Misión del Blog

Proclamar el señorío de Jesucristo sobre todos los aspectos de la cultura

domingo, 31 de mayo de 2009

Una oración por las mujeres



Por el Pastor John Piper

Mi oración y reto anhelado por ustedes es...

Que toda tu vida -cualquiera que sea tu llamado- esté consagrada a la Gloria de Dios...

Que confíes completamente en las promesas de Cristo de manera que la paz, el gozo y la fortaleza llenen tu alma de manera sobreabundante. Que esta llenura de Dios sobreabunde en actos diarios de amor de manera que las personas puedan ver tus buenas obras y glorifiquen a tu Padre que está en el cielo...

. . . Que sean mujeres del Libro, que amen, estudien y obedezcan la Biblia en todas las aéreas de su enseñanza; que la meditación en la verdad bíblica sea la fuente de esperanza y fe; que continúen creciendo en entendimiento a través de todos los capítulos de tu vida, nunca pensando que el estudio y el crecimiento está reservado para otros.

. . . Que sean mujeres de oración, de manera que la Palabra de Dios sea revelada a ustedes, y que el poder de la fe y santidad descienda sobre ustedes; que tu influencia espiritual aumente en la casa, en la iglesia y en el mundo.

. . . Que sean mujeres que tengan una profunda sumisión a la Gracia Soberana de Dios que rodea todos estos procesos espirituales; y que sean reflexivas de las doctrinas de gracia, y aun mas, amantes profundas de las mismas...

... Que estén totalmente comprometidas al ministerio, cualquiera que sea su llamado específico; que no se desvíen pasando su tiempo en telenovelas, revistas de mujeres o en pasatiempos sin importancia o yendo de compras; que rediman su tiempo para Cristo y Su Reino...

... Que si son solteras, exploten su soltería en completa devoción a Dios (como Jesús, Pablo, Mary Slessor y Amy Carmichael hicieron) y no se paralicen por el deseo de casarse.

. . . Que si estas casada, apoyes creativamente, inteligentemente y sinceramente el liderazgo de tu esposo tan profundamente como la obediencia a Cristo; que lo estimules en su papel designado por Dios como cabeza; que lo influencies espiritualmente, primero con tu tranquilidad de espíritu, santidad y oración...

...Que, si tienes hijos, aceptes la responsabilidad con tu esposo (o sola, si fuere necesario) de levantar hijos en la disciplina e instrucción del Señor -hijos que tengan su esperanza en el triunfo de Dios- compartiendo con tu esposo la enseñanza y disciplina que los hijos necesitan, y dándoles la atención especial que ellos necesitan de ti, así como ese toque y cuidado maternal que ellos necesitan especialmente de ti...

Que no asumas que el empleo secular es un reto mayor o mejor de usar tu vida en lugar de las innumerables oportunidades de servicio y testimonio en el hogar, el vecindario, la comunidad, la iglesia y el mundo; que no solamente te hagas la pregunta: ¿carrera o ama de casa a tiempo completo?, sino que seriamente te preguntes: ¿carrera a tiempo completo o libertad para el ministerio? Que te preguntes: ¿Que sería más importante para el Reino -trabajar para alguien que te dice qué hacer para que a él o ella le vaya bien en su negocio, o ser el agente libre de Dios soñando tu propio sueño sobre lo que tu tiempo, tu hogar y tu creatividad pudieran hacer para prosperar el negocio de Dios? y que en todo esto hagas tus elecciones no sobre la base de tus tendencias seculares o expectativas de un mejor estilo de vida, sino sobre la base de lo que fortalece la fe de tu familia y el avance de la causa de Cristo.

Que te detengas y reflexiones (con tu esposo, si estas casada) y planifiques las diferentes formas de tu vida de ministerio, en capítulos. Los capítulos están divididos por varios elementos—edad, fortalezas, soltería, matrimonio, empleo, hijos en casa, hijos en la universidad, nietos, retiro, etc.- Ningún capítulo es solo alegría. La vida en esta tierra es una sucesión de trueques (tomar y dejar); Encontrando la voluntad de Dios y viviendo para la gloria de Cristo al máximo en cada capítulo es lo que la convierte en exitosa, y no cuando se lee como el capítulo de otra persona o tiene lo que otro capítulo debe traer.

