Por Sugel Michelén
En el debate actual sobre el artículo 30 del proyecto de reforma de la Constitución, se ha querido ridiculizar a los que se oponen a la despenalización del aborto presentándolos como seres retrógrados, enemigos de la civilización. Pero la bondad o maldad de una práctica no se mide por el tiempo de uso. Lo nuevo no es bueno por ser nuevo, ni lo antiguo es malo por ser antiguo. El foco de este debate debe ser la naturaleza del feto, no la antigüedad o novedad de una posición, ya que si se trata de un ser humano vivo y en desarrollo, su vida debe ser protegida desde la concepción. En nada contribuye a este debate caricaturizar a las personas en vez de rebatir sus argumentos.
No obstante, debemos señalar que la despenalización del aborto nos llevaría de vuelta a épocas barbáricas que fueron superadas en Europa por la influencia del cristianismo. Cuando un niño nacía en la Roma del primer siglo, la comadrona lo colocaba a los pies del padre; si éste lo tomaba en brazos, lo estaba aceptando como parte de la familia, de lo contrario era expuesto ante la puerta del domicilio o echado en algún basurero público para que lo recogiera quien lo deseara. Si la criatura nacía mal formada, el padre lo dejaba a su suerte en la plaza o en plena calle o lo ahogaba. Lo mismo se hacía con el hijo de una hija que hubiera cometido una “falta”, o con aquellos niños que, por razones económicas, los padres no podían mantener. De manera que “el aborto, la exposición de niños de origen extraconyugal y el infanticidio del hijo de una esclava eran, pues, prácticas usuales y perfectamente legales”, como señala el historiador Paul Veyne en su “Historia de la Vida Privada”.
No fue sino por la influencia del cristianismo que estas prácticas barbáricas comenzaron a ser vistas como tales. James Kennedy dice al respecto: “El aborto, el abandono de niños y el infanticidio desaparecieron de la iglesia primitiva. Comenzó a difundirse la voz que llevaran los niños a la Iglesia. Comenzaron a abrirse orfanatos y hogares para niños. Estas nuevas prácticas, basadas en un más elevado aprecio por la vida, ayudaron a fundar en la civilización occidental una ética de la vida humana que persiste hasta nuestra época pese a que, corrientemente, está bajo severo ataque”. Por el bien de todos, esperemos que en República Dominicana se imponga el respeto por la vida humana desde el momento en que esa vida es concebida. De ese modo seguiríamos avanzando, no retrocediendo.
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jueves, 4 de junio de 2009
Avance o Retroceso
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