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lunes, 7 de junio de 2010

Los reyes católicos y el Sacro Imperio Romano Germánico

Clase de Escuela Dominical, Historia de la Reforma, del domingo 6 de Junio.

Antes de entrar directamente a la historia de Martín Lutero, debemos echarle un vistazo a algunos de los monarcas más importantes de ese período, y a los cuales nos estaremos refiriendo constantemente debido al papel que jugaron en este período de la historia.

En Daniel 2:21 dice que Dios “quita reyes y pone reyes”. Los hombres creen tener el control político de las naciones en sus manos, pero ese control está realmente en las manos de Dios.

No es mi intención que recuerden todos esos nombres y genealogías, sino que tengan una idea general del panorama político europeo cuando estalló la Reforma
Protestante.

I. Isabel y Fernando, los reyes católicos de España

Isabel la católica nace en Madrigal de las Altas Torres el 22 de abril de 1451. Era hija de Juan II de Castilla y su segunda esposa, doña Isabel de Portugal (1428-1496), con quien luego procreó también un hijo varón, Alfonso. Antes de su matrimonio con doña Isabel, Juan II había estado casado con su prima hermana, doña María de Aragón (1396-1445), con quien engendró un hijo, Enrique.

De modo que era muy improbable que Isabel llegara a ser reina alguna vez, ya que el primer sucesor era Enrique, y el segundo Alfonso. Al morir Juan II, el trono quedó en manos de su hijo mayor Enrique IV. Una de las movidas políticas de Enrique fue recluir a doña Isabel y a sus dos hijos en el castillo de Arévalo (eso provocó que Isabel de Portugal, su madrastra, perdiera la razón).


Pero en 1460, cuando Isabel tenía 9 años de edad, fue arrebatada de su madre y llevada de nuevo a la corte y puesta bajo custodia; probablemente esta decisión fue motivada por rumores en lo tocante a sus dos hermanos ya que, hasta la fecha, Enrique IV (casado con Blanca de Navarra) no había logrado procrear un hijo que le sucediera en el trono.

Esto provocó que se corriera la voz de que Enrique era incapaz de consumar el matrimonio, razón por la cual las autoridades de Castilla le pidieron al Papa que concediera la anulación. La razón que se dio fue que, por causa de un hechizo, Enrique era incapaz de unirse a su esposa. Es por eso que pasó a la historia como “Enrique el impotente”.

Una vez anulado el matrimonio, Enrique se casó por segunda vez con Juana de Portugal, quien sale embarazada y da a luz a una niña, la infanta doña Juana de Castilla. Pero se rumoraba que esa niña no era hija de Enrique, sino de don Beltrán de la Cueva, a quien el rey colmaba de honores y quien se daba el lujo de visitar a la reina, aún en la ausencia del rey. Por eso la niña fue llamada “la Beltraneja”. No obstante, la niña fue declarada la heredera legítima del trono, lo que molestó a muchos y produjo mucha oposición contra Enrique.

Esta oposición llegó a un punto tal que finalmente el rey decide nombrar como heredero de la corona a su medio hermano Alfonso (lo que parece una declaración implícita de que Juana no era en verdad hija suya).

Así estaban las cosas, cuando Enrique IV descubre una conspiración para
deponerle y coronar a Alfonso, que en ese momento contaba con 11 años de edad. Dejándose llevar por las promesas de los rebeldes, y contra el consejo de su hermana Isabel, Alfonso acepta la corona (Isabel alegaba que un trono fundado sobre la usurpación carecía de bases sólidas).

Pero poco tiempo después de su coronación, muere Alfonso, y los rebeldes le piden a Isabel que ocupe su lugar; pero ella se negó rotundamente: “Si yo gano el trono rebelándome contra él [Enrique] ¿cómo podría condenar mañana a quien quisiera desobedecerme?” Finalmente, llegan a un acuerdo: Los rebeldes reconocerían la autoridad de Enrique, si éste señalaba a Isabel como su sucesora.