. . . Que desarrolles una mentalidad y estilo de vida de tiempos de guerra; que nunca olvides que la vida es corta y que billones de personas se encuentran en la balanza del cielo y el infierno cada día; que el amor al dinero es suicidio espiritual; que las metas de mejorar la clase social (mejores ropas, carro, casa, vacaciones, comida, pasatiempos) son sustitutos pobres y peligrosos de las metas de vivir para Cristo con todas tus fuerzas y maximizando tu gozo en ministrar a las necesidades de otras personas.

. . . Que en todas tus relaciones con los hombres (no solo en el matrimonio) busques la guía del Espíritu Santo en aplicar la visión bíblica de la masculinidad y la femineidad; que desarrolles un estilo que haga justicia al rol único que Dios dio al hombre para sentirse responsable del liderazgo lleno de gracia relacionándose con la mujer -un liderazgo que involucre los elementos de protección y provisión y un patrón de iniciativa; que pienses creativamente y con sensibilidad cultural (como él debe hacer) en dar forma al estilo y ajustando el tono de tu interacción con los hombres.

. . . Que busques patrones bíblicos para lo que es apropiado e inapropiado entre el hombre y la mujer no como limites arbitrarios en la libertad, sino como prescripciones sabias y llenas de gracia de cómo descubrir la verdadera libertad del ideal de complementación de Dios; que no midas tu potencial por los roles retenidos, sino por los innumerables roles ofrecidos; que mires al Amoroso Dios de la Escritura y sueñes con las posibilidades de servirle a Él.

Excerpted from Recovering Biblical Manhood and Womanhood: A Response to Evangelical Feminism by Pastor John Piper. (Crossway Books. Used with permission.) Leer más...

sábado, 30 de mayo de 2009

Lo Fatal

Por Sugel Michelén
Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura, porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor
de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror…
y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡y no saber a dónde vamos
ni de dónde venimos!

En este poema el poeta nicaragüense Rubén Darío expresa la angustia existencial del hombre ante la realidad de una vida consciente que se dirige hacia un destino final inevitable e incierto. Podemos tratar de evadir esta inquietud existencial y vivir del modo más evasivo posible, pero eso no elimina la realidad de que existimos y de que algún día nos enfrentaremos con la experiencia de la muerte. Es de sabios inquirir ¿qué nos espera después? Esta no es una pregunta escapista. Lo que pensemos al respecto ejercerá una influencia determinante en nuestra vida aquí y ahora.

Y no son muchas las opciones. De hecho, prácticamente se reducen a dos. Podemos partir de la premisa de que no existe Dios, sino que fuimos arrojados a la existencia por una fuerza ciega, a través de un proceso evolutivo casual en el que no intervino ningún Ser inteligente. En tal caso tendríamos que llegar a la terrible conclusión de que nuestra vida en este mundo es un absurdo. Podríamos intentar darle un significado a cada momento de nuestra existencia, pero nuestra existencia en sí no tendría sentido alguno y, por supuesto, tampoco habría para nosotros ninguna esperanza. Si venimos de la nada, a la nada volveremos.

David Hume expresó claramente el desasosiego que causa en el hombre esta postura filosófica: “¿Dónde estoy, o qué soy? ¿De qué manera recibí mi existencia, y a qué condición volveré…? Me siento confundido… y comienzo a imaginarme a mí mismo en la más mísera condición… rodeado de las más negras tinieblas”. Si echamos a Dios a un lado eliminamos toda esperanza racional para el hombre. Si no fuimos creados por un Dios sabio, bueno y todopoderoso, no hay nada que esperar. De la nada vinimos y a la nada volveremos. Sin Dios sólo queda… lo fatal.
© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.
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Liberado de la comparación mediante palabras abruptas

Por John Piper

Juan 21:18-22

Después de resucitar de entre los muertos Jesús le preguntó tres veces a Pedro si él lo amaba. En las tres ocasiones Pedro le contestó que sí. Jesús entonces le dijo a Pedro cómo sería su muerte – aparentemente crucificado. Pedro tuvo curiosidad de cómo le iría a Juan. Así que le preguntó a Jesús, "¿Y qué con éste hombre?" Jesús no le hizo caso a la pregunta y dijo: "¿A ti qué? ¡Tú sígueme!" Aquí está el intercambio en su totalidad:

