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lunes, 28 de junio de 2010

Calvino: Del nacimiento a su primer pastorado en Ginebra


Clase de Escuela Dominical, Historia de la Reforma, del domingo 27 de Junio.

Juan Calvino fue, sin duda alguna, uno de los personajes clave de la historia de la Reforma. Lamentablemente, muchas personas hoy día no tienen una idea clara de quién fue Calvino realmente, ni cuál fue el contenido de su enseñanza. Yo espero en el Señor que esta clase contribuya a despejar algunas de las ideas confusas que muchos tienen al respecto.

NIÑEZ Y JUVENTUD

Si ubicamos la fecha de su nacimiento en el contexto de otras fechas importantes de la Reforma, notaremos que Calvino pertenece a la segunda oleada de reformadores.

Lutero 1483-1546
Zwinglio 1484-1531
Enrique VIII 1491-1547
Melanchton 1497-1560
Calvino 1509-1564

Jean Cauvin, el nombre con que fue bautizado, nació el 10 de julio de 1509 en Noyon, en la provincia francesa de Picardía, a unos 100 km al norte de París (unos años antes Lutero y Zwinglio habían sido ordenados para el sacerdocio). No es mucho lo que se conoce de su niñez o de su juventud, porque Calvino no era dado a hablar de su persona. Las referencias que hace de sí mismo en sus sermones son sumamente escasas.

Su familia, aunque modesta, pertenecía a la pequeña burguesía de la ciudad. Su padre, Gerard Cauvin, llegó a ocupar cargos eclesiásticos importantes. Su madre, Jeanne Le Frank, también provenía de una familia muy religiosa. El matrimonio de Gerard y Jeanne procreó cuatro hijos – Carlos, Juan, Antonio y Francisco – y dos hijas, María y otra de nombre desconocido.

Calvino fue un niño muy enfermizo, condición que lo acompañó durante el resto de sus días y que probablemente influyó en su carácter tendente a la melancolía. Otro hecho importante de su niñez fue la muerte de su madre, cuando Calvino tenía apenas 3 años de edad.

Sus primeros 14 años los pasó en la provincia de Picardía y desde pequeño fue destinado a la vida eclesiástica. A la edad de 12 años firmó los votos de la capellanía y luego recibió la tonsura, marcando así su futuro como sacerdote. En agosto de 1523 partió hacia París para continuar allí sus estudios. Ingresó primero en el Colegio Superior del Mercado de París, donde recibió una muy buena base tanto en Latín como en Francés de un ex - sacerdote llamado Mathurin Cordier, a quien Calvino dedicaría su comentario a los Tesalonicenses 20 años más tarde. Años más tarde, Cordier abrazaría la reforma e iría a parar a Ginebra donde fungió como maestro en la escuela fundada por Calvino.

Más tarde, Calvino fue enviado a estudiar al colegio de Montaigu, de muy mala fama por su suciedad. Erasmo, que estuvo allí a finales del siglo XV, describe este centro educativo en términos muy sarcásticos: “Una cama durísima, un alimento parco y soso, de manera que desde el primer año de experimento, a fuerza de vigilias y trabajos muchos jóvenes de grandes esperanzas alcanzaron la muerte, otros la ceguera, otros la demencia, algunos la lepra. Y nada digo de la carnicería que causaban los azotes, incluso a los inocentes.”

Esta no parece ser una imagen exagerada. Para esa época el director de la escuela era un hombre llamado Jean Tempete, por lo que los estudiantes le pusieron el apodo de le terrible tempete, “la terrible tempestad”. “Más que un colegio para adolescentes parecía un monasterio muy severo y riguroso.” No obstante, Calvino nunca se quejó de la institución.

Un dato interesante es que Ignacio de Loyola estudió en ese mismo colegio, aunque no sabemos si él y Calvino llegaron a conocerse en algún momento; tomando en cuenta que Loyola tenía entonces 36 años y Calvino estaba a punto de cumplir los 20, es muy probable que no hayan coincidido.

Tampoco sabemos a ciencia cierta si las controversias religiosas de la época eran conocidas y discutidas entre los estudiantes de la escuela, pero podemos sospechar que así fue. No obstante, sí sabemos que Calvino había cultivado algunas amistades importantes, como es el caso de Nicolás Cop, hijo del médico del rey de Francia, Francisco I.

Por diversas razones que no vienen al caso, el padre de Calvino, que había destinado para su hijo la carrera eclesiástica, en 1528 lo movió a estudiar leyes: Para tales fines, se dirigió a Orleans e ingresó en la Facultad de Derecho donde enseñaba como maestro Pierre de l’Estoile, a quien algunos consideraban “el jurisconsulto más agudo de todos los doctores de Francia.” Un año más tarde se trasladó a Bourges para proseguir los estudios de Derecho. Finalmente, obtuvo el grado de bachiller en Derecho en 1530.

En 1531, y estando en la ciudad de París, Calvino recibe la noticia de que su padre estaba gravemente enfermo. De modo que regresa a Noyon donde encuentra a su padre en medio de un conflicto eclesiástico debido a su negativa a acreditar ciertos documentos y cuentas de la Iglesia. El asunto desembocó en que su padre fuera excomulgado. Falleció finalmente el 26 de mayo de 1531, y sólo se le permitió ser enterrado en suelo sagrado, en vez de en una tumba abandonada, cuando la familia prometió liquidar la deuda paterna. Podemos suponer que esto contribuyó a alejar el corazón de Calvino de la Iglesia romana.

Calvino continuó sus estudios en París hasta que se licenció en leyes en febrero de 1532, y luego se doctoró en Orleans en 1533. Durante ese período, Calvino continuó profundizando sus estudios humanistas. Estudió hebreo, perfeccionó su conocimiento de los clásicos griegos y latinos, así como el arte de escribir. En abril de 1532, con apenas 22 años de edad, publicó su primera obra, un comentario sobre el tratado de Séneca titulado De Clementia. “En esta obra Calvino dio muestras de un conocimiento asombroso de las antiguas obras paganas y de los líderes de la Iglesia primitiva, además de un notable dominio de las técnicas humanistas y de la crítica histórica y literaria.”

SU CONVERSIÓN

No sabemos a ciencia cuándo ni cómo fue la conversión de Calvino. Pero sí sabemos que el 1 de noviembre de 1533 ocurrió un incidente que nos muestra que se había operado un cambio drástico en sus convicciones religiosas. El rector de la Universidad de la Sorbona en París, Nicolás Cop el amigo de Calvino, pronunció un discurso en ocasión de la apertura del año académico; pero más que un discurso, era un sermón que mostraba una clara influencia tanto de Erasmo como Lutero.

En este sermón, Nicolás Cop defendió la doctrina de la justificación por los méritos de Cristo, a la vez que protestó contra los ataques y persecuciones de que eran objeto los que disentían de la Iglesia de Roma: “Herejes, seductores, impostores malditos, así tienen la costumbre el mundo y los malvados de llamar a aquellos que pura y simplemente se esfuerzan en insinuar el evangelio en el alma de los fieles.” Y luego añadió: “Ojala podáis, en ese período infeliz, traer la paz a la Iglesia más bien con la palabra que con la espada.”

El discurso cayó como una bomba en la Universidad y en otros sectores, a tal punto que el Parlamento inició un proceso contra él. Por otra parte, comenzó a correr el rumor de que la mano de Calvino estaba detrás de la redacción del discurso. “Si Calvino no escribió el discurso, por lo menos lo influyó en tono y contenido, que era profundamente protestante.”

Un mes más tarde, cuando Nicolás Cop se dirigía al Parlamento para responder el sumario que se había preparado en su contra, un amigo diputado le envió una nota advirtiéndole que debía escapar por su vida, pues el Parlamento estaba siendo presionado por la Sorbona para que fuese condenado. Es así como Calvino y Nicolás Cop deciden escapar de París.

Unos 30 años más tarde, en su Comentario de los Salmos, que data de 1557, Calvino habría de referirse a su conversión en estos términos: “Como fuese que estuviera yo tan obstinadamente entregado a las supersticiones del papado… por una conversión súbita, Dios subyugó y llevó mi mente a la docilidad, que estaba demasiado endurecida en tales cosas de lo que pudiera esperarse en ese período temprano de mi vida”.

PRIMER MINISTERIO EN GINEBRA

Luego de su huida de París, Calvino fue a su ciudad natal, Noyon, donde renunció a los beneficios eclesiásticos que recibía por mediación de su padre desde hacía tiempo. De ahí partió hacia Angouleme, a la casa de un amigo y antiguo compañero de clase, Luis du Tillet, que era canónigo de la catedral, y quien simpatizaba con la Reforma. Éste había heredado de su padre unos 3 a 4 mil libros, una biblioteca enorme en aquellos días. Allí pasó Calvino varios meses, usando el nombre falso de Carlos de Espedille, aprovechando este tiempo para estudiar y, muy probablemente, para comenzar a bosquejar lo que habría de ser su obra magna: La Institución de la Religión Cristiana (del lat. Institūtum – “instrucción básica”).

Finalmente, y luego de una corta visita a París y Orleáns, se establece en Basilea (de 1534 a 1536), donde publica su primera versión de la Institución, en marzo de 1536, redactada en latín. Esta obra, que en su versión original consta de 516 páginas, pasaría por 7 revisiones en los próximos 23 años, hasta alcanzar en 1559 el tamaño que tiene actualmente. La primera versión constaba de 6 capítulo, la última de 80 (esta obra monumental, que originalmente sería un breve manual de instrucción, habría de sufrir un aumento de un 500 %). “La Institución de Calvino vendría a ser la obra maestra que define la teología Protestante, el libro más importante que habría de ser escrito durante la Reforma.”

Calvino sale de Basilea en 1536 y se dirige a Estrasburgo con la intención de proseguir sus estudios y dedicarse a escribir. Pero algo ocurrió en el camino que habría de cambiar su vida para siempre. En este tiempo ya Calvino era un hombre muy conocido por los partidarios de la reforma, aunque no había cumplido aún los 27 años de edad. De manera que, al llegar a la ciudad de Ginebra en su camino a Estrasburgo, fue detenido por Guillermo Farel quien vio en Calvino el hombre que podía encargarse de la reforma en aquella ciudad. El mismo Calvino explica lo ocurrido:

Guillermo Farel me detuvo en Ginebra, no tanto por su consejo o exhortación como por una imprecación terrible, la que sentí como si Dios desde el cielo hubiera puesto sobre mí su poderosa mano para aceptarme. Puesto que el camino más directo a Estrasburgo, ciudad donde intentaba retirarme, estaba bloqueado por las guerras, había resuelto entrar de paso en Ginebra quedándome una sola noche en dicha ciudad. Poco tiempo antes el papismo había sido expulsado de ella... pero las cosas aún no se habían tranquilizado, y la ciudad estaba dividida en facciones no santas y peligrosas. Hecho esto, Farel, que ardía con un celo extraordinario por el progreso del Evangelio, inmediatamente puso en tensión todos sus nervios a fin de detenerme. Y en cuanto supo que en mi corazón deseaba dedicarme a mis estudios privados, por lo cual quería mantenerme libre de otros compromisos, y al darse cuenta que nada lograría con sus súplicas, procedió a pronunciar una imprecación diciendo que Dios maldeciría mi retiro y la tranquilidad para estudiar que estaba buscando, si me retiraba y me negaba a cooperar cuando era tan urgente la necesidad. Me sentí tan afectado por el terror a causa de esta imprecación que desistí del viaje emprendido; pero, consciente de mi natural carácter tímido y vergonzoso, no quise ponerme bajo la obligación de desempeñar algún oficio especial.

Calvino se establece en la ciudad de Ginebra como lector de la Santa Escritura en la iglesia de San Pedro. Pero Calvino y Farel no se limitaron a la obra en Ginebra. A finales de Septiembre de 1536 ambos viajaron a la ciudad de Lausanne, donde se encontraba Pedro Viret (íntimo amigo de Calvino) laborando como pastor. La razón de su viaje era participar en un debate auspiciado por la ciudad de Berna, con el propósito de decidir cuál religión habría de predominar en los territorios circundantes que Berna había conquistado del Duque. Viret y Farel serían los exponentes del lado protestante (se suponía que Calvino no tomaría parte activa en la discusión); y de los 174 sacerdotes que aceptaron la invitación del lado Católico, sólo 4 de ellos participaron en el debate.

La catedral de Lausanne se abarrotó de personas. Cinco diputados de Berna acudieron para darle un carácter oficial al asunto; también contaban con secretarios que debían copiar la discusión palabra por palabra. Farel fue el primero en hablar; durante una semana presentó diez tesis que eran rebatidas por el lado católico, quienes acusaron a los protestantes de ignorar la tradición de los primeros padres de la iglesia sobre el asunto de la presencia de Cristo en la Eucaristía. “Si conocierais lo que los padres dijeron, veríais que vuestra posición es falsa y condenada.” Calvino se sintió exasperado por esa declaración.

Las horas que había pasado estudiando los primeros padres de la Iglesia, cuando era estudiante de París, le fueron de gran ayuda. Se levantó y empezó a refutar al orador católico. Con asombrosa memoria empezó a citar a Cipriano, Tertuliano, Crisóstomo, Agustín y muchos otros. Y no se limitaba a mencionar el autor, sino que Calvino identificaba y citaba el libro y el capítulo en el cual el Padre de la Iglesia había escrito sobre tal tema. Argumentaba de una forma intachable. Cuando terminó, la multitud estaba grandemente excitada. El pueblo se apretujaba y aclamaba con entusiasmo al joven orador desconocido.

Un monje franciscano alzó la voz diciendo que esta era la verdadera doctrina. Pidió a Dios que le perdonará sus pecados por haber estado enseñando y siguiendo los falsos dogmas de Roma durante tantos años. Muchos otros estuvieron de acuerdo con él, a pesar de que no se expresaron en forma tan efusiva. En los meses que siguieron, 120 sacerdotes y 80 monjes de los distritos circundantes se convirtieron a la fe protestante, que había pasado a ser la religión oficial en tales territorios.

Mientras tanto, en la ciudad de Ginebra Calvino se había convertido en el principal colaborador de Guillermo Farel en la tarea de proseguir el proceso de reforma. Para tales fines, en Noviembre de 1536 Calvino presentó ante el Consejo una Confesión de Fe de 21 artículos que el pueblo debía aceptar bajo juramento. Y unos meses más tarde, a mediados de Enero de 1537, los dos predicadores presentaron otro documento en el que pedían cuatro reformas básicas para la Iglesia de Ginebra:

1. Que nadie participara de la Santa Cena si no es con verdadera piedad y genuina reverencia. “Por tal razón y a fin de mantener la integridad de la Iglesia, es necesaria la disciplina.” Calvino también pedía que la Cena del Señor se celebrara con más frecuencia.
2. Que se reformaran las leyes concernientes al matrimonio según la Palabra, “ya que el Papa las ha confundido de tal modo, dictando decretos a su antojo.”
3. Que los niños fuesen catequizados por sus padres, y que en ciertas ocasiones del año comparecieran ante los pastores para asegurarse de que realmente estaban aprendiendo la Palabra de Dios.
4. Que el pueblo participara activamente en los servicios de adoración cantando salmos. “Hay salmos que deseamos sean cantados en la iglesia. Si se adopta la reforma, la gente tendrá que cantar en las iglesias. No han cantado durante siglos. Ni siquiera han entendido el latín cantado por los sacerdotes. Ahora, en vez de ser mudos espectadores, tendrán una parte en el culto. Con ello adorarán a Dios, cantando sus alabanzas, y darán gracias a Dios de común acuerdo.”

El Consejo aceptó sin problema los últimos tres puntos; pero el asunto de la excomunión era otra cosa. Los magistrados se resistían a “cambiar lo que ellos consideraban como tiranía clerical católica por un nuevo yugo protestante.” Calvino, por su parte, se sentía cada vez más decepcionado por el estado moral del pueblo.

Calvino se fue llenando de una tristeza que rayaba en enojo. A su alrededor, el pueblo de Ginebra, volvía a la vida que habían abandonado cuando combatían contra el duque. Las tabernas de nuevo se veían llenas; gentes borrachas invadían otra vez las calles. Los dados volvían a raquetear en las apuestas de juego. Las cartas nunca se estaban quietas. Los hombres hablaban sin recato de sus queridas o de sus aventuras con prostitutas.

La tensión llegó a tal punto que el Consejo de la ciudad ordenó a Farel y a Calvino que dejasen de predicar; pero ambos desobedecieron la orden y se negaron a administrar el sacramento, por lo que el Consejo decidió expulsarlos de Ginebra. Y fue así como, el 25 de abril de 1538, Calvino y Farel abandonaron la ciudad.

Como no pude concluir la clase, el resto del material será posteado la semana próxima.

© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.

1 comentario:

Cristiano Hoy dijo...

Muy muy muy...... buena!!!!

muchas gracias querido pastor por enseñarnos historia y muchas otra cosas a través de internet!!!!!

Que el Señor le bendiga, le animo a seguir compartiendo vía internet ya bendice a muchos hermanos de lugares muy distantes.

Saludos :)