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miércoles, 21 de julio de 2010

Los reyes ingleses no pueden frenar el avance del evangelio

Luego de la decapitación de María Estuardo, el viudo de María Tudor, Felipe II de España, llevó a cabo una invasión a gran escala contra el reino de Inglaterra en 1588, una invasión que el papa bendijo como una cruzada santa a favor del catolicismo.

Esta invasión contribuyó a unificar a Inglaterra en torno a su reina. Pero la Armada Invencible quedó destruida, debido en parte las tormentas que enfrentaron en el mar. Eso fue una señal para Inglaterra de que Dios estaba con ellos (los protestantes) y no con los españoles (los católicos). Incluso se mandó a hacer una medalla conmemorativa, con una inscripción que recordaba Ex. 15:10: Afflavit Deus et dissipantur (“Dios sopló y fueron esparcidos”).

Isabel murió en 1603 sin haber tenido hijos y habiendo expresado su deseo de ser sucedida en el trono por Jaime I, el hijo de María Estuardo. María Estuardo era biznieta de Enrique VII y, por lo tanto, su hijo Jaime era un heredero legítimo al trono de Inglaterra (asciende al trono como Jaime VI de Escocia el 24 de Julio de 1567 – aunque una serie de regentes gobernaron en su nombre hasta que llegó a la mayoría de edad, en 1578 – y como Jaime I de Inglaterra el 24 de Marzo 1603).

Jaime o Jacobo I

Ahora por primera vez ambos reinos, el de Escocia y el de Inglaterra, estaban unidos bajo un mismo monarca (gobernó Escocia, Inglaterra e Irlanda por 22 años). Fue durante el reinado del rey Jaime que se publicó la versión inglesa de las Escrituras conocida como la “King James”. Pero este hombre tampoco tenía ningún interés en avanzar el proceso de Reforma en la Iglesia de Inglaterra, aparte de que tenía temor de oponerse a los obispos anglicanos, por lo que asumió una política más adversa aún al puritanismo, dirigiendo contra ellos una campaña “insistiendo que él los haría conformarse o de otro modo, los acosaría hasta que salieran de Inglaterra.”

"Durante todo el reinado de Jaime se fue recrudeciendo la enemistad entre la alta jerarquía de la iglesia oficial y los puritanos. En 1604, Bancroft, el arzobispo de Canterbury, hizo aprobar una serie de cánones en los que se afirmaba que la jerarquía de los obispos era una institución de origen divino, sin la cual no podía haber verdadera iglesia. Tal afirmación implicaba un rechazo de las iglesias protestantes del Continente, muchas de las cuales no tenían obispos, y por tanto fue vista por los puritanos como el principio de un proceso destinado a reintroducir el romanismo en Inglaterra. Además, varios de los 141 cánones aprobados a instancias del Arzobispo iban dirigidos contra los puritanos".

Esto provocó un nuevo éxodo de protestantes, incluyendo el grupo de peregrinos que salieron hacia América en el Mayflower en el 1620. Estos peregrinos son considerados como los padres fundadores de los EUA. Fue durante su reinado que ocurrió la famosa Conspiración de la Pólvora; un grupo de católicos ingleses, al mando de Robert Catesby y Guy Fawkes, organizó un complot para matar al rey y su familia, así como la mayor parte de la aristocracia protestante, haciendo volar el parlamento durante la Apertura de Estado, el 5 de Noviembre de 1605. Pero el complot fue descubierto, trayendo como consecuencia que se recrudecieran las medidas contra el catolicismo.

Carlos I

Al morir el rey Jaime, el 27 de marzo de 1625, le sucedió en el trono su segundo hijo, Carlos I, quien fue todavía más adverso al puritanismo. En contra del Parlamento, Carlos se casó con la princesa francesa Enriqueta María, de religión católica, lo que llevó a muchos a temer que suavizara sus restricciones al catolicismo y estorbara el establecimiento oficial del protestantismo. De hecho, el modelo de iglesia promovido por él era una versión sacramental de la Iglesia de Inglaterra, conocida como “Alto Anglicanismo” (de teología arminiana), y que llevó a muchos a pensar que se acercaba demasiado al catolicismo romano.

Por otro lado, en 1629 abolió el parlamento, que estaba lleno de puritanos, y gobernó durante 11 años como un dictador. Este período se conoce como “Once Años de Tiranía o Ley Personal”. En apenas 12 años unos 4,000 puritanos habían salido para América, buscando un lugar donde pudiesen adorar a Dios con una limpia conciencia. Las imposiciones del estado sobre la religión se fueron haciendo cada vez más fuertes, lo que trajo como consecuencia una guerra civil el 25 de Octubre de 1642, con el Parlamento de un lado, que había sido restablecido unos años antes, y con el rey Carlos del otro.

Pero el rey comenzó a sufrir una derrota tras otra, hasta que finalmente se entregó al ejército del parlamento en 1646. Después de muchas altas y bajas, finalmente el parlamento decide hacer algo totalmente novedoso: llevar a juicio a Carlos I bajo los cargos de alta traición y de “otros altos crímenes”. Fue condenado a muerte por decapitación el 29 de enero de 1649, sentencia que fue ejecutada al día siguiente. Era la primera vez en la historia de occidente que un monarca era ejecutado públicamente.

Durante ese período de guerra civil el Parlamento convocó a más de un centenar de teólogos ingleses, escoceses y galeses, quienes se reunieron durante cuatro años, desde el 1644 al 1648, en la Abadía de Westminster. Esta asamblea produjo la Confesión de Fe de Westminster, y dos catecismos: Uno Mayor para la instrucción de los adultos, y uno Menor para la instrucción de los niños.