"En verdad, en verdad te digo: cuando eras más joven te vestías y andabas por donde querías; pero cuando seas viejo extenderás las manos y otro te vestirá, y te llevará adonde no quieras. Esto dijo, dando a entender la clase de muerte con que Pedro glorificaría a Dios. Y habiendo dicho esto, le dijo: Sígueme. Pedro, volviéndose, vio que les seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el que en la cena se había recostado sobre el pecho de Jesús y había dicho: Señor, ¿quién es el que te va a entregar? Entonces Pedro, al verlo, dijo a Jesús: Señor, ¿y éste, qué? Jesús le dijo: Si yo quiero que él se quede hasta que yo venga, ¿a ti, qué? Tú, sígueme"

Las palabras abruptas de Jesús - "¡No es asunto tuyo, sígueme!" – son música a mis oídos. Ellas me liberan del lazo deprimente de la comparación funesta. A veces, cuando escaneo los anuncios de 'Christianity Today' (todos los diez mil), me desanimo. No tanto como lo hacía hace veinticinco años, pero aún encuentro agobiante la avalancha de sugerencias ministeriales.

Libro tras libro, conferencia tras conferencia, DVD tras DVD, - diciéndome cómo tener éxito en el ministerio. Y todos dándome sutilmente el mensaje de que no lo estoy haciendo bien. La adoración podría ser mejor. La predicación podría ser mejor. La evangelización podría ser mejor. La asistencia pastoral podría ser mejor. El ministerio juvenil podría ser mejor. Las misiones podrían ser mejor. ¡Esto es lo que funciona! ¡Compra esto! ¡Ve aquí! ¡Hazlo de esta manera! Y para añadir leña al fuego, ¡algunos de esos libros y conferencias son míos!

Así que me sentí alentado por las palabras abruptas de Jesús hacia mí (y hacia ti): "¿Y a ti qué? ¡Tú sígueme!" Pedro acababa de escuchar una palabra muy fuerte: Tú morirás - con mucho dolor. Y su primer pensamiento fue la comparación. ¿Y qué con Juan? Si yo tengo que sufrir, ¿sufrirá él también? Si mi ministerio va a terminar de esa forma, ¿cómo terminará el suyo? Si no llego a vivir una larga vida de ministerio fructífero, ¿llegará a hacerlo él?

De esa forma pensamos como pecadores. Comparar. Comparar. Comparar. Ansiamos saber en dónde estamos en comparación con otros. Hay algo de orgullo si podemos encontrar a alguien que sea menos efectivo que nosotros. ¡Ay! Aún recuerdo la pequeña nota que me dejó mi Asistente Residente en Elliot Hall durante mi último año en Wheaton: "Amar es dejar de comparar." ¿Qué tiene que ver eso contigo, Piper? ¡Sígueme!.

§ ¿A ti qué te importa que David Wells tenga tan amplio conocimiento de los efectos dominantes del postmodernismo? ¡Tú sígueme!

§ ¿A ti qué te importa que Voddie Baucham recite el Evangelio tan poderosamente sin usar notas? ¡Tú sígueme!
§ ¿A ti qué te importa que Tim Keller vea tan claramente las conexiones entre el Evangelio y la vida profesional? ¡Tú sígueme!
§ ¿A ti qué te importa que Mark Driscoll sepa al dedillo el lenguaje y la locura de la cultura pop? ¡Tú sígueme!
§ ¿A ti qué te importa que Don Carson lea quinientos libros al año y combine la perspicacia pastoral con la profundidad y exhaustividad de un erudito? ¡Tú sígueme!

Esa palabra causó en mí gran regocijo. Jesús no me juzga por mi superioridad o inferioridad respecto a otras personas. Ningún predicador. Ninguna iglesia. Ningún ministerio. Esos no son los estándares. Jesús tiene un trabajo para que yo haga (y uno diferente para ti). No es lo que le ha dado a otros a hacer. Hay gracia en hacerlo. ¿Confiaré en El por esa gracia y haré lo que me ha sido dado a hacer? Esa es la pregunta. ¡Oh! ¡La libertad que llega cuando Jesús nos fortalece!

