Uno de los distintivos del verdadero cristianismo es el lugar central que ocupa la persona de nuestro Señor Jesucristo como el único mediador entre Dios y los hombres.
Jesús dice de sí mismo en Juan 14:6: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. Él no se presenta como una opción entre muchas, sino como la única opción disponible.
Y esta no es una declaración aislada en el Nuevo Testamento. En Juan 10:7-9 el Señor había dicho a Sus discípulos: “Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores… Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo”.
Y el apóstol Pedro afirma en Hechos 4:12 que “en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en que podamos ser salvos”.
Hay un sólo Dios, dice Pablo en 1Timoteo 2:5, así como hay también un sólo mediador entre Dios y los hombres: nuestro Señor Jesucristo.
Todas las otras vías de acceso que los hombres pretenden usar para llegar a la presencia de Dios están completamente bloqueadas: cualquier otra religión, cualquier otro intermediario, nuestra decencia personal o nuestras buenas obras.
Hay un sólo camino para llegar al Padre, y ese camino no es una doctrina, ni una filosofía: es una Persona. Cristo no se presenta a Sí mismo como un gran maestro que, mapa en mano, puede mostrarnos la ruta al Padre. No. Él es el camino, el único camino; nadie más hubiera podido hacer lo que Él hizo: hacerse Hombre siendo Dios para dar Su vida en una cruz y así saldar nuestra deuda con la justicia divina.
La exclusividad del cristianismo no radica en el hecho de que sus enseñanzas sean más nobles, más lógicas o más sublimes que las de cualquier otra religión (aunque todo eso es cierto de la fe cristiana).
El cristianismo es exclusivo por la singularidad de su Fundador. El mediador entre Dios y los hombres tenía que ser Dios y tenía que ser Hombre, y sólo Jesús cumple con ambas condiciones.
Sabemos que esta clase de exclusividad es contraria al pensamiento pluralista de hoy día, pero lo cierto es que no tenemos más opción que aceptar a Cristo como el único mediador, y postrarnos ante Él en arrepentimiento y fe, o rechazar por completo el evangelio como la doctrina de un iluso o de un farsante.
El cristianismo no admite ningún tipo de sincretismo. “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1Timoteo 2:5).
© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.
sábado, 1 de mayo de 2010
Un solo camino
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