Acerca de este grupo de teólogos que redactaron estos documentos, dijo Richard Baxter lo siguiente: “Desde los días de los apóstoles no ha habido un Sínodo de teólogos más excelente que el que se reunió en ese lugar.” La influencia que esa Confesión de Fe y esos Catecismos han ejercido en las iglesias reformadas en todo el mundo ha sido tan profunda que sería muy difícil evaluarla con precisión. Esta Confesión de Fe, calvinista en su teología, sostiene un punto de vista presbiteriano en cuanto al gobierno de la Iglesia.

En ese tiempo también se congregaban en Londres un grupo de siete iglesias bautistas que sintieron la necesidad de expresar públicamente cuáles eran sus doctrinas, ya que algunos pensaban que estos bautistas pertenecían a la secta alemana de los anabaptistas, que también creía en el bautismo de los creyentes, pero que había caído también en muchos excesos. Por tal razón estas iglesias publicaron su primera Confesión de Fe en 1644, la cual fue revisada y presentada al Parlamento en 1646. Llevaba el título de: “Una Confesión de fe de siete congregaciones o iglesias de Cristo, que son llamadas comúnmente (pero de forma injustificada) anabaptistas, publicada con el fin de vindicar la verdad, instruir a quienes la desconocen y aclarar aquellas calumnias que tan a menudo les son lanzadas de manera injustificada tanto en la prensa como en el púlpito.”

Protectorado de Oliverio Cromwell

Cuando el rey Carlos I fue depuesto y decapitado en 1649, se instauró una república conocida como la Mancomunidad de Inglaterra, gobernada por un consejo de estado que incluía a Cromwell. Pero el Parlamento estaba muy divido en facciones. En medio de una situación difícil por las divisiones internas, Cromwell tomó las riendas del gobierno, hasta que fue proclamado “Lord Protector” de por vida en 1653. Durante este período los puritanos gozaron de mucha libertad, y el movimiento de Reforma avanzó considerablemente.

Carlos II y la restauración de la monarquía

Antes de su muerte, en 1658, Cromwell indicó que su sucesor debía ser su hijo Ricardo, pero éste no tenía las capacidades de su padre, por lo que no pudo retener el poder. El país estuvo al borde de otra guerra, por lo que Ricardo renunció a su posición y se retiró a la vida privada. Esto no dejaba más acción que regresar a la monarquía, de modo que en 1660 sube al trono de Inglaterra Carlos II, el hijo de Carlos I. Aunque Carlos II garantizó la libertad de conciencia, muy pronto comenzó a dictar una serie de medidas en contra de los puritanos.

La primera fue el “Acta de Uniformidad” en 1662, que requería que todos los ministros del evangelio unificaran los cultos de las iglesias en torno al Libro de Oración Común. Unos 2,000 pastores se negaron a hacerlo, porque no podían subscribirse a ese documento con una limpia conciencia, por lo que fueron expulsados de sus iglesias. Históricamente hablando, con el Acta de Uniformidad concluyó la historia del puritanismo como tal. A partir de ese momento los ministros puritanos fueron conocidos como “no conformistas” o “disidentes”.

Luego vino el “Acta de Conventículo”, en 1664, que prohibía la reunión de cualquier iglesia que no adoptara el Libro de Oración Común. Y un año después el “Acta de la Cinco Millas”, que prohibía que cualquier pastor disidente se acercara a su antigua parroquia en un radio de cinco millas. Esto provocó que muchos pastores disidentes pusieran por escrito sus sermones y sus opiniones doctrinales, lo que hizo posible que hoy pudiéramos tener esa rica herencia a nuestra disposición.

Uno de los presos más famosos de ese período fue Juan Bunyan, el cual fue encarcelado en 1660 por rehusarse a dejar de predicar, pero en cuyo encierro escribió una de las obras maestras de la literatura inglesa de ese período: “El Progreso del Peregrino”. En ese período de persecución los tres grupos mayoritarios de creyentes en Inglaterra, los presbiterianos, los bautistas y los independientes, se acercaron cada vez más.

Carlos II murió en 1685 y fue sucedido en el trono por su hermano Jaime II, el cual profesaba la religión católica. Por esa razón, una de las primeras cosas que hizo al retornar al poder fue proclamar un “Acta de Indulgencia” que permitía que las iglesias disidentes del anglicanismo se reunieran libremente. Eso favoreció a los católicos, así como a los protestantes. Pero en 1689 Jaime II fue depuesto, sucediéndole en su lugar Guillermo de Orange, casado con una hija de Jaime II y la cual era protestante. De inmediato se dictó un “Acta de Tolerancia”, concediéndole más libertades aún a los disidentes.

Ese mismo año los bautistas publicaron su segunda Confesión de Fe de Londres, que había sido redactada en 1677, pero que no había podido ser publicada por la situación política y religiosa reinante en Inglaterra. En esta segunda Confesión, conocida como la 1689, los bautistas quisieron expresar su acuerdo con los demás grupos reformados de Inglaterra, por lo que siguieron muy de cerca las definiciones doctrinales de la Confesión de Fe de Westminster, así como la Confesión de Saboya de los congregacionalistas.

Aunque diferían de aquellos teólogos en cuanto al gobierno y la membrecía de la Iglesia, en todas las otras cosas creían prácticamente lo mismo, y así lo manifestaron públicamente en su Confesión de Fe. Este documento ha sido, y sigue siendo, la Confesión de Fe de muchas iglesias bautistas desde entonces.


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