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viernes, 13 de noviembre de 2009

El Dios que se revela en la Biblia no puede haber sido inventado por los hombres

Si hay un tema controversial, tanto en filosofía como en religión, es el Ser de Dios. A lo largo de los siglos muchos grandes pensadores han disertado acerca de la existencia y naturaleza de Dios; y si algo podemos sacar en claro de esas disertaciones es que difieren en puntos muy importantes.

Sin embargo, cuando leemos los libros de la Biblia no encontramos ni un solo atisbo de discrepancia en la información que nos brindan sus autores, sino más bien una sorprendente y extraordinaria unidad orgánica.

Supongamos que un grupo de personas, con una misma creencia se ponen de acuerdo para escribir una antología acerca de un mismo asunto. Es muy probable que aún poniéndose de acuerdo haya discrepancia entre ellos, y mientras más controversial sea un tema, mayor será la probabilidad.

Ahora imaginen a un grupo de 40 personas, escribiendo acerca de muchísimos temas diversos y sin la menor posibilidad de ponerse de acuerdo porque ni siquiera vivían en la misma época, y que este grupo de hombres escriban 66 libros presentando unidad, coherencia y armonía en todos los temas que tratan, incluyendo temas tan controversiales como el de la existencia y naturaleza de Dios. Eso sería realmente extraordinario.

Pues eso es precisamente lo que tenemos en la Biblia. Estos hombres no se pusieron de acuerdo para escribir una antología acerca de la Persona de Dios. Y sin embargo, no sólo presentan una información perfectamente unificada, sino también extremadamente compleja.

Lo que estos hombres escribieron respecto a Dios está muy por encima de lo que cualquier hombre de cualquier época puede llegar a comprender plenamente. Aún poniéndose de acuerdo es muy improbable que un grupo de hombres haya podido inventarse un Dios como el que se revela en la Biblia.

Echemos un breve vistazo a lo que la Biblia nos revela acerca de Dios y noten ese entrelazado maravilloso de la información bíblica (no leer encabezado).

Dios es autosuficiente y completamente independiente:

En primer lugar, la Biblia nos dice que Dios es auto suficiente y completamente independiente. Eso es lo que los teólogos llaman la “aseidad” de Dios. Esa palabra viene de la frase latina a se, que significa “por sí mismo”. Una frase latina similar que usamos en español es per se. Dios existe por sí mismo. Todas las cosas creadas dependen de Él para su existencia, pero Él a su vez no depende de nada ni de nadie para existir.

Cuando Dios se revela a Moisés en el episodio de la zarza ardiendo y lo comisiona para ir a libertar al pueblo de Israel, Moisés dice al Señor: “He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros”.

No dijo: “Yo era”, ni “Yo seré”, sino “Yo soy”, el eterno presente de Dios, un Dios que permanece siendo el mismo ayer, hoy y por los siglos. Ningún ser humano pudiera decir algo así de sí mismo, porque nosotros somos el resultado de muchos factores.

Yo no soy el que soy; yo soy el hijo que mis padres engendraron, y el que mi padres criaron, y el que absorvió muchas cosas a medida que fui creciendo en el contexto en que crecí. Pero Dios es, sencillamente, el que es. Él no depende de nada ni de nadie para existir, Él no depende de nada ni de nadie para ser quien es.

Cientos de años más tarde, nuestro Señor Jesucristo aludiría a este pasaje al decir a los judíos en Jn. 8:58: “De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy”.

Y es obvio que los judíos entendieron claramente la implicación, porque dice en el vers. 59 que, al escuchar estas cosas, tomaron piedras para arrojárselas. Al igual que Jehová en el AT, el Señor Jesucristo se refiere a Sí mismo diciendo simplemente: “Yo soy”. Nuestro Dios existe por Sí mismo, pero todas las cosas que existen, existen por Él y dependen de Él.

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gn. 1:1). En ese principio comenzó el tiempo como nosotros lo conocemos, pero Dios estaba allí antes de que nada más existiera. Y lo mismo se dice de Cristo en el NT.

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios… Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Jn. 1:1-3).

Y Pablo dice en Col. 1:16-17, refiriéndose al Señor Jesucristo, que “en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten (Col. 1:16-17).

Nuestro Dios es el Ser sin causa, pero Él a Su vez es la causa de todo. Él es totalmente independiente, pero todas las cosas creadas dependen de Él.

Dios es infinito
:

En segundo lugar, la Biblia también enseña que nuestro Dios es infinito. Eso quiere decir que Él no tiene límites en Su ser y consecuentemente no tiene límites en ninguno de Sus atributos. Cuando Salomón ora a Dios en la dedicación del templo, dice en 1R. 8:27:

“Pero ¿es verdad que Dios morará sobre la tierra? He aquí que los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden contener; ¿cuánto menos esta casa que yo he edificado?”

Y hablando acerca de la grandeza de Dios, dice en Is. 40: “¿Quién midió las aguas con el hueco de su mano y los cielos con su palmo, con tres dedos juntó el polvo de la tierra, y pesó los montes con balanza y con pesas los collados... He aquí que las naciones le son como la gota de agua que cae del cubo, y como menudo polvo en las balanzas le son estimadas... Como nada son todas las naciones delante de Él; y en su comparación serán estimadas en menos que nada, y que lo que no es” (Is. 40:12, 15, 17).

