesto, crímenes sexuales, derecho a la vida, libertad, dignidad, religión, dolor, angustia, muerte, salvación, protección, solidaridad, crimen, responsabilidad, derechos humanos, Dios... estos son algunos de los temas tratados que indudablemente generan en nosotros alguna reacción. Todos opinamos, todos sentimos, todos somos movidos de una u otra manera por esta causa, pero, lamentablemente, el principal generador de estas energías es la manipulación.

El Artículo 30 que nos ocupa reza de la siguiente manera: "El derecho a la vida es inviolable desde la concepción hasta la muerte. No podrá establecerse, pronunciarse ni aplicarse, en ningún caso, la pena de muerte".

La pregunta es: ¿son las implicaciones del “Artículo 30” aquellas terribles consecuencias que el movimiento “Resistencia al Retroceso Constitucional” y otros grupos sin y con fines de lucro plantean?

* Nadie quiere que la salud ni la vida de nuestras mujeres y nuestras niñas o nosotras mismas corran peligro.

* De ninguna manera es plausible que bajo circunstancia alguna la vida de una madre real y efectivamente esté en riesgo a causa de una condición médica irreparable.

* Sería nefasto impedirle a los médicos de nuestro país brindar los servicios de salud necesarios a nuestras madres, si de eso dependieran sus vidas mismas.

* Condenamos absolutamente a los agresores sexuales tanto verbales como físicos y especialmente cuando se trata de un vil incesto en contra de una criatura.

* Definitivamente exigimos que el Estado tome partida.

Ahora bien, ¿es esto lo que el Artículo 30 plantea? Ciertamente es triste apoyar el que se menosprecie la vida de una madre por pura ignorancia; pero es aún más nefasto abrazar una causa sin conocer su verdadera intención, su fundamento y lo que nos enseña la historia de otros países, sobre su inevitable alcance y el engorroso legado que dicha causa podría menoscabar en nuestros hijos.

El Artículo 30 CONSAGRA el derecho a la vida… pero no sólo el de los nacidos, sino también el de los no nacidos, porque las embarazadas no van a ser madres, son madres y el Estado debe una tutela judicial efectiva a sus hijos, aún a pesar de sus progenitoras.

El Artículo 30 CELEBRA la vida desde la concepción… y no se está menos vivo cuando se es madre, por lo cual la obligación de los médicos es de preservar la vida biológica de la madre, siempre.

El Artículo 30 CONDENA el aborto en los casos en que el hijo no es deseado por los padres cuando han actuado desprotegidamente o porque simplemente no les es conveniente.

El Artículo 30 CORRESPONDE con el principio del Estado de no implementar la pena de muerte, pues si no hay pena de muerte para el violador o para el incestuoso, por qué sí para el niño no nacido que depende hoy de usted y de mí para no seguir gimiéndole solo y desprotegido a los ecos del mórbido silencio al que quiere ser sometido.

Es increíblemente fácil sumarse a una causa por callar nuestras conciencias a nuestra histórica apatía de generar los cambios socioculturales que demanda desde hace años nuestra cada vez más degenerada sociedad. Es emocionante dar saltos y sudar y ver nuestras fotos mientras vamos a marchas y conciertos y logramos así sentirnos que somos parte de algo. Es fenomenal que todo sea tan fácil como darle a ENTRAR y ser parte de un grupo por internet que nunca leeremos o, peor aún, aportaremos.

El Foro de Mujeres por la Reforma Constitucional puede seguir haciendo campañas publicitarias, marchas y creciendo en numerosidad con aparente armonía. Nada de esto influye en el hecho de que el tema que nos ocupa es la VIDA MISMA.

Nosotros no somos responsables del resultado final. Sí somos responsables de nuestra acción o inacción al respecto. Hoy es la vida de los que no tienen voz, mañana podrá ser cualquier otro de los pilares de nuestra nación.
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Editorial Peregrino pone a disposición del público Conferencias sobre el Postmodernismo en audio y en DVD


En Marzo de este año, tuve la oportunidad de exponer los temas “La Postmodernidad o la Muerte de la Verdad”, y “La Predicación de la Palabra en un Mundo Postmoderno”, en la Conferencia Peregrino celebrada en Valdepeñas, en la región de la Mancha en España. Ambas conferencias han sido publicadas por Editorial Peregrino en formatos de audio y DVD.

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Un vídeo para pensar



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miércoles, 26 de agosto de 2009

El aborto ¿crimen o derecho?


Por Sugel Michelén

Uno de los argumentos que aducen los partidarios del aborto es que la mujer tiene derecho sobre su cuerpo y, por ende, sobre la continuación o término de su embarazo. Este es un asunto que pertenece a su vida privada – dicen muchos – y que sólo ella debe decidir.

Pero este argumento se sostiene o cae dependiendo de lo que pensemos acerca de la naturaleza del embrión. El derecho a la vida de un ser humano trasciende al derecho de la privacidad. Si el feto es una vida humana, nadie tiene derecho a disponer de él, ni siquiera la madre. Es erróneo pensar que porque se encuentre geográficamente en su vientre, el feto sea parte esencial de su cuerpo como lo es su riñón o su páncreas.

En el momento de la concepción 46 genes se combinan, 23 de la madre y 23 del padre, para el inicio del desarrollo de un individuo distinto de la madre. Después de 2 semanas ya se pueden escuchar los latidos del corazón que hace circular la sangre dentro del embrión; y no es la sangre de la madre, sino la sangre que ha producido el bebé.

Después de 6 semanas el embrión tienen menos de 1 pulgada de largo, pero ya tiene un desarrollo considerable. Los dedos se han formado en las manos. A los 43 días ya tiene ondas cerebrales detectables. A las 6 semanas y media el embrión se está moviendo, aunque tales movimientos no pueden ser percibidos aun por la madre.

Al final de las 9 semanas el feto ha desarrollado unas huellas dactilares únicas. En este momento el sexo del niño ya se puede distinguir. Los riñones también ya se han formado y están funcionando, así como la vesícula biliar al final de la décima semana. Todos los órganos del cuerpo están funcionando a finales de la doceava semana y el niño ya puede llorar. Todo esto ocurre durante los primeros 3 meses del embarazo.

Es una nueva vida la que se está gestando y nadie tiene derecho a atentar contra ella, ni siquiera la dueña del útero que lo cobija. Si un niño se encuentra dentro de la propiedad privada de alguien no por eso tiene derecho a quitarle la vida. Y si no podemos matar a un niño después que nace ¿quién nos da derecho a hacerlo antes de su nacimiento? ¿Por qué es un crimen matar a un niño cinco segundos después del parto y no 5 segundos antes, o 1 mes antes, o 6 meses antes? ¿Quién determina esto?

Nadie, excepto Dios, puede disponer de la vida de otro ser humano desde que esa vida es concebida. Legalizar el aborto y despenalizarlo no es otra cosa que tomarnos atribuciones divinas que no nos corresponden.

© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.
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martes, 25 de agosto de 2009

¿En qué se equivocó Carlos Marx?


Por Sugel Michelen

Aunque la ideología marxista está de capa caída desde hace varias décadas, no hay duda de que jugó un papel protagónico en el pensamiento del siglo XX y en muchos de los cambios que se suscitaron en esa centuria tan convulsa. Es por eso que no podemos trazar la historia del pensamiento del hombre moderno sin detenernos a considerar esta filosofía, conocida popularmente como dialéctica materialista.

Carlos Marx nació en Trier, Alemania, en 1818, en el seno de una familia judía acomodada. Cuando era apenas un niño su familia tuvo que moverse a una ciudad de mayoría luterana, lo que movió a su padre a “convertirse” al luteranismo por razones económicas; esto alentaría su desilusión en cuanto al papel de la religión en el hombre.

A la edad de 23 años obtuvo su doctorado en filosofía. Para ese tiempo había leído profusamente tanto a Hegel (1770-1831) como a Feuerbach (1804-1872), de quienes recibió una fuerte influencia, sin dejar de criticar tanto al uno como al otro.

La contribución de Hegel al pensamiento de Marx fue la dialéctica, el proceso que pretende explicar la dinámica a través de la cual se va desarrollando la historia. Este proceso comienza con un punto de partida plausible, la tesis, que implica a su vez una noción contradictoria, la antítesis, lo que produce un impasse que sólo puede ser resuelto haciendo una síntesis entre los elementos de verdad contenidos en ambos polos contradictorios.

Pero esa síntesis se convierte a su vez en una nueva tesis que genera una nueva antítesis y que demanda una nueva síntesis. Y así la historia va evolucionando hacia planos cada vez más elevados a través de un proceso racional que explica todos los cambios en la historia humana.

Marx estaría de acuerdo con Hegel en que el movimiento de la historia es dialéctico en su naturaleza, pero vería en la economía, y no en la razón, la fuerza que mueve ese proceso. Si preguntáramos a Carlos Marx cuál es la clave para interpretar la historia humana, la dinámica que pone la historia en movimiento y de la cual surgen las creencias y valores humanos, su respuesta sería: La lucha de clases cimentada en el sistema económico prevaleciente.

“La historia de todas las sociedades hasta nuestros días – dice la primera línea del Manifiesto Comunista – es la historia de la lucha de clases.” Partiendo de esta presuposición Marx explica que los sistemas económicos han pasado por diversas etapas, desde la etapa comunitaria en su período inicial, pasando luego por el esclavismo y el feudalismo, hasta llegar a la moderna sociedad capitalista, donde tienden a definirse aún más los dos campos enemigos en la contienda: la burguesía (los dueños) y el proletariado (los trabajadores).

Esta división de clases se hace más evidente en el capitalismo debido a que la brecha entre la riqueza de la burguesía y la pobreza del proletariado es, en este sistema económico, más profunda y creciente.

Ahora bien, para Marx la riqueza es más que riqueza: es poder. Ese poder no sólo permite a los ricos poner las reglas de juego que operan en la sociedad y que garantizan la preservación y aumento de sus riquezas, sino también moldear las ideas predominantes de la época.

Es en ese contexto que Marx asevera que la religión es el opio de los pueblos, una especie de narcótico usado por la clase dominante para mantener a raya al proletariado. Por otra parte, el capitalismo deshumaniza al hombre al convertir al trabajador en mercancía, “como cualquier otro artículo de comercio” (Manifiesto Comunista).

¿Cuál es la solución? Un cambio profundo en el sistema económico donde todos trabajen para el bien de la comunidad eliminando la propiedad privada. Ya que ningún individuo genera riquezas independientemente, sino que el capital se genera por un número de personas trabajando colectivamente en un sistema económico específico, la sociedad debe ser reestructurada de manera que todos se beneficien del capital así generado.

Esa es la meta que el comunismo pretende alcanzar. No se trata simplemente de una nueva forma de hacer negocio, sino de una nueva forma de pensar que, si bien tiene algunos puntos luminosos que deben ser reconocidos, parte de una premisa equivocada al reducir la problemática humana a fuerzas económicas y materiales.

Aunque es importante señalar que, a pesar del profundo antagonismo que existe entre el cristianismo y el marxismo, los cristianos no podemos menos que simpatizar con algunas de las ideas de Marx; como cuando dice que el trabajo debe ser humanizado o cuando denuncia el potencial que tiene el capitalismo de promover la explotación del hombre por el hombre.

Al igual que los marxistas los cristianos debemos preocuparnos por las implicaciones sociales del sistema económico imperante y entender que no podemos contemplar toda la problemática humana desde una perspectiva meramente espiritual.

El problema es que Marx presenta una parte de la realidad como si fuera toda la realidad al presuponer que las ideas y anhelos humanos pueden ser explicados absolutamente en función de la lucha de clases y las estructuras socioeconómicas implantadas por la burguesía para oprimir al proletariado.

Alguien dijo con mucha razón que cuando se dice parte de la verdad como si fuera toda la verdad es una mentira. Y Marx pierde de vista una gran parte de la realidad al contemplar los anhelos espirituales del hombre como una mera consecuencia de sus condiciones de vida materiales y sociales.

Aunque los marxistas claman que su cosmovisión posee unas credenciales científicas que las otras cosmovisiones no poseen, lo cierto es que ellos parten de presuposiciones filosóficas y religiosas que deben ser aceptadas a priori, por fe.

Según Marx, la clase dominante siempre ha reclamado validez eterna para sus ideas, pero éstas reflejan más bien las estructuras económicas de un período particular. En otras palabras, todas las teorías sociales, políticas, morales o legales presentadas como verdad objetiva están equivocadas, excepto el comunismo. Pero ¿cómo puede él estar tan seguro de eso?

Como bien ha dicho alguien, en realidad Marx “nunca explica cómo sólo él fue capaz de escapar de las estructuras de poder prevalecientes para ver las cosas ‘como éstas son realmente’.”

Por otro lado, al presuponer que la dignidad humana puede ser restaurada a través de una nueva estructura económica, el marxismo se hace culpable de lo mismo que critica del capitalismo: contemplar la dignidad humana en términos monetarios. La dignidad del hombre no depende de la distribución de las riquezas, sino del hecho de haber sido creado a la imagen de Dios. Al echar a un lado al Creador el marxismo ha perdido la clave para interpretar la realidad creada como esta es realmente.

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Cinco elementos clave de la adoración a Dios, según James M. Boice


Esta entrada fue traducida del libro Give Praise to God (pg. 18-20).

En años recientes, he notado la presencia decreciente, y en otros casos la total ausencia, de elementos del servicio que siempre han estado asociados con la adoración a Dios.

Oración. Es casi inconcebible para mí que algo llamado adoración pueda ser llevado a cabo sin una oración significativa, pero eso es precisamente lo que está sucediendo. Usualmente hay una oración corta al principio del servicio, aunque hasta eso se está esfumando. Está siendo reemplazada con una salutación de compinches para hacer que la gente se sienta bienvenida y relajada. A veces exhortan a la gente a voltearse y darse la mano con aquéllos que le quedan al lado en sus asientos. Otra oración que generalmente es omitida es la oración de la ofrenda. Podemos entender que, como ya sabemos, amerita la intervención del Dios Todopoderoso para que la gente egocéntrica dé suficiente dinero para mantener la iglesia en su marcha. Pero las oraciones más largas- las oraciones pastorales- están desapareciendo. ¿Qué pasó con el acróstico de ACTS (siglas del libro de Los Hechos en ingles), en el que A es para adoración, C para confesión, T para acción de gracias (thanksgiving) y S para súplica?

¿Y qué pasa cuando Mary Jones va a tener una operación y la gente lo sabe y piensa que se debe orar por ella? Con frecuencia las oraciones por estas personas son presentadas en la oración por la ofrenda, porque no hay otro espacio para esto en el servicio. ¿Cómo podemos decir que estamos adorando si ni siquiera estamos orando?

La lectura de la palabra. La lectura de cualquier porción sustancial de la Biblia también está desapareciendo. En el tiempo de los puritanos, los ministros regularmente leían un capítulo del Antiguo Testamento y uno del Nuevo. Los estudiantes de Biblia se benefician del comentario bíblico de seis volúmenes de Matthew Henry. Pero nosotros no debemos olvidar que el comentario fue el producto de las lecturas de Henry en las Escrituras, no de sus sermones. Su congregación recibió estos comentarios extensos sobre la lectura de la Biblia en adición al sermón. Pero nuestras lecturas de la Escritura se están haciendo cada vez más cortas, algunas veces solamente dos o tres versículos, en caso de que llegue a leerse la Biblia. En muchas iglesias no hay ni siquiera un texto para el sermón. Cuando yo era niño en una iglesia evangélica, a mí me enseñaron que en la Biblia Dios nos habla a nosotros y en la oración nosotros le hablamos a Dios. Entonces, ¿qué está sucediendo en nuestras iglesias que ni oramos ni leemos la Biblia? Lo que sea que esté pasando, no es adoración.

La exposición de la palabra. Hoy tenemos muy poca enseñanza seria de la Biblia, por no mencionar las exposiciones cuidadosas. En vez de esto, los predicadores tratan de ser personales, contar historias jocosas, sonreír y sobre todo evitar temas que puedan causar que la gente no se sienta feliz con la iglesia del predicador y se vaya. Un predicador sumamente popular de la TV no menciona el pecado, porque él piensa que esto hace que la gente se sienta mal. Él dice que la gente ya se siente suficientemente mal acerca de ellos mismos. Los predicadores hablan sobre necesidades que se sienten, no necesidades reales, y esto generalmente significa decirle a la gente solamente lo que ellos quieren escuchar. Los predicadores quieren ser agradables, populares o proveer un buen entretenimiento. Y, por supuesto, ¡quieren ser exitosos!

¿Es el éxito una meta bíblica apropiada para los ministros de Cristo, para siervos de Aquél que nos instruyó a negarnos a nosotros mismos, a tomar nuestra cruz diariamente y seguirle (Lucas 9:23)?

Confesión de pecado. ¿Quién confiesa su pecado hoy...? Esto solía ser un elemento necesario en cualquier servicio cristiano genuino. En vez de venir a la iglesia para admitir nuestras transgresiones y buscar perdón, venimos a la iglesia para que nos digan que somos gente bien buena que no necesita perdón. De hecho, somos gente tan ocupada, que francamente Dios debiera estar agradado de que hemos apartado tiempo de nuestro ocupado horario dizque para ir a la iglesia.

Himnos. Uno de los rasgos más tristes de la adoración contemporánea es que los grandes himnos de la iglesia están casi fuera de circulación. No han desaparecido totalmente, pero están en vía de desaparecer. Y en su lugar han llegado cancioncitas triviales que tienen más en común con los malos comerciales que con los salmos. El problema aquí no es tanto el estilo de la música, aunque las palabras baratas van más con los tonos y las armonías baratas. El problema más bien es con el contenido de las canciones. Los viejos himnos expresaban la teología de la iglesia en maneras profundas y perceptivas y con un lenguaje memorable y atractivo. Éstos levantaban los pensamientos del adorador hacia Dios y les daban palabras vívidas con las cuales recordar los atributos de Dios. Las canciones de hoy reflejan nuestra teología superficial o inexistente y hacen casi nada por elevar nuestros pensamientos acerca de Dios.

Lo peor de todo son las canciones que meramente repiten una idea, palabra o frase trivial una y otra vez. Canciones como éstas no son adoración, aunque tal vez puedan dar a la persona que asiste a la iglesia una sensación religiosa. Son mantras, que pertenecen más a una reunión de los adeptos de la Nueva Era que a estar en medio de los adoradores de Dios.

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lunes, 24 de agosto de 2009

Salmos, himnos y cánticos espirituales

Por Sugel Michelén

Tanto en Ef. 5:18-19 como en Col. 3:16 somos exhortados alabar a Dios con “Salmos, himnos y cánticos espirituales”. Pero ¿qué significan estos términos? ¿Qué tipo de composiciones caben en estas tres categorías? ¿O qué diferencias hay entre ellas?

Para responder esta pregunta, debemos ir a la misma Escritura, para determinar por medio de ella lo que estos términos significan. No deberíamos interpretar estas palabras de acuerdo el significado que hoy se les asignan, sino de acuerdo al significado que la misma Biblia les da.

Y aunque estos datos pueden resultar un poco técnicos para algunos, son indispensables para determinar qué tipo de cánticos son los que Dios quiere en Su iglesia.

La palabra “salmos” que Pablo usa en estos dos textos, significa simplemente “canción de alabanza” y aparece 87 veces en la Septuaginta, la versión griega del AT que tanto Cristo como los apóstoles usaron. De esas 87 veces, 78 se encuentran en el libro de los Salmos; y de esas 78 veces, 67 aparecen en los títulos de algunos Salmos.

En el NT, la palabra “salmos” aparece 7 veces, en 3 ocasiones citando directamente el libro de los Salmos. Así que, de las 87 veces que esta palabra aparece en la Septuaginta y de las 7 que aparece en el NT, por lo menos unas 70 veces se usa en referencia directa a los Salmos del libro de los Salmos.

En los otros casos, la mayoría de las veces esta palabra aparece en textos donde se nos exhorta cantar Salmos o donde alguien expresa su determinación de cantar salmos. Así que no cabe duda que esta palabra se refiere primariamente, aunque no únicamente, a los salmos inspirados que encontramos en las Sagradas Escrituras.

La palabra “himnos” ocurre 17 veces en la Septuaginta, 13 de ellas en el libro de los Salmos; y de esas 13, 6 de ellas forman parte del título de algunos salmos. Mientras que en el NT la palabra aparece sólo dos veces, en los pasajes que estamos considerando de Ef. 5:19 y Col. 3:16.

