Misión del Blog

Proclamar el señorío de Jesucristo sobre todos los aspectos de la cultura

jueves, 22 de abril de 2010

La autoridad pastoral

Estoy consciente de que este no es un tema muy popular en la época en que nos ha tocado vivir. El concepto de “autoridad” suele ser asociado con ideas que nos provocan reacciones negativas: “tiranía”, “legalismo”, “autoritarismo”.

De manera que cuando la palabra “autoridad” se conecta con el ministerio pastoral, la imagen que se transmite es la de un hombre, o un grupo de hombres, enseñoreándose sobre la conciencia de los demás y usando su posición para aplastar a todo el que no piense como ellos.

Lamentablemente no pocos ministerios contribuyen a esa idea distorsionada del ministerio pastoral.

Pero esa no es la imagen que la Biblia nos presenta de los pastores. Ellos tienen autoridad, pero es una autoridad delegada que debe ser ejercida bajo la autoridad de Cristo y para el beneficio espiritual de las ovejas que Él compró con Su sangre.

Ellos no fueron llamados a implantar sus opiniones personales en las vidas de otros, sino más bien a traspasar a la iglesia la voluntad de Cristo, y velar con autoridad que esa Palabra sea obedecida.

Por eso el autor de la carta a los Hebreos se refiere a ellos en el capítulo 13:7, 17 y 24 usando la palabra griega hegueomai, de dónde proviene nuestra palabra “hegemonía” (“supremacía de cualquier tipo”). Esta es la palabra que se usa en Hch. 7:10 para referirse a José como gobernador en Egipto.

Los pastores gobiernan la iglesia en el nombre de Cristo y bajo la autoridad de Cristo. El comentarista John Brown dice al respecto: “En toda sociedad ordenada debe haber gobernadores; y nuestro Señor Jesucristo, que no es autor de confusión sino de paz… entre los dones que ha impartido en [Sus] iglesias, ha incluido el de ‘gobernantes’ o dirigentes”.

Estos hombres no ejercen sobre la iglesia una autoridad legislativa. Ellos no tienen autoridad para instituir nuevas leyes o nuevas ordenanzas. “Su autoridad – sigue diciendo Brown – está completamente subordinada a la autoridad de Cristo. Sin embargo, dentro de los límites que Él ha prescrito, ellos son gobernadores”. Comp. 1Tim. 5:17; 1Ts. 5:12-13.

De modo que los pastores tienen autoridad sobre la iglesia. Pero esa autoridad no es un fin en sí misma, sino más bien un medio para llevar a cabo eficazmente la labor que se les ha confiado. Y ¿cuál es esa labor?

En este capítulo el autor de la carta a los Hebreos lo resume diciendo que ellos cuidan nuestras almas suministrando y ejemplificando la Palabra de Dios (vers. 7). Estos gobernadores son maestros; su gobierno es ejercido primariamente, aunque no únicamente, a través de la enseñanza de la Palabra de Dios.

Su deber primario es hacer entender a las ovejas de Cristo cuál es la voluntad de su Señor y Salvador y persuadirles a la obediencia. Este es un aspecto tan importante de su ministerio que los pastores no deben permitir que ninguna otra cosa los aparte o interfiera con el cumplimiento fiel de esta responsabilidad (comp. Hch. 6:2, 4; 1Tim. 3:2; 4:6, 11, 13-16; 2Tim. 2:15; 4:1-5; Tito 1:9).

Los pastores han sido llamados a cuidar de las ovejas de Cristo alimentándolas fielmente con la Palabra de Dios, advirtiéndoles de los peligros que pueden poner en riesgo su vida espiritual, trayendo el consejo o la amonestación a tiempo. “Ellos velan por vuestras almas”, dice en el vers. 17. Se mantienen alertas para proteger al rebaño, con los ojos bien abiertos.

En Ez. 3:17 encontramos una ilustración de lo que eso significa: “Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya de la casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte”.

Esa es nuestra labor. No todo el mundo recibe este ministerio con alegría, pero es parte del tierno cuidado de Dios para con nosotros. Los atalayas no estaban allí para molestar a la gente con sus llamadas de atención, sino para su cuidado y protección.

Esa misma idea la encontramos en el NT, en Hch. 20:28: “Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual El ganó por su propia sangre”.

¡Qué tremenda responsabilidad! Pero al mismo tiempo, ¡qué gran muestra del amor y cuidado de Dios para con los Suyos! Ese es uno de los instrumentos que Dios usa para nuestra preservación (comp. He. 3:12-13).

Pero los pastores no solo tienen el deber de velar por el rebaño suministrando la Palabra, sino también ejemplificándola: “Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe (vers 7).

Los pastores que se mencionan este versículo ya habían partido con el Señor. Eran hombres que habían vivido fielmente y habían muerto fielmente. Y ahora el autor de la carta los exhorta a imitarlos.

Eso no quiere decir que esos pastores eran perfectos (como dice Pablo en 1Cor. 4:7, los ministros del evangelio tenemos un tesoro en vasos de barro, y ese barro sale por algún lado). Pero fueron hombres de integridad que manifestaron en sus vidas un genuino deseo de hacer la voluntad de Dios aún en medio de muchas dificultades y aflicciones.

“No olviden el ejemplo de esos hombres ni las enseñanzas que impartieron, tráiganlos a vuestra memoria una y otra vez”, es la idea. Alguien lo traduce: “Observad como ellos concluyeron una vida bien vivida”.

Pero no simplemente para tener anécdotas interesantes que contar sobre ellos, sino para imitar su fe: “considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad se fe”. Ellos predicaron fielmente la Palabra y ejemplificaron en sus vidas el mensaje que proclamaron.

“Ahora imítenles”, dice el autor de esta carta. “En medio de las situaciones difíciles que ahora les está tocando vivir, recuerden el precio que esos hombres del pasado estuvieron dispuestos a pagar e imiten su fe”.

Pero no era suficiente que ellos recordaran a sus antiguos pastores y los tuvieran en alta estima. También era necesario que se sometieran a la autoridad de los que aún estaban vivos: “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso” (vers. 17).

Es muy fácil exaltar, y hasta mitificar, a los siervos de Dios del pasado. “Si yo hubiese vivido en la época de Jonathan Edwards, o de Spurgeon, con gusto me hubiera sometido a su liderazgo”. Pero ¿qué de los pastores que tienes ahora, los hombres de carne y hueso que el Señor te ha provisto? ¿Cómo te relacionas con ellos? Escucha lo que dice Pablo en otro lugar:

“Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra. Tened paz entre vosotros” (1Ts. 5:12-13).

¿Es esa la actitud que manifiestas hacia tus pastores? ¿Los tienes en alta estima por la labor que ellos realizan a favor de tu vida espiritual?


© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.

2 comentarios:

luima dijo...

Amén! , estuve pensando sobre esto el domingo pasado durante el servicio de adoracion, debemos estar agradecidos de Dios por nuestros pastores , y orar por ellos continuamente ya que es parte de la misericordia de Dios que podemos palpar aqui en la tierra, y muchas veces (lamentablemente) lo que hacemos es dar las cosas por sentado, y solo observamos lo que hace falta con un espirito hiper-critico. Que Dios le siga bendiciendo Pastor Sugel.

Sugel Michelén dijo...

Querido Luima: Si bien es cierto que los pastores encontramos muchas veces respuestas inadecuadas en algunos, puedo decirte delante de Dios que para mí (y creo que hablo por los demás pastores también) es un gran privilegio servir al Señor en IBSJ. Gracias de nuevo por tu nota de aliento.