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jueves, 21 de enero de 2010

4. La Confesión de Fe Bautista de 1689 y el Sínodo de Dort (1ra parte)

En la entrada anterior dijimos que la Confesión de Fe de 1689 es una confesión calvinista, y explicaba que al usar ese término me refería al hecho de que nuestra Confesión se adhiere a los cinco puntos que fueron redactados en ese Sínodo en respuesta a las doctrinas arminianas (si desean conocer más a fondo la historia del Sínodo pueden hacer click aquí). Esos puntos son doctrinales:

1. La depravación total del hombre.
2. La elección incondicional.
3. La expiación limitada (o particular).
4. La gracia irresistible.
5. La perseverancia final de los creyentes.

Veamos lo que enseña la Confesión con respecto a estas doctrinas, creídas y defendidas por estas congregaciones bautistas inglesas del siglo XVII.

La depravación total del hombre.

Cuando decimos que el hombre está totalmente depravado, esto no significa que todo hombre es todo lo malo que pudiera llegar a ser, ni tampoco que el hombre sea completamente incapaz de hacer algo relativamente bueno.

Más bien estamos afirmando que la corrupción del pecado alcanzó al hombre en todas sus facultades, y que éste quedó completamente imposibilitado de salvarse o disponerse a sí mismo para la salvación. En el capítulo 6:2-3 la Confesión dice:

2. Por este pecado, nuestros primeros padres cayeron de su justicia original y perdieron la comunión con Dios. El pecado de ellos nos envolvió a todos y a través de este pecado la muerte pasó a todos.(c) Todos los hombres vinieron a ser muertos en pecado,(d) y totalmente corrompidos en todas las facultades y partes del alma y del cuerpo.(e)

(c) Rom. 3:23

(d) Rom. 5:12-21

(e) Tit. 1:15; Gn. 6:5; Jer. 17:9; Ro. 3:1-19

3. Siendo ellos la raíz de la raza humana, y por la ordenanza de Dios estando Adan en el lugar de toda la humanidad, la culpa de este pecado fue imputada a su posteridad, y la naturaleza corrompida se transmitió a aquella que desciende de ellos según la generación ordinaria.(f) Todos los hombres, siendo concebidos en pecado,(g) y por naturaleza hijos sujetos a la ira de Dios,(h) siervos del pecado y sujetos a la muerte,(i) son dados a inexplicables miserias espirituales, temporales y eternas, a no ser que el Señor Jesucristo los libere.(j)

(f) Ro. 5:12-19; 1 Co. 15:21,22,45,49

(g) Sal. 51:5; Job 14:4

(h) Ef. 2:3

(i) Ro. 6:20; 5:12

(j) He.2:14,15; 1 Ti. 1:10

También pueden ver el capítulo 9, párrafo 3, sobre el Libre Albedrío.

Esta doctrina se opone a la doctrina arminiana que niega la total depravación del hombre y su total imposibilidad para salvarse sin la obra todopoderosa de la gracia de Dios.

También se opone a la doctrina de Charles Finney (y su sistema evangelístico de invitación). Según Finney, el hombre no ha perdido la capacidad de obedecer a Dios, y por lo tanto, puede decidir en cualquier momento, sin la ayuda del Espíritu, cambiar por completo el rumbo de su vida. En eso consiste la regeneración, dice Finney, el cambio de ruta que toma el pecador cuando decide seguir a Cristo.

Por tanto, todo lo que se necesita para ser cristiano es que el hombre decida hacerse cristiano, sin ninguna intervención divina. Lo único que hace el Espíritu Santo es persuadirnos a través de la verdad para que obedezcamos el evangelio, pero nada más. Los hombres, decía Finney, “no son convertidos por un cambio obrado en su naturaleza por el poder creativo del Espíritu Santo”, sino por “rendirnos a la verdad” (cit. por Iain Murray; Pentecost Today?; pg. 50).

El cambio podemos producirlo nosotros mismos por medio de una resolución. Esa resolución del pecador es anterior a la regeneración. Primero yo me decido por Cristo, y entonces Él obra en mí. Eso dicen los arminianos.
Esa resolución debe ser manifestada, según Finney, a través de algún acto físico como ponerse de pie, venir al frente en la iglesia, o algo similar. Esa resolución pública puede ser considerada como idéntica al cambio producido en el hombre en la conversión.

Pero eso es totalmente contrario a la enseñanza de las Escrituras. En Jn. 6:44 el Señor Jesucristo dice claramente: “Nadie puede venir a mí, si el Padre, que me envió, no lo atrae”.

Si venir a Cristo es algo que el pecador puede hacer con sólo quererlo, y no es otra cosa que una decisión pública manifestada a través de levantar la mano o pasar al frente, entonces no se necesita ninguna asistencia especial del Padre para llevarlo a cabo.

Lamentablemente, algunas personas que no se definen a sí mismas como arminianas, y que incluso afirman creer en las doctrinas de la gracia definidas en el Sínodo de Dort, o por lo menos en 4 de ellas, al evangelizar usan la misma metodología y la misma terminología del arminianismo.

Le piden al pecador que levanten sus manos, que vengan al frente, o que reciten la oración del pecador (y una vez hacen eso aseguran al pecador que ya es salvo por haber orado); les dicen que Cristo murió por él, pero que ahora todo depende de su decisión, y cosas así.

¿A qué se debe esto? Probablemente a una falta de comprensión más precisa de la doctrina y sus implicaciones. Lo mismo le ocurre al arminiano cuando ora por la salvación de los perdidos. Su oración es incoherente con su sistema doctrinal (si la salvación depende de una decisión del pecador, ¿para qué orarle a Dios, entonces?).

Ya veremos los demás puntos doctrinales en otra entrada.


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1 comentario:

luigiev dijo...

Bendiciones:

La doctrina de la depravación total es sumamente importante, ya que apartir de como tomamos dicha doctrina será nuestra teología de quién es el hombre y el rol de el mismo en la salvación, exaltando el "libre álbedrio" y menospreciando la gracia y la elección de Dios. La misma Palabra de Dios enseña que tan pronto el hombre comió del fruto del arbol murio (Gn.2:17)y como consecuencia los designios del corazón del hombre son malos (Gn.6:5) por lo tanto están muertos en delitos y pecados (Ef.2:1-3). Por tal razón es la importancia de esta doctrina, ya que a partir de como interpretamos la antropogía Bíblica va a ser el desrrollo de la doctrina de la Soteriología.

"Pero ya teníamos en nosotros mismos la sentencia de muerte, para que no confiáramos en nosotros mismos sino en Dios que levanta los muertos, (10) quien nos libró y nos libra de tan terrible muerte"

Angel Vega