Espero que encuentres el ánimo y la libertad hoy, cuando escuches a Jesús decir a todas tus comparaciones: ¿A ti qué? ¡Tú sígueme!

Aprendiendo a caminar en libertad contigo,

Pastor John Piper

Sobre Este Artículo
Editor:Desiring God
Autor:John Piper
Serie:Taste and See
Categoría:Estimulo
Fecha:October 6, 2006
Estado:Final Version
Traductor:Ana Carolina Reyes
Revisor:Pamela (Pami) Ramos
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¿Un estado secular? 2 de 2

Por Sugel Michelén

Muchos abogan hoy día por la existencia de un estado secular, es decir, un estado donde las leyes y políticas públicas que rijan a los ciudadanos estén basadas sobre razones netamente seculares y sean motivadas por razones seculares, no religiosas ni teológicas. El problema con este planteamiento, como comenzamos a ver en el artículo anterior, es que nadie puede tratar con las leyes y las políticas públicas de una nación desde una postura netamente secular. El estado tiene que lidiar con una gran cantidad de asuntos trascendentes a la hora de establecer sus leyes y políticas públicas.

Tomemos el tema del aborto como ejemplo. La postura que asumamos al respecto dependerá de lo que creamos acerca del origen de la vida humana, su significado y sus derechos inherentes. En estas cosas, los que pretenden defender su posición desde una postura no religiosa, en realidad están trayendo a la palestra argumentos tan religiosos como el que más. Todos descansamos en ciertas premisas que tenemos que aceptar por fe (en este caso en particular, los que defienden el aborto lo hacen porque creen, entre otras cosas, que el feto no es en realidad un ser humano, sino un “producto” del cual la madre puede disponer).

Por otra parte, es irrealista pensar que alguien pueda defender una postura moral movido por razones seculares exclusivamente. Las motivaciones humanas son tan complejas que ningún ser humano puede estar plenamente consciente de sus propias motivaciones. Por ejemplo, el filósofo Robert Audi nos dice que a la hora de establecer las leyes y políticas públicas, los legisladores no deben tomar en consideración lo que creen acerca de Dios y tomar sus decisiones como si no creyesen en Su existencia. Pero tal posición es irrealista. Nadie puede abstraerse de ese modo de sus creencias centrales. Tanto el ateo como el creyente son profundamente influenciados por las premisas que traen consigo al debate; nadie argumenta sobre estas cosas desde una postura neutral. En asuntos como la existencia o no existencia de Dios, la objetividad o subjetividad de la moral, o la existencia o no existencia de verdades absolutas, la neutralidad es sencillamente imposible. Todos partimos de premisas que aceptamos por fe; el problema es que algunos no quieren competencia con las creencias que han asumido. A fin de cuentas no es por neutralidad que se está abogando, sino por callarle la boca a los que no creen como ellos.

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¿Un estado secular? 1 de 2

Por Sugel Michelén

La palabra “secular” proviene del latín y significa “mundo”, no en el sentido físico, sino más bien temporal. De manera que al hablar de un estado secular, nos referimos a uno que no descansa en ningún principio que trascienda la temporalidad de esta vida presente como apoyo de sus leyes o de sus políticas públicas. En palabras más sencillas, en un estado puramente secular la existencia (o no existencia) de Dios es absolutamente irrelevante a la hora de promulgar las leyes que han de regir la conducta de sus ciudadanos. Uno de los más connotados defensores de un estado secular, en EUA, es el profesor de filosofía de la Universidad de Nebraska, Robert Audi, quien propone tres principios para lo que él llama “virtud cívica en una democracia liberal”.

El primer principio es el que sustenta que nadie tiene la obligación de apoyar ninguna ley o política pública que restrinja la conducta humana, a menos que tales leyes o políticas puedan ser defendidas con argumentos seculares adecuados y no por alguna consideración teológica o religiosa. El segundo principio es que los que aboguen por la promulgación de tales leyes o políticas públicas deben poseer motivaciones netamente seculares. Y finalmente, que las iglesias deben abstenerse de apoyar candidatos (algo con lo que estamos totalmente de acuerdo) ni presionar por la promulgación de leyes o políticas públicas que restrinjan la conducta humana (esto último plantea un serio problema, como veremos luego).