Es interesante notar que esta palabra griega que Pablo usa en estos pasajes del NT, se usa en varias ocasiones en la Septuaginta para traducir la palabra hebrea tehillah que es la que usaban los hebreos para designar el libro de los Salmos. Así que, una vez más, estamos ante una palabra relacionada con los Salmos del libro de los Salmos.

La tercera palabra es “cánticos”, la cual es usada 80 veces en la Septuaginta, 45 de ellas en los Salmos; y de esas 45, 36 veces en los títulos de algunos Salmos. Mientras que en el NT, esta palabra aparece en los dos pasajes de Ef. 5:19 y Col. 3:16, así como 4 veces más en el libro de Apocalipsis.

De manera que los tres términos que Pablo usa en Ef. 5:19 y Col. 3:16, se usan en la Septuaginta para referirse a los Salmos, y los tres aparecen en los títulos de algunos Salmos. De hecho, en algunos casos, aparecen la palabra “Salmo” y la palabra “cántico” como parte del título del mismo Salmo (como en el Salmo 18, por ejemplo).

Por eso no es tan fácil hacer una distinción muy marcada entre estas tres categorías. El libro de los Salmos está compuesto de Salmos, himnos y cánticos. Particularmente no quisiera aventurarme a hacer un intento de distinguir cuándo una composición es un Salmo, un himno o un cántico.

Lo que sí podemos decir con seguridad, en lo que respecta a nuestros cantos congregacionales, es que si queremos alabar a Dios tal como Él lo ha prescrito en Su Palabra, no solo debemos cantar Salmos, sino también procurar que nuestros himnos reflejen las características de esas composiciones inspiradas por el Espíritu de Dios.

En ese sentido, si comparamos los himnos tradicionales y los coritos que se cantan en muchas iglesias hoy con los salmos de la Biblia, creo que los primeros se acercan mucho más al patrón bíblico que los últimos. No olvidemos que los israelitas eran iletrados tal vez en un 95 %, y sin embargo muchos de los salmos son bastante densos y complejos en su contenido. Peter Masters dice al respecto:

“Todos los salmos (con la excepción de cinco) contienen suficiente material como para ser convertidos en una paráfrasis o himno de al menos cinco estrofas... Muchos de los salmos son incluso más largos. Sólo los siguientes salmos (el 3% del salterio) contienen menos de cinco versículos” [y luego incluye el 117, 123, 131, 133, 134 – los paréntesis son míos].

Mantengámonos lo más apegados posibles a estas composiciones poéticas que el mismo Espíritu Santo inspiró y estaremos pisando un terreno seguro al escoger los himnos que debemos cantar en la iglesia. Con eso no queremos descartar composiciones contemporáneas como “Solo en Jesús” o “Ante el Trono Celestial”; tampoco abogamos porque se descarten otras composiciones debido a su brevedad (creo que algunas son apropiadas para la alabanza en la iglesia). Pero creo que muchas iglesias se están empobreciendo al sustituir muchos de los grandes himnos del pasado por composiciones ligeras y superficiales que no alcanzan las categorías mencionadas por Pablo en Ef. 5:19-20 y Col. 3:16.

© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.
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El Psiquiatra Thomas Szasz y su opinión acerca de las "enfermedades mentales"



El vídeo que verán en esta entrada es sumamente revelador. Si criticamos la psicoterapia desde una perspectiva cristiana, algunos pueden pensar que estamos hablando como fanáticos religiosos. Pero cuando el que habla es una autoridad como Thomas Szasz, el famoso psiquiatra húngaro (que, por cierto, no profesa el cristianismo), profesor emérito de psiquiatría en la Universidad de Siracusa en NY, entonces es posible que algunos presten un poco más de atención.

¿Es posible que algunos padres estén siendo inducidos por algunos psicólogos y psiquiatras a suministrar a sus hijos, sin necesidad, drogas que pueden ser dañinas para ellos? Vean este vídeo y saquen sus propias conclusiones.

Si desea ampliar este tema, lo invito a leer las siguientes entradas en este mismo blog:

La Psicología: ¿Un Nuevo Caballo de Troya en la Iglesia? 1 de 4

La Psicología: ¿Un Nuevo Caballo de Troya en la Iglesia? 2 de 4

La Psicología: ¿Un Nuevo Caballo de Troya en la Iglesia? 3 de 4

La Psicología: ¿Un Nuevo Caballo de Troya en la Iglesia? 4 de 4

El Cuerpo, el Alma y las Llamadas “Enfermedades Mentales”

El Mito de las “Enfermedades Mentales”


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sábado, 22 de agosto de 2009

Invitación a Conferencia Bíblica 2009, “Vive y Permanece para Siempre”, del 17 al 19 de Septiembre



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Spurgeon sobre la prosperidad


"Cuando Dios les cambie su prueba, estén muy satisfechos que les sea cambiada. Puedes anticipar, cristiano, que tu prueba te será cambiada: en verdad, debes contar con que así sea. Quiero decir, que si hoy tu navegación es calmada, aunque ayer las olas se alzaban como montañas, sólo se trata de un cambio de pruebas; ahora eres probado por la prosperidad, que puede llegar a ser una prueba más severa para ti que la adversidad".

Charles H. Spurgeon, Las Aguas Amargas Endulzadas. El Púlpito del Tabernáculo Metropolitano. Tomado con permiso del blog Charles Haddon Spurgeon.

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viernes, 21 de agosto de 2009

Cita de Spurgeon sobre la bondad de la oración breve

"Yo creo que la excelencia de la oración consiste, a menudo, en su brevedad. Habrán notado la extrema brevedad de la mayoría de las oraciones que fueron preservadas en la Biblia.

"Una de las oraciones más largas es la oración de nuestro Salvador, registrada por Juan, que habría tomado, yo supongo, alrededor de unos cinco minutos; y está la oración de Salomón con motivo de la dedicación del templo, que podría haber tomado unos seis minutos. Casi todas las demás oraciones registradas en la Biblia son muy breves; y, probablemente, en nuestros servicios públicos de oración, oramos mucho más extensamente que todas esas oraciones sumadas juntas".

C. H. Spurgeon, sermón no.3186, La oración más breve de Pedro: "¡Señor, sálvame!" Usado con permiso del blog Charles Haddon Spurgeon.
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El “evangelio de la prosperidad” no es el evangelio


Por Sugel Michelén

No sé quiénes le hacen más daño al evangelio, si los que profesan ser ateos o los que predican un falso evangelio. Cristo mismo nos advirtió que la iglesia sería asediada por falsos maestros que vendrían vestidos de oveja, pero que por dentro no serían más que lobos rapaces. Y en el resto del Nuevo Testamento los apóstoles se hacen eco de esta advertencia.

