La verdad bíblica es el contenido de la predicación; pero si es predicación ésta debe ser presentada en forma de discurso oral. Ese ha sido el método por excelencia que Dios ha escogido para comunicar Su voluntad revelada a los hombres.
Dios habló con nuestros primeros padres en el paraíso (comp. Gn. 3:8). Dios habló con Noé, y con Abraham, y Jacob. Dios habló con Moisés, y habló con los profetas; y a través de ellos reveló Su voluntad al pueblo.
Ya desde los tiempos patriarcales nos topamos en la historia bíblica con el primer predicador del que tengamos noticia: Enoc. De él se dice en los vers. 14-15 de la epístola de Judas:
“De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él”.
Enoc advirtió a su generación del juicio que vendría. Pero lo que quiero resaltar es cuán antigua es la instrucción oral como vehículo de transmisión de la verdad de Dios.
Con esto no estoy minimizando en absoluto el valor y utilidad de la página impresa. Creemos de todo corazón que los libros son un instrumento poderoso para propagar la verdad y combatir el error – el libro tiene ventajas que la instrucción oral no tiene. La Reforma Protestante le debe muchísimo a la invención de la imprenta.
Pero aun así, la predicación a viva voz sigue siendo el medio por excelencia que Dios usa para salvar las almas y fortalecer la fe de los santos. De hecho, existe una relación muy estrecha entre la solidez del púlpito y el buen hábito de lectura de los creyentes que componen una congregación.
Gardiner Spring dice lo siguiente al respecto: “No es mucho decir, que aquellos que vienen a ser lectores aprovechados de libros religiosos, llegan a serlo porque han sido previamente enseñados por el púlpito. Existe muy poca lectura religiosa donde la mente no ha sido despertada y preparada para ello por la instrucción del santuario” (Power of the Pulpit; pg. 56).
La comunicación oral de la verdad de Dios es el medio por excelencia que Él usa para salvar a los pecadores y edificar a los santos. “Agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación” (1Cor. 1:21).
Y la palabra que se usa allí es kerugma, la proclamación como un heraldo. Por eso la Escritura enfatiza una y otra vez la importancia de escuchar con atención, porque la fe viene por el oír, no primariamente por el leer.
De miles y miles que pueden dar testimonio de que se convirtieron a través de la predicación de la Palabra de Dios, encontrarán unos pocos que les dirán que se convirtieron leyendo.
Y si profundizan más en la historia de esos pocos, probablemente descubrirán que algunos ya se habían expuesto previamente a la Palabra predicada y habían sufrido un impacto en sus corazones por lo que habían escuchado.
Decía el puritano Thomas Watson: “Fue por los oídos, porque nuestros primeros padres escucharon la serpiente, que perdimos el paraíso; y es también por los oídos, por escuchar la Palabra predicada, que nosotros alcanzamos el cielo. ‘Oíd, y vivirá vuestra alma’ (Is. 55:3)” (cit. por R. Bruce Bickel; Ligth and Heat; pg. 12).
La Biblia enfatiza la necesidad de oír, porque presupone que sus siervos cumplirán el mandato que se les ha dado de predicar la Palabra. Si alguna vez quieren hacer un estudio interesante y muy instructivo, tomen una concordancia y busquen los textos que resaltan la importancia de oír la Palabra predicada y ponerla por obra. He aquí algunos, solo en los evangelios:
Mt. 7:24, 26: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca… Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena”.
Mt. 11:15: “El que tiene oídos para oír, oiga”.
Mt. 13:18-23 – La parábola del sembrador enfatiza oír la Palabra del reino y entenderla para que puedan dar frutos.
Mt. 15:10: “Y llamando a sí a la multitud, les dijo: Oíd, y entended”.
Mr. 4:24: “Les dijo también: Mirad lo que oís; porque con la medida con que medís, os será medido, y aun se os añadirá a vosotros los que oís”.
Lc. 8:18: “Mirad, pues, cómo oís”.
Lc. 11:28: “…bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan”.
Jn. 5:24: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”.
Jn. 8:47: “El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios”.
Jn. 10:27-28: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano”.
Hay un énfasis obvio en estos textos en la necesidad de oír para ser salvos, y de manera particular oír la voz de Cristo. Y ¿cómo oímos hoy la voz de Cristo? Mientras escuchamos la predicación de Su Palabra (comp. Lc. 10:16; Rom. 10:14-15, 17; Ef. 2:17).
Indudablemente hay un misterio en esto que no podemos entender, pero lo que sí está claro en las Escrituras es que nosotros debemos predicar y los hombres deben oír. Dios ha decretado obrar en las almas de los hombres a través de esta simple transacción.
Y no son pocos los que a lo largo de la historia han puesto en duda la sabiduría de Dios en este asunto. “Y no sería mejor usar otros recursos para impresionar más profundamente el alma de los hombres”. Esa es la idea que está detrás del culto católico romano.
El diseño de sus catedrales, la vestimenta de los sacerdotes y obispos, los murales, las imágenes esculpidas, el incienso, las ceremonias, todo está diseñado para producir un impacto a los ojos de aquellos que acuden a sus santuarios.
Ahora, yo me pregunto, ¿son los católicos los únicos que deben ser culpados de esto? ¿Acaso no es cierto que muchas iglesias evangélicas han quitado a la predicación de la Palabra de Dios su lugar de preeminencia, y están usando otras cosas para atraer y producir un impacto?
A raíz de la Reforma Protestante del siglo XVI el púlpito comenzó a ocupar un lugar central en las iglesias, a diferencia de las iglesias católicas que tenían en el centro el altar para la celebración de la misa. Hubo una razón teológica detrás de ese cambio.
Lo más importante del culto católico romano es la misa; por eso el altar suele estar en el centro y el púlpito a un lado, como podemos ver en nuestra catedral. Pero los protestantes dieron preeminencia a la predicación de la Palabra, y es por eso que colocaron el púlpito en el centro.
Estos hombres entendieron la relevancia que debían darle a la predicación en sus cultos de adoración. Pero tristemente ya no es así en muchas iglesias que se llaman a sí mismas evangélicas. Ya no confían en el método de Dios, porque no parece tan impactante.
¿Por qué Dios le da prominencia a la comunicación oral de Su verdad? Gardiner Spring da las siguientes razones.
En primer lugar, la comunicación oral alcanza al mayor grupo de personas a la vez. Eso es crucial para la unidad de la iglesia.
En segundo lugar, la instrucción oral es más fácil de comprender para la mayoría. No todos saben leer, y no todos los que saben leer son buenos lectores; esa es una realidad. En la instrucción oral se establece una clase de comunicación que permite adaptarnos al auditorio que tenemos por delante.
En tercer lugar, la comunicación oral tiene el poder de afectar más profundamente a los oyentes. La verdad debe afectar primero el intelecto, pero a través del intelecto debe afectar también nuestros afectos. Es Dios el que hace prosperar Su Palabra, pero al hacerlo toma en cuenta la naturaleza de nuestra humanidad que Él mismo creó.
Es muy difícil que la página impresa afecte tan profundamente a sus lectores como puede hacerlo la comunicación oral de un hombre lleno del Espíritu que con autoridad, convicción, pasión, sentido de urgencia y compasión predica fielmente la verdad de Dios revelada en Su Palabra.
Pero no podemos seguir ampliando más este asunto. Por lo pronto solo nos resta suplicar a Dios que Dios envíe un avivamiento a Su pueblo, y que muchos pastores retomen otra vez el terreno que han perdido.
Que se vuelva a escuchar en las iglesias la voz de los predicadores, entregando con poder el mensaje de las Escrituras, y no ninguna otra cosa, para la salvación de las almas y la edificación de los santos.
© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.
lunes, 1 de marzo de 2010
Predicación es comunicación en forma de discurso oral
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2 comentarios:
Amén!
Gracias pastor. Estaba esperando una entrada por el estilo para soportar bíblicamente una controversia con una amiga. La usé para publicarla en una entrada de mi blog. Dios le guarde.
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