Misión del Blog

Proclamar el señorío de Jesucristo sobre todos los aspectos de la cultura

viernes, 30 de julio de 2010

¿Fue Constantino quién cambió el día de adoración de sábado a domingo?

Próximamente estaré predicando del texto de Col. 2:16-17 en mi serie expositiva de esta carta del NT, y necesariamente tendremos que entrar a considerar el tema del día del Señor. No voy a tocar este punto ahora, sino que quiero concentrarme más bien en responder la pregunta que encabeza este artículo, citando algunos padres de la iglesia apostólica que son anteriores a Constantino.

Debo aclarar que las enseñanzas de los padres de la Iglesia post-apostólica no poseen el mismo peso de autoridad de las Escrituras. La Palabra de Dios es nuestra única norma de fe y práctica.

Pero es interesante notar cómo estas personas interpretaron las enseñanzas de los apostoles, ya que algunos de ellos fueron incluso discípulos directos de algunos de ellos, y fueron testigos oculares de la manera en que la Iglesia manejaba sus asuntos cuando los apóstoles aun vivían.

Los Adventistas del Séptimo Día insisten en que fue Constantino quien cambió el día de adoración de sábado a domingo en el 325 de nuestra Era. Por ello me limitaré a citar únicamente algunos escritos que son anteriores al 325:

1. Ignacio de Antioquía, discípulo del apóstol Juan (31-107): “No debemos sabatizarnos más, sino que debemos guardar el día del Señor en el cual nuestra vida fue levantada”. “Este es el día del Señor, el día consagrado a la resurrección, el más importante de todos los días”.

2. Justino Mártir (100-165): En su diálogo con Trifón nos dice que los cristianos no “celebran las festividades judías, ni observan sus sábados”.

Pero en otro lugar escribió: “En el día que llamamos domingo se realiza una asamblea de todos los que viven en la ciudad y en el campo, en la cual son leidas las memorias de los apóstoles y los escritos de los profetas... Fue éste el día en el cual comenzó la creación del mundo y en el cual Cristo se levantó de los muertos”.

3. Ireneo, discípulo de Policarpo, quien fue a su vez discípulo del apóstol Juan (130-195): “En el día del Señor cada uno de nosotros los cristianos guarda el día de reposo, meditando en la ley, y regocijándonos en las obras de Dios”.


4. Tertuliano (160-220): Escribe que los cristianos “celebramos el domingo como un día de gozo. En el día del Señor pensamos que es incorrecto ayunar o aun postrarnos en oración”.

5. Clemente de Alejandría (contemporáneo de Tertuliano): “Un verdadero cristiano, de acuerdo con lo ordenado en el evangelio, observa el dia del Señor echando fuera todos los malos pensamientos y dedicándose a todo lo bueno, honrando la resurrección del Señor, la cual tomó lugar en ese día”.

No fue Constantino quien efectuó el cambio; fue Dios con Su suprema autoridad quien designó el día de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo como el día de reposo que la Iglesia debía observar hasta que el Señor vuelva.


© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.
Leer más...

jueves, 29 de julio de 2010

El Origen del Calvinismo

Por John Piper

Por supuesto, como cualquier otro hombre a diferencia de Jesucristo, Juan Calvino era imperfecto. Su renombre no es debido a la infalibilidad, sino a su persistente lealtad a las Sagradas Escrituras como la Palabra de Dios en un tiempo cuando la Biblia fue casi devorada por la tradición de la iglesia.

Nació en Julio de 1509 en Noyon, Francia, y fue educado en las mejores universidades de Leyes, de Teología y de los Clásicos. A la edad de 21 fue dramáticamente convertido de una tradición centrada en el Catolicismo a la fe evangélica, radical y bíblica de Cristo y su Palabra. El dijo,

"Dios, a través de una tenue repentina conversión que introdujo en mi mente de una manera educativa, fue más empedernido de lo esperado en mi temprana etapa de la vida. Habiendo de este modo recibido algo de sabor y conocimiento de la verdadera santidad de Dios, fui inmediatamente envuelto con tal intenso deseo de hacer progresos que, aunque no quise totalmente dejar otros estudios, los continuaba con menos pasión" (Juan Dillenberger, John Calvin, Selections from His Writings, Scholars Press, 1975, p. 26).

Existe una razón por la cual Calvino se cambió de sus
estudios clásicos a una vida dedicada a la Palabra de Dios. Algo dramático sucedió en su percepción de la Realidad cuando leyó las Sagradas Escrituras. Escuchó en ellas la voz de Dios y vio su majestad.

Ahora, este poder que es singular de las Sagradas Escrituras está claro por el hecho de que los escritos humanos, aún depurados artísticamente, no son capaces de afectarnos del todo comparablemente. Lea Demóstenes o Cicerón, lea Platón, Aristóteles y otros de esa corriente. Ellos, lo admito, lo encantarán, le deleitarán, lo conmoverán, lo extasiarán en maravillosa medida.

Luego de este descubrimiento, Calvino fue completamente atado a la Palabra de Dios. El fue un predicador en Ginebra por 25 años, hasta que falleció a la edad de 54 en mayo de 1564. Su hábito era el de predicar dos veces cada Domingo y una vez al día entre semana; de manera que predicada un promedio de 10 veces cada 2 semanas. Su método era el de tomar unos pocos versículos, explicarlos y aplicarlos a la fe y vida de las personas. Así trabajó de esta manera libro tras libro. Por ejemplo, predicó 189 sermones en el libro de Hechos, 271 en Jeremías, 200 en Deuteronomio, 343 en Isaías, 110 en I Corintios. Una vez que fue exiliado de Ginebra por dos años a su regreso subió al púlpito en San Pedro y empezó con el texto que había dejado.
La increíble devoción a la exposición de la Palabra de Dios año tras año era debido a su profunda convicción de que la Biblia es la verdadera Palabra de Dios. El dijo,

"Las leyes y las profecías no son enseñanzas entregadas por la voluntad del hombre, sino dictadas por el Espíritu Santo… Debemos a las Sagradas Escrituras la misma reverencia que le debemos a Dios, porque provienen de El únicamente, y no tienen nada del hombre en ellas" (Citado por J. I. Packer, Calvino el Teólogo “Calvin the Theologian”, en Juan Calvino: Una Colección de Ensayos, (A Collection of Essays), Gran Rapids: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1966, p. 162).

Lo que Calvino vio en la Biblia, por sobre todas las cosas, fue la majestad de Dios. Dijo que a través de las Escrituras “de una manera que sobrepasa al juicio humano, somos hechos absolutamente a semejanza, como si contuviéramos la majestad de Dios Mismo” (Institutes, I. vii, 5). La Biblia, para Calvino, era por sobre todo un testigo de Dios de la majestad de Dios. Esto nos lleva inevitablemente a lo que es el corazón del Calvinismo. Benjamin Warfield lo expuso así:

"Calvinista es la [persona] que ve a Dios en todo fenómeno y en todo lo que ocurre reconoce la mano de Dios… ´quien hace de la actitud del espíritu en oración hacia Dios la permanente actitud…´ y quien se proyecta en la gracia de Dios únicamente, excluyendo cada rastro de dependencia en sí mismo para la gran tarea de salvación" (Calvino y Agustino, Calvin and Augustine, Philadelphia: La Compañía de Publicación Presbiteriana y Reformada (The Presbiterian and Reformed Publishing Co., 1971, p. 492).

Eso es lo que yo quiero ser: alguien que excluye cada rastro de dependencia de sí mismo para la gran tarea de mi salvación. De esa manera disfrutaré de la paz que hay en Dios solamente, y Dios tendrá toda la gloria como el del cual y a través del cual y para quien son todas las cosas, y el mensaje de esta iglesia resonará en las naciones.

Pastor John


Este artículo es usado con permiso de Libros y Sermones Bíblicos.
Leer más...

martes, 27 de julio de 2010

Sobre el post de mi hija Aylín

El domingo en la tarde abrí mi correo electrónico y me encontré con un comentario que alguien había colocado sobre uno de los artículos en mi blog. Me sentí confundido, pues no recordaba haber posteado nada con ese título. Fue cuando me di cuenta de lo que Aylín, mi hija mayor, había escrito. No puedo negar que al leerlo sentí una profunda emoción que me hizo llorar por un buen rato.

Me resulta un tanto incómodo tener que comentar acerca de lo que ella escribió, por razones obvias. Sin embargo, creo que este es uno de esos momentos que la providencia de Dios te concede, cuando los ojos de otros están sobre ti, para apartarles la vista hacia el Único que debe ser admirado.

Me gozo en ver el amor y aprecio que Aylín manifiesta en su escrito y lo tomo como un regalo del cielo. Por la gracia de Dios, tanto ella como Stefany fueron salvadas a temprana edad, y años después continúan mostrando en una forma muy evidente los frutos de esa obra en sus vidas.

Pero al mirar hacia atrás, y ver lo que Gloria y yo tratamos de hacer en la crianza de nuestros hijos, lo único que puedo ver es esa bendita gracia de Dios sosteniéndonos y guiándonos a pesar de nosotros.

La realidad de mis pecados y debilidades me saltan a la cara y me golpean con tanta fuerza que me asusta. Pero es entonces cuando recuerdo el sorprendente regalo que Dios nos ha dado en Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo; y en vez de quedar postrado por el peso de la culpa, soy movido a alabar y bendecir a Aquel que en la cruz del Calvario derramó Su sangre para salvarme.

Gracias a todos aquellos que comentaron en el blog. Pido disculpas por aquellos comentarios que no publiqué por razones de conciencia.

¡Alabado sea Dios que puede magnificar Su gracia en seres tan frágiles y defectuosos como nosotros! ¡Que a Él, y sólo a Él sea toda la gloria por los siglos de los siglos!


Leer más...

lunes, 26 de julio de 2010

El Movimiento Bautista

A la par con el movimiento reformador, liderado al principio por Lutero y Zwinglio, surgió otro movimiento que entendía que aquellos reformadores no habían llegado lo suficientemente lejos en su apego a las Escrituras del NT. Por eso se le ha denominado como “Reforma Radical”. Es de este grupo que surgen los Bautistas modernos que estudiaremos a continuación.

EL PROBLEMA DEL ORIGEN

¿De dónde surgen los bautistas? Los historiadores bautistas no dan la misma respuesta a esta pregunta. Algunos relacionan el origen de los bautistas con grupos antipaidobautistas que aparecieron muy temprano en la historia de la Iglesia. Estos historiadores piensan que la denominación bautista tiene un parentesco espiritual con aquellos grupos que se opusieron al bautismo infantil, como los novacianos (s. III), los donatistas (s. IV), los paulicianos (s. V), los valdenses (s. XII), y así sucesivamente.

Otros sostienen que la historia bautista se remonta al tiempo de los apóstoles. Éstos historiadores, llamados “sucesionistas” por su insistencia en poder trazar una sucesión de creyentes bautistas que algunos llevan hasta Juan el Bautista incluso, pretenden poseer todos los eslabones de una cadena que nos lleva hasta la iglesia primitiva.

Pero, si bien es cierto que el espíritu no conformista que caracterizó a los bautistas puede rastrearse a través de toda la Historia de la Iglesia, y que el movimiento bautista guarda cierta relación o parentesco con algunos de estos grupos medievales, la denominación bautista como tal nace en Inglaterra en el siglo XVII. Es a partir de este punto que podemos verificar una línea ininterrumpida de iglesias bautistas hasta nuestros días. Como bien señala el historiador Justo Anderson:

El bautista es un cristiano apostólico, puesto que una iglesia, aunque recién organizada sí lo es sobre el Nuevo Testamento, es más apostólica que aquella Iglesia que puede trazar su sucesión a los apóstoles, pero, que se ha apartado de los principios apostólicos. La cuestión de la veracidad es mucho más importante en el estudio de la historia bautista que la cuestión de la antigüedad, porque la antigüedad de principios es muy distinta a la antigüedad de organización.

Y más adelante añade: “Este es el dilema de la historia bautista. Es, al mismo tiempo, vieja y nueva.”

LOS PRECURSORES

A. Los inicios en Zurich

En este punto de nuestra historia, debemos regresar unos años atrás al inicio de la reforma en Zurich.

Como vimos en la lección 5, el movimiento reformador en Suiza comienza con la conversión de Zwinglio. Debido a su trasfondo humanista, Zwinglio reunió muy pronto alrededor de sí a un grupo de jóvenes intelectuales, interesados primariamente en el estudio de los clásicos griegos. En 1521 se unió a este grupo un joven llamado Conrad Grebel (1448-1526), que había iniciado sus estudios humanistas unos años antes en las universidades de Basilea, Viena y París. Zwinglio introdujo a estos jóvenes al estudio del Nuevo Testamento griego, de tal manera que algunos de ellos, no sólo hicieron profesión de fe, sino que también se convirtieron en celosos reformadores. Grebel era uno de ellos.

Pero pronto surgieron algunos problemas. Menos de tres años después, algunos de estos jóvenes llegaron a ciertas convicciones distintas a las de Zwinglio; entre los puntos de divergencia estaba el asunto del bautismo infantil y la relación de la Iglesia con el estado. Dado que no pudieron ponerse de acuerdo con su mentor y maestro, el 21 de enero de 1525 un grupo de 15 hombres se reunió en la casa de Félix Manz para determinar lo que habrían de hacer, ya que el municipio de Zurich les había dado ocho días de plazo para retractarse de sus convicciones y bautizar a sus hijos. Uno de los presentes esa noche proveyó el siguiente relato:

Sucedió que estábamos juntos hasta que cayó sobre nosotros una tremenda ansiedad... Caímos de rodillas ante el Dios Altísimo y oramos que nos indicase su voluntad divina... porque no fue una cosa de carne y de sangre que los impulsaba, puesto que bien sabían que significaba sufrimiento. Después de la oración, Jorge Cajacob se levantó y rogó que Conrado Grebel le bautizase con el bautismo cristiano correcto en base a su fe y conocimiento.

Grebel bautizó a Cajacob (también conocido como Blaurock) quien procedió de inmediato a bautizar a todos los demás. Así quedó constituida la primera iglesia de los hermanos suizos. “Está claro que fue esta la acción más revolucionaria de la Reforma. Ningún otro suceso simbolizó tan completamente el rompimiento con Roma. Aquí, y por primera vez durante la reforma, un grupo de cristianos se atrevió a formar una Iglesia según se pensaba que era el modelo del Nuevo Testamento.”

A partir de ese momento Grebel se dedicó a una intensa labor evangelística; comenzaron a tener cultos en las casas y a practicar el bautismo a creyentes, por lo que fueron llamados “anabaptistas” o “rebautizadotes”. Esto desató una fuerte persecución contra ellos. Finalmente Grebel fue arrestado y encarcelado en Noviembre del 1525 junto con Blaurock y Manz. Grebel pudo escapar de su encarcelamiento y publicar un tratado sobre el bautismo; pero murió víctima de la peste alrededor de agosto de 1526.

B. Baltasar Hubmaier (1480-1528)

A la par de este movimiento originado en Zurich, algo similar ocurría en Moravia, en relación con el ministerio de Baltasar Hubmaier, uno de los hombres más importantes del movimiento anabaptista. Hubmaier nació cerca de Augsburgo, en el seno de una familia humilde. Estudió en la Universidad de Friburgo, donde fue alumno de Juan Eck. Ambos se profesaban una gran admiración, de tal modo que, cuando Eck dejó la universidad de Friburgo para enseñar en la Universidad de Ingolstad, Hubmaier se fue tras él, llegando a recibir allí su título de Doctor en Teología el 29 de septiembre de 1512.

Luego fue ordenado sacerdote y nombrado como predicador y capellán de la Universidad, llegando a ser vicerrector en 1515. Al año siguiente dejó Ingolstad recibió una invitación para venir a ser el párroco de la Catedral de Regensburgo. Allí se vio envuelto en una campaña antisemita que desembocó finalmente en la expulsión de los judíos de la ciudad, convirtiendo luego la sinagoga abandonada en una capilla católica dedicada “a la hermosa María”.

Muy pronto esta capilla comenzó a recibir un número cada vez mayor de feligreses, pues se había regado la voz de que en la nueva capilla se estaban produciendo varios milagros casi diariamente. Eso provocó la envidia de los monjes locales al ver menguar sus ingresos y su prestigio. Fue tal vez este factor el que llevó a Hubmaier a trasladarse a la ciudad de Waldshut en 1521. Allí continuó su labor como cualquier párroco de la Edad Media.

Pero en junio de 1522 hizo un viaje a Basilea donde conoció a Erasmo y a Heinrich Glarean (que fuera maestro de Grebel). Allí también entró en contacto más directo con la Reforma, de modo que a su regreso a Waldshut decidió estudiar más a fondo el NT. Todo luce indicar que ese fue el año de su transformación. A partir de ese momento, las prédicas de Hubmaier evidenciaron que había abrazado la Reforma y, sobre todo, que había depositado su fe en Cristo. En medio de este proceso, Hubmaier recibe la invitación de regresar a Regensburgo, donde los habitantes quedaron profundamente sorprendidos por el cambio evidente de su antiguo pastor. Poco tiempo después regresó de nuevo a Waldshut, dispuesto a continuar la reforma allí.

En 1 de marzo de 1523 hizo contacto con Zwinglio y con otros dirigentes de la reforma en Suiza, incluyendo a Conrad Grebel. A su regreso a Waldshut redactó un documento de 18 artículos los cuales serían la guía para la reforma en la ciudad. En estos artículos Hubmaier estableció claramente la doctrina de la justificación por la fe, los frutos de amor que la verdadera fe produce, el rechazo de la misa como sacrificio, el rechazo al celibato y el bautismo voluntario de los creyentes.

Al año siguiente contrajo matrimonio con Elizabeth Hugline, quien resultó ser una esposa fiel y valiente. Pero sus actividades reformadoras pronto llamaron la atención de Fernando I de Habsburgo (hijo de Felipe el Hermoso y Juana I de Castilla y, por lo tanto, hermano de Carlos I de España y nieto de los reyes católicos Fernando e Isabel). Primero envió una comisión al Concilio de la ciudad pidiendo que destituyeran al predicador, pero éstos se negaron a hacerlo. Luego llegó una carta del gobierno austriaco, en la que se les volvía a pedir que destituyeran “al que se decía doctor y predicador del pueblo, y a que escogiera en su lugar a otro predicador adecuado y piadoso que no mantuviera las condenadas doctrinas de Lutero.”

Dado que la presión continuó arreciando, Hubmaier decidió salir de la ciudad para evitar una intervención armada. En septiembre de 1524 se dirigió a la ciudad de Schaffhausen. Allí escribió uno de los tratados más importantes de la literatura que produjo la reforma, titulado: “Concerniente a los herejes y a aquellos que los queman”, donde se proclamó abiertamente en contra de las persecuciones religiosas de cualquier tipo y el uso de la espada o el fuego para combatir la herejía, a la vez que abogó por la libertad de cultos. “Está claro para todos ahora, incluso para los ciegos, que una ley para quemar herejes es una invención del diablo. La verdad es inmortal.” Esta frase vino a ser el lema de su vida.

En octubre de ese año, Hubmaier regresó a Wadlshut, donde fue aclamado por el pueblo como un héroe. Hasta el ayuntamiento hizo una fiesta a su favor. Para este tiempo, sus convicciones acerca del bautismo se habían asentado en su mente, como vemos en una carta que envió a un amigo el 16 de enero de 1525: “El significado de este signo y símbolo (el bautismo), la prenda de la fe hasta la muerte esperando la resurrección de la vida futura, tiene que considerarse como algo más que una señal. Su significado no pueden entender los niños, por eso es absurdo el bautismo infantil.” Más tarde, en abril de ese mismo año, Hubmaier fue bautizado con unas 60 personas.

En mayo de 1525, Zwinglio publicó un panfleto titulado “Sobre el bautismo, el anabaptismo y el bautismo infantil”, donde rebatía el concepto anabaptista del bautismo de los creyentes. Hubmaier respondió en el mes de julio con una obra que tituló “El bautismo cristiano de los creyentes”. Este libro “es considerado por muchos como la mejor defensa del bautismo de creyentes jamás escrita.” Esta obra provocó otro debate en Zurich que concluyó con la proscripción de los anabaptistas y el encarcelamiento de Hubmaier, quien había huido a Zurich cuando las tropas austriacas entraron en Waldshut.

Algunos piensan que Hubmaier pudo haber abrigado esperanzas de convencer a Zwinglio; pero lo que en realidad ocurrió fue que se le exigió que se retractara o sería expulsado de Zurich inmediatamente. Temiendo caer en las manos de Fernando I, Hubmaier se retractó. Pero muy pronto se retractó de su retractación y atacó el bautismo infantil luego de un sermón de Zwinglio, por lo que fue apresado inmediatamente. Pero fue fuertemente presionado y volvió a retractarse otra vez.

Una vez liberado, Hubmaier se dirigió a Nikolsburgo (en la actual República Checa), una de las ciudades europeas más tolerantes en ese entonces debido, en parte, a la influencia de Juan Huss. Allí fue recibido con mucho entusiasmo por los evangélicos moravos, llevando a cabo un ministerio sumamente fructífero. Ese fue también un período de gran producción literaria; durante el 1526 y 1527 Hubmaier publicó unos 17 panfletos que fueron de mucha ayuda para los anabaptistas en los años siguientes. “Pocos de sus contemporáneos le excedieron en elocuencia, estilo y humor… Hubmaier fue un erudito cristiano cuyo conocimiento de las Escrituras no fue aventajado por ninguno de sus contemporáneos, y un teólogo capaz al que sólo excedió Calvino.”

Lamentablemente, muy pronto estos anabaptistas moravos comenzaron a enfrentar grandes problemas. Por un lado, el grupo se dividió, ya que algunos se fueron detrás de Juan Hut, un fanático que esperaba la instauración del reino milenial en la tierra, a la vez que insistía en el uso de la espada contra los impíos para establecer el reino. Éste predijo que la segunda venida de Cristo habría de ocurrir el domingo de Pentecostés de 1528, a la vez que trató de reunir a los 144,000 elegidos a quienes selló bautizándolos y poniéndoles en sus frentes la señal de la cruz.

Por otro lado, por orden del archiduque Fernando de Austria, Hubmaier y su esposa fueron apresados y llevados a Viena donde fueron condenados a la muerte; Hubmaier fue quemado vivo el 10 de marzo de 1528, y su esposa fue ahogada en el Danubio tres días después. Sin un liderazgo fuerte que los guiara, eventualmente los anabaptistas de Nikolsburgo dejaron de existir. Pero la influencia de Baltasar Hubmaier se habría de sentir por muchos años más debido a sus obras escritas. “En 1619 se las consideraba todavía tan peligrosas que fueron incluidas en el índice de libros prohibidos... que promovió la Inquisición española.” En un documento del siglo 17, su nombre aparece en una lista de grandes herejes sólo precedido por los nombres de Lutero, Zwinglio y Calvino.

El mismo año en que murió Hubmaier, 1528, el emperador Carlos V “decretó la pena de muerte para los anabaptistas, apelando a una vieja ley romana, creada para extirpar el donatismo, según la cual quien se hiciera culpable de rebautizar o de rebautizarse debía ser condenado a muerte.”

C. El desastre de Munster

Luego de la muerte de Juan Hut, el movimiento se dividió; sin embargo, su mensaje apocalíptico continuó siendo proclamado por otros profetas, entre los cuales se encontraba Melchior Hofman. Aunque Hofman comenzó siendo un predicador laico luterano, más tarde rechazó la enseñanza de Lutero con respecto a la comunión y vino a ser seguidor de Zwinglio, para abrasar luego la doctrina anabaptista en la ciudad de Estrasburgo. Convencido de que él era el Elías que habría de preparar el camino para el retorno de Cristo, comenzó a proclamar que el día del Señor se estaba acercando y que en la ciudad de Estrasburgo se habría de establecer la Nueva Jerusalén.

También instó a sus seguidores a abandonar el pacifismo que había caracterizado a los anabaptistas, “declarando que al aproximarse el fin sería necesario que los hijos de Dios tomaran las armas contra los hijos de las tinieblas.” Finalmente, Hofman fue encarcelado en Estrasburgo en 1533 hasta su muerte 10 años más tarde.

Pero uno de sus discípulos, un panadero holandés llamado Juan Matthys, tomó el mando, declarándose a sí mismo como profeta del movimiento: así como Hofman era el Elías que había de venir antes del retorno del Señor, él era Enoc, el otro testigo de Ap. 11. Matthys procedió entonces a nombrar a 12 apóstoles, entre los cuales estaba Juan de Leyden, y además trasladó la Nueva Jerusalén a Munster, ciudad importante en la región de Westfalia. Mucha gente se aglomeró en torno a ellos; expulsaron al obispo de la ciudad y trataron de instaurar una teocracia que, según ellos, se ajustaría en todo a la Biblia, incluyendo la práctica de la poligamia, tal como se veía en la historia del Antiguo Testamento. A la muerte de Matthys, Juan de Leyden tomó el mando; y así como Hofman se comparó con Elías y Matthys con Enoc, Leyden era el rey David.

Pero el obispo expulsado no se quedó de brazos cruzados; pronto reunió un ejército, compuesto por luteranos y católicos, y sitió la Nueva Jerusalén. La situación dentro de la ciudad se fue volviendo cada vez más desesperada, hasta que, finalmente, sus mismos habitantes abrieron las puertas para que entrara el obispo con su ejército. Lo que sucedió a continuación fue un terrible baño de sangre que habría de ser recordado por mucho tiempo, contribuyendo aún más a la mala fama que ya tenía el movimiento anabaptista.

D. Menno Simons y los menonitas

El desastre de Munster le puso punto final al ala revolucionaria del anabaptismo, pero no al movimiento como tal. Entre los anabaptistas más prominentes de esta nueva generación, uno de los más importantes es, sin duda alguna, Menno Simons, un ex sacerdote católico que abrazó el anabaptismo en 1536, el mismo año en que Juan de Leyden fue ejecutado. Simons nació en los países bajos, en 1496, cuatro años después del descubrimiento de América, 13 años después del nacimiento de Lutero y 30 años antes del nacimiento de Calvino. Fue ordenado para el sacerdocio en 1524, cuando tenía 28 años de edad.

Por una razón que desconocemos, al año siguiente de su ordenación, Simons comenzó a tener serias dudas acerca de la misa. “Yo no cesaba de pensar en que la copa y el pan que repartía en la misa no eran la sangre y la carne del Señor. Creía que era el diablo el que me quería apartar de mi fe. Me confesaba con frecuencia, lloraba y oraba, pero no conseguía librarme de este pensamiento.”

En ese momento de su vida, Simons desconocía casi completamente las Escrituras; como él mismo señala en uno de sus escritos: “… no las había tocado en toda mi vida temiendo leerlas por si me descarriaba. Ahora me doy cuenta de lo torpe que fui durante cerca de dos años cuando era sacerdote.” También admite en otro lugar que en ese tiempo llevaba una vida vacía y frívola, fullera y de borracho y “llena de diversión como es la costumbre y el uso de la gente inútil.”

Finalmente determinó que debía acudir a las Escrituras para resolver sus dudas. Poco a poco fue aceptando la autoridad doctrinal de las Escrituras y pronto se topó también con el tema del bautismo. Sus estudios del Nuevo Testamento le convencieron de que el bautismo infantil era un error; por otra parte se sentía profundamente conmovido por la persecución que se había desatado en contra de los anabaptistas. El 30 de marzo de 1535 un grupo de unos 300 anabaptistas fue violentamente apresado y ejecutado, entre los cuales estaba uno de sus hermanos. Aquello le conmovió profundamente y desencadenó en él una crisis que le llevó a su conversión y a su salida definitiva del catolicismo romano el 30 de enero de 1536.

No mucho tiempo después fue bautizado y ordenado ministro anabaptista. Su labor en los Países Bajos fue tan exitosa que allí los anabaptistas fueron conocidos como menonitas. El alcance de su obra fue tal que el emperador Carlos V emitió un edicto en el que ofrecía la recompensa de 100 monedas de oro por su cabeza, a la vez que prometía al que le entregara un indulto por cualquier delito cometido. No obstante, y a pesar de la persecución, se mantuvo ministrando hasta su muerte el 31 de enero de 1561.

LOS BAUTISTAS INGLESES DEL SIGLO XVII

El movimiento bautista en Inglaterra en el siglo XVII debe ser visto como una rama del puritanismo que estudiamos en la lección anterior. Parece que algunos de ellos habían recibido cierta influencia anabaptista por medio de inmigrantes holandeses. Cuando la situación se puso difícil para ellos, algunos emigraron a Ámsterdam, donde gozaron de tolerancia religiosa.

Pero no todos huyeron. En la ciudad de Gainsborough, en Inglaterra, se formó un centro de separatistas, de entre los cuales surgieron los bautistas en sus dos grandes ramas: los bautistas generales (de doctrina arminiana) y los particulares (de doctrina calvinista). Aunque los bautistas generales surgieron primero en Inglaterra que los particulares, es de estos últimos que surgen los bautistas modernos, y esto por dos razones. La primera es que en el siglo XVIII los bautistas de doctrina arminiana abrazaron el liberalismo teológico y prácticamente desaparecieron del escenario de Inglaterra.

Por otra parte, fueron los bautistas particulares quienes “introdujeron una nueva interpretación del bautismo como un testimonio de la muerte, la sepultura y la resurrección de Cristo que perdura entre los bautistas modernos” (hasta ese entonces el bautismo era considerado como un símbolo de purificación).

De igual modo, fueron los bautistas particulares quienes restauraron la práctica del bautismo por inmersión después del 1641.

La primera congregación bautista de teología calvinista se constituyó en Londres en 1616 bajo el liderazgo de Henry Jacob (1553-1624). Éste había pasado un tiempo en Holanda donde había entrado en contacto con puritanos congregacionalistas. En 1624 emigró a Virginia, colonia americana, donde murió poco tiempo después. El siguiente pastor de esta iglesia en suelo inglés fue Juan Lathrop, quien estuvo al frente de la congregación hasta 1634; pero él también se fue al nuevo mundo. Cuatro años después, Enrique Jessey asumió el pastorado.

No fue sino hasta 1630 cuando está iglesia comenzó a discutir el tema del bautismo. Poco a poco la iglesia fue asumiendo las convicciones que la iban conformando en una congregación bautista. Pero fue en 1645, el año en que Jessey fue bautizado por inmersión, cuando esta iglesia vino a ser realmente bautista. Anterior a esa fecha, otro grupo se había separado de la iglesia madre, precisamente por su convicción de que sólo los creyentes debían ser bautizados. Esta iglesia tuvo como su primer pastor a Juan Spilsbury. Fue precisamente allí donde, en 1640, surgió una discusión sobre el modo del bautismo, que finalmente los llevó a la conclusión de que debía realizarse por inmersión, como simbolismo de muerte y resurrección (comp. Rom. 6:4 y Col. 2:12).

Este método fue adoptado por todas las iglesias bautistas, incluyendo las generales, y así quedó consignado en la Primera Confesión Bautista de Londres de 1644. Para esa fecha, según el historiador Daniel Neal, había unas 47 iglesias bautistas particulares en Inglaterra, 7 de ellas en la ciudad en Londres. Estas 7 iglesias aprovecharon la libertad política y religiosa que se gozaba en aquellos días, para aclarar algunos malos entendidos con respecto a los bautistas, ya que muchos los asociaban con el ala radical del movimiento anabaptista del Continente. Tal como vimos en la lección pasada, en 1689 estos Bautistas publicaron su Segunda Confesión de Fe, que es la que tienen la mayoría de las iglesias reformadas hoy día alrededor del mundo.


© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.
Leer más...

domingo, 25 de julio de 2010

Un Tributo....


....a quien ha proclamado el señorío de Cristo en todos los aspectos de su paternidad.

Ahora mismo, papi está tomando su siesta y yo estoy aprovechando este momento para "entrar a hurtidillas" a su blog. Si él supiera de lo que estoy a punto de hacer, seguro me lo prohibiría porque papi detesta llevarse la honra que le pertenece sólo al Señor. Yo espero que mi Dios me ayude a poder honrarlo a él aquí públicamente, de un modo que adorne el evangelio y muestre la belleza de Jesucristo en la vida de papi.


Muchos de los que leen este blog conocen a mi papá personalmente. Pero, hay muchos otros que no lo conocen... y por tanto sólo conocen un aspecto de la vida de mi papá. Lo conocen como un pastor, que ama la Verdad, siendo Jesucristo mismo la Verdad. Conocen a un hombre que ama la Palabra de Dios y que anhela ver al Reino de Dios extenderse más en el mundo, especialmente a través de la cultura. Muchos conocen a mi papá como un hombre serio, y que defiende el Evangelio.

Pero nosotros, sus hijos, tenemos el privilegio de conocerlo íntimamente y ver especialmente cómo Jesucristo es el Señor de mi papá en su paternidad.
Desde que yo nací (soy la mayor de tres hijos) ya mis padres habían dedicado su vida a Jesucristo. Desde que tengo memoria, recuerdo claramente cómo papi y mami lo que más anhelaban formar en nosotros era el carácter de Cristo. Ambos andaban conforme a la voluntad de Dios como padres. Papi fue (y sigue siendo) un papá increíblemente tierno.

Quizás algunos conocen el amor de mi papá por el Arte y cómo a través de las Artes papi disfruta a Dios mismo, el Gran Artista. Es en gran medida por el amor que tiene papi a la verdad, a la verdad verdadera, que nosotros sus hijos, aprendimos a ver la vida a través de otros ojos. Papi nos discipuló para ver a Dios en todo: mientras escuchábamos a Bach, papi nos hablaba de la gloria de Dios llevando a Bach a componer esas fugas; cuando íbamos a la playa o viajábamos en las carreteras, papi y mami nos enseñaban la belleza de Dios en el paisaje que observábamos. Papi y mami disfrutaban alabar a Dios cantando y nos enseñaron a disfrutar cantarle a nuestro Salvador.

A pesar de siempre tener un ministerio sumamente demandante, el Señor le dio la gracia a papi de no descuidar su llamado a ser nuestro papá. El no sólo nos enseñaba la Palabra de Dios en devocionales familiares, sino que también la vivía frente a nosotros (y todavía lo hace). Papi y mami consolaron nuestros corazones con el evangelio cuando tuvimos inseguridad de salvación. Ambos estuvieron íntimamente involucrados en cada etapa de nuestra vida, aún como adolescentes y supieron caminar con nosotras cuando les contábamos sobre los anhelos profundos de nuestro corazón en cuanto a algún chico que nos interesaba. Ellos nunca trataron con nuestras luchas, cargas, tristezas y desencantos como "cosas de muchachos" sino que con immensa sabiduría y ternura apuntaban nuestro corazón a Dios--a Su soberanía, sabiduría, cuidado y ternura.

Mi corazón rebosa de gratitud que Dios me haya dado el regalo immerecido, de que a través de papi, yo pueda conocer a mi Papá (Abba) en los cielos. El Señor le da la gracia a papi de ser Su imagen constantemente: imagen de Su santidad, de Su amor por la verdad, de Su ternura, de Su creatividad, aún de Su alegría. Dios es un Dios feliz.... y mi papá es un papá feliz. Papi le encanta reírse, le fascina contar chistes (y se ríe de sus propios chistes cada vez que los cuenta con la misma intensidad (o más) como si los contara la primera vez). Yo amo más a mi Papá en los cielos por el papá terrenal que mi Dios me dió... ¡Qué grande es Dios!

Yo estoy a punto de dejar el hogar y jurisdicción de mi papá. Estoy a punto de casarme y aún en este etapa, mi papá continúa siendo dominado por Su Señor y amor por Su reino, al evaluar a mi futuro esposo, consentir con nuestra boda, y aún dejarme ir no sólo de mi hogar, sino de mi país para servir a Jesucristo dónde ahora El me está llamando a servirle. Aún ahora, con casi 28 años de edad, papi (y mami) continúan pastoreando mi alma.

Yo quería que los lectores de este blog conocieran ese lado personal de mi papá. El no es sólo un académico o un filósofo. Papi es un seguidor de Jesucristo y realmente vive proclamando el señorío de Cristo en todos los aspectos de su vida. Pero no lo hace de una sola manera--con convicción y pasión: sino que también vive y proclama con ternura y sabiduría la belleza de Jesús.

Lo he visto perseverar en medio de profundas aflicciones y dificultades; lo he visto aferrarse a la Palabra de Dios cuando su corazón está siendo traspasado por el dolor. He visto cómo El considera a Jesús digno de servir, aún cuando servirle implica desaliento, desánimo, desilusión, debilidad, y aún una salud afectada. Papi no es un hombre perfecto. Pero él lo sabe. Por eso ama tanto a Su Salvador y por eso lo dejó todo años atrás para asir aquello por lo cual el fue asido primero por Cristo--vivir para Jesucristo con cada fuerza de su ser, sometiéndose a servirle por todos los años que El quiera, dónde y cómo El quiera.

Gloria a Dios que me vio digna de probar Su gracia en la vida de mi papá de un modo tan cercano y especial. Sólo ruego al Señor que continúe asiendo a papi como su ministro hasta que él escuche de la misma boca de Su Maestro: "Bien hecho, buen siervo y fiel. En lo poco fuiste fiel.... Entra en el GOZO de tu Señor!"

Leer más...

viernes, 23 de julio de 2010

“Vendrán todos a adorar” excepto aquellos de “afuera”

Por John Piper

De vez en cuando, llegamos a pasajes en la Escritura que hablan del trabajo de salvación de Dios en términos tan increíbles que nos preguntamos cómo pueden coexistir con la realidad del castigo eterno. En otras palabras, parece que Dios promete una redención tan completa que ya no hay espacio para el infierno. Estos pasajes llevan a algunos al universalismo—la creencia de que todos serán salvos, ya sea en la muerte o después de un tiempo en el infierno. A otros los lleva al aniquilacionismo—la creencia de que no todos son salvos, pero ninguno está en el infierno porque son destruídos si se rebelan contra Cristo.

He tratado de dar argumentos bíblicos extensos en contra de estas dos creencias en Let the Nations Be Glad (Baker, 2003, pp. 111-154). La observación bíblica sobre la intencional miseria eterna para aquellos que han censurado lo testificado en la naturaleza (Romanos 1:18-20) o que han rechazado el evangelio (2 Tesalonicenses 1:8-9) es inevitable.

Jesús da una de las palabras más importantes en Mateo 25:46, “E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.” Y Juan, el apóstol del amor, nos da unas de las palabras más fuertes para la eternidad del infierno en Apocalipsis 14:11, “Y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos [eis aiōnas aiōnōn], y no tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre.”

Por lo tanto, es de gran ayuda encontrar un pasaje en la Escritura que clarifique para nosotros cómo una de las verdades más tristes puede existir junto con las declaraciones de la increíble redención de Dios. Considera un ejemplo: Isaías 66:22-24. Primero, vea cómo Isaías dice (en los versículos 22-23) que el día se acerca en el cual “todos vendrán a adorar” a Dios.

“Porque como el cielo nuevo y la tierra nueva se mantendrán delante de mí, dice el Señor, así sus hijos y sus nombres se mantendrán. De luna nueva a luna nueva, y de Sabbat a Sabbat, todos vendrán a adorar delante de mí, declara el Señor”.
Ésa es el tipo de declaración que nos hace preguntarnos cómo el castigo eterno de algunas personas puede suceder. ¿Si “todos” vendrán a adorar al Señor, quién queda que no le adore? ¡Debemos ser muy cuidadosos con puntos como este cuando leemos la Biblia! Debemos preguntar: ¿Tengo un sentido claro de lo que Isaías quería decir—¡y Dios quería decir—con el término “todos”? Suena como toda la vida humana pero, ¿lo es? El siguiente versículo (24) nos deja atónitos:

“Y saldrán, y verán los cadáveres de los hombres que se rebelaron contra mí; porque su gusano nunca morirá, ni su fuego se apagará, y serán abominables a todo hombre”.

Inmediatamente somos traídos de vuelta de nuestras ideas erróneas sobre “todos”. Creímos que significaba “todos los humanos que existen en el universo,” pero el Señor dice, No, “todos” verán a una parte de la raza humana que está en tormento porque “se rebelaron en contra mía.” Por lo tanto, “todos” no incluye a aquellos a quienes “todos” están viendo.

Menciono esto como un ejemplo de cómo la Biblia habla a veces sobre el trabajo de Dios en la redención. Dios está haciendo un trabajo global—de hecho, un trabajo universal—de redención que se extiende a todas las razas y a todas las personas y a todas las tribus y a todas las lenguas y a todas las clases y a todas las edades. Cuando Él haya terminado todo su trabajo de la salvación, será completo. Habrá una nueva humanidad con un segundo Adán como cabeza (1 Corintios 15:22, 45). Aquellos que se “rebelen” contra la obra redentora de Cristo, estarán fuera de “todos.”
Tal vez es por esto que Jesús aludió varias veces a Isaías 66:24 cuando nos advierte del infierno. Él dijo que todos los que rechazaron su mensaje fueron lanzados al infierno “donde el fuego no se apagará” y llevados a oscuridad completa.

“Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga” (Marcos 9:47-48).

“Los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 8:12; 22:13; 25:30).

Solamente Jesús utiliza el término “las tinieblas de afuera”. ¿Es acaso la forma en la que Jesús dice: Cuando mi obra de redención sea completada, y el mundo nuevo sea establecido (paliggenesia, Mateo 19:28), la verdad de “todos” estará allí—la nueva humanidad que es completa en Cristo—y todos los que me rechazaron estarán “afuera”? No tendrán existencia dentro del nuevo mundo. Su existencia y su llanto y su crujir de dientes será otra dimensión de la realidad. Por lo tanto, ellos de ninguna manera disminuirán el sentido de llenura y plenitud de los cielos nuevos y de la tierra nueva donde todo es luz y gozo y paz.

Cuando terminé de leer y meditar estas cosas, oré “Oh Dios, permíteme sentir la magnitud de mi pecado. Permíteme sentirme indigno de tu gracia. Permíteme estremecerme frente a la verdad del infierno. Quítame todos los pensamientos que me exalten a mí mismo, todas las preocupaciones vanas, todas las inclinaciones de divertir a la gente desde tu púlpito sagrado. Abre mis ojos y mi corazón para ver y sentir tu asombrosa gracia salvadora, y la preciosidad infinita de Cristo y su obediencia dirigida por amor, aún hasta la muerte de cruz. Gracias Padre. Gracias. Hazme un instrumento de tu gran salvación, sin importar el costo. En el nombre de Jesús. Amen.”

Parado frente al precipicio, pero seguro.

Pastor John

Tomado de Desiring God.
Leer más...

jueves, 22 de julio de 2010

Nuestra identidad como cristianos

Una de las grandes amenazas que enfrentamos en esta era cibernética es el robo de identidad.

Si alguien tiene acceso a tu computadora personal y te roba tu nombre, y tu clave de acceso bancario, o de tu cuenta personal en Amazon, por ejemplo, esa persona puede asumir tu identidad y hacerte un daño enorme. Puede transferir dinero de tu cuenta a la suya, o hacer compras por Internet como si fueras tú. Es terrible que alguien asuma nuestra identidad.

Sin embargo, eso es exactamente lo que ocurre cuando una persona viene a ser cristiana. La razón por la que nos llamamos “cristianos” es debido al hecho de que nosotros hemos asumido la identidad de otra Persona: nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo.

De manera que en el trono celestial nosotros tenemos una identidad diferente a aquella con la cual nacimos, una identidad que no nos hemos ganado, y que tampoco nos hemos robado, sino que se nos otorgó como un regalo de pura gracia.

El Dios del cielo ahora nos ve en Cristo, y nos invita a hacer uso de todos los beneficios espirituales que conlleva el hecho de tener esa nueva identidad.

Nuestra vida está escondida con Cristo en Dios, dice Pablo en Col. 3:3-4. Estamos en una posición completamente distinta a la que teníamos antes de ser creyentes, desde el punto de vista espiritual (comp. Col. 3:1). Hemos muerto con Cristo y hemos resucitado con Él, de tal manera que ahora Él es nuestra vida. Eso es lo que implica ser cristianos.

Y la única manera en que podemos avanzar en nuestra vida espiritual, es teniendo un entendimiento cada vez más claro de ese hecho y vivir en consecuencia.


© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.
Leer más...

miércoles, 21 de julio de 2010

Los reyes ingleses no pueden frenar el avance del evangelio

Luego de la decapitación de María Estuardo, el viudo de María Tudor, Felipe II de España, llevó a cabo una invasión a gran escala contra el reino de Inglaterra en 1588, una invasión que el papa bendijo como una cruzada santa a favor del catolicismo.

Esta invasión contribuyó a unificar a Inglaterra en torno a su reina. Pero la Armada Invencible quedó destruida, debido en parte las tormentas que enfrentaron en el mar. Eso fue una señal para Inglaterra de que Dios estaba con ellos (los protestantes) y no con los españoles (los católicos). Incluso se mandó a hacer una medalla conmemorativa, con una inscripción que recordaba Ex. 15:10: Afflavit Deus et dissipantur (“Dios sopló y fueron esparcidos”).

Isabel murió en 1603 sin haber tenido hijos y habiendo expresado su deseo de ser sucedida en el trono por Jaime I, el hijo de María Estuardo. María Estuardo era biznieta de Enrique VII y, por lo tanto, su hijo Jaime era un heredero legítimo al trono de Inglaterra (asciende al trono como Jaime VI de Escocia el 24 de Julio de 1567 – aunque una serie de regentes gobernaron en su nombre hasta que llegó a la mayoría de edad, en 1578 – y como Jaime I de Inglaterra el 24 de Marzo 1603).

Jaime o Jacobo I

Ahora por primera vez ambos reinos, el de Escocia y el de Inglaterra, estaban unidos bajo un mismo monarca (gobernó Escocia, Inglaterra e Irlanda por 22 años). Fue durante el reinado del rey Jaime que se publicó la versión inglesa de las Escrituras conocida como la “King James”. Pero este hombre tampoco tenía ningún interés en avanzar el proceso de Reforma en la Iglesia de Inglaterra, aparte de que tenía temor de oponerse a los obispos anglicanos, por lo que asumió una política más adversa aún al puritanismo, dirigiendo contra ellos una campaña “insistiendo que él los haría conformarse o de otro modo, los acosaría hasta que salieran de Inglaterra.”

"Durante todo el reinado de Jaime se fue recrudeciendo la enemistad entre la alta jerarquía de la iglesia oficial y los puritanos. En 1604, Bancroft, el arzobispo de Canterbury, hizo aprobar una serie de cánones en los que se afirmaba que la jerarquía de los obispos era una institución de origen divino, sin la cual no podía haber verdadera iglesia. Tal afirmación implicaba un rechazo de las iglesias protestantes del Continente, muchas de las cuales no tenían obispos, y por tanto fue vista por los puritanos como el principio de un proceso destinado a reintroducir el romanismo en Inglaterra. Además, varios de los 141 cánones aprobados a instancias del Arzobispo iban dirigidos contra los puritanos".

Esto provocó un nuevo éxodo de protestantes, incluyendo el grupo de peregrinos que salieron hacia América en el Mayflower en el 1620. Estos peregrinos son considerados como los padres fundadores de los EUA. Fue durante su reinado que ocurrió la famosa Conspiración de la Pólvora; un grupo de católicos ingleses, al mando de Robert Catesby y Guy Fawkes, organizó un complot para matar al rey y su familia, así como la mayor parte de la aristocracia protestante, haciendo volar el parlamento durante la Apertura de Estado, el 5 de Noviembre de 1605. Pero el complot fue descubierto, trayendo como consecuencia que se recrudecieran las medidas contra el catolicismo.

Carlos I

Al morir el rey Jaime, el 27 de marzo de 1625, le sucedió en el trono su segundo hijo, Carlos I, quien fue todavía más adverso al puritanismo. En contra del Parlamento, Carlos se casó con la princesa francesa Enriqueta María, de religión católica, lo que llevó a muchos a temer que suavizara sus restricciones al catolicismo y estorbara el establecimiento oficial del protestantismo. De hecho, el modelo de iglesia promovido por él era una versión sacramental de la Iglesia de Inglaterra, conocida como “Alto Anglicanismo” (de teología arminiana), y que llevó a muchos a pensar que se acercaba demasiado al catolicismo romano.

Por otro lado, en 1629 abolió el parlamento, que estaba lleno de puritanos, y gobernó durante 11 años como un dictador. Este período se conoce como “Once Años de Tiranía o Ley Personal”. En apenas 12 años unos 4,000 puritanos habían salido para América, buscando un lugar donde pudiesen adorar a Dios con una limpia conciencia. Las imposiciones del estado sobre la religión se fueron haciendo cada vez más fuertes, lo que trajo como consecuencia una guerra civil el 25 de Octubre de 1642, con el Parlamento de un lado, que había sido restablecido unos años antes, y con el rey Carlos del otro.