Hablando a un grupo de pastores de la ciudad de Éfeso, Pablo les dice: “Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces que no perdonarán al rebaño” (Hechos 20:29). Y en un tono similar, el apóstol Pedro escribe: “Pero hubo también falsos maestros entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras… Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado” (2Pedro 2:1-2).

Basta con mirar algunos programas “cristianos” de TV para ver el cumplimiento de esta advertencia (aunque es justo decir que hay honrosas excepciones). Predicadores que tuercen las Escrituras para presentar a Jesucristo como una mezcla de Psiquiatra Todopoderoso con el genio de la lámpara de Aladino, el cual ofrece a sus seguidores una vida próspera y feliz.

Tales predicadores apelan a la codicia humana bajo el pretexto de que los hijos del Rey deben vivir como reyes, olvidando que ese mismo Señor pasó primero por la cruz para luego entrar en la gloria, y que enseñó claramente a Sus discípulos que tendrían que transitar por ese mismo camino.

De los falsos maestros la Biblia dice que “andan según sus propios deseos, cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho” (Judas 16). Y en otro lugar se dice de ellos que “seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición” (2Pedro 2:14). El lenguaje no podía ser más crudo, y la descripción no podía ser más clara.

Ese evangelio de la prosperidad no es el evangelio de nuestro Señor Jesucristo, sino una horrorosa deformación por causa de la cual el camino de la verdad está siendo blasfemado, tal como advirtió Pedro. Recientemente, el New York Times publicó un artículo titulado: “Los creyentes invierten en el evangelio para hacerse rico” (en Sujetos a la Roca pueden encontrar una reseña de este artículo, comentado por Albert Mohler). Esto es sencillamente vergonzoso.

Y aunque parezca paradójico, creo que Mohler tiene razón cuando dice que, a final de cuentas, “el mayor problema con la teología de la prosperidad no es que promete mucho, sino que promete demasiado poco. El Evangelio de Jesucristo ofrece la salvación del pecado, no una plataforma para la prosperidad terrenal”.

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Nuestra involucración ESTÉTICA en la adoración

Por Sugel Michelén

Sé que para algunos puede sonar extraño que hablemos de nuestra involucración estética en la adoración; pero lo cierto es que, como seres creados a la imagen de Dios, los hombres somos capaces, no solo de pensar y de sentir, sino también de apreciar la belleza y crear belleza; y esta realidad juega un papel importante cuando estamos adorando, como espero mostrar en esta entrada.

Aunque el concepto de hermosura puede variar de una persona a otra, o de una cultura a otra, los hombres en general reaccionan a lo que ellos consideran hermoso.

Ahora bien, el hecho de que no todos posean el mismo concepto de belleza, ni todos aprecien del mismo modo lo que ven, no debe llevarnos a la conclusión de que la belleza es meramente subjetiva y que depende por completo del gusto, de la cultura o de la preferencia de cada cual.

Como alguien ha dicho muy atinadamente, un atardecer en una isla desértica posee el mismo juego de colores, de luz y de sombra, como la que se puede ver desde otra isla donde habita una colonia de artistas. Una alondra canta la misma canción cuando no hay ningún ser humano que la escuche.

Así que la belleza no depende del que la ve o el que la escucha. Por otro lado, el aprecio por la belleza es algo que puede ser desarrollado. La mirada se educa lo mismo que el oído; y de ese modo los seres humanos pueden alcanzar un aprecio más amplio y preciso por lo que es hermoso.

Pero como en todas las demás facultades humanas, el pecado también ha afectado el sentido estético del hombre. Eso lo podemos ver en el hecho de que los incrédulos pueden disfrutar de una obra artística, sin darle la gloria a Aquel que dio al artista la capacidad de hacer una obra hermosa; o disfrutar de un atardecer y no percibir en ello la gloria del Creador.

Así que la capacidad estética del hombre no funciona adecuadamente. Pero la regeneración produce en nosotros un cambio radical que nos permite alcanzar una nueva apreciación por la belleza. Herbert Carson dice al respecto:

“Un hombre puede haber disfrutado antes de la música o el arte o el paisaje; incluso puede haber sido anteriormente un instruido crítico de arte. Pero ahora, sin embargo, él ve y escucha mucho más. Él está viendo la evidencia del Dios de hermosura obrando en el mundo. Los colores, la luz y la sombra, los sonidos musicales – todo levanta ahora su alma a una apreciación más profunda que nunca antes, y así se postra en adoración”.

Pero no solo eso. También “comienza a apreciar la belleza y la gloria de Dios mismo. La armonía de los atributos de Dios, donde la santidad y la misericordia y el poder y la sabiduría se mezclan en una gloriosa unidad, llenándolo de deleite. La maravillosa coherencia de los elementos del evangelio y de la gran obra de redención lo estimula del mismo modo que un hombre es estimulado por la belleza compleja de un gran logro arquitectónico”.

Es interesante notar que cuando el Señor Jesucristo se refiere a Sí mismo como “el buen pastor” en Jn. 10:11, la palabra griega que usa para “bueno” es kalos, la cual conlleva como un elemento básico de su significado la idea de belleza. El filósofo griego Platón, describe la idea de kalos como algo que combina “lo bueno, lo verdadero y lo hermoso”.

De modo que esta palabra no sólo llama nuestra atención al hecho de que Jesús es moralmente bueno y fiel, sino también al hecho de que hay una hermosura en Su persona y en Su obra que debe provocar en nosotros una respuesta apropiada.

Cuando los ojos de nuestro entendimiento son abiertos en la regeneración, podemos apreciar esa belleza y esa gloria de nuestro Salvador y reaccionar admirados ante ella. Esa es una parte integral de nuestra adoración.

El problema es que todos somos susceptibles de ser auto engañados y pensar que estamos respondiendo adecuadamente a la verdad, cuando podría ser un mero disfrute del estímulo intelectual que nos brinda la presentación de la verdad o la hermosura del acompañamiento instrumental de un himno.

Fácilmente podemos confundir una respuesta meramente estética con la verdadera emoción que se produce en el corazón del creyente cuando sabe que se encuentra ante la presencia de un Dios majestuoso y digno de temor reverente.

No hay que ser un creyente para ser movido por la hermosura de una puesta de sol; y aún el más impío de los hombres puede sentirse arrobado escuchando una buena interpretación del Mesías de Handel.

Esto simplemente evidencia el hecho de que el hombre fue creado con la capacidad de responder a la belleza. Pero sólo el creyente puede ir más allá de la mera apreciación artística, al aprecio de una belleza mayor: el aprecio por la gloria de Dios, que es parte inherente de la verdadera adoración.

Es por eso que al reunirnos como iglesia debemos evitar todo aquello que puede venir a ser una distracción del propósito supremo por el cual nos hemos congregado: adorar al Dios vivo y verdadero “en espíritu y en verdad”.

