Por Sugel Michelén
En 1948 Shirley Jackson publicó en el New Yorker un breve relato titulado “The Lottery” (El sorteo). En algún lugar rural de América la población se reunió para un ritual que, según pensaban, promovía la prosperidad al fin de la cosecha. La trama, que Jackson elaboró con gran realismo y suspenso, giraba en torno a un sorteo. No es si no hasta el desenlace de la historia que el lector se da cuenta de que lo que se sorteaba era la víctima de un sacrificio humano.
Finalmente, Tessie Huttchinson “esposa, madre y vecina”, escoge el terrible trozo de papel que la señalaba como la persona a ser sacrificada. “¡Venga, venid todos!” – dijo el viejo Warner, y todos se acercan para llevar a cabo el sangriento ritual. – “No es justo, no está bien” – grita la víctima; pero todos siguen adelante, aún los más pequeños. La frase con la cual Jackson concluye la historia es como un golpe sordo en alma: “Y entonces cayeron sobre ella.”
Cuando este relato se publicó por primera vez, se desató una tormenta de cartas airadas protestando. La idea de un ritual semejante era escandalosa y repugnante. Desde entonces esta historia ha sido analizada y comentada en innumerables clases de educación secundaria y siempre había provocado una fuerte reacción moral en contra… hasta la década de los 90.
Una profesora de literatura creativa del sur de California, cuyos estudiantes oscilan entre los dieciocho y ochenta años, cuenta que una noche se topó con una clase que no mostró ninguna reacción moral luego de leer el cuento. “Un final fantástico” – comentó una mujer. “Es buenísimo, grandioso” – dijo otra. “Lo hicieron y ya está, como era su costumbre” – dijo otro más en defensa de la historia.
Cuando Haugaard expresó su postura moral de forma enérgica, una enfermera de unos cincuenta años dijo: “Yo doy un curso para el personal de nuestro hospital acerca de la interpretación multicultural y se enseña que si algo forma parte de la cultura de una persona, no debemos juzgar, y si a ellos les funciona…”
Ahí está el punto. Las distinciones morales han sido borradas y sustituidas por el criterio de cada individuo o comunidad. Parece que lo único malo es decir que algo está mal. Como bien ha dicho Os Guinness: “En un mundo así, la consecuencia es sencilla. Cuando no se puede emitir un juicio crítico acerca de nada excepto de la crítica en sí… las barreras entre lo impensable, lo aceptable y lo que se puede hacer se derrumban por completo”. Es hora de que levantemos nuestra voz a favor de los valores absolutos revelados por Dios en Su Palabra, de lo contrario no nos sorprendamos cuando seamos nosotros los escogidos en el sorteo de la barbarie.
© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.
En 1948 Shirley Jackson publicó en el New Yorker un breve relato titulado “The Lottery” (El sorteo). En algún lugar rural de América la población se reunió para un ritual que, según pensaban, promovía la prosperidad al fin de la cosecha. La trama, que Jackson elaboró con gran realismo y suspenso, giraba en torno a un sorteo. No es si no hasta el desenlace de la historia que el lector se da cuenta de que lo que se sorteaba era la víctima de un sacrificio humano.
Finalmente, Tessie Huttchinson “esposa, madre y vecina”, escoge el terrible trozo de papel que la señalaba como la persona a ser sacrificada. “¡Venga, venid todos!” – dijo el viejo Warner, y todos se acercan para llevar a cabo el sangriento ritual. – “No es justo, no está bien” – grita la víctima; pero todos siguen adelante, aún los más pequeños. La frase con la cual Jackson concluye la historia es como un golpe sordo en alma: “Y entonces cayeron sobre ella.”
Cuando este relato se publicó por primera vez, se desató una tormenta de cartas airadas protestando. La idea de un ritual semejante era escandalosa y repugnante. Desde entonces esta historia ha sido analizada y comentada en innumerables clases de educación secundaria y siempre había provocado una fuerte reacción moral en contra… hasta la década de los 90.
Una profesora de literatura creativa del sur de California, cuyos estudiantes oscilan entre los dieciocho y ochenta años, cuenta que una noche se topó con una clase que no mostró ninguna reacción moral luego de leer el cuento. “Un final fantástico” – comentó una mujer. “Es buenísimo, grandioso” – dijo otra. “Lo hicieron y ya está, como era su costumbre” – dijo otro más en defensa de la historia.
Cuando Haugaard expresó su postura moral de forma enérgica, una enfermera de unos cincuenta años dijo: “Yo doy un curso para el personal de nuestro hospital acerca de la interpretación multicultural y se enseña que si algo forma parte de la cultura de una persona, no debemos juzgar, y si a ellos les funciona…”
Ahí está el punto. Las distinciones morales han sido borradas y sustituidas por el criterio de cada individuo o comunidad. Parece que lo único malo es decir que algo está mal. Como bien ha dicho Os Guinness: “En un mundo así, la consecuencia es sencilla. Cuando no se puede emitir un juicio crítico acerca de nada excepto de la crítica en sí… las barreras entre lo impensable, lo aceptable y lo que se puede hacer se derrumban por completo”. Es hora de que levantemos nuestra voz a favor de los valores absolutos revelados por Dios en Su Palabra, de lo contrario no nos sorprendamos cuando seamos nosotros los escogidos en el sorteo de la barbarie.
© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario