Pelagio era un monje británico de vida muy austera que a finales del siglo cuarto comenzó a predicar el arrepentimiento con mucho fervor. A diferencia de Agustín, Pelagio no parece haber conocido a profundidad los conflictos del alma que vemos en las Confesiones.
Consecuentemente, el punto de partida de la predicación Pelagiana era totalmente diferente al de Agustín: “Cuando quiera que se me ofrece la oportunidad de hablar de la instrucción moral y de la vida santa – decía Pelagio –, suelo exhibir primeramente el poder y la cualidad de la naturaleza humana y mostrar lo que es capaz de realizar, y luego, partiendo de allí, y necesito la mente del oyente a (algunas) formas de virtud, ya que sería estéril invitarlo a realizar aquellas cosas que hubiera creído que no podía realizar”.
En este párrafo vemos claramente que el concepto de libre albedrío que tenía Pelagio era muy distinto al de Agustín. Para él, el hombre es libre sólo tiene la capacidad de inclinarse hacia lo bueno o hacia lo malo según quisiera.
“Más decimos que el hombre es siempre capaz de pecar o no pecar, por lo que confesamos tener siempre el libre albedrío”. “El libre albedrío… consiste en la posibilidad de cometer pecado o abstenerse de él”. La gracia divina no era indispensable para que el hombre inclinara su voluntad hacia Dios y fuera salvo.
De manera que Pelagio negaba el pecado original. Según él, Adán había sido creado en un estado neutral y, por lo tanto, era capaz de hacer lo bueno y lo malo. Haciendo uso de esa libertad Adán escogió pecar, pero “su caída en el pecado no lesionó a nadie más que a él mismo, y dejó a la naturaleza humana intacta para hacer lo bueno. No hay una transmisión hereditaria de una naturaleza pecaminosa o de culpa, y consecuentemente, no hay tal cosa como pecado original. El hombre aún nace en la misma condición en la que estaba Adán antes de la caída”.
Pelagio también enseñaba que “la regeneración no consiste en la renovación de la voluntad por una operación interna de la eficacia divina, sino en la iluminación del intelecto por medio de la verdad, la estimulación de la voluntad por las amenazas de la ley y la promesa de recompensas futuras, y por la remisión del pecado a través de la indulgencia divina… El Hijo de Dios se hizo hombre con el propósito de, por su enseñanza y ejemplo perfectos, producir el móvil más poderoso de autoayuda, para de esa manera redimirnos. Así como somos imitadores de Adán en el pecado, debemos ser imitadores de Cristo en la virtud”.
Durante el 409 Pelagio se encontraba en Roma predicando sus enseñanzas. Luego del saqueo de Roma huyó hacia Cartago en el 411. Uno de sus discípulos, Celestio, introdujo sus enseñanzas en el Norte de África con más claridad y más coraje que el mismo Pelagio. Al año siguiente Celestio fue declarado hereje y excomulgado.
Pelagio también fue acusado de herejía en los Concilios de Jerusalén y Dioscopolis; pero supo defender y acomodar mejor algunas de sus declaraciones, por lo que fue absuelto (414-416).
En el 416 el pelagianismo fue condenado como herejía en los sínodos de Mileve y de Cartago, decisión que fue luego aprobada por el obispo de Roma, Zósimo, quien le había entregado previamente un certificado de ortodoxia a Pelagio. En el 431 el Concilio de Éfeso condenó el pelagianismo.
Pero es herejía resultó ser un hueso duro de pelar porque apela fuertemente a la naturaleza humana. En los siglos posteriores continuaría la controversia entre el agustinianismo y el pelagianismo, con algunas variantes aquí y allá. Pero eso lo veremos en las siguientes entradas, Dios mediante.
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martes, 2 de febrero de 2010
La controversia entre Agustín y Pelagio
Etiquetas:
Agustín de Hipona,
Libre albedrío,
Pecado Original,
Pelagianismo
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1 comentario:
Wow!! de aqui parten muchas doctrinas que se ven en las iglesias modernas. Que importante es conocer tanto la sana doctrina como la historia de la iglesia. Si esto se impartiera en las iglesias, no creo que tuvieramos este circo de herejías y prácticas anti biblicas.Gracias por el articulo.
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