El exceso en la decoración del edificio, y aún en la música que usamos para acompañar nuestros himnos, puede venir a ser un gran obstáculo para la verdadera adoración. Eso no quiere decir que debamos caer en el extremo de hacerlo feamente para que no distraiga a los adoradores. Aquello que nos provoca irritación estética también puede convertirse en un obstáculo para adorar.

Creo que Dan G. McCartney nos provee un buen balance cuando dice: “La adoración puede ser fea o aburrida, oscureciendo así a Dios y haciendo que Su belleza sea difícil de ver; o puede enfocarse tanto en el arte creativo humano que una belleza sustituta se interponga en el camino y, por lo tanto, haga de nuevo que la propia belleza de Dios sea difícil de ver”.

Así que no estamos en contra de la belleza en la adoración. “Pero esa belleza – sigue diciendo McCartney – tiene que ser ajustada a su tarea de transmitir el peso y la majestad de Dios. Consecuentemente, necesita manifestar simplicidad, sobriedad y ser comedida”.

Esto provoca una tensión en los músicos que acompañan el canto en la iglesia, pero es una tensión saludable, la misma que percibimos en otras áreas de la vida cristiana. ¿Acaso no debe el creyente vivir en tensión para no caer en el extremo del legalismo o en el de la mundanalidad? ¿No se requiere de un fino balance para confiar en Dios mientras nos ocupamos diligentemente en aquello que es nuestra responsabilidad?

Pues de la misma manera, al congregarnos como cuerpo a rendir a Dios la gloria debida a Su nombre tendremos que luchar con la tensión de darle a Dios una adoración excelente, mientras nos cuidamos de no convertir el culto en una sala de espectáculo donde la creatividad artística de los ejecutantes sea el centro de atención.

Nos congregamos como iglesia a darle gloria a Dios a través de nuestro Señor Jesucristo, respondiendo a lo que Él ha revelado de Sí mismo en Su Palabra. Con la facultad de la mente entendemos la verdad y nuestra conciencia despertada y restaurada por el Espíritu de Dios en la regeneración nos permite responder moralmente a ella; entonces se levantan nuestros afectos en una respuesta emocional apropiada y nuestro sentido estético nos permite apreciar la hermosura de Aquel que la ha revelado y del plan que ha diseñado para Su gloria y el bien de Su pueblo en la Persona de Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo.

Solo cuando nuestras facultades como seres humanos son gobernadas de ese modo por el entendimiento de la revelación divina es que podemos evitar todo tipo de manipulación y adoración falsa para poder adorar a Dios en espíritu y en verdad.

Que Dios nos conceda una visión cada vez más clara de Su gloria, y de la hermosura de nuestro Salvador, por medio de un mejor entendimiento de Su Palabra, para que admirados y sobrecogidos por la realidad de Su presencia entre nosotros, podamos celebrarle una verdadera fiesta de adoración en cada uno de nuestros cultos.

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jueves, 20 de agosto de 2009

Nuestra involucración EMOCIONAL en la adoración

Por Sugel Michelén

Por el hecho de haber sido creados a la imagen Dios, no sólo somos criaturas que piensan y actúan, sino también criaturas que sienten una gama muy variada de sentimientos y emociones, que juegan un papel sumamente importante en nuestras vidas, porque interactúan con nuestra mente y nuestra voluntad en todas las decisiones que tomamos y en todas las cosas que hacemos.

Pero así como el pecado trastornó nuestro entendimiento, así también trastornó nuestras emociones, de tal manera que el pecador se siente atraído hacia aquello que lo daña, y al mismo tiempo repele y rechaza lo que es para su bien.

Cuando el Espíritu Santo obra en nosotros la regeneración, abre nuestro entendimiento para que podamos comprender la verdad y así tener una perspectiva correcta de las cosas. Pero esa obra no se limita a la facultad de la mente. Somos personas completas que a la vez que entendemos, sentimos.

El arrepentimiento, por ejemplo, no se trata simplemente de un análisis frío de nuestras transgresiones contra la ley de Dios. El verdadero arrepentimiento viene acompañado de un despertar de nuestras conciencias y de un claro entendimiento de la ley moral, que nos hace sentir miserables por nuestra rebelión contra el Dios amante que la promulgó, pero también gozosos por haber sido perdonados por ese mismo Dios que hemos ofendido.

Por eso es que nuestros himnos deben expresar nuestro lamento por el pecado, pero también nuestro gozo por el perdón y reconciliación con Dios, y nuestro anhelo por crecer en obediencia.

Es sumamente lamentable, el hecho de que muchas iglesias al día de hoy curan con tanta liviandad el sentimiento de culpa, ya sea minimizando la gravedad del pecado u obviándolo por completo, pues al hacer eso están eliminando también la posibilidad de experimentar un verdadero gozo en la adoración. El gozo genuino no se produce a través de un proceso de manipulación emocional, sino a través del entendimiento de la verdad.

Escuchen este comentario de Spurgeon, expresado hace más de 100 años atrás: “Posiblemente, gran parte de la piedad endeble de la actualidad se deba a la facilidad con que los hombres logran la paz y el gozo en estos tiempos de evangelización. No nos atrevemos a juzgar a los conversos actuales; pero ciertamente preferimos aquellas formas de ejercicio espiritual que lleva al alma por el camino de la cruz… y le hace ver su propia negrura antes de asegurarle de que ‘está todo limpio’.

“Muchos se toman a la ligera el pecado y, en consecuencia, hacen lo mismo con el Salvador; pero aquel que ha estado delante de su Dios, culpable y condenado, con la soga al cuello, llora de alegría cuando recibe el indulto, aborrece la maldad que le ha sido perdonada y vive para honrar al Redentor cuya sangre lo ha limpiado” (cit. por Dallimore; Spurgeon: Una Nueva Biografía; pg. 36).

Así que el arrepentimiento verdadero genera en nosotros un conjunto diverso de emociones. Y lo mismo podemos decir de la fe. La fe, como bien señala Herbert Carson, “no es un mero asentimiento mental a una serie de proposiciones religiosas. El punto focal de las Escrituras es el Señor Jesucristo. Responder en fe a la palabra del evangelio es volvernos a Cristo en confianza. Pero como tal confianza es una dependencia personal en Aquel que sufrió y murió por pecadores, ésta no puede ser divorciada de una cálida gratitud y una profunda vergüenza, porque fueron nuestros pecados los que le causaron ese dolor”.

Por lo tanto, así como no podemos concebir la fe sin un entendimiento intelectual y una reacción moral, tampoco debemos concebirla sin su dimensión emocional. Y en la misma medida en que vamos profundizando en el conocimiento de la verdad revelada sobre Dios, Sus obras y Su voluntad para con nosotros, en esa misma medida nuestra respuesta emocional se intensifica.

Y cuando nos unimos en comunión con aquellos con quienes compartimos un mismo Padre, un mismo Señor, una misma fe y una misma esperanza, nuestras emociones se intensifican todavía más. El gozo se hace mayor cuando es compartido.

Esa es una de las bendiciones particulares del culto de adoración. Muchas veces hemos escuchado decir que las bendiciones no se graban, haciendo alusión a aquellos que no pueden venir a la iglesia por alguna razón y escuchan el sermón en un casete o en un CD.

Hay ciertas cosas que ocurren en el culto que no pueden registrarse en ninguna grabación. La presencia especial de Dios, por ejemplo (Sal. 133), asi como también el hecho de que nuestras emociones se intensifican cuando son compartidas con otros que creen lo mismo que yo creo y disfrutan lo mismo que yo disfruto.

Sin embargo, precisamente porque nuestra respuesta emocional tiende a intensificarse cuando estamos en compañía de otros, es en ese contexto en el que podemos ser más fácilmente extraviados, y llevados de un sano despertar de nuestras emociones al emocionalismo.

El emocionalismo es un estado emocional producido artificialmente a través de la manipulación de ciertos elementos de tal manera que nuestras emociones toman el control.

En el emocionalismo el entendimiento es colocado en un segundo plano o anulado por completo, y eso es altamente peligroso, porque cuando las emociones toman el control de nuestra personalidad, dejamos de ser objetivos y podemos ser fácilmente extraviados y engañados.

De igual manera, el emocionalismo posee también un alto potencial de auto engaño. Como bien señala Herbert Carson: “Ese emocionalismo puede guiar a una persona a una profesión [de fe] espuria [i.e., falsa, engañosa] y anestesiarlo de tal modo que se sienta satisfecho con su condición, y venga a ser inmune a la real demanda del evangelio”.

Pero no solo eso; el emocionalismo también es peligroso por ser altamente adictivo. Sigue diciendo Carson: El “falso emocionalismo actúa como una droga que embota los sentidos aún cuando parece estimularlos, de modo que el adicto necesitará dosis más frecuentes y más fuertes”.

Este es un mal que debe ser evitado a toda costa. El emocionalismo se opone a la verdadera adoración tanto como la lujuria se opone amor; pero la sensación que produce es tan real para el que la experimenta que puede confundirlo.

Por eso son tan relevantes las palabras de John MacArthur cuando nos advierte que “La adoración no es energizada por métodos artificiales. Si sientes que debes tener rituales... o cierto tipo de música que disponga el ánimo para adorar, lo que estás haciendo no es adoración. La música y la liturgia pueden ayudar a un corazón adorador a expresarse, pero éstas no pueden cambiar un corazón no adorador en uno que sí adore. El peligro está en que ellas pueden darle a un corazón no adorador la impresión de haber adorado” (The Ultimate Priority; pg. 103-104).

Todo cristiano sincero tendrá siempre el deseo de percibir la presencia de Dios en sus cultos de adoración. Pero ese deseo genuino sin la debida instrucción deja a los cristianos a expensas de ser manipulados por la habilidad de un director de himnos o un predicador.

Eso no quiere decir que estemos negando la involucración de nuestras emociones en la adoración. Una adoración sin emoción es una adoración sin corazón, y una adoración sin corazón no es adoración.

Pero “el sano despertar de las emociones – dice Carson – es producido por la verdad de Dios aplicada por el Espíritu Santo a la mente, la conciencia y la voluntad. Es por el impacto de la Palabra que emergen las experiencias emocionales más profundas, y es aquí donde encontramos el secreto de los profundos sentimientos asociados en la Escritura con la verdadera adoración.”

El apóstol Pedro nos arroja mucha luz en cuanto al sano despertar de nuestras emociones en su primera carta; hablando del Señor Jesucristo dice: “...a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso” (1P. 1:8).

Los cristianos aman a Cristo y se gozan en Él. Ése es uno de los distintivos esenciales del cristiano: aman a Su Salvador sin haberle visto y se alegran en Él con un gozo inefable y glorioso.

Aunque no hemos visto al Señor con los ojos físicos, aun así le conocemos y, en cierto modo, podemos decir que le hemos visto “con los ojos de la fe”; y eso que hemos visto y conocido nos mueve, no sólo a amarle, sino también a gozarnos en Él.

Así que este es un gozo y una alegría que emanan de la fe. No se trata de algo creado artificialmente a través del uso de ciertos elementos. Es un gozo que se produce en el creer. “En quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso”.

Y eso nos lleva una vez más a la centralidad de las Escrituras en la verdadera adoración, porque esos afectos verdaderos que emanan de la fe, sólo pueden ser producidos por la obra del Espíritu en el corazón de los creyentes a través de la Palabra. Todo lo demás no es otra cosa que manipulación y emocionalismo.

Es por eso que insistimos que en la verdadera adoración el intelecto va delante y las emociones detrás, no puede ser al revés. Sin verdad no hay adoración y la verdad sólo se entiende con la cabeza. Pero la ortodoxia sin emoción revela una comprensión inadecuada de la verdad. La adoración que agrada a Dios y edifica a Su pueblo tiene luz y calor, ortodoxia y entusiasmo, entendimiento y celo, pensamientos y emociones.

© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.
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miércoles, 19 de agosto de 2009

Nuestra involucración INTELECTUAL en la adoración

Por Sugel Michelén

Estoy consciente de que algunas cosas no pueden ser analizadas sin que se pierda algo de su esencia; por ejemplo, analizar una poesía no resulta muy poético. Y algunos pueden pensar que lo mismo ocurre si intentamos analizar todos los componentes de nuestra personalidad que entran en juego en la adoración.

Sin embargo, dada la enorme importancia de la adoración en la vida del cristiano, y dado el peligro que todos corremos de adorar a Dios en vano (como nos advierte el Señor en Mt. 15:7-9), creo que el análisis debe ser hecho a pesar del riesgo. Y eso es lo que pretendo hacer en estas próximas entradas, comenzando con nuestra involucración intelectual en la adoración.

Alguien dijo una vez, y con muchísima razón, que “Toda experiencia espiritual comienza en la mente”. Para que una experiencia espiritual sea genuina debe estar enraizada en la verdad, debe ser una respuesta a la verdad de Dios revelada; y la verdad es entendida y asimilada con la mente.

Dios hizo al hombre a Su imagen y semejanza, como un ser personal, para poder tener con él una relación personal, y eso incluye nuestra capacidad de razonamiento.

El problema es que el hombre no permaneció en la condición original en que fue creado. La caída trastornó radicalmente la personalidad humana, de tal manera que todas nuestras facultades fueron afectadas, incluyendo nuestro entendimiento.

Pablo dice en 2Cor. 4:4 que “el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”.

Es tal la ceguera espiritual del hombre que se requiere de una obra de la gracia de Dios iluminando su mente, para que sea capaz de obtener ese entendimiento del evangelio que guía a la salvación. Sigue diciendo Pablo en el vers. 6: “Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2Cor. 4:6).

La luz de Dios debe iluminar nuestro entendimiento, para que podamos ver Su gloria en la faz de Jesucristo. Y esa obra de iluminación la lleva a cabo el Espíritu de Dios usando la verdad revelada como instrumento (comp. 2Ts. 2:13; 1P. 1:22-25).

Pues así como el entendimiento de la verdad jugó un papel protagónico en nuestra conversión, así es también en la adoración. En la verdadera adoración la facultad del entendimiento tiene la supremacía, como vemos claramente en las palabras del Señor a la mujer samaritana, en Jn. 4:23-24. “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”.

Hay adoradores verdaderos y hay adoradores falsos, esa es la implicación; y lo que distingue a unos de otros es que los verdaderos adoradores adoran en espíritu y en verdad, involucrando su ser interior en la recepción, entendimiento y meditación de la verdad. La adoración falsa, en cambio, apela primariamente a lo externo y a lo sensorial, minimizando o dejando de lado el entendimiento.

Es por eso que no podemos hacer de nuestra respuesta emocional el estándar primario de juicio para decidir qué hacer y qué no hacer en nuestra adoración a Dios. Lo importante primariamente no es lo que siento, lo que me agrada, lo que apela a mis sentidos. No.

Aunque nuestras emociones deben estar involucradas en la adoración, siempre deben estar subordinadas y gobernadas por el entendimiento, no al revés, porque la adoración gira en torno a la verdad de Dios revelada en Su Palabra. A mayor comprensión de estas verdades, mayor capacidad de adoración.

Herbert Carson dice al respecto: “... aunque los jóvenes convertidos pueden adorar verdaderamente a Dios con los primeros destellos de entendimiento espiritual, al mismo tiempo una experiencia de adoración más profunda estará ligada a un entendimiento más profundo. Mientras más conocemos el carácter de Dios, Sus propósitos y Sus deseos, más capaces seremos de responder a Sus obras”.

Consecuentemente, lo primero que debemos evaluar en un culto de adoración es la centralidad de la verdad de Dios en todo lo que se hace. Se adora en la misma medida en que la verdad de Dios es proclamada y entendida y en la medida en que nosotros respondemos apropiadamente a ella.

Pensemos en los himnos, por ejemplo. La calidad poética de los himnos es importante – si no fuera así nos contentaríamos con proclamar la verdad en prosa – como también es importante la melodía que lo acompaña; pero el estándar final para juzgar un himno es el contenido de verdad que posee.

Su calidad poética y su melodía pueden contribuir a que recibamos la verdad que el himno proclama con más claridad y fuerza, y en una forma más memorable, más fácil de recordar. Pero la calidad poética y la melodía de un himno de adoración, no son un fin en sí mismos; son un vehículo para lograr un fin. ¿Cuál es ese fin? La proclamación más efectiva de la verdad.

Ése es el énfasis de Pablo en las dos referencias al canto que encontramos en sus epístolas: “La Palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales” (Col. 3:16).

Pablo nos exhorta a procurar una morada abundante de la Palabra en nuestros corazones, y luego añade tres participios que expresan la manera como eso será posible: enseñándonos y exhortándonos unos a otros cantando. En otras palabras, al cantar debemos enseñarnos y exhortarnos.

Así que al participar del culto público debemos hacerlo con la conciencia de que, a la vez que estamos exaltando a Dios y dándole gloria, estamos enseñando, redarguyendo, corrigiendo e instruyendo a nuestros hermanos en la fe a través de los himnos que cantamos. Pero eso sólo puede ser llevado a cabo con himnos que sean teológicamente sanos y ricos en contenido bíblico.

Leí recientemente de un himnario que se titula: “Cantemos la Biblia”; no conozco esa obra y no sé si sus himnos son recomendables, pero este título resume la idea que estamos tratando de transmitir.

La tabla principal de evaluación para escoger los himnos que vamos a usar en el culto público son las verdades bíblicas que esos himnos expresan o reflejan; esa no es la única tabla de evaluación, pero debe ser la principal. Por supuesto, eso demanda de nosotros un esfuerzo mental consciente mientras participamos de los cantos en la iglesia, lo mismo que durante la predicación de la Palabra.

Verdad que no es entendida y meditada, verdad que no es aprovechada. Y sin esa obra de la verdad en nuestros corazones no puede haber adoración en el verdadero sentido de ese término. Tan pronto apagas tu mente en el culto, apagas el generador de la verdadera adoración.

Así que no exageramos al decir que “Toda experiencia espiritual comienza en la mente”. La facultad del entendimiento es la ventana a través de la cual nuestro ser interior es iluminado con la gloria de Dios, para que entonces podamos adorarle “en espíritu y en verdad”.

© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.
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Me importas tú, y tú, y tú…


Por Sugel Michelén

Seguramente algunos pensarán que el título de esta entrada hace referencia a aquella conocidísima canción del trio Los Panchos y que ha sido entonada por tantos intérpretes en las últimas décadas; pero en realidad me refiero a una modalidad de matrimonio llamada poliamori (que significa literalmente: “muchos amores”).

Hace unos días Jessica Bennett publicó un artículo en la revista Newsweek acerca del auge de este movimiento que, a diferencia de la poligamia donde un hombre o una mujer tienen varios cónyuges a la vez, consiste en varios individuos de ambos sexos viviendo juntos en una especie de “multimatrimonio”.

Sus adherentes definen su movimiento en términos del principio moral de una “ética no monógama”, un compromiso de amar y tener relaciones íntimas con más de una persona con “el conocimiento y el consentimiento de todos los involucrados”.

Según el artículo de Jessica
Bennett, el poliamori es un movimiento en crecimiento en EUA, con más de medio millón de adherentes. También menciona que entre los defensores de la ética no monógama se encuentran personalidades tan conocidas como la actriz Tilda Swinton o la primera dama de Francia Carla Bruni.

Bennett sugiere que este movimiento contemporáneo tiene sus raíces en algunas utopías del siglo 19. “La noción de relaciones múltiples es tan antigua como la raza humana misma. Pero los poliamoristas trazan el origen de su movimiento hasta la comuna utópica de Oneida… fundada en 1848 por el teólogo de Yale John Humphreys Noyes. Noyes creía en un tipo de comunalismo que él esperaba ayudaría a fijar las relaciones entre hombres y mujeres; ambos géneros tenían igualdad de voz en el gobierno de la comunidad, y cada hombre era considerado como el esposo de cada mujer. Pero no fue sino hasta finales del 1960 y 1970 con el movimiento del ‘amor libre’ que el poliamori vino a estar en boga… El término ‘poliamori’, acuñado en la década de 1990, fue incluido en los diccionarios de Merriam-Webster y el Oxford English en 2006”.

Cuando se rechaza la definición de matrimonio que proviene de la cosmovisión judeocristiana, la sociedad queda sin una base objetiva para evaluar éticamente modalidades alternativas. Si se redefine el matrimonio para incluir la unión de dos personas del mismo sexo, por ejemplo, ¿qué impide que se acepten también la poligamia - legalizada ya en Holanda - o el poliamori? Cuando el hombre decide ser su propio punto de apoyo, cualquier cosa es posible.

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