Por Sugel Michelén
Esta fue la ponencia presentada en UNIBE en el panel convocado por la Red de Abogados Cristianos, con el tema: Decadencia Moral en la República Dominicana.
Muchos tienen la convicción de que nuestra sociedad se encuentra atravesando por una profunda crisis de valores. El aumento de la delincuencia en nuestras calles, los altos niveles de corrupción que se perciben en distintas esferas, la falta de respeto generalizada hacia todo tipo de autoridad, son algunos de los síntomas preocupantes que parecen indicar que estamos ante un problema de enormes proporciones.
Sin embargo, antes de asumir a priori este diagnóstico, debemos preguntarnos si en verdad podemos afirmar que nuestra sociedad está atravesando por un período de crisis moral. El problema con esta pregunta es que presupone un parámetro de normalidad, la existencia de valores absolutos y de un estándar objetivo de comportamiento que rija a todos los seres humanos por igual.
Si en la selva africana una familia de leones ataca un jabalí y lo despedaza, tengan por seguro que la noticia no saldrá en los periódicos al día siguiente; pero cuando un adolescente toma un arma de fuego y descarga su furia disparando contra sus profesores y compañeros, eso sí que espanta, porque no se espera que los seres humanos se comporten así.
Ahora, ¿cómo determinamos el comportamiento que debemos esperar de los seres humanos? ¿Basados en qué criterio o en cuál autoridad vamos a distinguir lo bueno de lo malo, lo verdadero de lo falso, lo normal de lo que no lo es? ¿Cuáles son los criterios que vamos a utilizar para establecer las leyes y políticas públicas que deben regir una nación?
Hasta hace relativamente poco tiempo las naciones occidentales no se cuestionaban estas cosas, porque se daba por sentado que las leyes públicas eran la codificación de una cosmovisión moral; en el caso de occidente esta cosmovisión no era otra que la judeocristiana. Sin embargo, desde hace unas décadas esta idea no sólo es cuestionada, sino francamente negada en ciertos círculos.
De acuerdo con este nuevo planteamiento, las leyes y políticas públicas que restrinjan de alguna manera la conducta del individuo deben ser esencialmente seculares. Alguien explica de forma sencilla lo que esto significa: “La ley… no debe depender de la moralidad cristiana, y la moralidad cristiana no debe tener influencia sobre la ley” (Albert Mohler; Culture Shift; pg. 9).
Permítanme citar un ejemplo reciente. En el 2004 Robert Reich, antiguo Secretario de Trabajo en la administración del presidente Clinton, publicó un libro titulado: Reason: Why Liberals Will Win the Battle for America. En este libro, Reich identifica a sus oponentes como “Radcons”, una forma abreviada de “Conservadores Radicales” en Inglés. Según Reich, los Radcons insisten en que la moralidad sobre la cual descansan las leyes, debe estar basada a su vez en una cosmovisión más amplia, obviamente la cosmovisión cristiana que dio forma al pensamiento del mundo occidental. Pero él considera que esto es un error.
“Es perfectamente apropiado para los Radcons que declaren sus convicciones personales acerca del sexo y el matrimonio – convicciones que se basan a menudo en sinceras creencias religiosas. Pero es una cosa muy distinta insistir en que todos los demás compartan esas mismas convicciones. Tal como he dicho, la tradición liberal sabiamente ha trazado una línea bien clara de separación entre la religión y el gobierno. Tenemos que detener a los Radcons antes de que impongan más allá su agenda de mente estrecha” (citado por Mohler; Ibíd).
Antes de responder a esta declaración, quisiera señalar que estoy completamente de acuerdo en que el Estado y la Iglesia son dos instituciones que deben funcionar por separado, aunque beneficiándose mutuamente. El orden y la paz públicas benefician el buen desenvolvimiento de las iglesias; y de igual manera, uno de los beneficios colaterales de la expansión del evangelio es la propagación de un germen moralizante que beneficia a la nación. Pero estas instituciones deben funcionar por separado.
Ahora bien, a la hora de legislar, el Estado tiene que lidiar con asuntos que no pueden ser discutidos desde una plataforma netamente secular, como pretenden hombres como Reich. Y el tema del aborto es un buen ejemplo de esto. Al decidir por la penalización o despenalización del aborto, tenemos que lidiar primero con una serie de temas transcendentes como la naturaleza de un ser humano, así como su dignidad y derechos inherentes. Nadie puede abordar estos temas desde una postura religiosa o filosóficamente neutral.
Recientemente estuve debatiendo este tema con alguien que aboga porque el Estado se desligue por completo de la moralidad religiosa y descanse más bien en lo que él llama una moralidad ciudadana. Y ¿cuáles son los principios sobre los cuales descansa esta moral ciudadana, en contraposición a la moral religiosa? Según esta persona, uno de esos principios es la regla de oro, entre otros. Ahora, esa es una respuesta interesante. Como todos Uds. saben, la regla de oro nos dice que debemos tratar a los demás como nosotros queremos ser tratados.
Pero una vez aceptamos la regla de oro como uno de los principios que deben regir la moral ciudadana, la próxima pregunta que debemos hacernos es: ¿cuándo comienza un ser humano a ser digno de ser tratado conforme a la regla de oro?
Alguien me comentaba recientemente el caso de algunos Estados en los EUA, donde el aborto es permitido aún en embarazos de término; pero si la criatura sobrevive al aborto y nace con vida, entonces el hospital está obligado por ley a hacer todo lo que esté a su alcance para salvarla. Esto es algo verdaderamente esquizofrénico: unos minutos antes estaban tratando de asesinar a ese ser humano, pero como ya no se encuentra en el vientre de su madre, ahora están obligados a tratarlo conforme a la regla de oro.
Pero en un plano más fundamental todavía, ¿por qué deben los seres humanos ser tratados conforme a esa regla? ¿Qué hace a los seres humanos más dignos que los demás seres vivos del planeta? Para los cristianos esta pregunta no plantea ninguna dificultad, porque la Biblia enseña que el hombre es un ser creado a imagen y semejanza de Dios; pero tan pronto pasamos por alto esa presuposición, ya no tenemos base alguna para defender la dignidad inherente de los seres humanos. Hace unas horas recibí por correo electrónico esta noticia que salió en el Nacional de hoy:
“La organización Personas por un Trato Ético a los Animales (PETA), envió al primer mandatario… (Barak Obama) un dispositivo que permite a los usuarios atrapar insectos voladores en las casas para liberarlos después en el exterior. ‘Estamos a favor de la compasión, incluso para los animales más fastidiosos, pequeños y antipáticos’, dijo el miércoles Bruce Friedich, portavoz de la PETA. ‘Creemos que la gente, cuando pueda ser compasiva, debe serlo con todos los animales’. El martes, irritado por el revoloteo incesante de una mosca durante una entrevista televisada en la casa presidencial, el presidente decidió hacer justicia por mano propia. Obama le dijo a la mosca: ‘Vete de aquí’, pero el insecto se negó.
“Entonces, Obama esperó a que la mosca se posara, alzó la mano y la aplastó al primer intento”.
Una vez más me pregunto, ¿debemos tratar a las moscas con la misma compasión con que tratamos a un ser humano, o poseen los seres humanos una dignidad inherente que los distingue del resto de los seres vivos? A la hora de establecer las leyes y políticas públicas que van a regir la conducta ciudadana tenemos que abordar cuestiones como estas; y cuando entramos en este terreno ya no podemos argumentar desde una postura netamente secular.
Como decía en una carta que salió publicada en el día de ayer en el Diario Libre: “…los que pretenden defender su posición desde una postura no religiosa, en realidad están trayendo a la palestra argumentos tan religiosos como el que más. Todos descansamos en ciertas premisas que tenemos que aceptar por fe”. En el caso particular del aborto, los que defienden que sea despenalizado “lo hacen porque creen, entre otras cosas, que el feto no es en realidad una persona humana, sino un ‘producto’ del cual la madre puede disponer si lo desea”. Nosotros defendemos que el aborto sea penalizado como cualquier otro crimen porque creemos que el feto es una persona humana desde el momento de la concepción.
Argumentar que esa es una postura meramente religiosa y, que por lo tanto, no debe ser tomada en cuenta en este debate, es una forma muy astuta de evadir los argumentos presentados a favor de nuestra postura sin tener que rebatirlos, y así poder imponer sus criterios metafísicos sobre la mayoría.
En una nación verdaderamente democrática todos los sectores que la componen deben tener la oportunidad de expresar sus opiniones y presentar argumentos a favor de su postura. En el caso de aquellos que nos oponemos al aborto, hemos presentado nuestros argumentos una y otra vez: Si el feto es un ser vivo, producto de un espermatozoide humano y de un óvulo humano, entonces no debería haber ninguna duda respecto a su naturaleza.
Como bien señala el Dr. Roland M. Nardone: “La asignación de un ser vivo a una especie está determinada, no por la etapa de desarrollo, sino por la suma total de sus características biológicas, reales y potenciales, las cuales son determinadas genéticamente”. Si el feto no es una persona humana, entonces tendríamos que llegar a la conclusión de que pertenece a otra especie, pero eso es totalmente absurdo.
A pesar de eso, algunas personas insisten en que la verdadera naturaleza del feto es un misterio. Pero aún si hubiese alguna duda al respecto (y aquí podría citar muchas autoridades científicas para probar que el inicio de la vida humana no es un misterio), pero si fuese verdad que hay alguna duda razonable al respecto, ¿a qué debe movernos la duda, a proteger al feto o a exterminarlo?
Si alguien va conduciendo su automóvil en una calle oscura y ve un bulto delante que no puede distinguir con claridad (podría tratarse de una funda o de un ser humano tirado en el camino), ¿debería pasarle por encima o detener la marcha?
La vida humana es el bien jurídico supremo y la base sobre la cual ha de construirse todo estado de derecho. El famoso artículo 30 no trata directamente el tema del aborto. Ese artículo declara más bien que “El derecho a la vida es inviolable desde la concepción hasta la muerte”. Quiera Dios que ese artículo no sea modificado; cuando la vida humana es desvalorizada en cualquier sentido, tarde o temprano comenzaremos a sentir el impacto de ese concepto disminuido del ser humano, porque las ideas tienen consecuencias.
© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.
viernes, 19 de junio de 2009
La Dignidad de la Vida Humana
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1 comentario:
Nosotros, los seres humanos, somos contradictorios por nuestra naturaleza caida. esto lo demostramos aun en los argumentos "cientificos". si una ley era moral y aceptable hace un año, porque de repente ya no lo es? por nosotros mismos no podemos ni si quiera discernir lo natural ni lo cientifico, pues cuantas veces no se "demuestra" que un elemento le hace bien a la salud, para un tiempo despues traer pruebas que afirman lo contrario. esto lo vemos en todas las areas de la vida humana aun en el arte.
Partir desde nuestra propia opinion sin tomar en cuenta las reglas divinas es caer simplemente en cuestion de "gustos de cada quien" lo cual no es a la larga ningun parametro sustentable para definir lo correcto e incorrecto, metaforicamente hablando :mostremos un cuadro gris a un grupo de personas y muchos se lo hallaran oscuro, otras muy claro y quizas algunos completamente neutral, siendo el cuadro de un mismo color para todos, por esto es que NECESITAMOS de un parametro mayor que rija aspectos tan importantes como el valor de la vida. Todo hombre es religioso, pues aunque se denomine ateo, tiene la costumbre de creer y practicar lo que considera es moral,correcto, beneficioso o adecuado, y ademas tienen opiniones concernientes al aspecto existencial(no es esto religion tambien????). por esta razon es que veo absurdo el querer separar la religion de los aspectos legislativos siendo la religion un elemento fundamental en la vida humana.
ya que el hombre es contradictorio y por lo general no sabe ni siquiera que es lo que sabe,y ya que no podemos ponernos de acuerdo en cuando la vida comienza a ser digna, entonces como dice este articulo,es preferible y racional equivocarnos por el lado que tiende a preservarla.
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