Enrique cedió, pero se sentía muy humillado, así que trama casar a Isabel con algún potentado extranjero para alejarla de la corte, a la vez que ofrecía la mano de la Beltraneja al hijo del rey de Portugal.


P
ero Isabel decidió casarse con el príncipe heredero de Aragón, Fernando, hijo de Juan II de Aragón. Cuando el rey se enteró, intentó encarcelar a Isabel, pero el pueblo se sublevó y no permitió que se cumpliese la orden real. Finalmente Isabel se recluye en Valladolid, donde tenía muchos simpatizantes.

Por otra parte, en Aragón los agentes del rey ponen a Fernando bajo vigilancia para impedirle que viaje a Castilla y se case con Isabel. Pero el príncipe logró burlar la vigilancia y escapó disfrazado de arriero para dirigirse a la ciudad de Valladolid a encontrarse con Isabel.


Pero todavía había un problema: Isabel y Fernando eran primos segundos, por lo que necesitaban una dispensa papal para celebrar el matrimonio. Esta dificultad no era fácil de resolver, por cuanto el Papa Pablo II no quería enemistarse con Enrique IV, el hermano de Isabel.

Pero repentinamente apareció la dispensa papal de manos del arzobispo Carrillo, por lo que pudo celebrarse el matrimonio (los historiadores han llegado a la conclusión de que la dispensa era falsa, aunque tal parece que Isabel no estaba al tanto del engaño).


Enrique, entonces, le declaró la guerra a Aragón, alegando que se había inmiscuido en los asuntos de Castilla. Pero en ese momento la amenaza de los turcos se cernía sobre Europa y el papa estaba interesado en fomentar la unidad de los príncipes cristianos. Así que envía a Rodrigo Borgia, el futuro papa Alejandro VI, como legado pontificio, y éste logra que Enrique acepte el matrimonio de Isabel y Fernando y qu
e ratifique a su media hermana como la heredera del trono.

Poco tiempo después, el 11 de diciembre de 1474, muere Enrique y al día siguiente Isabel es coronada como reina de Castilla. A partir de ese momento, Isabel comenzó un reinado que la convertiría, a ella y a sus descendientes, en una de las familias más poderosas de Europa.

Entre 1474 y 1488 Fernando e Isabel tuvieron 6 hijos, 5 de los cuales fueron enlazados en matrimonio con diversas dinastías europeas. En 1492 reconquistó Granada, expulsó a los judíos que no aceptasen el catolicismo y auspició el primer viaje de Colón hacia Las Indias; demás está decir que el descubrimiento de América convirtió a España en la primera potencia de Europa.


II. Descendientes de Fernando e Isabel

Isabel (1 de octubre de 1470 – 1498), Princesa de Asturias (1497–1498), contrajo matrimonio con el Infante Alfonso de Portugal, pero a su muerte se casó con el primo del fallecido, Manuel, que sería rey de Portugal con el nombre de Manuel I, el Afortunado. Murió en el parto de su hijo Miguel de Paz.

Juan (30 de junio de 1478 – 1497), Príncipe de Asturias (1478–1497). En 1497, contrajo matrimonio con Margarita de Austria (hija del emperador germánico Maximiliano I de Habsburgo, y hermana de Felipe el Hermoso); murió de
tuberculosis poco después de casarse.

Juana I de Castilla (6 de noviembre de 1479 – 1555), Princesa de Asturias (1500–1504) y Reina de Castilla (1504–1555) con el nombre de Juana I. En 1496, contrajo matrimonio con Felipe el Hermoso de Habsburgo (hijo del emperador Maximiliano I).

María (29 de junio de 1482 – 1517), contrajo matrimonio en 1500 con el viudo de su hermana Isabel, Manuel I de Portugal, el Afortunado. Fue madre de diez hijos, entre ellos: Juan III, Enrique I de Portugal y la Emperatriz Isabel, esposa de Carlos V.


Catalina (12 de diciembre de 1485 – 1536), contrajo matrimonio con el príncipe Arturo de Gales en 1502, que murió pocos meses después de la boda. En 1509 se desposó con el hermano de su difunto marido, que sería Enrique VIII. Por lo tanto se convirtió en reina de Inglaterra; fue madre de la reina María I de Inglaterra, también conocida como María Tudor o María la sanguinaria.


