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lunes, 21 de septiembre de 2009

¿Puede el hombre ser su propio punto de apoyo?


Los valores de un pueblo o de un individuo marcan el curso de su historia. Lo que el hombre exalta y valora determinará en muchos sentidos el estilo de vida que vive y las decisiones que toma. Por eso es tan relevante la pregunta que alguien planteó en uno de nuestros diarios: “¿Cuáles son los valores que marcan el rumbo de los dominicanos hoy?” (Que no creo que sean muy distintos al del resto de las naciones latinoamericanas).

A juzgar por los indicativos que vemos a nuestro alrededor tenemos que llegar a la conclusión de que algo anda mal. Desde el caos del tránsito en nuestras calles, hasta el aumento vertiginoso de la delincuencia, todo parece indicar que no vamos por buen rumbo. La pregunta planteada exige una respuesta.

Pero antes es menester resolver otra cuestión: ¿Sobre qué base vamos a apoyarnos para determinar nuestros valores? Tan pronto hablamos de un valor estamos presuponiendo un punto de referencia fuera de nosotros mismos que nos sirva de parámetro.

Sartre tenía razón al afirmar que ningún punto limitado tiene significado alguno a no ser que tenga un punto infinito de referencia. Para los que creemos en Dios como un Ser personal que creó y sostiene el universo con un propósito, y el cual nos proveyó una revelación verbal escrita lógica y razonable, tenemos en Él y en Su Palabra un apoyo firme y seguro.

Pero en el siglo pasado el humanismo naturalista llegó a tener una influencia determinante, sobre todo en occidente, y éste parte de una premisa muy diferente: “Nosotros afirmamos – dice el segundo Manifiesto Humanista – que los valores morales derivan su fuente de la experiencia humana. La ética es autónoma y situacional, sin necesidad de ninguna sanción teológica o ideológica... La vida humana posee significado porque nosotros creamos y desarrollamos nuestro futuro.”

Los humanistas colocaron al hombre en ese lugar que quedó vacante en su sistema de pensamiento cuando desterraron la idea de Dios y Su Palabra; de ese modo el hombre ha venido a ser su propio punto arquimidal. “Dadme un punto de apoyo y moveré la tierra”, se dice que dijo Arquímides, el famoso matemático griego.

Sin Dios y Su revelación el hombre no tiene más opción que apoyarse en un punto finito y cambiante: él mismo. No es extraño, entonces, que el edificio moral de nuestra sociedad se encuentre maltrecho y tambaleando.

© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.

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