Misión del Blog

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sábado, 27 de junio de 2009

Una Estrella Fugaz 1 de 2


Por Xavier Memba

Ayer el mundo se despertó en medio de una gran conmoción: ¡Michael Jackson ha muerto! Controvertido, excéntrico y extravagante son algunos adjetivos que acompañaron (especialmente en la última etapa de su carrera) a esta figura legendaria de la música y de la cultura Pop de las últimas décadas. A pesar de todas las controversias que le rodearon, incluídas algunas acusaciones realmente serias en su contra, a pesar de sus bajos índices de popularidad y de haber desaparecido prácticamente de la vida pública; con todo Michael Jackson era virtualmente adorado por millones de seguidores en el mundo entero. Es increible la reacción mediática que la noticia de su muerte ha generado… nadie ha quedado indiferente.

Gracias a su increíble talento natural como cantante y bailarín, ya desde muy temprana edad despuntó como una estrella que brillaba con luz propia en medio de los Jackson Five. El paso de los años lo único que hizo fue confirmar su genialidad y, a pesar de la decadencia en los últimos años, su impresionante legado artístico es innegable.

Michael Jackson tiene algo en común con personajes como Mozart, Shirley Temple, Tiger Woods o Elizabeth Taylor… y es que todos ellos fueron niños prodigio (convertidos en fenómeno mediático) que podemos catalogar de superestrellas en sus respectivos campos. La fama y el reconocimiento no les llegó de casualidad; pues el talento por sí solo no es suficiente para que uno sea catapultado a la fama con nombre propio y luz propia para brillar en el firmamento de las estrellas mediáticas. Es verdad que alguno de ellos (como el malogrado Macaulay Culkin) no han sabido llevar muy bien eso de la fama. Incluso, teniendolo prácticamente todo, no por ello han sido o son más felices… Pero, con todo, ¿cuánta gente no desea lo que ellos tienen; alcanzar lo que ellos han alcanzado o llegar tan lejos como ellos han llegado? La fama, el dinero y el reconocimiento del que disfrutan hace que muchos hoy en día aspiren también a ser estrellas.

Ayer murió una estrella que, a lo largo de varias décadas, inspiró e hizo soñar con su magia a millones de personas a lo largo del planeta. Como escribía Andrew Sullivan (via challies.com):

[Michael Jackson] era todo lo que nuestra cultura idolatra; y aún así era de forma muy evidente una persona desesperadamente infeliz, torturada, temerosa y solitaria. Lo siento por él; pero también lo siento por la cultura que lo creó y lo destruyó. Esa cultura es la nuestra, una cultura letal y brutal: con la fama y la popularidad como sus valores esenciales, con el dinero como su única motivación, sacó todo lo que pudo de este [niño prodigio], y cuando ya no pudo sacar más, lo escupió [como quien se desahace de una goma de mascar después de haberle sacado todo el jugo].”

A pesar de ello, millones de personas continuán aspirando a ser famosos… siguiendo la estela de Jackson o de cualquier otro famoso (de los de verdad o de los de pacotilla); sin caer en la cuenta que, como escribe Sullivan en su blog, al verle cambiar de raza, de edad y casi hasta de género; hemos asistido al triste “espectáculo” de un alma torturada, en busca de lo que el resto de nosotros damos por sentado: una vida normal.

La_Cubana, una prestigiosa compañía de teatro catalana, estrenó en 2003 Mamá, quiero ser famoso. Tal y como se describe en este enlace, la obra “pretende ser un análisis divertido que, con un formato de gala televisiva, va desgranando el estado del «famoseo» de este país, la locura de ciertas personas por ser famosas sin tener en cuenta el esfuerzo personal o artístico, y la obsesión por convertirnos en personajes mediáticos a toda costa y satisfacer así nuestra vanidad. Últimamente, la televisión se ha convertido en el vehículo más preciado para todas aquellas personas que necesitan la fama para vivir.”