III. El reinado de Carlos V

Dado que en la monarquía española el descendiente varón es el primer heredero del trono, se esperaba que el segundo hijo de Isabel y Fernando, Juan, fuera coronado como rey de Castilla y Aragón a la muerte de sus padres.


Pero Juan murió a los 19 años de edad, luego de haber desposado a Margarita de Austria, hija de Maximiliano I, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Así que el heredero debía ser el hijo de la primera hija de Fernando e Isabel, que, como vimos ya, se había casado luego de enviudar con Manuel de Portugal. Pero Isabel murió de parto al dar a luz a su hijo Miguel, el cual también murió antes de cumplir los dos años de edad.

Así que la heredera del trono sería la tercera hija de Fernando e Isabel, Juana, quien se había casado con Felipe el Hermoso, hijo de Maximiliano I. Juana y Felipe tuvieron 6 hijos, pero el más importante de todos fue el segundo, Carlos.


Juana se enamoró locamente de Felipe, su esposo, el cual la maltrató terriblemente con sus constantes infidelidades. Al morir Isabel la Católica, automáticamente Juana queda como reina de Castilla, por lo que junto a su esposo, Felipe, se trasladó a España para comenzar a reinar.

Pero la relación entre Felipe y su suegro, Fernando de Aragón, se vuelven muy tirantes, provocando que Fernando se recluyera en el reino de Aragón, dejando que Juana reinara en Castilla. Sin embargo, Juana no estaba interesada en reinar sino en conquistar el amor de su marido, quien se convierte en la práctica en el verdadero rey de Castilla.

Ya para ese tiempo, Juana había comenzado a dar muestras de estar desquiciada por los celos, situación que se agrava en Septiembre de 1506 cuando su esposo Felipe muere repentinamente poco después de cumplir los 28 años de edad, estando Juana embarazada por sexta vez (de una niña a la que llamó Catalina). A la muerte de Felipe el Hermoso, y ante la evidente incapacidad de Juana, sus hijos son llevados a Flandes (con la excepción de Catalina), donde son criados por Margarita de Austria, hermana de Felipe y viuda de Juan, el hermano de Juana.

Juana fue encerrada por su padre Fernando en el Castillo de Tordesillas, mientras el cardenal Jiménez de Cisneros queda como regente de Castilla, hasta que Carlos fue coronado en 1516 como Carlos I de España.

IV. El Sacro Imperio Romano Germánico

En este punto de la historia debemos introducir otro elemento de vital importancia para poder comprender el contexto político europeo en el que surge la Reforma: el Sacro Imperio Romano Germánico.


Para entender en qué consistía este Imperio debemos comenzar diciendo que el Imperio Romano fue dividido en el 395 entre el Imperio Romano de Occidente, con su capital en Roma, y el Imperio Romano de Oriente, con su capital en Constantinopla. La parte Occidental del Imperio cayó en manos de los bárbaros en el 476. La parte Oriental continuaría en pie hasta el 1453, cuando cayó en mano de los turcos.

A mediados del siglo X, el rey de Germania, Otón I, funda lo que se llamará el Sacro Imperio Romano Germánico, que no es otra cosa que una versión “cristiana” de lo que había sido el Imperio Romano Occidental, de ahí el calificativo de “Sacro”.

Esta versión “cristiana” era más pequeña que el original, y sería la institución política capital del Occidente cristiano, hasta que fue disuelto por Napoleón en 1806. En su apogeo, el imperio englobaba la mayor parte de las actuales Alemania, Austria, Suiza, Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo, República Checa y Eslovenia, así como el este de Francia, norte de Italia y oeste de Polonia.

Ahora bien, este era un Imperio muy singular. En una Europa donde las naciones comenzaban a organizarse como países, Alemania no tenía un rey como Francia, Inglaterra o España. La dignidad imperial del Sacro Imperio Romano Germánico no se transmitía por herencia, sino que era elegido por un grupo de electores (en el tiempo de Lutero estos electores eran siete, como las siete ramas del candelabro de Apocalipsis).

