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viernes, 29 de mayo de 2009

Maternidad bajo fuego

Por Sugel Michelén

Hace unos años leí un artículo, con un título bastante sugestivo: “¿Qué hace una mujer tan inteligente como tú metida en la casa?” En dicho artículo la autora narra todas las peripecias que tuvo que hacer para buscar una persona idónea que cuidara a su hijo recién nacido y ella pudiera regresar al trabajo. Luego de algunos intentos fallidos, salió embaraza otra vez. La búsqueda de la niñera ideal se hizo más intensa, y en ella descubrió algunas cosas interesantes: Algunas eran tan preparadas que su salario representaba una buena parte del que ella ganaría; muchas otras no estaban capacitadas para una labor tan delicada. Quiso recurrir entonces a las que cuidan niños en sus casas, pero allí también descubrió que la mayoría hacía ese trabajo porque tenían que cuidar a sus propios hijos, y nunca cuidarían los ajenos con el mismo esmero; otras tomaban más niños de los que podían cuidar movidas por sus necesidades económicas; en fin, que ninguna se relacionaría con sus hijos de la forma que ella lo haría.

La autora concluye diciendo: “Con el tiempo aprendí una lección muy importante, gracias a la búsqueda de atención para mis hijos: por mas licencias que otorguemos, pautas que establezcamos y dinero que paguemos, es imposible ejercer un control de calidad en la capacidad de un ser humano para amar a otro u ocuparse de él. Yo había deseado los servicios de una persona cariñosa, que tuviera sentido del humor y una actitud vivaz... Alguien que fomentara la creatividad de mis hijos, que los llevara a lugares interesantes, contestara a todas sus preguntas y los arrullara hasta que se quedaran dormidos. Lenta, dolorosamente, llegué a una pasmosa conclusión: la persona que andaba buscando, la que había tratado con desesperación de contratar, era yo misma”.

Hoy más que nunca la maternidad debe ser revalorada, porque por décadas nos han estado transmitiendo el mensaje subliminal de que la mujer inteligente y capaz es la que trabaja fuera de la casa, en contraposición a la pobre mediocre que no tiene más alternativa que dedicarse a criar a sus hijos. Sabemos que muchas madres trabajan por necesidad y que la responsabilidad de la crianza de los hijos es también del padre. Pero afirmar que el potencial de la mujer sólo puede ser desarrollado echando a un lado su papel como madres es desvalorizar una de las labores más demandantes y de más trascendencia que un ser humano pueda hacer.

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