El relativismo ha venido a ser, sin duda, uno de los credos más populares de nuestra generación, a tal punto que si alguien proclama la existencia de verdades o valores absolutos, corre el riesgo de ser tildado de arrogante, intolerante o tener una mente estrecha.
Pero esta doctrina no es nueva. Ya en el siglo V antes de Cristo el escepticismo radical de Gorgias sentó las bases del relativismo al afirmar que “toda declaración es falsa.”
Su proceso de argumentación era algo similar a ésto: “Yo creo ver las cosas como son, pero lo que sucede en realidad es que tengo una percepción de ellas a través de los sentidos. Como nuestras sensaciones son engañosas, no son confiables; y si no podemos confiar en aquello que es la fuente del conocimiento humano, entonces no podemos conocer qué son y cómo son las cosas realmente. Y aún en el supuesto de que nuestros sentidos nos proporcionaran algún tipo de conocimiento, ¿cómo podríamos comunicarlo a otros si cada cual posee sus propias percepciones de la realidad? Consecuentemente, la verdad objetiva no existe.”
El problema de estas afirmaciones es que se contradicen a sí mismas. Si la verdad objetiva no existe y toda declaración es falsa, esta declaración también lo es. Ese es el tipo de contradicción que yace en la base fundamental del relativismo.
Cuando el relativista dice que “todo es relativo”, está afirmando dogmáticamente que no podemos ser dogmáticos acerca de nada. Esto equivale a negar en forma absoluta que existan absolutos. En palabras más sencillas, el relativista afirma creer que la única verdad es que no hay verdad, o que es erróneo decir que algo es erróneo.
Lamentablemente los discípulos de Gorgias parecen ser más numerosos hoy que en sus días. Y las consecuencias están a la vista. Tal parece que no tenemos derecho a trazar ninguna línea divisoria que separe el bien del mal, la verdad de la mentira, lo justo de lo injusto.
El relativismo destruye toda posibilidad de alcanzar verdadero conocimiento, comunicarnos con los demás o construir un sistema de valores universales. Lejos de ser una reliquia académica, la filosofía de Gorgias es una fuerza destructiva que continúa minando, quizás como nunca antes, el cimiento sobre el cual descansa el raciocinio humano.
Sin el marco conceptual objetivo de la verdad de Dios revelada en Su Palabra, el hombre se dirige inexorablemente hacia el océano del absurdo.
© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.
jueves, 15 de julio de 2010
Discípulos de Gorgias
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