Desde programas como Lluvia de Estrellas, Operación Triunfo, pasando por el Gran Hermano hasta los más cutres programas de famoseo en los que entrevistan o airean las vergüenzas de “famosos” de pacotilla, parece como si lo que nos quisieran transmitir es que a lo que uno ha de aspirar en esta vida es a ser famoso… de profesión famoso… y así se solucinarán todos tus problemas de autoestima, de falta de realización personal, de sentido y significado en la vida. De profesión, famoso… y lo tendrás todo: dinero, amigos y reconocimiento.

Sólo hay que echarle un vistazo al periódico o al diario de mayor tirada, o pasearte por internet para comprobar la cantidad de castings, audiciones y pruebas de todo tipo a los que miles y miles de personas se presentan con la esperanza de ser “descubiertos” por un agente cazatalentos y lanzados a la fama y al estrellato. Youtube, Fotolog, Myspace y otras plataformas similares son ahora el portal por el que muchos acceden al codiciado mundo de la fama.

Normalmente, a las estrellas de verdad (no esos famosillos que abundan en los reality shows) se les califica como hombres o mujeres que se han hecho a sí mismos. Su talento, sus habilidades, su ingenio, su constancia y su esfuerzo los han llevado hasta lo más alto. Pero, aunque todo esto pueda ser verdad, no menos cierto es que en la mayoría de casos, casi tan importante como el talento del aspirante a estrella o de la estrella en potencia… se encuentra el papel que juega el agente o manager que lo descubre, le da una oportunidad y busca los contactos necesarios para lanzarlo a una carrera de éxito en la que pueda desarrollar todo su potencial y llegar hasta lo más alto. Pero es importante que el aspirante a estrella confie en su manager, que descanse en él y en su criterio para conducir con éxito su carrera hacia la fama.

En su carta a los Filipenses, el apóstol Pablo animaba a sus lectores, entre otras cosas, a despositar por entero toda su confianza en Dios, les exhortaba a depender total y absolutamente de Él y que para ellos el vivir fuera Cristo. En esa misma carta, Pablo también anima a los filipenses a que tengan el mismo sentir que hubo también en Cristo Jesús. Que en su vivir diario, aspiren a vivir de acuerdo al patrón y al estílo de vida que caracterizó la vida de Cristo quien, a pesar de ser Dios, se humilló (como uno que se vacía de sí mismo) hasta asumir la condición de hombre, haciéndose entonces obediente hasta la muerte, y no cualquier tipo de muerte, sino la muerte de cruz. Por último, y e n base este modelo en Cristo, Pablo anima a los filipenses a que ellos también sean obedientes (no a él, sino a Dios) “porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Filipenses 2:13).

Sin duda, todo el mundo tiene una ambición, algo a lo que aspira en esta vida. Seguramente ni tu ambición ni mi ambición sea llegar a ser una estrella (por lo menos no aspiramos a ser de profesión… famosos); pero de alguna manera u otra nadie se conforma con pasar por esta vida de forma mediocre; con más o menos éxito, todos (de alguna manera) aspiramos a brillar en la vida -por poco que sea- y que de alguna manera nuestro paso por esta vida tenga sentido no sólo para nosotros (aunque tal vez tampoco para todo el mundo), pero sí al menos para la gente que forma nuestro pequeño mundo: nuestros padres, hermanos, hijos, amigos, compañeros de trabajo… De alguna manera todos aspiramos a brillar en nuestro espacio del universo… de alguna manera todos queremos ser estrellas. Pero para ser estrella, a parte de talento, necesitamos que alguien nos descubra, que nos de una oportunidad, que potencie lo que somos capaces de hacer y que nos de ese empujoncito que necesitamos para lanzarnos a una carrra meteórica de ascenso al estrellato. ¿Quieres ser una estrella?

Continuará…

Publicado con permiso de kerigma.net

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