En el día de ayer Haití sufrió el embate del que probablemente ha sido el mayor terremoto que haya azotado nuestra isla desde el descubrimiento. Las pérdidas materiales alcanzan cifras alarmantes, sobre todo tomando en consideración que se trata de una región tan pobre; pero por más abultadas que sean esas cifras nunca podrán compararse con el drama humano de cientos de hombres, mujeres y niños que han quedado sin techo o sepultados bajo los escombros.
En medio de la tragedia ha sido alentador palpar tantas muestras de solidaridad desde el instante mismo en que la noticia fue conocida. De las entrañas del dolor ha brotado una fuente de compasión.
Pero esta tragedia tiene algunas lecciones que enseñarnos si prestamos atención a su voz. En Eclesiastés 7:1 Salomón nos recomienda visitar la casa del luto antes que la casa del banquete, porque en la casa del luto somos movidos a reflexionar en algunos aspectos de la vida humana en los que no solemos pensar.
Uno de esos aspectos es la brevedad de la vida, el hecho incontrovertible de que nuestra vida tiene un límite. Este es un pensamiento que muchos prefieren evadir. Disfrutan el “ahora” y hacen planes para el mañana como si fuesen a vivir para siempre. Por eso el salmista pide a Dios en oración en el Salmo 90:12: “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría”. Es de sabios recordar que la vida es breve; y más aún, incierta. Nosotros no tenemos el control. Nuestras vidas están en las manos del Creador con quien debemos reconciliarnos por medio de la fe en Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Haití necesita urgentemente ropa, alimentos, medicinas. Pero sobre todas las cosas, necesita esperanza, una esperanza real y objetiva para esta vida y para la venidera; y no existe otro medio para suplir esa necesidad que el evangelio de nuestro Señor Jesucristo, el cual proclama perdón y vida eterna para todos aquellos que confíen en la Persona y la obra del Redentor.
El dolor duele, no puede ser de otro modo, pero es muy distinto sufrir cuando se tiene en los cielos un Padre amoroso y sabio en quien confiar, no sólo para el presente, sino también para la eternidad. Seguiremos clamando a Dios que consuele el corazón de los afligidos y que use este dolor para que muchos encuentren en Él, por medio de la fe en nuestro Señor Jesucristo, al único refugio real en el cual podemos escondernos hasta que pase la tormenta.
© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.
miércoles, 13 de enero de 2010
¡Terremoto en Haití!
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