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lunes, 1 de marzo de 2010

Derrida, el deconstruccionismo y otras incoherencias de la incredulidad


El 8 de Octubre de 2004 muere en París Jaques Derrida, uno de los filósofos más controvertidos del siglo XX. Su propuesta filosófica es conocida como deconstruccionismo, el cual arroja serias dudas sobre la habilidad que posee el lenguaje de representar la realidad en una forma precisa y objetiva.

Según el deconstruccionismo, el significado de las palabras cambia continuamente, pues dependen del contexto cultural de cada cual, lo mismo que de su trasfondo y experiencia; de manera que no podemos asignarle a la palabra un significado inherente, estable y universal.

De ese modo el deconstruccionismo pone bajo cuestionamiento la noción fundamental de la tradición intelectual de Occidente y que Derrida llama “logocentrismo” (de la palabra griega “Logos” que, entre otras cosas, significa “palabra”).

Tal como el término sugiere, las palabras han ocupado un lugar central en la historia del pensamiento como un vehículo confiable de verdad y significado. El deconstruccionismo, en cambio, afirma que toda oración está sujeta a muchas interpretaciones legítimas. En esa Babel moderna, por supuesto, no existe la posibilidad de comunicarnos objetivamente con los demás, ni de alcanzar un conocimiento objetivo de la realidad.

Una vez más vemos cómo la negación de la verdad absoluta sumerge al hombre en un laberinto de contradicciones, ya que para negar el significado de las palabras, los deconstruccionistas tienen que valerse de palabras a las cuales asignan un significado.

Como alguien ha dicho: “Negar que nosotros podemos comunicarnos es comunicar que no podemos comunicarnos. Es usar palabras para negar que nosotros podemos entender palabras”.

Los deconstruccionistas intentan que sus palabras sean comprendidas de cierta manera. Y es que el hombre, como un ser creado a la imagen de Dios, posee la capacidad de conocer la realidad y definirla con bastante precisión (como vemos en Génesis 2:19-20 cuando, por mandato de Dios, el hombre pone nombre a los animales).

El hecho de que no podamos conocer y comunicar la verdad exhaustivamente, no quiere decir que la verdad objetiva no exista o que no podamos conocerla objetivamente.

Pero el hombre necesita un punto de apoyo racional fuera de sí mismo sobre el cual construir su conocimiento de la realidad. Ese punto de apoyo no puede ser Otro que el Dios de verdad que se revela a través de Sus obras y de Su Palabra.

© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.

4 comentarios:

luima dijo...

Hasta ahora no habia leido ni oido acerca de Derrida, sin embargo pensaba muy parecido a esto que el planteó sobre las palabras. osea, no estoy de acuerdo del todo con su razonamiento y si creo que las palabras pueden transmitir verdad, pero al mismo tiempo estan sujetas a la interpretacion del receptor, eso sin contar que el significado o uso de algunas palabras cambian con el tiempo y la verdad no cambia.
mi pregunta seria: podemos afirmar que el significado de las palabras no cambia continuamente, que no dependen del contexto cultural de cada cual, lo mismo que de su trasfondo y experiencia; y podemos asignarle a la palabra un significado inherente, estable y universal? . por ejemplo, si yo afirmo que el Señor Jesucristo dijo: "Yo Soy El camino, La verdad y la Vida" o "I Am the Way, the Truth, and the Life" es esto cierto? , pues el señor hablo en arameo (hebreo o idioma regional) no en español , ni en ingles.
que es mas importante, la palabra o fonema o el significado o idea que quiere transmitir?
me gustaria que arrojara un poco mas de luz si le es posible en este aspecto, pues en mi contexto he argumentado con familiares si lo mas importante en las escrituras es la palabra en si(literal) o la idea que transmite o ambas ? muchisimas gracias por su tiempo y por estos analisis que nos sirven de tanta edificacion.
Luima

Sugel Michelén dijo...

Estimado Luima, gracias por tu comentario. En cuanto a este asunto de la comunicación, nadie niega el hecho de que el significado de las palabras es condicionado en parte por la cultura en que vivimos; pero suponer por eso que no podemos comunicarnos en una forma significativa es una exageración.

Pensemos en la siguiente declaración que es central a nuestra fe: “Jesús es el Señor”. Para un individuo criado en el contexto de una cosmovisión judeo cristiana y con conocimiento previo del Jesús histórico, es muy probable que esa persona entienda que estamos concediendo autoridad al Jesús que se revela en las páginas de las Escrituras.

Si aparte de eso, la persona en cuestión sabe que la palabra “Señor” se usa a menudo en la LXX para referirse a Jehová, entonces es más probable aún que el individuo entienda que estamos afirmando la Deidad de Jesús. Si el individuo no lo sabe, podemos explicarle las implicaciones de ese término.

Pero si pronunciamos esa afirmación en Tailandés en un templo budista, es posible que se entienda como afirmando que Jesús es inferior al buda Gautama, debido a que los budistas piensan que que el estado más elevado de exaltación se alcanza cuando no se puede predicar nada de la persona: “el individuo más elevado no es caliente ni frio, bueno ni malo, etc. Predicar que Jesús es el Señor, por tanto, es implicar que Jesús es inferior a Buda, de quien no se puede predicar nada” (Carson; Amordazando a Dios; pg. 113).

¿Qué podemos hacer, entonces? Carson responde: “La forma cristiana de entender esta confesión depende de toda una cosmovisión que tiene que ver con un Dios personal y trascendente, la revelación de las Escrituras, la idea de quien era Jesús, etc. La mala interpretación inicial del tailandés tiene que ver con toda una cosmovisión diferente: un punto de vista esencial panteísta de Dios, una forma radicalmente distinta de revelación, una relativa o quizás completa ignorancia acerca de Jesús, etc. Se le puede explicar a un tailandés lo que significa “Jesús es el Señor”, pero no fácilmente, ni rápidamente, ni con simples lemas” (Carson; pg. 114).

En cuanto a la Escritura, vemos que Dios le dió importancia a las palabras precisamente porque da importancia a las ideas. Una sola palabra puede cambiar toda una idea; aún el uso de un singular en vez de un plural o de un tiempo presente en vez de un pasado (comovemos en Gal. 3:16 y Mt. 22:31-32). Dios inspiró palabras que transmiten ideas precisas (Deut. 6:4ss; 2Tim. 1:13, por citar algunos). Espero que esto te sea de ayuda.

luima dijo...

Gracias por su pronta respuesta, me ha servido de mucho esta explicacion , pues ahora veo que las palabras en si juegan un papel muy importante en cuanto a la inspiracion de las escrituras. muchisimas gracias y que Dios siga utilizando este portal para edificacion y bendicion de su pueblo.

Luima.

Marcelo dijo...

Felicitaciones muy clarificador, sencillo pero profundo. Dios te bendiga.