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viernes, 20 de noviembre de 2009

Algunos conceptos erróneos sobre cómo ministrar a los jóvenes


La perspectiva que la sociedad occidental tiene actualmente de los jóvenes, y especialmente de los adolescentes, ha tenido un impacto profundo en la forma cómo muchas iglesias pretenden alcanzar a los jóvenes y ministrarles. He aquí algunos de estos conceptos erróneos.

“Mientras más fragmentado o ‘departamentalizado’ mejor”

En vez de ver la iglesia como un cuerpo, compuesto por personas que provienen de diferentes trasfondos y que se encuentran en distintas etapas de la vida, ahora se intenta dividirla en departamentos para poder suplir las necesidades e intereses de cada uno.

Y aclaro que no tengo ningún problema en que la iglesia trate de llenar las necesidades específicas de ciertos grupos, como suele hacerse en la Escuela Dominical, por ejemplo. Pero el énfasis de la iglesia debe estar en la integración de todos los que componen esa comunidad, no en la segregación.

Dios diseñó la iglesia para que funcione como una familia, y las familias no funcionan segregadas en grupos de interés. Nuestros jóvenes necesitan aprender las Escrituras, e interactuar con los más maduros, porque sólo de ese modo podrán beneficiarse de la experiencia que dan los años y ser de ayuda a su vez a los que vienen detrás.

Como bien ha dicho alguien: “Los jóvenes pertenecen a la familia más extensa que es la iglesia. Como tales, ellos forman parte de una compleja red de relaciones a la cual ellos contribuyen y de la cual son beneficiados. Por supuesto, es natural que los jóvenes tiendan a pasar tiempo con otros jóvenes, pero la iglesia no es una agencia ‘natural’. La iglesia es un fenómeno que solo puede ser explicado por la gracia operativa del Espíritu Santo obrando a través del evangelio de Cristo. Parte del discipulado de personas jóvenes es alentarlos y equiparlos para ser participantes dispuestos en una congregación diversa”.

Y más adelante añade: “Los jóvenes importan, no porque ellos son ‘la iglesia del mañana’, sino porque ellos son parte integral de la iglesia hoy”.

Y lo mismo podemos decir de otros grupos de interés dentro de la iglesia. Los solteros no pueden formar una iglesia dentro de la iglesia, ni los casados tampoco. Nosotros todos somos la iglesia, y todos nos necesitamos unos a otros.

“Para ministrar eficazmente a los jóvenes debemos entretenerlos”

Esta es una idea que ha calado profundamente en muchas iglesias en las últimas décadas. Por cuanto se asume que la juventud lo que quiere es diversión y no responsabilidad, también se asume que debemos hacer todo lo posible por mantenerlos entretenidos.

Y no es que yo piense que haya algo de malo en que un joven se comporte como un joven (comp. Ecl. 11:9-10). Pero lo que Dios usará para salvar a nuestros jóvenes es lo mismo que Él ha prometido usar para salvar a los adultos: el poder del evangelio (comp. Rom. 1:16; 1Cor. 1:17-24).

Y de igual manera, lo que mantendrá a los jóvenes perseverando en la iglesia y poniendo sus dones en operación no son las actividades entretenidas, sino la pasión por nuestro Señor Jesucristo y el evangelio (2Cor. 5:14-15).

“No debemos tener altas expectativas con respecto a la vida espiritual de los jóvenes”

Esa es otra de esas cosas que no se expresan abiertamente, pero que me temo está presente en el trasfondo de muchas de las actividades y programas que se preparan para los jóvenes: “Siempre que se mantengan viniendo a la iglesia, participando del programa de jóvenes, y alejados de los vicios, es suficiente”.

Pero cuando entendemos que desde la adolescencia los jóvenes deben ser tratados como adultos jóvenes, veremos que nuestras expectativas deben ser más altas. Escuchen lo que dicen dos adolescentes al respecto:

“¿Por qué los hombres y las mujeres jóvenes del pasado eran capaces de hacer cosas… a la edad de 15 ó 16 que muchos de 25 a 30 años no son capaces de hacer?”

“La respuesta es que la gente hoy mira a los teenagers a través del lente moderno de la adolescencia – una categoría social de edad y comportamiento que habría sido completamente extraña… no hace mucho tiempo”.

Y no es que estos jóvenes tengan algún problema con el término “adolescente” o “teenager” en sí mismo. Ni aún con el hecho de acepar que los adolescentes se encuentran en una etapa de crecimiento y maduración.

“El problema que tenemos – dicen ellos – es con el entendimiento moderno de la adolescencia que permite, alienta, y aún entrena a la gente joven a permanecer aniñados por más tiempo del necesario”. Y no olviden que eso lo dicen dos adolescentes.

Y cuando vamos a las Escrituras, el mensaje de estos dos muchachos parecen coincidir más con la mente de Dios que el de muchos expertos de la conducta humana en el día de hoy (el libro de Proverbios está escrito para jóvenes que aún están en casa con sus padres, pero a los que se les trata como adultos jóvenes; comp. también Tito 2:6-8).

“Para alcanzar a los jóvenes debemos ofrecerles actividades y programas entretenidos”

La iglesia de hoy parece ser adicta a las actividades y programas, como si allí se encontrara la solución para todos sus problemas.

Y no es que estemos en contra de las actividades, ni mucho menos en contra de los programas, pero erramos al pensar que allí está la solución, y erramos todavía más cuando sobrecargamos la iglesia con un montón de programas y actividades en los que usualmente están involucrados las mismas personas.

Si algo debemos mantener claro en nuestras mentes es que ninguna iglesia puede ser fortalecida a menos que esté centrada en Cristo y en Su Palabra, no en programas y actividades (comp. Col. 2:1-10).

“Para alcanzar a los jóvenes debemos tratar primariamente aquellos temas que inquietan a los jóvenes en general”

Y una vez más debo decir que ciertamente nosotros debemos suplir las necesidades de aquellos a quienes ministramos. Pero no olvidemos que no siempre las personas colocan sus necesidades en el orden correcto de importancia. Más aún, la mayoría de las veces las personas colocan en la categoría de necesidad lo que desean o les resulta atractivo, no lo que realmente necesitan. Escuchen lo que Pablo dice al joven pastor Timoteo:

“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2Tim. 4:1-4).

Muchos de nuestros jóvenes no pondrían la sana doctrina en una lista de necesidades primarias, pero Dios nos ha revelado en Su Palabra que esa es una parte esencial de nuestra madurez y nuestro crecimiento en gracia (Ef. 4:11ss).

En una entrada posterior veremos algunos consejos prácticos para alcanzar a la próxima generación.


© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.

1 comentario:

Ronny Fallas dijo...

Gracias pastor Sugel. Un tema que anticipaba. Supongo que lo tocará, pero mi duda se dirige a la conveniencia y cómo, en caso de, tener un grupo o sociedad de jóvenes (Reuniones que se dan típicamente los sábados.)

Muchas gracias y su blog es una bendición para mi vida espitual.