Como bien señala el Dr. Al Mohler, este razonamiento de Audi, descansa sobre tres mitos. El primero es el de la posibilidad de que exista un estado puramente secular. Para que un estado sea puramente secular, debe comenzar negando la existencia de Dios y al hacerlo ya está entrando en consideraciones de tipo religioso y ha dejado de ser secular. Por otra parte, el estado tiene que lidiar con algunas preguntas fundamentales concernientes a la vida y la muerte, nuestra identidad como seres humanos o la razón de ser de nuestra existencia. “Pero desde el momento en que el estado comienza a lidiar con estas preguntas fundamentales, cesa de ser secular”. El segundo mito es el de los argumentos netamente seculares; los legisladores tienen que lidiar con cuestiones como la moral o los valores humanos, acerca de los cuales no podemos argumentar únicamente desde una postura secular. Como veremos en la próxima entrega, nadie se acerca a este tipo de temas desde una postura totalmente neutral.

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viernes, 29 de mayo de 2009

Maternidad bajo fuego

Por Sugel Michelén

Hace unos años leí un artículo, con un título bastante sugestivo: “¿Qué hace una mujer tan inteligente como tú metida en la casa?” En dicho artículo la autora narra todas las peripecias que tuvo que hacer para buscar una persona idónea que cuidara a su hijo recién nacido y ella pudiera regresar al trabajo. Luego de algunos intentos fallidos, salió embaraza otra vez. La búsqueda de la niñera ideal se hizo más intensa, y en ella descubrió algunas cosas interesantes: Algunas eran tan preparadas que su salario representaba una buena parte del que ella ganaría; muchas otras no estaban capacitadas para una labor tan delicada. Quiso recurrir entonces a las que cuidan niños en sus casas, pero allí también descubrió que la mayoría hacía ese trabajo porque tenían que cuidar a sus propios hijos, y nunca cuidarían los ajenos con el mismo esmero; otras tomaban más niños de los que podían cuidar movidas por sus necesidades económicas; en fin, que ninguna se relacionaría con sus hijos de la forma que ella lo haría.

La autora concluye diciendo: “Con el tiempo aprendí una lección muy importante, gracias a la búsqueda de atención para mis hijos: por mas licencias que otorguemos, pautas que establezcamos y dinero que paguemos, es imposible ejercer un control de calidad en la capacidad de un ser humano para amar a otro u ocuparse de él. Yo había deseado los servicios de una persona cariñosa, que tuviera sentido del humor y una actitud vivaz... Alguien que fomentara la creatividad de mis hijos, que los llevara a lugares interesantes, contestara a todas sus preguntas y los arrullara hasta que se quedaran dormidos. Lenta, dolorosamente, llegué a una pasmosa conclusión: la persona que andaba buscando, la que había tratado con desesperación de contratar, era yo misma”.

Hoy más que nunca la maternidad debe ser revalorada, porque por décadas nos han estado transmitiendo el mensaje subliminal de que la mujer inteligente y capaz es la que trabaja fuera de la casa, en contraposición a la pobre mediocre que no tiene más alternativa que dedicarse a criar a sus hijos. Sabemos que muchas madres trabajan por necesidad y que la responsabilidad de la crianza de los hijos es también del padre. Pero afirmar que el potencial de la mujer sólo puede ser desarrollado echando a un lado su papel como madres es desvalorizar una de las labores más demandantes y de más trascendencia que un ser humano pueda hacer.

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Mi Camino a Damasco

Por Sugel Michelén

De allí vengo,
Del absurdo,
De las huecas sutilezas,
De Sartre, de Camus, de Kafka,
Del nihilismo,
Del mundo desencajado,
De la angustia,
De la lobreguez,
Del destierro.

Con la cabeza descubierta y el rostro enhiesto,
Sin vergüenza alguna por el regreso,
Pisoteando sofismas y necedades,
Y el rostro radiante de cordura.

Viendo multitudes que atraviesan mi camino,
Con la alegría del incauto
Y la esperanza a cuesta en bolsas desechables,
Con un grito de conquista
Corriendo a tierra de esclavos.

