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lunes, 19 de julio de 2010

Los puritanos y la reforma en Escocia


Clase de Escuela Dominical, Historia de la Reforma, del domingo 18 de Julio.

Como vimos en la lección pasada, los comienzos de la Reforma en Inglaterra no fueron muy alentadores. Sin embargo, el Dios que llama todas las cosas que no son como si fuesen y que tiene en Sus manos el corazón de los reyes, tenía una agenda distinta a la de Enrique VIII, y la estaba llevando a cabo a través de la agenda del rey.

Isabel I y los Puritanos

Tan pronto Isabel subió al trono luego de la muerte de María Tudor, en 1558, implantó de nuevo el protestantismo en Inglaterra, muy probablemente por conveniencia, ya que según el catolicismo ella era una hija bastarda (aunque algunos opinan que Isabel era una protestante convencida; leía regularmente el NT en griego, así como su Biblia en inglés).

En ese momento muchos de los protestantes que huyeron al Continente regresaron a Inglaterra con la esperanza de que la reina siguiera profundizando en el proceso de reforma bíblica. Pero se encontraron con una terrible decepción. Aunque la reina Isabel simpatizaba con los protestantes, era reacia a todo tipo de dogmatismo, a la vez que se inclinaba por el esplendor y la pompa del catolicismo medieval. Estos protestantes, en cambio, abogaban por una reforma cabal, donde la Palabra de Dios fuese la única regla que regulara la doctrina, la vida práctica y la adoración de los creyentes. Por tal razón a estos protestantes ingleses se les llamó “puritanos” durante el reinado de Isabel I.

Isabel tenía el temor de llevar el protestantismo a un extremo y provocar a los anti protestantes ingleses a aliarse con Francia o España para invadir Inglaterra. Pero los puritanos entendían que las Escrituras no debían ser abrazadas a medias. Ellos querían “reformar la reforma”, como dijo el poeta inglés John Milton en cierta ocasión. Su ideal era purificar la iglesia, y sus propias vidas, de todo aquello de lo que debían ser purificados.

A lo largo de la historia los puritanos han sido muy mal representados: como unos santurrones hipócritas y farisaicos, que se empeñaban en vivir vidas miserables y hacer que todo el mundo comparta su miseria. Pero nada puede estar más lejos de la realidad. El rasgo distintivo de los puritanos era su amor por la Biblia y su determinación a conformar todas las áreas de la vida a sus enseñanzas.
Si bien algunas de sus prácticas pueden parecernos excesivas al día de hoy, no debemos olvidar la época en la que ellos vivieron y ministraron para poder juzgarlos en justicia. Por ejemplo, los puritanos eran famosos por su afición a escuchar sermones largos. En cierta ocasión un profesor de Cambridge llamado Laurence Chaderton, se excusó con su congregación por haber predicado un sermón de dos horas. La respuesta de los hermanos fue: “Por el amor de Dios, señor, siga, siga”. La gente recorría grandes distancias para escuchar a los grandes predicadores que surgieron en esa época.

Para los estándares modernos, esa es una conducta un tanto extraña; pero no debemos olvidar que durante unos mil años las personas no tuvieron la oportunidad de leer la Biblia por sí mismo, y mucho menos escuchar predicación como la de los puritanos. Estos hombres conocían las Escrituras y sabían cómo aplicarlas en todas las áreas de la vida humana. Ellos realmente creían que la Biblia era la Palabra de Dios, y que debían poner todo empeño en entenderla y practicarla.

Por eso se sintieron tan frustrados con la reina Isabel, al darse cuenta que su versión del cristianismo era muy diferente. Debemos recordar que muchos de estos hombres habían huido a la Europa continental durante el reinado de María la sanguinaria, y habían entrado en contacto con el tipo de cristianismo que se vivía en la Ginebra de Calvino.

En 1570 el papa decidió excomulgar a Isabel, y llamar a rebeldía a los ingleses católicos. Esta fue una mala movida, pues si antes el catolicismo era tolerado en Inglaterra, ahora ser católico equivalía a ser un traidor. A partir de ese momento, todas las fuerzas europeas opuestas a la Reforma plantaron oposición a la reina de Inglaterra.

Dado que la reina nunca se casó, luego de su muerte la corona recaería en su prima María Estuardo, la católica reina de Escocia. Eso colocó a la reina de Escocia en el centro de una serie de complots destinados a destronar a Isabel. Por lo que debemos dirigir ahora nuestra atención al reino de Escocia.

Pero eso lo veremos mañana, si el Señor lo permite.


© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.

1 comentario:

CLARA AGUDELO dijo...

PASTOR SUGEL,
Gracias de nuevo por recordarnos la ruta doctrinal de la que bebemos ahora. Así reconocemos nuestros orígenes, la iglesia primitiva, y la ruta que ha tomado Dios para hacernos llegar su Palabra, santa e inerrante, a través de hombres santos y esforzados. Gracias porque así verificamos una vez más que no tenemos una línea de pensamiento que tuvo una "generación espontánea" como las doctrina "nuevas" de hoy, sino que tomamos de las mismas fuentes bíblicas.