Pero el rey comenzó a sufrir una derrota tras otra, hasta que finalmente se entregó al ejército del parlamento en 1646. Después de muchas altas y bajas, finalmente el parlamento decide hacer algo totalmente novedoso: llevar a juicio a Carlos I bajo los cargos de alta traición y de “otros altos crímenes”. Fue condenado a muerte por decapitación el 29 de enero de 1649, sentencia que fue ejecutada al día siguiente. Era la primera vez en la historia de occidente que un monarca era ejecutado públicamente.

Durante ese período de guerra civil el Parlamento convocó a más de un centenar de teólogos ingleses, escoceses y galeses, quienes se reunieron durante cuatro años, desde el 1644 al 1648, en la Abadía de Westminster. Esta asamblea produjo la Confesión de Fe de Westminster, y dos catecismos: Uno Mayor para la instrucción de los adultos, y uno Menor para la instrucción de los niños.

Acerca de este grupo de teólogos que redactaron estos documentos, dijo Richard Baxter lo siguiente: “Desde los días de los apóstoles no ha habido un Sínodo de teólogos más excelente que el que se reunió en ese lugar.” La influencia que esa Confesión de Fe y esos Catecismos han ejercido en las iglesias reformadas en todo el mundo ha sido tan profunda que sería muy difícil evaluarla con precisión. Esta Confesión de Fe, calvinista en su teología, sostiene un punto de vista presbiteriano en cuanto al gobierno de la Iglesia.

En ese tiempo también se congregaban en Londres un grupo de siete iglesias bautistas que sintieron la necesidad de expresar públicamente cuáles eran sus doctrinas, ya que algunos pensaban que estos bautistas pertenecían a la secta alemana de los anabaptistas, que también creía en el bautismo de los creyentes, pero que había caído también en muchos excesos. Por tal razón estas iglesias publicaron su primera Confesión de Fe en 1644, la cual fue revisada y presentada al Parlamento en 1646. Llevaba el título de: “Una Confesión de fe de siete congregaciones o iglesias de Cristo, que son llamadas comúnmente (pero de forma injustificada) anabaptistas, publicada con el fin de vindicar la verdad, instruir a quienes la desconocen y aclarar aquellas calumnias que tan a menudo les son lanzadas de manera injustificada tanto en la prensa como en el púlpito.”

Protectorado de Oliverio Cromwell

Cuando el rey Carlos I fue depuesto y decapitado en 1649, se instauró una república conocida como la Mancomunidad de Inglaterra, gobernada por un consejo de estado que incluía a Cromwell. Pero el Parlamento estaba muy divido en facciones. En medio de una situación difícil por las divisiones internas, Cromwell tomó las riendas del gobierno, hasta que fue proclamado “Lord Protector” de por vida en 1653. Durante este período los puritanos gozaron de mucha libertad, y el movimiento de Reforma avanzó considerablemente.

Carlos II y la restauración de la monarquía

Antes de su muerte, en 1658, Cromwell indicó que su sucesor debía ser su hijo Ricardo, pero éste no tenía las capacidades de su padre, por lo que no pudo retener el poder. El país estuvo al borde de otra guerra, por lo que Ricardo renunció a su posición y se retiró a la vida privada. Esto no dejaba más acción que regresar a la monarquía, de modo que en 1660 sube al trono de Inglaterra Carlos II, el hijo de Carlos I. Aunque Carlos II garantizó la libertad de conciencia, muy pronto comenzó a dictar una serie de medidas en contra de los puritanos.

La primera fue el “Acta de Uniformidad” en 1662, que requería que todos los ministros del evangelio unificaran los cultos de las iglesias en torno al Libro de Oración Común. Unos 2,000 pastores se negaron a hacerlo, porque no podían subscribirse a ese documento con una limpia conciencia, por lo que fueron expulsados de sus iglesias. Históricamente hablando, con el Acta de Uniformidad concluyó la historia del puritanismo como tal. A partir de ese momento los ministros puritanos fueron conocidos como “no conformistas” o “disidentes”.

Luego vino el “Acta de Conventículo”, en 1664, que prohibía la reunión de cualquier iglesia que no adoptara el Libro de Oración Común. Y un año después el “Acta de la Cinco Millas”, que prohibía que cualquier pastor disidente se acercara a su antigua parroquia en un radio de cinco millas. Esto provocó que muchos pastores disidentes pusieran por escrito sus sermones y sus opiniones doctrinales, lo que hizo posible que hoy pudiéramos tener esa rica herencia a nuestra disposición.

Uno de los presos más famosos de ese período fue Juan Bunyan, el cual fue encarcelado en 1660 por rehusarse a dejar de predicar, pero en cuyo encierro escribió una de las obras maestras de la literatura inglesa de ese período: “El Progreso del Peregrino”. En ese período de persecución los tres grupos mayoritarios de creyentes en Inglaterra, los presbiterianos, los bautistas y los independientes, se acercaron cada vez más.

Carlos II murió en 1685 y fue sucedido en el trono por su hermano Jaime II, el cual profesaba la religión católica. Por esa razón, una de las primeras cosas que hizo al retornar al poder fue proclamar un “Acta de Indulgencia” que permitía que las iglesias disidentes del anglicanismo se reunieran libremente. Eso favoreció a los católicos, así como a los protestantes. Pero en 1689 Jaime II fue depuesto, sucediéndole en su lugar Guillermo de Orange, casado con una hija de Jaime II y la cual era protestante. De inmediato se dictó un “Acta de Tolerancia”, concediéndole más libertades aún a los disidentes.

Ese mismo año los bautistas publicaron su segunda Confesión de Fe de Londres, que había sido redactada en 1677, pero que no había podido ser publicada por la situación política y religiosa reinante en Inglaterra. En esta segunda Confesión, conocida como la 1689, los bautistas quisieron expresar su acuerdo con los demás grupos reformados de Inglaterra, por lo que siguieron muy de cerca las definiciones doctrinales de la Confesión de Fe de Westminster, así como la Confesión de Saboya de los congregacionalistas.

Aunque diferían de aquellos teólogos en cuanto al gobierno y la membrecía de la Iglesia, en todas las otras cosas creían prácticamente lo mismo, y así lo manifestaron públicamente en su Confesión de Fe. Este documento ha sido, y sigue siendo, la Confesión de Fe de muchas iglesias bautistas desde entonces.


© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.
Leer más...

martes, 20 de julio de 2010

Abide With Me

La letra de este himno, escrito por Henry F. Lyte (1847), es sumamente consoladora y edificante (solo la 1, 3 y 5 estrofa). La interpretación de Camilla Kerslake es sublime. Incluyo la letra en inglés, y más abajo, la letra del himno tal como está traducido al español.



Abide with me; fast falls the eventide;
the darkness deepens; Lord, with me abide.
When other helpers fail and comforts flee,
Help of the helpless, O abide with me.

Swift to its close ebbs out life’s little day;
earth’s joys grow dim; its glories pass away;
change and decay in all around I see;
O thou who changest not, abide with me.

I need thy presence every passing hour.
What but thy grace can foil the tempter’s power?
Who, like thyself, my guide and stay can be?
Through cloud and sunshine, Lord, abide with me.

I fear no foe, with thee at hand to bless;
ills have no weight, and tears not bitterness.
Where is death’s sting? Where, grave, thy victory?
I triumph still, if thou abide with me.

Hold thou thy cross before my closing eyes;
shine through the gloom and point me to the skies.
Heaven’s morning breaks, and earth’s vain shadows flee;
in life, in death, O Lord, abide with me.

Señor Jesús, la luz del sol se fue,
La noche cierra ya, conmigo sé;
Sin otro amparo, Tú, por compasión,
Al desvalido da consolación.

Veloz se va la vida con su afán;
Su gloria, sus ensueños pasarán;
Mudanza y muerte veo en derredor:
Conmigo sé, bendito Salvador.

Tu gracia en todo tiempo he menester:
¿Quién otro al tentador podrá vencer?
¿Qué otro amante guía encontraré?
En sombra o sol, Señor, conmigo sé.

No temo el mal si Tú conmigo vas;
Al enemigo Tú lo vencerás.
En medio de miseria y de dolor,
Señor Jesús, sé Tú mi auxiliador.

Alza tu cruz en mi postrer visión,
Traza la senda que me lleve a Sion;
Tras las tinieblas surge ya la luz...
Conmigo en vida y muerte sé, Jesús. Amén.

Leer más...

María Estuardo y la Reforma en Escocia


Ubicada el norte de Inglaterra, el reino de Escocia siempre vio en los ingleses una amenaza para la soberanía sus territorios. Por esta razón, Escocia era una aliada tradicional de Francia. Sin embargo, no todos los escoceses veían esa alianza con buenos ojos; algunos pensaban que era más aconsejable estrechar los lazos de amistad con Inglaterra. Estos últimos recibieron un espaldarazo cuando el rey Enrique VII de Inglaterra dio la mano de su hija, Margarita Tudor, a Jaime IV de Escocia.

Esta alianza matrimonial trajo la esperanza de que ambos reinos pudieran vivir en paz a partir de entonces. De hecho, Enrique VIII también le ofreció la mano de su hija María a su sobrino Jaime V, hijo de Jaime IV; pero éste prefirió mantener la política tradicional de alianza con Francia, y se casó con la francesa María de Guisa. Fruto de esta unión nació María Estuardo.

Durante ese tiempo, el protestantismo había comenzado a penetrar en Escocia. Algunos escoceses que viajaban a Europa continental trajeron consigo una fuerte influencia de los reformadores alemanes; y aunque el Parlamento escocés promulgó leyes contra ellos, la nueva doctrina continuaba expandiéndose y contando con el favor de muchos nobles.

En 1542 murió Jaime V, quedando como heredera del trono su hija María Estuardo, de apenas 6 días de nacida. De inmediato comenzó una pugna por el futuro de la niña. Enrique VIII de Inglaterra deseaba casarla con su hijo Eduardo, plan este que contaba con cierto apoyo de los nobles protestantes escoceses. Pero los católicos deseaban más bien que María fuese enviada a Francia para ser criada allí y luego casada con un príncipe francés. Finalmente, los francófilos prevalecieron y la pequeña María Estuardo fue enviada a Francia, mientras su madre, María de Guisa, permaneció en Escocia como regente.

En 1558 se casó con el delfín Francisco II (éste es un título nobiliario francés reservado para los príncipes herederos al trono que fuesen hijos legítimos del monarca). Él tenía 14 años y ella 16. Al año siguiente de la boda, el rey de Francia, Enrique II, muere en un accidente, y el esposo de María es coronado rey. De modo que ahora María Estuardo, con apenas 16 años de edad, era la reina consorte de Francia y la reina titular de Escocia.

Pero esto no fue suficiente para ella. El mismo año de su boda, murió en Inglaterra María Tudor, quedando el trono en manos de su prima Isabel. Dado que Isabel era hija de Ana Bolena y, por lo tanto, una bastarda desde el punto de vista católico, María Estuardo tenía dos opciones: Ser condescendiente con Isabel y negociar con ella, o mandar a los ejércitos de Escocia y Francia que se levanten contra ella y la traten como una usurpadora. Pero María no hizo ni una cosa ni la otra; mantuvo su pretensión a la corona, pero no hizo nada para obtenerla. La pareja de príncipes puso en su escudo de armas la corona inglesa, mientras María se hacía llamar reina de Francia, Escocia e Inglaterra. Una mera fanfarronería que provocó un profundo enojo a la reina Isabel.

Como dice un biógrafo de María Estuardo: “En lugar de una verdadera acción por medio de las armas, se escoge el estéril gesto de una pretensión pintada en madera y escrita en papel; con ello se crea una permanente situación de ambigüedad, pues, en esta forma, la pretensión de María Estuardo al trono de Inglaterra existe y no existe al mismo tiempo”.

John Knox

No podemos continuar esta historia sin hacer referencia a la figura más importante de la reforma en Escocia, John Knox. Nació en algún momento entre los años 1510 y 1515. Estudió teología en la Universidad de San Andrés y fue ordenado sacerdote alrededor del 1540. Poco tiempo después comenzó a ser influenciado por el protestantismo, hasta que finalmente se convirtió al evangelio, llegando a ser el predicador de la comunidad protestante escocesa.

Pero el 31 de julio de 1547 fue tomado prisionero junto con otros reformadores y condenado a remar en las galeras francesas, condena que sufrió por 19 meses y que afectó profundamente su salud física. Pero gracias a la intervención de Inglaterra, finalmente fue liberado. Durante el reinado de Eduardo VI sirvió como ministro en Inglaterra desde 1549-1551. De igual modo vino a ser uno de los capellanes de la corte, por lo que, en muchas ocasiones, predicó delante del rey. Cuando Eduardo muere, y su hermana María es coronada reina, Knox se ve obligado a partir hacia Suiza, donde se convierte en uno de los discípulos de Calvino en Ginebra.

Mientras tanto en Escocia, y bajo la regencia de María de Guisa, los jefes protestantes se comprometieron bajo pacto solemne a “promover y establecer la muy bendita palabra de Dios, y su congregación”. Por esta razón se les dio el nombre de “lores de la congregación”. En 1558, y a pesar de la persecución que se desató contra ellos, se organizaron como iglesia y pidieron el regreso de John Knox.

Así las cosas, la regente de Escocia pidió ayuda a Francia en contra de los lores de la congregación; los protestantes, por su parte, apelaron a Inglaterra “haciéndole ver que, si los católicos lograban aplastar la rebelión religiosa en Escocia, y ese país quedaba en manos de los católicos y estrechamente unido a Francia, la corona de Isabel peligraría.

La reina de Inglaterra finalmente decidió ir en ayuda de los protestantes a principios de 1560. Pero en junio de ese año, muere la regente María de Guisa, la madre de María Estuardo, y los franceses proponen abandonar Escocia si los ingleses hacían lo mismo. Para esa época John Knox ya había regresado a Escocia y se había puesto al frente de la causa protestante. En Diciembre de ese mismo año murió también Francisco II, el esposo de María, por lo que los nobles escoceses le pidieron que regresara a su país.

María Estuardo regresa en 1561 y de inmediato comienza a tener conflictos con John Knox ya que, a pesar de que la reina garantizó la libertad de cultos, ella continuaba celebrando misa en su capilla privada. En su predicación, John Knox tronaba contra la idolatría de esta “nueva Jezabel”.

La caída de María Estuardo

A todo esto, María Estuardo continuaba acariciando el sueño de llegar a ocupar el trono de Inglaterra. Para tales fines, el 29 de julio de 1565 se casó con su primo Enrique Estuardo, conocido también como lord Darnley, que también tenía cierto derecho de sucesión y que profesaba la religión católica. Este matrimonio también enfureció a la reina Isabel por cuanto Darnley, siendo un noble inglés, aún así se casó sin su permiso (también se sentía más amenazada por esta unión).

Hasta ese momento, María Estuardo había estado recibiendo consejos de su medio hermano, Jaime Estuardo, lord de Moray, uno de los principales jefes del protestantismo. Pero este no aprobó el casamiento de María Estuardo porque lo veía como parte de un pacto con España para aplastar el protestantismo en Escocia; así que acudió a las armas. María apeló entonces a lord Bothwell, un soldado muy hábil, y Moray fue derrotado y obligado a refugiarse en Inglaterra.

Ahora sin los consejos de su hermano, María cometió errores que la llevarían al desastre. Muchos sabían que su matrimonio no marchaba bien, y comenzaron a correr rumores de que la reina le estaba siendo infiel. En medio de esta situación Darnley es asesinado y Bothwell fue culpado del homicidio; pero es absuelto, y unos tres meses después María Estuardo lo convierte en su tercer esposo. Esto provocó que los lores escoceses se rebelaran.

Cuando la reina quiso defenderse se dio cuenta que sus tropas no estaban dispuestas a luchar a su favor. Los lores le presentaron pruebas de su participación en la muerte de su ex esposo, y le dijeron que si no abdicaba a favor de su hijo Jaime (su padre era Darnley), de apenas 1 año de edad, sería acusada de asesinato.
María abdicó a favor de su hijo, y Jaime Estuardo, lord de Moray, regresó de Inglaterra para convertirse en regente de Escocia. María entonces organizó un ejército para enfrentar a Moray, pero fue derrotada; de manera que ahora no tenía más opción que huir hacia Inglaterra y solicitar la protección de su odiada prima Isabel.

En un principio, Isabel la recibió con mucha cortesía, pero María no correspondió de la misma manera. