Misión del Blog

Proclamar el señorío de Jesucristo sobre todos los aspectos de la cultura

jueves, 10 de diciembre de 2009

La ética hedonista: el hedonismo egoísta


El hedonismo es la creencia de que el placer es el máximo bien. El hedonismo ha aparecido a lo largo de la historia de diferentes formas, pero voy a concentrarme básicamente en dos: el hedonismo egoísta del mundo antiguo y el hedonismo altruista de finales del siglo XIX.

Si asumimos que el placer es el máximo bien, ahora tenemos que decidir cuál placer es el más importante. Un hedonista egoísta dirá que su placer es más importante que el placer de los demás, mientras que el hedonista altruista dirá que lo más importante es el placer de la mayoría.

Ahora bien, dentro de la corriente del hedonismo egoísta debemos reconocer también otras dos corrientes o movimientos: El hedonismo crudo y sensual, cuya figura principal es un hombre llamado Aristipo (435-356 a.C.), y el hedonismo sofisticado de Epicuro (341-271 a.C.).

Aristipo fue un filósofo griego que creó una escuela llamada Cirenaica, donde no sólo se enseñaba que el placer es el mayor bien, sino que se enfatizaba sobre todo el placer corporal. “No se preocupen por el futuro, decían ellos; trata de obtener aquí y ahora todo el placer físico posible”. En otras palabras, “comamos y bebamos, que mañana moriremos” (1Cor. 15:32).

Epicuro, quién vivió en una época posterior a Aristipo, también creía que el placer individual era el mayor bien, pero al mismo tiempo criticó brillantemente el placer crudo y sensual que promovía la escuela cirenaica.

Epicuro sostenía, al igual que los cirenaicos, que los placeres sólo difieren en cantidad, nunca en calidad. Algunos placeres son más intensos que otros. Pero los placeres no sólo difieren en intensidad, sino también en duración. Los placeres del cuerpo puede que sean más intensos, pero tienden a ser más efímeros.

Por eso enfatizaba los placeres de la mente por encima de los placeres corporales: escuchar una buena música, observar una hermosa obra de arte o contemplar una puesta de sol.

El punto donde Epicuro se aparta de los cirenaicos es al reconocer que si el placer es el mayor bien, entonces el mayor mal debe ser el dolor. Por lo tanto, el hedonista sabio tratará de evitar el dolor en su búsqueda del placer. Precisamente por eso Epicuro advertía sobre los placeres corporales: no sólo por su corta duración, sino también por el potencial de dolor que llevan consigo.

Por un lado, es imposible disfrutar un placer corporal sin haber experimentado un deseo o necesidad previos; pero los deseos y necesidades son una especie de dolor, decía él. Nadie disfruta beber a menos que tenga sed, y la sed es una especie de dolor. Por otra parte, si abusas de los placeres corporales, también cosecharás dolor.

Otro punto en el que Epicuro se aparta de los cirenaicos es en el hecho de que estos últimos vivían para el presente, mientras Epicuro recomienda vivir para el futuro. Como es muy posible que mañana sigas vivo, es una insensatez enredarte hoy en un placer que te producirá dolores mañana (la resaca, por ejemplo, después de abusar del alcohol).

Por lo tanto, en lo que respecta a los placeres corporales Epicuro enseñaba una vida de moderación. Si abusas de esos placeres tarde o temprano recibirás las consecuencias.

Tanto Platón como Aristóteles presentaron serias objeciones a la enseñanza de Epicuro (aunque ambos vivieron antes de que él naciera). Platón decía que el placer y el bien no pueden ser idénticos, pues de ser así no podría haber tal cosa como un mal placer.

Aristóteles por su parte, enseñaba que el placer era sólo un componente de la vida feliz. Eso implica que, aunque el placer sea algo importante, no puede ser identificado como el mayor bien.

“La mejor manera de obtener placer es olvidándolo, decía Aristóteles. La vía para obtener placer es perderte en otras actividades, y de repente descubrirás que te estás disfrutando a ti mismo. Por cuanto la vía hacia el placer es persiguiendo y obteniendo otras cosas, eso contradice la creencia de que el placer es el mayor bien”.

Otro problema del hedonismo es el efecto social que tiene. A veces escuchamos a un joven decir: “Es mi vida; que nadie se meta conmigo”. Pero lo cierto es que “ningún hombre es una isla”, como dijo el poeta inglés John Donne, frase que luego haría famosa Ernest Hemingway). Dos jóvenes adolescentes tienen relaciones sexuales, ella sale embarazada y ahora sus padres tienen que hacerse cargo de ella y del bebé; el aumento del sida es un mal que afecta a toda la sociedad, no sólo al individuo; y lo mismo podemos decir del aumento de consumo de estupefacientes, por sólo citar algunos casos.

En el próximo artículo, si el Señor lo permite enfocaremos el hedonismo altruista.


© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.

No hay comentarios: