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viernes, 21 de agosto de 2009

El “evangelio de la prosperidad” no es el evangelio


Por Sugel Michelén

No sé quiénes le hacen más daño al evangelio, si los que profesan ser ateos o los que predican un falso evangelio. Cristo mismo nos advirtió que la iglesia sería asediada por falsos maestros que vendrían vestidos de oveja, pero que por dentro no serían más que lobos rapaces. Y en el resto del Nuevo Testamento los apóstoles se hacen eco de esta advertencia.

Hablando a un grupo de pastores de la ciudad de Éfeso, Pablo les dice: “Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces que no perdonarán al rebaño” (Hechos 20:29). Y en un tono similar, el apóstol Pedro escribe: “Pero hubo también falsos maestros entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras… Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado” (2Pedro 2:1-2).

Basta con mirar algunos programas “cristianos” de TV para ver el cumplimiento de esta advertencia (aunque es justo decir que hay honrosas excepciones). Predicadores que tuercen las Escrituras para presentar a Jesucristo como una mezcla de Psiquiatra Todopoderoso con el genio de la lámpara de Aladino, el cual ofrece a sus seguidores una vida próspera y feliz.

Tales predicadores apelan a la codicia humana bajo el pretexto de que los hijos del Rey deben vivir como reyes, olvidando que ese mismo Señor pasó primero por la cruz para luego entrar en la gloria, y que enseñó claramente a Sus discípulos que tendrían que transitar por ese mismo camino.

De los falsos maestros la Biblia dice que “andan según sus propios deseos, cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho” (Judas 16). Y en otro lugar se dice de ellos que “seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición” (2Pedro 2:14). El lenguaje no podía ser más crudo, y la descripción no podía ser más clara.

Ese evangelio de la prosperidad no es el evangelio de nuestro Señor Jesucristo, sino una horrorosa deformación por causa de la cual el camino de la verdad está siendo blasfemado, tal como advirtió Pedro. Recientemente, el New York Times publicó un artículo titulado: “Los creyentes invierten en el evangelio para hacerse rico” (en Sujetos a la Roca pueden encontrar una reseña de este artículo, comentado por Albert Mohler). Esto es sencillamente vergonzoso.

Y aunque parezca paradójico, creo que Mohler tiene razón cuando dice que, a final de cuentas, “el mayor problema con la teología de la prosperidad no es que promete mucho, sino que promete demasiado poco. El Evangelio de Jesucristo ofrece la salvación del pecado, no una plataforma para la prosperidad terrenal”.

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