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miércoles, 25 de agosto de 2010

El pietismo

Como ha pasado muchas veces en la historia, el término “pietismo” no fue acuñado por aquellos que pertenecían al movimiento conocido con ese nombre, sino más bien por sus enemigos como un mote burlón.

Aunque esta palabra suele usarse con la connotación negativa de “santurronería”, el pietismo fue un movimiento que surge entre los luteranos alemanes, bajo la dirección de Felipe Jacobo Spener (1635-1705). Spener nació en Frankfurt, en el seno de una familia de profundas raíces luteranas. A los 16 años de edad comenzó sus estudios en Estrasburgo, para continuar luego en Ginebra y Basilea.

Muy pronto, Spener comenzó a resentir la ortodoxia muerta de muchas iglesias luteranas, que sobre enfatizaban la pureza doctrinal a costa de la conversión, el servicio cristiano y la vida piadosa. Como dice un historiador:

“Todo lo que se esperaba de los miembros de la iglesia era que conocieran su catecismo, asistieran a los servicios religiosos, escucharan sermones doctrinales y participaran de los sacramentos. Pero no se les pedía que tomaran parte de la obra de la iglesia. Tampoco se les decía nada de la vida cristiana interior ni de cálidas experiencias religiosas.”

A pesar de esa atmósfera fría y ritualista, Spener había recibido otras influencias que moldearon su carácter y visión del cristianismo, particularmente el libro El Verdadero Cristianismo del místico alemán Johan Arndt, así como algunas obras puritanas, particularmente los libros de Richard Baxter.

Al concluir sus estudios, Spener regresó a Frankfurt, donde vino a ser pastor en 1666. Para profundizar aún más en el conocimiento de las Escrituras y en la vida de piedad de los creyentes, Spener comenzó a reunir en su casa a un pequeño grupo de personas con quienes leía la Biblia, oraban y discutían el sermón que había predicado el domingo anterior.

Más tarde, grupos similares comenzaron a surgir en otros hogares con el nombre de Collegia pietatis, “Colegios de piedad”. Y cinco años más tarde, publicó su obra Pia Desideria, Deseos Piadosos, donde compendió las ideas y experiencias de los Colegios de piedad. En esta obra, Spener plantea seis postulados esenciales:

1- La importancia del estudio bíblico regular por parte tanto de laicos como del clero.
2- El sacerdocio de todo creyente, apoyo del concepto de los grupos de hogar.
3- Un énfasis sobre la verdadera fe, que no consiste solamente en asentir mentalmente a los credos, sino que resulta en actos de amor.
4- Un enfoque ecuménico: el pietismo buscaba derrumbar las barreras entre las iglesias luteranas y las reformadas disidentes.
5- La recuperación de un ministerio vivo; Spener deseaba que los pastores recuperaran una sensación de su llamado y la seriedad de su obra.
6- Spener buscaba el redescubrimiento de una predicación vital que hablara al corazón, trayendo arrepentimiento, prendiendo el fuego de la fe y llevando al servicio consagrado.

Es importante señalar que Spener no pretendía formar un movimiento aparte del luteranismo, sino más bien llamar a los que profesaban ser cristianos a no contentarse únicamente con el conocimiento de las doctrinas, sino profundizar en su relación con Dios y su piedad personal. Justo L. González dice al respecto:

“Lo que Spener deseaba era un despertar en la fe de cada cristiano. Para ello apelaba a la doctrina luterana del sacerdocio universal de los creyentes, y sugería que se hiciera menos énfasis en las diferencias entre laicos y clérigos, y más en la responsabilidad de todos los cristianos. Esto a su vez quería decir que debía haber más vida devocional y más estudio bíblico por parte de los laicos, como sucedía ya en los “colegios de piedad”. En cuanto a los pastores y teólogos, lo primero que debía hacerse era asegurarse de que los candidatos a tales posiciones fueran “verdaderos cristianos” de fe profunda y personal. Pero además Spener invitaba a los predicadores a dejar su tono académico y polémico, pues el propósito de la predicación no era mostrar la sabiduría del predicador, sino llamar a todos los fieles a la obediencia a la Palabra de Dios”.