Los contemplo con tristeza,
Pero también espero,
Que algún día vuelvan también del lugar de donde vengo,
Con la mirada clara
Y el corazón despierto,
Las heridas vendadas
Y vendados los huesos.

Si, de allí vengo,
Cautivo de la esperanza,
Y preñado de lucidez.
Con la alegría del náufrago en tierra firme,
Vencido, al fin, vencido,
Pero saboreando mieles de victoria.
Tropezando a veces,
Pero anclado en el Amor que sobrepasa la barrera del tiempo.

(En algun momento del 2007)

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jueves, 28 de mayo de 2009

La Importancia de ser miembro de una iglesia local

Por Sugel Michelén

Una de las características predominantes de la sociedad occidental es el individualismo. El hombre occidental tiende a pensar en sí mismo mayormente como un individuo y no como parte de un conglomerado. Más aun, el hombre contemporáneo parece haber desarrollado una alergia crónica contra todo tipo de compromiso. Repele fuertemente todo aquello que pudiera coartar sus deseos e interferir con sus planes; lamentablemente esta mentalidad no ha dejado de tener un impacto dentro del cristianismo. Muchas personas profesan ser creyentes y pretenden tener una relación personal con Cristo, sin tener al mismo tiempo una relación vital con la iglesia. Pero tal cosa es sencillamente imposible. Estar en Cristo es equivalente en el NT a estar en la Iglesia; amar a Cristo es amar a la Iglesia, preocuparse por ella, involucrarse en ella. Si pasamos por alto esa dimensión corporativa de la obra redentora de Cristo, estamos tergiversando el mensaje de las Escrituras y reinventando el cristianismo.

Pablo dice en Tito 2:14 que Cristo se dio a Sí mismo por nosotros “para redimirnos de toda iniquidad y purificar para Sí un pueblo propio, celoso de buenas obras”. Comentando este texto, dice Sinclair Ferguson: “Pablo enfatiza aquí, y en muchos otros lugares, que Cristo quiere crear un pueblo, y no meramente salvar a individuos aislados que crean en Él”. Ese interés de Cristo por la unidad de Su pueblo, quedó claramente evidenciado en la oración intercesora que Juan recoge en el capítulo 17 de su evangelio, y que estudiamos en el primer sermón de esta serie. Si nuestras oraciones revelan los anhelos más profundos del alma, entonces no hay duda alguna de que la unidad de los creyentes es un asunto prioritario en la mente y el corazón de Cristo (comp. Jn. 17:11, 20-23).

El señor no pide al Padre que los Suyos vengan a ser uno, porque eso ya es una realidad que vino incluida en el paquete de la redención; pero Él pide que esa unidad pueda ser perfeccionada y manifestada en una medida cada vez mayor. Es por eso que ser parte activa de una iglesia local no es un asunto opcional para el creyente. Como bien señala el pastor Mark Dever: “Si te llamas a ti mismo cristiano pero no eres miembro de una iglesia a la que asistes regularmente, me temo que puedas ir camino al infierno”. ¿Está sugiriendo el pastor Dever que la membresía de la iglesia es lo que nos hace cristianos? ¡Por supuesto que no! Pero él quiere subrayar una verdad que muchos cristianos profesantes parecen estar pasando por alto: la centralidad de la iglesia en el plan redentor de Dios y en la vida práctica del verdadero creyente.

Recientemente un novelista con mucha imaginación, y con un manejo muy cuestionable de la historia, escribió una novela que gira en torno a una supuesta relación matrimonial entre Cristo y María Magdalena: El tristemente célebre Código Da Vinci. Pero lo cierto es que la Biblia sólo reconoce una esposa de Cristo, la que Pablo menciona en su exhortación a los esposos en el capítulo 5 de su carta a los Efesios: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (Ef. 5:25).

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Entrevista Sobre Vacío Existencial









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Embarazos no Deseados

Por Sugel Michelén

En la vista pública del año pasado en la Asamblea Nacional para debatir el tema de la despenalización del aborto, algunos de los que abogan a favor de esta medida afirmaron que su posición estaba siendo mal representada. En tal sentido aclararon que no están a favor del aborto simple y llanamente, sino sólo en ciertas circunstancias; por ejemplo, cuando la vida de la madre corre peligro. Respecto a esto debemos tomar en cuenta que los casos en que hay que elegir entre la vida de la madre y la del niño son extremadamente raros; aparte de que no es necesario despenalizar el aborto para tratar con tales excepciones, ya que actualmente no se penaliza al médico que, tratando de salvar la vida de una mujer embarazada, cause indirectamente la muerte de la criatura. En otras palabras, están tratando de resolver un problema que no existe en realidad.

