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lunes, 21 de diciembre de 2009

Tres escenas relacionadas con la Navidad: La llegada de los magos


Muchas personas suelen recrear en estos días de Navidad la escena del pesebre donde nació Jesús. Para tales fines colocan debajo del arbolito la figura del niño Jesús con José y María, los pastores, los animales y, por supuesto, los magos que fueron a visitar al niño para llevarle presentes en actitud de adoración.

Pero ¿quiénes eran estos magos? ¿De dónde vinieron? ¿Por qué se alteró tanto el rey Herodes cuando estos hombres aparecieron en Jerusalén preguntando por el nacimiento de Cristo? ¿Eran realmente tres reyes de oriente llamados Melchor, Gaspar y Baltazar? ¿Es correcto ubicarlos en la escena del nacimiento de Cristo, postrados ante Él en el pesebre?

Pongamos a un lado todas las tradiciones que desde niños hemos escuchado acerca de esta historia y analicemos este relato tal como aparece en el evangelio de Mateo 2:1-12:

"Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle. Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta: Y tú, Belén, de la tierra de Judá, no eres la más pequeña entre los príncipes de Judá; porque de ti saldrá un guiador, que apacentará a mi pueblo Israel. Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella; y enviándolos a Belén, dijo: Id allá y averiguad con diligencia acerca del niño; y cuando le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore. Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino".

La palabra “mago” parece provenir de una raíz que significa “grandeza”. En los escritos de Heródoto aparece por primera vez para referirse a una tribu de los medos que llegó a desarrollar una gran habilidad en el estudio de la ciencia y, de manera particular, de la astronomía.

Más adelante el nombre “magi” comenzó a usarse para señalar a los filósofos, sacerdotes o astrónomos orientales. Estos hombres se dedicaron al estudio de la astronomía, la religión y la medicina. Muchos de ellos creían en la existencia de un solo Dios, así como en el deber de los hombres de practicar el bien y desechar el mal.

En el imperio persa llegaron a ser muy influyentes y poderosos, tanto que algunos historiadores afirman que nadie podía llegar a ser rey sin ser entrenado y coronado por los magos. En el libro de Daniel los encontramos en Babilonia junto a los sabios, los astrólogos y los adivinos del reino.

Debido a que muchos de ellos se envolvieron en las ciencias ocultas y en la adivinación, la palabra “mago” adquirió también la connotación que nosotros le damos hoy en nuestro idioma, es decir el que se dedica a la magia y al ocultismo. Pero no todos los magos eran dados a este tipo de cosas.

Con respecto a los magos de nuestra historia, es obvio que tenían conocimiento acerca de la venida del Mesías. Si vinieron de Babilonia, no podemos olvidar que los judíos estuvieron cautivos allí por 70 años, y que Daniel y sus amigos tuvieron contacto con ellos; y es muy probable que por este medio hayan adquirido conocimiento del Dios verdadero y de la esperanza mesiánica.

También en la región de los medos y los persas había muchos judíos dispersos que pudieron transmitir este conocimiento a los magos que habitaban esta región.

No sabemos cómo los magos de nuestra historia se enteraron con tanta precisión del nacimiento de Cristo; Mateo no nos brinda esa información. Pero de alguna manera Dios les hizo saber que el Mesías que por tanto tiempo esperado había nacido; así que decidieron hacer un largo y dificultoso viaje (probablemente de más de 1,600 kms), para tributarle adoración.

El hecho de que presentaran tres regalos distintos dio lugar a la leyenda de que eran tres magos. Más adelante, durante la Edad Media, se añadieron otros detalles:

Que eran reyes del oriente.
Que sus nombres eran Melchor, Gaspar y Baltasar.
Que cada uno de ellos representaba a los tres hijos de Noé.
Y que uno vino de la India, otro de Egipto y otro de Grecia.

En el siglo XII el obispo de Colonia en Alemania afirma haber encontrado sus restos. Pero lo cierto es que la Biblia no da tantos detalles. Simplemente nos dice que unos hombres pertenecientes a esta poderosa casta oriental se enteraron del nacimiento de Cristo y vinieron a adorarle.

Con respecto a la estrella que les sirvió de guía, no sabemos a ciencia cierta de qué se trataba. La palabra griega que se usa aquí señala cualquier objeto de gran brillantez. Unos piensan que se trataba de una estrella, otros hablan de una conjunción de planetas, e incluso de un cometa.

Particularmente me inclino a pensar que se trataba de la gloria de Dios, esa misma gloria que había guiado al pueblo de Israel en el desierto en forma de una columna de fuego, y que Lucas nos dice que apareció en el momento en que Cristo nació (Lc. 2:8-11).

Quizás fue esa misma luz la que vieron. Noten que el texto de Mateo no dice que la estrella los había guiado por todo el camino desde el oriente hasta Judea. Simplemente dice que ellos vieron la estrella e iniciaron el viaje. Es así como estos magos llegan a Jerusalén, y eso nos lleva de la mano a la segunda escena de nuestra historia que postearemos mañana, si el Señor lo permite.

El cuadro que ilustra esta entrada es La Adoración de los Reyes Magos, de El Bosco.

© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.

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