En el día de ayer hablamos sobre las características de un buen sermón. Hoy quiero enfocar el acto de la predicación. Este tema puede parecer irrelevante a algunos, porque la predicación ha sido siempre una actividad común en las iglesias cristianas; pero no creo que debamos dar por sentado, al menos no en estos tiempos, que lo que muchos entienden por “predicación” es a lo que la Biblia llama predicación.
Por ejemplo, ¿existe alguna diferencia entre dar una clase de Escuela Dominical o impartir una cátedra y predicar un sermón? Yo creo que existe una diferencia, y más aún, creo que es vital que podamos distinguir una cosa de la otra si queremos cumplir fielmente la encomienda que el Señor nos ha dado como ministros del nuevo pacto.
Pero ¿cómo distinguir una cosa de las otras? Bueno, debo decir de entrada que la predicación es una actividad compleja, más fácil de identificarla que de definirla.
En cierto en que me preparaba para compartir este tema en una conferencia pastoral, encontré para mi sorpresa que pocos libros de homilética intentan definir la predicación.
Definen lo que es un sermón, describen ampliamente sus partes y características, hablan incluso del acto de predicar, y en algunos casos extensamente, pero pocos se detienen a definir lo que es predicación.
En cierta ocasión el Dr. Martin Lloyd-Jones dictó una conferencia a un grupo de estudiantes, titulada precisamente ¿Qué es predicación? Y en la introducción de su conferencia este gran predicador del siglo XX, quizás uno de los que más exaltó la predicación como la labor central del ministro, dijo lo siguiente:
“Siempre he encontrado extremadamente difícil hablar acerca de este tema en particular, porque es uno de esos asuntos acerca de los cuales yo personalmente encuentro… imposible de tabular en mi mente y de ponerlo en orden. He estado luchando con esta pregunta por los últimos 40 años y no creo estar más cerca de una solución de lo que estaba al principio. Quizás estoy incluso más lejos” (Knowing the Times; pg. 258).
Y otro autor dijo lo siguiente: “Es difícil definir la predicación, ya que se trata de una actividad compleja y de amplísimas dimensiones” (J. M. Martínez; Ministros de Jesucristo; vol. 1; pg. 102).
A la luz de esta realidad, quiero aclarar que no pretendo de ningún modo dar una definición conclusiva y exhaustiva de lo que es predicar la Palabra; pero creo que podremos dar una idea aproximada de eso que ocurre cuando el predicador se coloca detrás del púlpito para dirigirse a la congregación en el nombre de Dios.
Luego de luchar un tiempo con esta pregunta, y luego de consultar algunos libros de homilética del pasado y del presente, propongo la siguiente definición:
“Predicación es la comunicación en forma de discurso oral de un mensaje extraído de las Sagradas Escrituras a través de una exégesis cuidadosa, transmitido con autoridad, convicción, denuedo, pasión, urgencia y compasión, a través de toda la personalidad de un hombre llamado y calificado por Dios, bajo la influencia y el poder del Espíritu Santo, con el fin de suplir las necesidades de un auditorio”.
Lo que quiero hacer a partir de ahora es tomar esta definición y dividirla en sus partes constitutivas, para desarrollarlas una por una en entradas sucesivas que espero sean de ayuda para aquellos que se dedican a esta sagrada labor regularmente.
© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.
jueves, 25 de febrero de 2010
¿Qué es predicación?
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