Estos electores tenían mucho poder en el Imperio y más adelante veremos el papel trascendental que uno de ellos, el duque Federico el Sabio de Sajonia, jugó en la historia de Lutero. Uno de esos emperadores del Sacro Imperio fue Maximiliano I, padre de Felipe el Hermoso, el esposo de Juana la Loca, y de Margarita de Austria, esposa de Juan (el hermano de Juana).

A la muerte de Maximiliano I, en 1519, habían tres pretendientes al trono del Sacro Imperio: Francisco I (Francia), Carlos I (España) y Enrique VIII (Inglaterra). Los
príncipes electores eligieron a Carlos V quien prometió “ante Dios y sus ángeles querer conservar, ahora y en el futuro, las leyes y el derecho, así como la paz en la Santa Iglesia”.

Así que Carlos era ahora rey de Castilla y Aragón (como Carlos I) y emperador del
Sacro Imperio Romano Germánico (como Carlos V). También ostentó los títulos de rey de Nápoles, de Sicilia y de Cerdeña, además de duque titular de Borgoña y archiduque de Austria.

V. Carlos V y Martin Lutero

Aunque la historia de Lutero comenzaremos a tratarla en la próxima lección, creo que es importante que relacionemos aquí su relación con Carlos V. Lutero clavó las famosas 95 tesis que dieron inicio a la Reforma Protestante, el 31 de Octubre de 1517, es decir, dos años antes de que Carlos V fuera electo emperador del Sacro Imperio Romano. Y dos años después de su elección, en 1521, Lutero tuvo que comparecer ante este poderoso emperador en la Dieta de Worms, donde el reformador rehusó retractarse de las cosas que había escrito.

Para Carlos V la religión católica era un elemento vital para mantener la cohesión y unidad de su vasto imperio que se encontraba seriamente amenazado por los turcos Otomanes.

Por eso, cuanto murió su tía Margarita, hermana de Felipe el Hermoso, en 1523, Carlos nombró a su hermana María como regente de los Países Bajos; pero María sentía cierta simpatía hacia las ideas de Lutero, algo que Carlos no podía tolerar de ningún modo. Así que el emperador le envió un mensaje en el que le decía: “Ten la seguridad de que, si tuviese alguna sospecha con respecto a la fe, no te ofrecería este puesto de confianza, ni te manifestaría una amistad fraternal”. Y luego añade: “No toleraría en los Países Bajos lo que debí aceptar, bajo la presión de las circunstancias, en Alemania”.

Estos datos nos ayudan a entender mejor el reto que Lutero tuvo que enfrentar al oponérsele a las dos instituciones más poderosas del mundo en aquellos días: La Iglesia Católica y el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Ese reto lo vemos reflejado en el famoso himno escrito por Lutero, después de haber comparecido ante el emperador en la dieta de Worms:

Castillo fuerte es nuestro Dios,
Defensa y buen escudo.
Con su poder nos librará
En todo trance agudo.
Con furia y con afán
Acósanos Satán:
Por armas deja ver
Astucia y gran poder;
Cual él no hay en la tierra.

Nuestro valor es nada aquí,

Con él todo es perdido;
Más con nosotros luchará
De Dios el escogido.
Es nuestro Rey Jesús,
El que venció en la cruz,
Señor y Salvador,
Y siendo El solo Dios,
El triunfa en la batalla.

Y si demonios mil están

Prontos a devorarnos,
No temeremos, porque Dios
Sabrá cómo ampararnos.
¡Que muestre su vigor
Satán, y su furor!
Dañarnos no podrá,
Pues condenado es ya
Por la Palabra Santa.

Esa palabra del Señor,

Que el mundo no apetece,
Por el Espíritu de Dios
Muy firme permanece.
Nos pueden despojar
De bienes, nombre, hogar,
El cuerpo destruir,
Más siempre ha de existir
De Dios el Reino eterno. Amen.

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