Como vimos en la entrada anterior, la historia de los bautistas en Inglaterra se encuentra íntimamente asociada a la historia del puritanismo. Y la historia del puritanismo no puede relatarse sin hacer referencia a lo ocurrido durante el reinado de Enrique VIII. Eso es lo que quiero compartir en la entrada de hoy, para luego considerar el puritanismo como tal.
En el siglo XVI, Gran Bretaña estaba dividida en dos reinos, el de Inglaterra bajo el régimen de los Tudor, y el de Escocia bajo el régimen de los Estuardo. Aunque había cierto parentesco entre estas dos familias, la relación entre ambas dinastías había sido tensa por mucho tiempo.
Debido a que Escocia estaba aliada con Francia a principios del siglo XVI, el rey de Inglaterra, Enrique VII, decide fortalecer su alianza con España casando a su hijo Arturo con Catalina de Aragón, hija de los reyes católicos, Fernando e Isabel.
Pero cuatro meses después de la boda Arturo murió y los reyes católicos propusieron casar a Catalina con el otro hijo de Enrique, del mismo nombre que su padre, que ahora pasaba a ser el heredero del trono. Esto tenía el inconveniente de que las leyes canónicas prohibían que un hombre se casara con la viuda de su hermano.
Pero el rey de Inglaterra no estaba dispuesto a perder la amistad con los reyes de España, ni la dote de la princesa. Así que pidió una dispensa papal para celebrar el matrimonio, la cual le fue otorgada por el Papa Julio II. Cuando Enrique VII murió, su hijo ascendió al trono de Inglaterra en 1509 con el nombre de Enrique VIII.
Con el paso del tiempo su matrimonio con Catalina comenzó a tener dificultades porque ésta no le daba un hijo varón que le sucediera en el trono. Sólo logró sobrevivir una niña a la que llamaron María.
Cuando Enrique perdió la esperanza de que Catalina le diera un hijo (para esa fecha ya tenía 41 años de edad), decide divorciarse de ella alegando que su matrimonio con la viuda de su hermano no había sido válido a pesar de la dispensa papal, ya que en Levítico 20:21 dice: “Y el que tomare a la mujer de su hermano, comete inmundicia; la desnudez de su hermano descubrió; sin hijos serán.”
Pero al pedir a Roma la anulación de su matrimonio para casarse con el nuevo amor de Enrique, la joven Ana Bolena, el Papa Clemente VII se negó a concedérsela por cuanto Catalina era tía de Carlos V, el monarca más poderoso de Europa en aquellos días, y a quien Catalina le había pedido ayuda.
En este punto de la historia entra en escena un personaje que habría de jugar un papel sumamente importante en la reforma inglesa: Tomás Cranmer. Éste había entrado a formar parte del círculo de personas cercanas a Enrique VIII (entre ellas la familia de Ana Bolena, considerada una de las familias más respetables de la aristocracia inglesa). Cuando se suscitó el problema del divorcio del rey, Cranmer presentó un caso bastante convincente, por lo que Enrique le pidió que se trasladara a Londres.
En 1531 Cranmer fue enviado a la Europa continental con el propósito de encontrar apoyo para el divorcio de Enrique. Y aunque no tuvo éxito en su empresa, dos cosas importantes ocurrieron en este viaje. Por un lado, Cranmer entró en contacto con el luteranismo alemán a través de su amistad con el erudito luterano Andreas Osiander. Por otro lado, y a pesar de que era sacerdote, Cranmer se casó en secreto con una sobrina de Osiander, llamada Margarita (antes de su ordenación, Cranmer había estado casado, pero luego enviudó).
Cuando Cranmer regresó a Inglaterra en Enero de 1533 estaba convencido de que la Iglesia necesitaba una reforma, pero no estaba muy seguro de la forma como esta nueva Iglesia debía operar.
Así estaban las cosas cuando, ese mismo año, Ana sale embarazada, lo que hace más urgente la anulación del matrimonio de Enrique con Catalina para poder casarse públicamente con Ana y asegurar que el niño que habría de nacer fuese un sucesor legítimo del trono inglés.
Para tales fines, el rey depuso al cardenal Tomás Wolsey, acusándolo de traición por cuanto este no había logrado la anulación del matrimonio, y designó en su lugar a Tomás Cranmer como Arzobispo de Canterbury. Luego convocó el gran “Parlamento de la Reforma”, al cual se le dio la tarea de separar a la Iglesia de Inglaterra del Papa y colocarla bajo la autoridad del rey.
El próximo paso fue anular el casamiento de Enrique con Catalina (el 23 de Mayo de 1533) y, dos días más tarde legitimar su matrimonio con Ana Bolena (ya se habían casado en secreto el 25 de Enero). También se proclamó que los hijos que nacieran de esa unión serían los herederos legítimos del trono.
Ahora, como cabeza de la iglesia, Enrique llevó a cabo algunos pequeños cambios en la Iglesia de Inglaterra, pero era obvio que este hombre no estaba interesado en una verdadera reforma, sino más bien en fortalecerse políticamente; aparte de que Enrique tampoco veía al protestantismo con buenos ojos. Así que la iglesia anglicana seguía siendo muy parecida a la católica, solo que sin papa.
El 7 de Septiembre Ana Bolena dio a luz a una niña a la que llamaron Isabel. En Enero de 1536 Catalina muere, y el mismo día de su entierro Ana sufre un aborto. A partir de ese momento, su matrimonio con Enrique comienza a peligrar, hasta que finalmente fue acusada de adulterio, algo que probablemente no ocurrió, y fue ejecutada por decapitación.
El rey se casó entonces con Jane Seymour la cual, finalmente, el 12 de Octubre de 1537, le dio el hijo varón que Enrique había estado esperando por tanto tiempo, y al que llamaron Eduardo. Pero Jane murió luego del parto. Para fortalecer su alianza con Alemania, Enrique se casó entonces con Ana de Cleves, cuñada del príncipe Juan Federico de Sajonia. Pero por varias razones que no vienen al caso, también se divorció de ella para casarse con Catherine Howard. Pero ésta también cayó en desgracia, fue acusada de adulterio y también decapitada.
Libre de nuevo, Enrique se casó con Catherine Parr, su última esposa y la cual le sobrevivió. Al morir Enrique VIII, en el 1547, le sucedió en el trono su hijo Eduardo VI, un joven adolescente, en cuyo corto reinado de apenas 4 años se llevaron a cabo reformas un poco más profundas.
Pero eso lo dejaremos para la próxima entrada. Por ahora solo me resta señalar que, a pesar del comienzo poco prometedor de los cambios que se suscitaron en Inglaterra en el siglo XVI, nuestro Dios, que saca bienes de males, habría de producir una obra sorprendente que no tendría nada que ver con las intrigas palaciegas ni amoríos de Enrique VIII.
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miércoles, 13 de enero de 2010
6. Historia de los bautistas: Enrique VIII y el anglicanismo
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2 comentarios:
Estimado pastor,
La historia de la Iglesia es apasionante. he estado siguiendo y publicando en mi Blog todas sus entregas. Gracias por compartír con nosotros tan preciosa información de una manera digerible, fresca, consisa y veráz. Dios le siga usando. Desde Caracas, mi esposa y yo le saludamos en el amor del Señor Jesucristo...
Atte Fares Palacios
Muchas gracias, Fares, por tu nota de estímulo. Ciertamente la Historia de la Iglesia es apasionante y altamente instructiva. Espero que las próximas entradas relacionadas (sobre la Confesión de Londres) sean también muy útiles. Un abrazo.
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