Al igual que los puritanos ingleses, Spener se oponía a ciertas actividades que el luteranismo de aquellos días consideraba como cosas indiferentes, tales como: asistir al teatro, bailar y jugar a las cartas. También enseñaba la moderación en el vestir, así como en el comer y el beber.

Muy pronto, los jefes de la ortodoxia luterana comenzaron a resentir sus enseñanzas; por una parte, “su reunión en el conventículo es de verdaderos cristianos dejaba la impresión de una actitud de cristiano más santo que tú. El énfasis pietista en los sentimientos condujo a algunas ideas erróneas tanto en las iglesias reformadas como en las luteranas, por ejemplo, la idea de que si uno tiene sentimientos adecuados, no importa lo que crea.”

En otros aspectos, las enseñanzas de Spener contrastaban con las de Lutero, a quien Spener citaba frecuentemente, pero siempre tratando de colocarlo en su justo lugar en relación con las Escrituras. Por esa razón, algunos luteranos ortodoxos pensaban que Spener negaba la autoridad del Lutero. Dice González:

“Había, sin embargo, ciertos elementos en los que Spener iba más allá de lo que había dicho Lutero. Como hemos señalado anteriormente, el Reformador estaba tan preocupado por la doctrina de la justificación, que le prestó poca atención a la santificación. En medio de sus luchas por la doctrina de la justificación por la fe, Lutero había insistido en que lo importante no era la pureza del creyente, o la clase de vida que llevara, sino la gracia de Dios, que perdona al pecador. Calvino y los reformados, al tiempo que concordaban con Lutero, señalaban que el Dios que justifica es también el Dios que regenera y santifica al creyente, y que por tanto hay un lugar importante para el proceso de santificación. La santidad de vida no es lo que justifica al cristiano. Pero Dios sí le ofrece su poder santificador al creyente a quien justifica. En este punto, Spener y los suyos se acercaban más a Calvino que a Lutero. El propio Spener había conocido en Estrasburgo y en Ginebra las doctrinas y prácticas de la tradición reformada, y le parecía que el luteranismo necesitaba mayor énfasis en el proceso de la santificación. Esta era parte de la reforma que ahora proponía, y por ello algunos de los teólogos luteranos lo acusaban de ser un calvinista disfrazado de luterano”.

Por tal razón, Spener se trasladó a Dresde en 1686, y luego a Berlín, donde se le permitió abrir una facultad de Teología en la Universidad de La Halle en 1691, la cual se convirtió, andando el tiempo, en el principal centro de difusión del pietismo, bajo la conducción de uno de sus principales discípulos, Augusto Herman Francke (1663-1727). Ese mismo año, 1691, se publicó una colección de escritos de Spener.

Luego de su muerte, en 1705, el movimiento siguió adelante como una nueva reforma dentro de la reforma. “El movimiento pietista pronto cautivó el interés y la dedicación de millares de cristianos. Muchos de los teólogos lo atacaban repetidamente, acusándolo de ser en extremo individualista, subjetivo, emotivo, y hasta herético. Pero a pesar de ello las gentes seguían sumándosele, pues veían en él un retorno a la fe viva del Nuevo Testamento y de los reformadores.”

El pietismo también es el responsable del comienzo del movimiento misionero moderno. Muy pronto, la Universidad de La Halle se convirtió en un centro donde se recaudaban fondos para las misiones, de tal manera que, en el siglo XVIII, no menos de 60 misioneros fueron enviados a las misiones.

Sin duda alguna, el pietismo, que nunca se separó del luteranismo, contribuyó en gran medida a reavivar a muchas iglesias luteranas que estaban sumidas en un sopor espiritual. Pero, como suele ocurrir casi siempre, su reacción contra la frialdad de las iglesias los llevó también s extremos ascéticos (por ejemplo, Francke no daba mucha oportunidad al juego entre los niños de su institución).

De igual modo, desarrollaron un hipercriticismo que prácticamente condenada a todo aquel que no fuera pietista. Tampoco dieron a la doctrina el lugar de importancia que realmente le corresponde. Como dice un historiador: “La Iglesia Luterana del siglo XVII puso su énfasis en la doctrina; el pietismo puso su énfasis en la vida.” Indirectamente, el pietismo fue también el responsable indirecto del surgimiento del metodismo que veremos en el próximo artículo.

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