Por Sugel Michelén
El Diccionario de la Real Academia define al fanático como aquel que “defiende con tenacidad desmedida y apasionamiento, creencias u opiniones, sobre todo religiosas o políticas.” Y más adelante añade que el fanático es alguien que se entusiasma ciegamente con una cosa.
El apasionamiento y el entusiasmo son esenciales al fanatismo, pero no toda persona apasionada y entusiasta es fanática. Lo que hace del entusiasta un fanático es su “tenacidad desmedida”, un aferramiento que se pasa de la raya.
Esta tenacidad suele ser el resultado de una búsqueda no esforzada de certidumbre. La duda es capaz de producir una fuerte carga emocional (temores, inseguridades, ansiedad) y demanda respuestas que muchas veces requieren de un arduo proceso de pensamiento; el fanático se ahorra todo esto aceptando como cierta una idea u opinión que no ha sido ponderada con detenimiento y objetividad.
Pero una vez más debo insistir en el hecho de que la esencia del fanatismo no es la certidumbre, sino el aferramiento sin base a una opinión particular que luego el fanático se esforzará en imponer sobre los demás como verdad absoluta. Nadie puede ser acusado de fanatismo porque afirme con certeza que dos más dos es igual a cuatro y porque le haga ver su error a alguien que afirme, por el contrario, que es igual a tres o a cinco.
De manera que lo opuesto al fanatismo no es el pluralismo, sino el amor por la verdad. Según el pluralismo, “cualquier idea de que una ideología particular o pretensión religiosa sea intrínsecamente superior a otra está necesariamente equivocada. El único credo absoluto es el credo del pluralismo. Ninguna religión tiene derecho a proclamar que es correcta o verdadera y que las demás son falsas.”
De ese modo el pluralista viene a ser, por su propia definición, un fanático filosófico ya que, en contradicción consigo mismo, se aferra a su creencia absoluta de que no hay absolutos.
Los cristianos, en cambio, defienden el hecho de que la verdad existe y puede ser conocida, pero deben estar siempre abiertos a la posibilidad de obtener un conocimiento cada vez más preciso y más amplio de la verdad descansando en la base objetiva de las Escrituras. Antes que fanatizarse el cristiano está llamado a ser un amante de la verdad, a sabiendas de que “todo lo que ha sido bien dicho pertenece a nosotros los cristianos”, como dijo Justino Mártir, porque toda verdad es verdad de Dios.
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miércoles, 12 de agosto de 2009
¿Son fanáticos los cristianos?
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