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miércoles, 16 de junio de 2010

Lutero: De Heildelberg a Worms


Clase de Escuela Dominical, Historia de la Reforma, del domingo 13 de Junio, 3ra parte.

Luego que las 95 tesis de Lutero fueran conocidas, el papa envió una carta a Gabriel de la Volta, general de los Agustinos en Alemania, pidiéndole que pusiese fin a esta controversia y que reprendiese a Lutero. Se propuso entonces una reunión que se llevó a cabo del 21 al 26 de abril de 1518, en Heidelberg. Allí se le dio la oportunidad de presentar una defensa de sus tesis, para cuyo fin Lutero preparó 28 propuestas que llamó “Paradojas”, apoyándose en la Biblia y en las enseñanzas de Agustín de Hipona.

LUTERO EN HEIDELBERG

En vez de condenar a Lutero, la impresión que causó en Heidelberg fue muy favorable. Martin Bucer, representante de la orden de los Dominicos, escribió: “Lutero posee una gracia muy especial para responder a las preguntas que se le hacen, y también una inalterable paciencia para escuchar... y como ya dijo Erasmo, habla con libertad y sin pretensiones”. Poco a poco Lutero fue ganando simpatizantes que vieron en él un estudioso de las Escrituras y no simplemente un revoltoso.

Luego de presentarse en Heidelberg en abril de 1518 para defender sus 95 Tesis ante los delegados de la orden de los Agustinos, Lutero escribió un documento que llamó “Resoluciones”, donde explicaba el significado de las mismas en un tono bastante moderado. Este documento fue remitido al papa León X el 30 de Mayo, acompañado de una carta llena de respeto y consideración: “Santísimo padre, me arrodillo a los pies de vuestra santidad con todo lo que soy y tengo. Vuestra Santidad me anime, mate, llame, rechace, apruebe o repruebe como mejor le parezca. Reconoceré vuestra voz como la de Cristo, residente y hablante en vos. Si he merecido la muerte no rehusaré morir.”

Lutero, que hasta ese momento seguía convencido de la sinceridad del papa, y que de ningún modo deseaba causar ninguna división en la iglesia, esperaba que este documento fuese suficiente para calmar los ánimos; pero en el mes de Julio recibió como respuesta el requerimiento de viajar a Roma en el término de 60 días, para dar cuenta de sus “herejías”. Esta citación causó un gran temor entre los amigos de Lutero que comenzaron a temer por su vida, por lo que el elector Federico el sabio, príncipe de Sajonia, suplicó al papa que la causa fuese vista en Alemania.

LUTERO EN AUGSBURGO

El papa accedió a la petición de Federico, pues por razones políticas no le convenía enemistarse con él. Así que expidió una segunda orden, pidiendo esta vez que Lutero compareciera ante el cardenal Cayetano, que en ese momento se encontraba en Augsburgo por causa de la Dieta del imperio Alemán. Allí llegó Lutero el 7 de Octubre de 1518. Al principio de la reunión, Cayetano se limitó a pedirle que se retractara de todo lo que había dicho y prometiera que no propagaría más sus opiniones ni nada que pudiese ser perjudicial para la iglesia. Pero Lutero pidió con todo respeto que se le mostrase cuál era su error.

Al principio Cayetano trató de disuadirlo, pero como Lutero se defendía con argumentos, finalmente le dijo: “No he venido aquí a disputar contigo, retracta, o prepárate a sufrir las penas que has merecido.” Pero Lutero insistía en ser oído: “Declaro estar pronto a responder de palabra o por escrito a todas las objeciones que pueda hacerme el señor legado. Declaro estar pronto a someter mis tesis a las cuatro Universidades de Basilea, de Freiburgo, de Lovaina y París, y a retractar lo que ellas decidan erróneo... Pero protesto solemnemente contra la extraña pretensión de obligarme a una retractación sin haber sido refutado.” La reunión, obviamente, no concluyó bien, por lo que, temiendo por su vida, Lutero salió en secreto de Augsburgo el 20 de Octubre.

Luego del infructuoso encuentro con el cardenal Cayetano en Octubre de 1518, Lutero supuso que pronto sería excomulgado de la Iglesia, por lo que hizo preparativos para emigrar a Francia. El Papa León X, por su parte, insistía al elector Federico el Sabio que lo entregara a Cayetano, pero el príncipe alemán estaba determinado a protegerlo.

Así que Lutero continuó enseñando Biblia en la universidad de Wittemberg, donde muchos le oían de buena gana. El Papa, tratando de resolver esta situación tan enojosa, puso en manos de Karl von Miltitz el encargo de ir a Alemania, ganarse la simpatía del príncipe elector y procurar el apresamiento de Lutero. Pero en Alemania le esperaban algunas sorpresas. Por un lado, le sorprendió la hostilidad que había contra Roma en contraste con la popularidad cada vez mayor de Lutero; por el otro lado, al entrevistarse con éste quedó impresionado por su inteligencia y capacidad.

La reunión entre ambos (en Enero de 1519) fue muy cordial. Miltitz, sabiendo ya que no podría apresar a Lutero, se limitó a instarle que se abstuviera de todo comentario que pusiera en juego la unidad de la iglesia; pero le dio la razón en lo que respecta a los abusos que se habían cometido con la venta de indulgencias, acerca de lo cual él mismo había amonestado severamente a Tetzel (éste se retiró a su monasterio, donde murió el 11 de Agosto de ese año, no sin antes recibir una carta de Lutero en la que le hacía saber que la venta de indulgencias no había sido el motivo principal de la revuelta que se había levantado, “que el asunto no había empezado por aquel motivo, sino que el niño tenía otro padre muy distinto”). Lutero prometió guardar silencio, siempre y cuando sus adversarios hicieran lo mismo. De igual modo, se comprometió a escribir una carta al Papa disculpándose de los ataques que hubiesen podido levantarse contra él en esta controversia.

Lutero envió la carta el 3 de marzo, acompañada de un folleto dedicado a León X y que tituló “La Libertad del Hombre Cristiano.” La carta era amable, pero firme; en ella instaba al Papa a no prestar atención “a aquellas sirenas que lo elevan como si fuera usted un semidiós en lugar de un mero hombre... Usted es un siervo de los siervos y por encima de todos los hombres tiene un puesto en sumo grado peligroso y delicado. No deje que lo engañen los que pretenden que usted es el señor del mundo...”. Y concluía diciendo: “Le obsequio este pequeño escrito, dedicado a su persona, como un augurio de paz y de buenos deseos... Soy un hombre pobre y nada más puedo ofrecerle...”.

Este hecho inició un breve periodo de paz entre Lutero y el Papa. Aunque ya para esa época Lutero había cambiado su opinión sobre el Papa; en una carta escrita a Spalatin hizo el siguiente comentario: “Estoy perplejo sobre si el Papa es el anticristo o su apóstol.” En ese tiempo Lutero contaba con el apoyo, no solamente de una gran parte del pueblo, sino también de muchos intelectuales, sobre todo de un brillante joven que a la edad de 21 años ya enseñaba griego en la Universidad de Wittemberg llamado Philipp Schwarzerd, quien helenizó su nombre transformándolo en Melanchton.

EL DEBATE EN LEIPZIG

Pero esa paz no duraría mucho tiempo. En ese mismo año el Dr. Juan Eck publicó un folleto en el que atacaba a Lutero violentamente; al mismo tiempo imprimió trece proposiciones sobre las cuales quería disputar personalmente con él. El asunto principal de estas tesis eran las indulgencias y la supremacía del Papa, tema éste que Lutero no había tocado aún. Lutero entonces publicó igual número de tesis, en las que rechazaba las indulgencias, así como la autoridad incondicional del papado. De modo que el debate estaba planteado. Se citaron para encontrarse en el mes de junio en la ciudad de Leipzig, en la universidad donde Lutero hizo su doctorado, sólo que a éste no se le permitiría participar en el debate, excepto como observador.

Pero cuando Eck arribó a Leipzig y se enteró de la prohibición se sintió muy desilusionado, por lo que intercedió ante el Duque Jorge para que permitiera la participación de Lutero. El debate se inició el 27 de junio entre Eck y Carlstadt, un amigo de Lutero y profesor en Wittemberg. Pero el 4 de julio Eck logró lo que deseaba: medirse con el mismo Lutero.

Uno de los puntos álgidos del debate entre ambos fue el de la autoridad del Papa. Eck sostenía que el Papa es cabeza de la iglesia y se basaba en el texto de Mateo 16:18: “Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia.” Lutero replicó que el mismo Pedro dice en su primera carta que Cristo es la piedra angular sobre la cual está edificada Su Iglesia (1Pedro 2:1-8; también citó 1Corintios 3:11; Efesios 1:22; 4:15; 5:23; Colosenses 1:18; 2:19). Como Eck apelaba a los padres de la iglesia, con ellos también respondió Lutero. Eck apeló a San Agustín, Lutero le hizo ver que en más de una ocasión el mismo Agustín había señalado a Cristo como la roca de la Iglesia.

El debate se prolongó hasta el 15 de julio, cuando Eck acusó a Lutero de ser un seguidor de Wycliffe y de Huss: “Veo que Lutero sigue la maldita y horrible línea de Juan Wycliffe, quien también decía que no era necesario para la salvación creer que la Iglesia Romana está por encima de todas las otras. Además, creo que también es partidario de los terribles errores de Juan Huss, quien declaraba que Pedro ni fue, ni es cabeza de la Santa Iglesia Católica.” Lutero replicó: “Por favor, no me ligues a ellos. Nunca he sido partidario de los creadores de cismas. Aunque hayan dicho verdades junto con sus errores, nunca debieran haberse separado de la Iglesia, porque el deber más alto de un cristiano es la unidad junto con la caridad.”

Sin embargo, durante el receso del almuerzo, Lutero se dirigió a la biblioteca universitaria a repasar los archivos del Concilio de Constanza, donde Huss fue condenado, y allí encontró frases que fueron usadas en su contra que de ninguna manera podrían ser consideradas como heréticas:

1. “La Iglesia Santa universal es aquella que está compuesta por la gran compañía de los predestinados.”
2. “La Iglesia universal es una sola, igual que el número de los elegidos es uno.”

La primera frase era una paráfrasis de una frase de Agustín, mientras que la segunda era una cita literal. Cuando se reanudó la reunión Lutero dijo a Eck: “Entre las declaraciones de Juan Huss, encuentro algunas que son muy evangélicas y que de ninguna manera pueden ser condenadas por la Iglesia universal.” Juan Eck aprovechó esta declaración para inclinar la balanza a su favor: “Esto es horrible. Es increíble que el reverendo padre Lutero, en contra del concilio de Constanza y del consenso de todos los cristianos, no tenga el temor de afirmar que algunas de las declaraciones de Wycliffe y Huss son muy cristianas y evangélicas.”

Y luego añadió, dirigiéndose a Lutero: “Si usted, reverendo padre, rechaza las determinaciones del concilio de Constanza; si se atreve a declarar que un concilio legítimamente convocado por la Iglesia se equivocó y cometió error, entonces usted para mí es un gentil y un publicano.” Eck, entonces, cerró sus libros, recogió sus papeles y salió de la sala declarándose vencedor.

Lutero regresó a Wittemberg donde disfrutó dos años de relativa tranquilidad en los que continuó enseñando y escribiendo. En 1520 publicó dos obras de gran importancia para el proceso reformador. La primera fue “Una carta abierta a la nobleza cristiana de la nación alemana concerniente a la reforma de este estado cristiano.” En ella el Lutero muestra cómo Roma había levantado tres murallas protectoras para defender su estructura jerárquica:

1. Roma establecía una clara distinción entre el clero y el laicado.
2. Roma pretendía que sólo el papa tenía derecho de determinar cuál era la interpretación correcta de las Sagradas Escrituras.
3. Roma afirmaba que sólo el papa tenía autoridad para convocar los concilios eclesiásticos.

“En su libro, Lutero muestra las distintas maneras cómo Roma utilizó estos tres muros para establecerse como máxima autoridad política y espiritual sobre los alemanes, a la vez que con su poder eclesiástico y político liquidaba toda oposición. Muestra la manera en que siglo tras siglo la iglesia fue conquistando a Alemania, una conquista tan eficaz como si se hubiera hecho con un ejército militar. Enseña cómo, bajo el disfraz de piedad y santidad, poco a poco llegó a dominar el país por completo, tanto de manera política como religiosa.” Por eso hacía un llamado a los príncipes a quitarse ese yugo de encima, y establecer su propia Iglesia.

El otro libro que publicó ese mismo año fue escrito en latín y lo tituló “La cautividad babilónica de la Iglesia”. En esta obra Lutero trata de demostrar cómo la Iglesia de Roma había utilizado los siete sacramentos para controlar la vida de sus miembros desde la cuna hasta la tumba. “Además, dado que los sacerdotes son los que administran los sacramentos, la iglesia de manera efectiva coloca a cada feligrés bajo el control inmediato de un sacerdote. Esto en la práctica resulta un cautiverio tan real y miserable como el del pueblo judío bajo el yugo babilónico.”

El papado respondió con la publicación de la bula Papal Exsurge Domine, el 15 de junio de 1520, donde León condenaba 41 declaraciones de Lutero, ordenaba quemar pública¬mente los escritos donde aparecían esos errores y exhortaba a Lutero a retractarse y volver a la grey. Lutero atacó la bula papal violentamente y el 10 de diciembre de ese mismo año publicó una invitación a los piadosos y estudiosos jóvenes de Wittemberg a reunirse con él fuera de la puerta de la ciudad de Elster. Allí Lutero arrojó al fuego, la bula pontificia y al día siguiente proclamó que nadie podía salvarse a menos que no se sacudiera el yugo del papado.

LA DIETA DE WORMS

Así las cosas, el recién elegido emperador Carlos V (1519-1555), propuso celebrar una Dieta en la ciudad alemana de Worms en enero de 1521. A instancias del Papa el caso Lutero fue incluido en la agenda, quien tuvo que comparecer ante el emperador y ante 6 electores, 28 duques, 11 marqueses, 30 obispos, 200 príncipes y unas 5,000 personas más para ser juzgado. Lutero pensó que tendría la oportunidad de defenderse, pero para sorpresa suya sólo se le permitió responder dos preguntas: si los escritos que estaban sobre una mesa eran suyos y si se retractaba de todos ellos. A la primera respondió que sí, pero pidió tiempo para responder la segunda.

Al comparecer de nuevo ante la Dieta al día siguiente, Lutero manifestó su disposición a retractarse de sus escritos si le mostraban con la Escritura dónde había errado; pero se le dijo que no estaban allí para refutar nada, sino para saber si se retractaba o no. Lutero entonces respondió: “Como, pues, Vuestra Serenísima Majestad y Vuestras Señorías pedís una respuesta simple, la daré de un modo que no sea ni cornuda ni dentada. Si no me convencen mediante testimonios de las Escrituras o por un razonamiento evidente (puesto que no creo al Papa ni a los concilios solos, porque consta que han errado frecuentemente y se han contradicho a sí mismos), quedo sujeto a los pasajes de las Escrituras aducidos por mí y mi conciencia está cautiva de la Palabra de Dios. No puedo ni quiero retractarme de nada, puesto que no es prudente ni recto obrar contra la conciencia… Que Dios me ayude.” Así selló Lutero su separación final de Roma.

Luego de la dieta, Lutero quedó a merced de sus enemigos. Presionado por el nuncio Aleandro, y sin consultar a la dieta, Carlos V mandó el siguiente mensaje a la asamblea: “Como descendiente de los emperadores alemanes cristianos, de los Reyes Católicos españoles, de los archiduques de Austria y de los duques de Borgoña, los cuales han sido todos defensores de la fe romana, estoy resuelto a seguir firmemente el ejemplo de ellos. Un solo monje, mal guiado por su propia locura, se ha levantado en contra del cristianismo. Para detener esta impiedad, estoy dispuesto a sacrificar mi reino, mis tesoros, mis amigos, mi cuerpo, mi sangre y mi vida. Voy a despedir a este monje agustino, Lutero, prohibiéndole causar el menor disturbio entre los ciudadanos; procederé en contra de él y de sus seguidores como empedernidos herejes, por excomunión, por edictos y por cada medio necesario para destruirlos. Pido a los miembros de los estados portarse como fieles cristianos.”

A partir de ese momento, Lutero estaba bajo amenaza de ejecución, razón por la cual el príncipe Federico envió caballeros que lo raptaron y lo llevaron al castillo de Wartburgo. Allí estuvo escondido por 10 meses, tiempo que aprovechó para traducir el Nuevo Testamento al alemán. Esta fue, sin duda, su magna obra literaria. La traducción del Antiguo Testamento le seguiría unos años más tarde con la ayuda de algunos de sus amigos. “Solamente Shakespeare podría compararse con Lutero en su dominio del lenguaje y en habilidad para expresar la realidad de un modo que tocase los corazones de toda persona.”

OTRAS FECHAS IMPORTANTES

1522 – Se publica su traducción del Nuevo Testamento.

1522 – Lutero concluye su retiro y vuelve a ponerse a la cabeza del movimiento reformador que se encontraba amenazado de convertirse en un caos total.

1525 – Los campesinos se sublevan, amparados en una incorrecta interpretación de la doctrina de Lutero acerca de la libertad cristiana. Lutero escribe un violento folleto titulado “Contra la Homicida y Ladrona Agitación de los Campesinos”, donde recomienda a los príncipes que sofoquen la revuelta. El resultado fue la pérdida de muchas vidas y de la confianza entre la clase campesina y Lutero.

1525 – Lutero se casa con la ex monja Catalina von Bora. Lutero habría de decir más adelante que se había casado “para agradar a su padre, exasperar al Papa, hacer reír a los ángeles, y hace llorar a los demonios.” Pero lo cierto es que fue un matrimonio muy feliz.

1525 – El humanista Erasmo de Rótterdam, que en un principio había apoyado a Lutero, lo atacó directamente en una obra titulada “La Libertad de la Voluntad”. Lutero respondió en ese mismo año escribiendo una obra clave de la Reforma Protestante: “La Esclavitud de la Voluntad”. En esta obra Lutero afirma la absoluta incapacidad del hombre para salvarse y la absoluta necesidad de la gracia divina. De igual manera, Lutero realza la doctrina de la predestinación subrayando así la absoluta soberanía de Dios en la salvación. Ver Obras de Martín Lutero; Tomo IV.

1526 – Lutero publica Su Orden Alemán de Culto, sobre la liturgia y el gobierno de la iglesia.

1529 – Comienza a usarse la palabra “protestante” para designar a los partidarios de la Reforma, a raíz de la protesta que un grupo de príncipes alemanes presentaron por escrito en la segunda Dieta de Spira. Tres años antes se había resuelto que cada estado se responsabilizara ante Dios, no ante el Emperador, de la religión de sus súbditos y que no se debía poner impedimento a la predicación de la Palabra de Dios. Pero en la Dieta del 1529 el representante del Emperador anunció que esa ordenanza quedaba revocada y que debía reinstaurarse el antiguo sistema de gobierno eclesiástico con Roma a la cabeza. Los príncipes, indignados, entregaron un documento en el que aparecía repetidas veces la palabra “protestamos”, de donde se derivó el apelativo “protestantes”.

1530 – A petición de Carlos V, los luteranos presentan su credo en la Confesión de Augsburgo, la cual fue escrita por Melanchton y aprobada por Lutero. Esta Confesión fue firmada por varios de los príncipes más poderosos de Alemania quienes la asumieron como la posición teológica de sus estados.

1546 – Muere Martín Lutero en Eisleben, la ciudad donde nació, el 18 de Febrero.


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1 comentario:

R A U L • R O J A S dijo...

Querido hermano,

Solo una pregunta
¿seria posible que tambien las clases de escuela dominical se pusieran en audio en la web?
Porque solo veo en general que son predicaciones...

Saludos!!

RAUL ROJAS