La sociedad dominicana está alarmada y con razón. Los asaltos a mano armada, las violaciones, los asesinatos han dado un salto cuántico en los últimos meses, no sólo en cantidad sino también en intensidad. Las noticias que vemos a diario en los diversos medios de comunicación son escalofriantes, sumiendo a la población en un clima de intranquilidad y de impotencia.
¿Causas? Podemos citar muchas. El aumento del costo de la vida, los criminales que nos llegan importados de otras latitudes con más experiencia que los criollos, la falta de energía eléctrica que cubre de un manto tenebroso nuestras noches y propicia las acciones delictivas, la incitación al dinero fácil (como el anuncio publicitario que escuché recientemente promoviendo un juego de azar: “Yo quiero hacerme millonario sin dar un golpe” – una filosofía por demás decadente y enajenante).
A esto hay que añadir el impacto que produce en la conciencia colectiva la exposición a tanta violencia en los medios masivos de comunicación, así como la presentación del hombre – y sobre todo de la mujer – como un objeto y no como un sujeto. Son muchos y muy complejos los factores que intervienen en esta problemática.
Pero no creo que exageremos al decir que uno de los más determinantes es la impunidad. Con espanto y estupor vemos en la prensa que muchos de los criminales que logran atrapar los agentes del orden público tienen un largo historial delictivo. La impunidad hizo posible que volvieran a delinquir. Es por la impunidad de la justicia que individuos peligrosos transitan tranquilamente por nuestras calles esperando la próxima víctima.
Dice en Proverbios 14:34: “La justicia engrandece la nación; mas el pecado es afrenta de las naciones”. No puede haber progreso ni seguridad donde no hay justicia; y una de las funciones de la justicia es aplicar sanciones adecuadas a los transgresores de la ley y así infundir temor al que hace lo malo (Romanos 13:1-4; 1Pedro 2:13-14).
Cuando no se castiga al malhechor se castiga la ciudadanía: “Como la sentencia contra una mala obra no se ejecuta enseguida, por eso el corazón de los hijos de los hombres está en ellos entregados enteramente al mal” (Eclesiastés 8:11).
Las autoridades civiles fueron establecidas por Dios para el buen funcionamiento de los pueblos; esa es una gran responsabilidad por la cual darán cuenta algún día en el tribunal de Dios, cuando toda impunidad habrá terminado por siempre.
© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia. La foto fue tomada de FreeFoto.com.
viernes, 11 de septiembre de 2009
¿Castigamos a los malhechores o a los ciudadanos?
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3 comentarios:
Ciudadanos de la Generación X "no se meten" a cambiar el status quo.
El 11 de septiembre estuve en NY y vino a mi recuerdo no el 9/11 sino el NYde los 80's y 90's donde no se podía caminar en la 42nd St por la delicuencia. Qué cambió a NY que hoy es una ciudad limpia y segura? La voluntad de la ciudad. Ciertamente no quitamos el crédito que corresponde a Rudy Guiliani, pero no es menos cierto que la generación que vivió los 90's en NY dio todo su apoyo a la voluntad política de convertir la ciudad en lo que fue antes. Nuestra generación X (los que nacimos del 1963 al 1979)por definición es una generación individualista,"que no se mete con nadie" que no asume su liderazgo, que es pesimista por los desaires que hemos vivido desde Vietnan a la fecha, pero sobre todo que su lema es "salvese quien pueda y no cuenten conmigo". Esto no tiene que ser así. Podemos cambiar y debemos impactar el estado de situación de nuestro país. Decía Voltaire que "En una avalancha ningún copo de nieve jamás se ha sentido responsable"... Estoy de acuerdo que si la voluntad firme de las autoridades para poner un alto a la delicuencia no lograremos progreso, pero necesitamos que cada ciudadano demande su derecho de seguridad de acuerdo al rol propio que le toca vivir. Como dice en el Metro de NY... "si ves algo, di algo".
Arturo Perez Peña
Saludos Pastor
Leí atentamente este artículo, entre otros que escribió.
Con respecto a este, debo decir que la iniquidad es un signo pandémico.
En Argentina la pérdida de respeto por los valores y las instituciones ha llevado a un estado de cleptocracia de hecho, donde la violencia de los injustos se opone triunfante a la fuerza de los justos.
Y todo esto, ¡Avalado institucionalmente!
Increíble.
Gracias por compartir
Desde Buenos Aires
P.D: Lleguè a este sitio por sugerencia de Dolly McCabe de "Lumbrera". Gracias también a ella, incansable luchadora por la Verdad
Gracias, mi hermano, y gracias también a Dolly por darnos publicidad gratis, como siempre! Realmente estamos viviendo días difíciles; pero podemos mirar al futuro con confianza sabiendo que Dios continúa sentado en Su trono, llevando adelante Su obra a pesar de la maldad humana, y que algún días las cosas funcionarán como deben: cuando nuestro Salvador regrese en gloria.
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