Otra de las excepciones planteadas es cuando el embarazo es producto de un incesto o violación. Pero al tratar con tales casos, nuestros legisladores (así como la opinión pública) deben tomar en cuenta lo siguiente: Por un lado, es muy difícil que una mujer quede embarazada como producto de una violación; estudios realizados en Estados Unidos, donde las estadísticas son más confiables que en nuestro país, revelan que sólo un uno por ciento de todos los abortos realizados se deben a violación o incesto; aparte de que, en algunos casos, el embarazo puede prevenirse por medio de un tratamiento médico que retira el semen antes de que el óvulo pueda ser fertilizado. Por otra parte, al abortar en tales casos se está aplicando la pena capital a una criatura inocente (la persona humana en gestación), en vez de castigar al culpable (el violador). Además de que el aborto no le hace ningún bien a la mujer que ha sido violada, sino que le añade culpa y confusión. No obstante, la razón fundamental para la penalización sigue siendo el hecho de que los seres humanos concebidos como producto de una violación poseen la misma dignidad intrínseca, y los mismos derechos, que aquellos que son concebidos por un acto de amor. Toda vida humana debe ser protegida, independientemente de las circunstancias en que fue concebida. El incesto y la violación son crímenes horribles que deben ser castigados severamente; pero debemos castigar a los culpables, no a los seres humanos que no tienen culpa de haber sido concebidos en circunstancias tan terribles.

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Extraña Protección

Por Sugel Michelén

Los defensores de la legalización del aborto arguyen que si el aborto es ilegal muchas mujeres abortarán en circunstancias de alto riesgo. “Estas mujeres tendrán que abortar a escondidas – dicen ellos – y muy probablemente se pondrán en manos de carniceros sin escrúpulos”. Ciertamente es muy penoso que un gran número de mujeres tenga que pasar por una experiencia tan traumática y al mismo tiempo peligrosa. Sin embargo, no es cierto que la legalización del aborto reduzca el riesgo que corren las mujeres que lo practican. El aborto siempre es arriesgado y mientras más personas aborten, mayor será el riesgo. Por otro lado, cuando el aborto era ilegal en los EUA, el 90 por ciento los practicaban médicos en sus consultorios, no en lugares inapropiados. En la mayoría de los casos eso no depende de la legalidad, sino de lo que cada uno pueda pagar. Pero aún fuera cierto que la legalización del aborto lo haría menos riesgoso para la madre, el problema ético sigue siendo el mismo: los seres humanos que mueren antes de nacer. Como bien ha señalado el doctor R. C. Sproul: “Si la práctica del aborto es injusta, entonces, la protección de aquellos que participan en el aborto no es responsabilidad del estado… proteger a un criminal mientras está cometiendo un crimen no es la responsabilidad del gobierno”.

Otros consideran el aborto como un mal menor no deseable, pero preferible a otros males mayores: “Es preferible el aborto, dicen ellos, a tener un niño no deseado que probablemente tendrá como consecuencia una mala calidad de vida”. De este modo justifican el aborto como el menor de los males. Pero una vez más estamos poniendo a un lado el problema ético central de este debate: el hecho de que se está quitando la vida a un ser humano. Por otro lado, esta clase de razonamiento reduce las opciones únicamente a dos: o el niño nace para vivir mal, en un hogar donde no es deseado y donde probablemente será mal tratado, o es abortado. Pero existen otras opciones. Alguien puede trabajar con la madre que no desea su bebé para que cambie de actitud; o finalmente ese niño puede ser dado en adopción. No hay por qué tomar una acción tan radical como el aborto. Sólo Dios conoce el futuro de cada uno de esos bebés que en vez de ser abortados se les conceda el derecho a nacer y a desarrollarse. Es absurdo pensar que podemos “proteger” a un niño de la posibilidad de abusos futuros quitándole la vida.

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