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lunes, 16 de noviembre de 2009

Es imposible para el hombre inventar un plan de salvación como el que se revela en el evangelio


Si hay algo sorprendente en las Escrituras, aparte de lo que ella dice acerca de Dios, es lo que ella revela acerca de la redención. Resulta altamente improbable, por no decir imposible, que un grupo de hombres, sin conexión alguna entre sí, y sin entender ellos mismos muchas de las cosas que escribían, hayan podido diseñar un plan de salvación como el que la Biblia revela desde Génesis hasta Apocalipsis.

Ese es el gran tema de las Escrituras: cómo el paraíso perdido por el pecado del hombre en el huerto del Edén, viene a ser en Cristo el paraíso recobrado. Toda la Biblia gira en torno a ese gran tema: La gloria de Dios en la salvación de los pecadores. En ese plan divino de redención, la Biblia no sólo nos muestra cuál es el camino de la salvación, sino que provee la única explicación coherente y plausible de por qué el mundo está como está.

Todos los intentos que el hombre ha hecho a lo largo de los siglos para explicar la realidad fuera del marco bíblico, han terminado inevitablemente en un atolladero sin salida. Esa ha sido la historia de la filosofía desde los griegos hasta el día de hoy.

Pero la explicación bíblica no sólo es coherente consigo misma sino también coherente con la realidad del mundo en que vivimos. Es por eso que la Biblia sigue siendo tan relevante; ella nos muestra cómo son las cosas realmente y cómo podemos vivir sabiamente en el mundo que Dios creó, independientemente de nuestra época y circunstancia.

Ahora bien, como no puedo desglosar detalladamente el plan de redención revelado por Dios en las Escrituras en un breve artículo, voy a limitarme únicamente al papel central que Cristo, nuestro Señor, jugó en la salvación de los pecadores.

Tan pronto el pecado entró en el mundo el Señor prometió en Gn. 3:15 que de la simiente de la mujer habría de nacer uno que le aplastaría la cabeza a la serpiente, aunque en ese proceso la serpiente habría de herirle en el calcañar.

Un miembro de la raza humana habría de redimir al hombre y volver atrás los efectos de la caída. A través del AT Dios fue preparando a Su pueblo para la venida de ese Mesías proveyéndoles información cada vez más detallada y específica: Sería de la descendencia de Abraham, Isaac y Jacob; sería de la tribu de Judá, de la familia de Isaí, y más particularmente de su hijo David. Y así sucesivamente.

Pero conjuntamente con esa información acerca del Mesías, Dios también le proveyó a Su pueblo todo un sistema de sacrificios por medio del cual podían acercarse a Él, en espera del cumplimiento de todas esas promesas de redención. Y si algo estaba claro en ese sistema sacrificial es que por la salvación de los pecadores un inocente habría de morir para satisfacer la justicia de Dios.

Los judíos creyentes del antiguo pacto no pudieron vislumbrar esto con claridad, pero algunos de ellos se dieron cuenta de que de alguna manera en el plan de salvación diseñada por Dios el Mesías debía padecer amargos sufrimientos (comp. 1P. 1:10-12 con Is. 53:3-7).

Pero hay un aspecto que los judíos del antiguo pacto difícilmente pudieron vislumbrar y era la identidad de ese Mesías por tanto tiempo anunciado. ¿Quién habría de ser la víctima inocente, al que señalaban todos esos corderos sin tacha que fueron sacrificados en el AT?

Ya sabían que no era un ser angelical, porque había sido ampliamente revelado en el AT que habría de ser un miembro de la raza humana, de la descendencia de Abraham, etc., etc.

Pero al mismo tiempo no podría ser un hombre común y corriente, porque toda la descendencia de Adán nace manchada en pecado, y el Salvador debía ser puro y sin mancha para que no muriera por sus propios pecados sino por los de otros.

Para complicar el asunto un poco más, ese Salvador debía poseer en sí mismo un valor infinito porque la deuda que habría de pagar era infinita también. Ya nosotros sabemos que fue precisamente por eso que Dios el Hijo se hizo Hombre, porque el único Ser infinito que existe no es otro que Dios mismo.

Pero ¿cómo podía Dios hacerse miembro de la raza humana, sin dejar de ser Dios y sin heredar los efectos del pecado con los que viene manchado todo hombre desde su nacimiento?

La solución bíblica fue planteada unos 700 años antes del nacimiento de Cristo. Dice en Is. 7:14: “He aquí la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”. El nacimiento virginal fue la solución. De ese modo el preexistente hijo de Dios tomó para Sí una naturaleza humana, creada para Él por el Espíritu Santo en el vientre de María.

De haber nacido por generación normal, es decir, por la fecundación de un óvulo humano con un espermatozoide humano, ese niño hubiese sido una nueva persona. Pero la persona del Hijo ya existía desde toda la eternidad (comp. Is. 9:6). El Señor no podía venir al mundo de otro modo que no fuese a través de una mujer virgen. De ese modo el preexistente Hijo de Dios se hizo Hombre y nació sin pecado, porque no heredó la corrupción de la raza humana.

Ahora, yo me pregunto, ¿entendieron todo esto los autores del AT? Cuando Moisés escribía acerca de todos esos sacrificios, cuando Dios hizo un pacto con Abraham diciéndole que en su simiente serían benditas todas las familias de la tierra, cuando Dios hizo un pacto con David prometiéndole que uno de sus descendientes se sentaría en Su trono para reinar eternamente y para siempre, cuando Isaías escribió del siervo sufriente del Señor en el cap. 53, o cuando profetizó que una virgen habría de concebir, ¿entendían ellos el alcance de todo esto?

¡Por supuesto que no! ¿Cómo pudieron, entonces, revelar un plan de redención que comienza forjarse en el libro del Gn. y que se va desarrollando a través de los 39 libros del AT, para que luego encaje perfectamente en la vida y obra de nuestro Señor Jesucristo?

Intentar explicar esto echando a un lado la inspiración bíblica es sencillamente imposible. De manera que la Biblia no sólo clama ser la Palabra inspirada de Dios, sino que sus evidencias internas confirman abrumadoramente que ella no puede ser otra cosa que la Palabra de Dios.


© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.

1 comentario:

Miguel Angel Braga dijo...

Y este Plan de Salvación de Dios hacia los humanos pecadores que El decide mostrar misericordia, es tan Glorioso, tan Sorprendente e Incomprensible, de manera detallada y exhaustiva por el entendimiento humano, que ha dejado a todos los sabios, científicos, presidentes y reyes, atónicos y estupefacto; a tal punto que Dios dice en 1ra. a Corintios cap. 1 versos 20 al 24 : “¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios. ”.
Dios ha diseñado este Plan así, para enloquecer la sabiduría humana; y para enseñarnos, que sin algún pecador ha de ser librado del castigo eterno en Lago de Fuego y Azufre, de la esclavitud de sus pecados y de vivir eternamente con El, en el Reino de los cielos, tiene que Ajustarse a la manera que El ha Establecido y a Su Plan, y no a ningún invento humano. ¿Con que objetivo? Para que sea El solo Glorificado y Exaltado en Su Presencia; por eso termina diciendo en versos 25 al 29 : “Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia.”
“!!Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! !!Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.”