Y en el Sal. 145:3 dice el salmista: “Grande es Jehová, y digno de suprema alabanza; y su grandeza es inescrutable”. Nuestro Dios es infinito. De no ser así no podría ser autosuficiente ni totalmente independiente. Nosotros somos dependientes porque somos limitados. Todo lo que es causado por otra cosa tiene que tener límites, pero como Dios es la causa sin causa Él no es limitado por nada.

Dios es inmutable:

En tercer lugar, nuestro Dios es inmutable. Eso es algo que se declara en las Escrituras una y otra vez. Dice en el Sal. 102:25-27:

“Desde el principio tú fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, mas tú permanecerás; y todos ellos como una vestidura se envejecerán; como un vestido los mudarás, y serán mudados; pero tú eres el mismo, y tus años no se acabarán”.

En Mal. 3:6 el mismo Dios declara que Él no cambia. Y en Sant. 1:17 se le llama “el Padre de las luces, en el que no hay mudanza, ni sombra de variación”. Y una vez más, su inmutabilidad se deriva de los atributos que hemos mencionado ya y de otros que no han sido mencionados.

Si Dios es un Ser completamente independiente, nada externo a Él puede hacerlo cambiar, porque Él no depende de nada ni de nadie. Su aseidad permite su inmutabilidad. Pero lo mismo podemos decir de Su infinitud; si Dios es infinito, eso quiere decir que no tiene partes, ya que nada que tenga partes puede ser infinito.

Eso suena complicado, pero en realidad no lo es. No importa cuántas partes una cosa tenga, siempre puede tener una más o una menos. Pero lo que no tiene partes no posee nada que se le pueda sustraer o añadir. Como Dios no tiene partes porque Él es infinito, por lo tanto, Él no puede cambiar. Nada se le puede añadir, nada se le puede restar.

Dios es Espíritu:

En cuarto lugar, nuestro Dios es un ser espiritual, incorpóreo. “Dios es Espíritu”, dice en Jn. 4:24. De no ser así ninguna otra cosa pudiera existir aparte de Dios, porque Él es infinito. Y no sólo eso; si Dios no fuera un ser espiritual, tampoco pudiera ser inmutable, por lo mismo que decíamos en el punto anterior

Dios es eterno:

El mismo texto de Ex. 3:14 que citamos hace un momento puede ser citado aquí: Dios se revela a Sí mismo como “Yo soy el que soy”.

Sal. 90:1-2: “Señor, tú nos has sido refugio de generación en generación. Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tu eres Dios”.

Is. 57:15: “Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo”. Nuestro Dios es eterno. Si no fuese eterno, no podría ser autosuficiente, ni infinito, ni inmutable.

Dios es Uno y es Trino:

Ese es uno de los aspectos más inescrutables del Ser de Dios, pero es algo que se revela en las Escrituras una y otra vez: Gn. 1:1, 26; Deut. 6:4; Mt. 28:19-20. Y así podríamos citar muchísimos textos más.

Ese hecho de que Dios es Uno se deriva igualmente de los atributos. Si Dios es infinito, entonces no puede ser más de uno, porque en todo el universo no cabrían dos dioses igualmente infinitos. Uno estaría necesariamente incluido dentro del otro.

Pero la unidad de Dios también se deriva de la naturaleza de la creación, porque el cosmos creado es un universo y no un “multiverso”. Hay unidad en el cosmos porque todas las cosas que existen fueron hechas por el mismo Creador.

Dios es Personal:

Con esto queremos decir que Dios posee las características esenciales de la personalidad: la capacidad de pensar, sentir y decidir. Por ejemplo, de Dios se dice, no sólo que Él piensa, sino que Él es toda sabiduría y que Su entendimiento es infinito (Sal. 147:5; Sal. 139:2-4; He. 4:13; Mt. 6:8).

Pero Dios también siente (Ez. 18:23; He. 11:6). Y Dios también posee voluntad para decidir (Rom. 12:2; Ef. 1:5; Ap. 4:11).

Si Dios no fuese personal no tendríamos ninguna explicación para el origen de nuestra personalidad, porque sólo una persona puede engendrar o crear a otra persona. Pero si Él no fuese personal tampoco se hubiese revelado en un libro, ni hubiese diseñado un plan de salvación. El Dios de la Biblia no puede ser otra cosa que un Dios personal.

Y así podríamos seguir enumerando un atributo tras otro, y veremos que el Dios que se revela en las Escrituras no guarda ninguna semejanza con los ídolos que la imaginación humana ha producido a través de los siglos.

El Dios de la Biblia, como bien ha sintetizado John Blanchard, “es único, personal, plural, espiritual, eternamente auto existente, trascendente, inmanente, omnisciente, inmutable, santo, un Ser amante, el Creador y Gobernador de todo el universo y el Juez de la humanidad” (pg. 21). Un ser así nunca hubiese podido ser concebido por la mente, como es más que evidente en los dioses que los hombres han inventado. Y ese Dios se ha hecho accesible al hombre a través de Su Palabra inspirada.


© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.

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