El 13 de Agosto de 1978 Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo celebró su primer culto de adoración, dando inicio al nacimiento de nuestra iglesia, hace 32 años. Por lo que no quería dejar pasar la oportunidad de compartir con los lectores de este blog, y especialmente con los miembros de IBSJ, algunas palabras que expresamos hace dos años, cuando celebramos nuestro 30 aniversario. Las palabras expresadas en aquella ocasión siguen tan vigentes hoy como en ese momento.
Si hay algo que vemos claramente en las Escrituras es que Dios quiere que Su pueblo conozca y recuerde su historia. La mayor parte del AT la componen libros históricos.
Y Dios instituyó algunas fiestas que los hijos de Israel debían celebrar cada año para recordar eventos específicos en los tratos de Dios para con ellos: la fiesta de la pascua, la de los tabernáculos, Pentecostés.
Más adelante, cuando los hijos de Israel cruzaron el Jordán hacia la tierra prometida, Dios ordenó a Josué que tomaran 12 piedras del lecho del río y levantaran un monumento con ellos.
“Y cuando vuestros hijos preguntaren a sus padres mañana, diciendo: ¿Qué significan estas piedras? les responderéis: Que las aguas del Jordán fueron divididas delante del arca del pacto de Jehová… y estas piedras servirán de monumento conmemorativo a los hijos de Israel para siempre” (Jos. 4:6-7).
Este record histórico debía ser traspasado de una generación a la otra. Ese es el testimonio que dejó registrado el autor del Salmo 44, cómo sus padres les habían contado las obras que Dios había hecho con ellos como nación “en los tiempos antiguos”.
“Generación a generación celebrará tus obras, dice en el Salmo 145, y anunciará tus poderosos hechos… Del poder de tus hechos estupendos hablarán los hombres, y yo publicaré tu grandeza” (Salmo 145:4-6).
Esa es una de las cosas que aprendemos del libro de los Salmos, cómo los hijos de Israel cantaban su historia con himnos inspirados por el Espíritu Santo. Dios no quiere que Su pueblo olvide las misericordias recibidas de Su mano, tanto a nivel individual como a nivel colectivo.
Y lo mismo vemos en el NT. Entre sus libros más extensos encontramos 4 Evangelios que narran la vida, pasión y resurrección del Señor Jesucristo; y el libro de los Hechos, que narra los primeros años de la Historia de la Iglesia, luego de la ascensión del Señor.
Y al igual que en las celebraciones del AT, Cristo instituyó un memorial, la Santa Cena o partimiento del pan, para que Su iglesia recuerde frecuentemente el alto precio de su redención.
E incluso se nos exhorta hacer memoria de aquellos que ya corrieron la carrera, para que nos sirva de estímulo en nuestro propio peregrinaje. Es de eso que se trata el capítulo 11 de Hebreos: un recuento histórico de las hazañas de hombres y mujeres comunes y corrientes que fueron impulsados a hacer cosas extraordinarias por medio de la fe.
Las historias de estos individuos han quedado registradas en las páginas de las Escrituras como una gran nube de testigos para las generaciones venideras.
Y noten que esto no se limita únicamente a los héroes de la fe del Antiguo Testamento. En Hebreos 13:7 el autor de la carta exhorta a estos hermanos: “Acordaos de vuestros pastores que os hablaron la Palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta e imitad su fe”.
“Mantengan fresco en vuestra memoria lo que estos hombres hicieron, de manera que puedan imitarles en aquello que sea digno de imitación”. Dios concede a la historia una importancia capital.
Ahora bien, no podemos deducir de todo esto que las iglesias de Cristo tengan un deber ordenado por Dios de celebrar sus aniversarios; pero al menos podemos decir con certeza que Dios espera que conozcamos y recordemos nuestra historia y aprendamos de ella.
Decía Alexander Solzhenitsyn, que para destruir a un pueblo lo primero que tenemos que hacer es cortar sus raíces. Y en un tono similar otro autor comentó: “El primer paso para liquidar a un pueblo es borrar su memoria. Destruye sus libros, su cultura, su historia; y en poco tiempo esa comunidad olvidará lo que es y lo que fue.”
Y es precisamente ese pensamiento, enraizado en el testimonio que tenemos en las Escrituras, lo que nos ha movido como iglesia a conmemorar el cumplimiento de nuestro 30 aniversario.
No se trata simplemente de echarle una mirada nostálgica al pasado, sino de hacer memoria del poder de la gracia de Dios obrando a nuestro favor a través de toda nuestra historia como iglesia local.
Alguien decía que la memoria, en contraste con la nostalgia, “no idealiza el pasado para condenar el presente, sino que extrae esperanza del pasado con el propósito de enriquecer el presente y guiar el futuro.”
Queridos hermanos, en nada nos ayuda quedarnos anclados en un pasado que ya no volverá y al que no deberíamos anhelar volver. Cada etapa de la vida tiene su encanto, y también sus crisis y sus problemas. Estamos en un mundo caído donde cada paso de avance hacia la madurez tendrá que vencer muchos obstáculos y enfrentar nuevas dificultades.
Muchos de nosotros recordamos nuestra niñez y los años de adolescencia como etapas de la vida en las que no teníamos ni en sombra las preocupaciones que tenemos ahora. Pero una persona en su sano juicio no querrá experimentar una regresión en el tiempo y volver a tener 15 años otra vez. Y lo mismo podemos decir de la iglesia.
Uno de los privilegios que Dios me ha concedido es haber sido parte de esta congregación desde el principio. Y guardo como un tesoro en mi memoria aquellos primeros años de nuestra conversión y de los inicios de esta iglesia local.
Recientemente estuvieron de visita entre nosotros unos hermanos de Barcelona, y fuimos con ellos a visitar el Jardín Botánico. El Botánico fue inaugurado en Agosto de 1976, y nosotros conocimos al Señor en verano de 1977.
De manera que recién convertidos solíamos visitar el Jardín Japonés, y de manera particular lo que curiosamente se conoce como la Catedral de Bambú (en ese tiempo yo no tenía ni idea de que ese lugar se llamaba así), y nos reuníamos allí a estudiar la Palabra, cantar, orar.
Fueron tiempos muy buenos y muy edificantes. Pero ¿saben qué? Por nada del mundo quisiera retroceder las manecillas del reloj y volver atrás.
Esa nostalgia por el pasado no es saludable. Escribiendo a los filipenses dice el apóstol Pablo: “Hermanos, yo mismo no considero haberlo alcanzado; pero una cosa hago: olvidando las cosas que quedan atrás, y extendiéndome a las que están delante, prosigo hacia la meta, hacia el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil. 3:13-14).
Y anteriormente había dicho que él quería alcanzar aquello para lo cual él había sido alcanzado por Cristo.
Queridos hermanos, Dios nos alcanzó para salvación y nos conformó como iglesia con un propósito, lo mismo que a cada una de las iglesias de Cristo representadas en este lugar. Pero la carrera no ha terminado todavía.
El sentimiento primordial que debe dominarnos al conmemorar estos 30 años de historia no debe ser de nostalgia sino de expectación, sabiendo que esa misma gracia que nos ha sostenido todos estos años sigue y seguirá disponible para la iglesia de Cristo hasta el día de Su venida, para que hombres y mujeres como nosotros, personas comunes y corrientes, podamos hacer Su obra.
Si algo aprendemos de la historia de IBSJ es que Dios se complace en usar instrumentos débiles. Todo lo bueno que haya podido pasar aquí en estos 30 años de existencia, no ha sido por causa de nosotros, sino a pesar de nosotros.
Como dice el apóstol Pablo en 2Cor. 4:7, “tenemos un tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”.
Somos débiles hombres llevando a cabo una encomienda gloriosa y sublime: la proclamación del evangelio de Cristo para la salvación de los pecadores y la edificación de los creyentes.
El hecho de que esta iglesia continúe proclamando hoy ese mensaje y siendo usada por Dios para la expansión de Su reino, juntamente con muchas otras iglesias a todo lo largo y ancho de nuestra isla, no es otra cosa que un testimonio contundente de la fidelidad y el poder de Dios.
Por supuesto, en una celebración como ésta es inevitable que traigamos a colación la labor de tantos hombres y mujeres que han servido al Señor en el contexto de esta iglesia local. Dios quiere que esos vasos de barro sean recordados y reconocidos por su labor, y que se dé honra al que merece honra.
Escribiendo a los creyentes en Tesalónica Pablo les dice: “Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de Su obra” (1Ts. 5:12-13).
Si valoramos nuestras almas y nuestra relación con Dios, tendremos en alta estima a los instrumentos que Él usa para nuestro beneficio espiritual.
Pero de ninguna manera debemos olvidar que por la gracia de Dios somos lo que somos. Es por eso que al final de la historia, todos Sus siervos arrojarán sus coronas a los pies de Cristo, porque de no haber sido por Su gracia obrando en nosotros, todo hubiese sido inútil.
“Si Jehová no edifica la casa, es en vano el trabajo de los edificadores. Y si Él no guardare la ciudad, en vano vela la guardia” (Salmo 127:1).
“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos – dice el Señor en Juan 15:5; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”.
Ni siquiera un 10 %. Nada que realmente valga la pena a la luz de la eternidad podrá ser hecho si lo hacemos confiando en nuestras propias fuerzas y capacidades.
¿Qué celebramos, entonces, este fin de semana? Estamos celebrando 30 años de gracia.
Esa gracia que nos alcanzó para salvación, que nos formó como iglesia, que proveyó cada uno de sus miembros y cada uno de sus líderes.
Esa gracia que muchas veces ha venido en nuestro auxilio para enderezar nuestros pasos, o para consolarnos en momentos de aflicción y tribulación.
Esa gracia que nos ha preservado hasta el día de hoy y que esperamos continúe sosteniendo nuestra iglesia hasta el día en que pueda ser presentada delante del Señor Jesucristo en Su venida.
Hoy queremos hacer, aunque de manera imperfecta, lo que haremos perfectamente en aquel día cuando estemos en Su presencia y por toda la eternidad: atribuirle a Él toda la gloria, la alabanza y el honor que solo a Su nombre corresponde.
Que la gracia de Dios sea exaltada en esta celebración y que nos sirva de estímulo, como iglesia y como creyentes, para seguir corriendo la carrera que tenemos por delante, con los ojos puestos en Jesús, el autor y el consumador de nuestra fe.
© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.
viernes, 13 de agosto de 2010
IBSJ celebra hoy 32 años de Gracia
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario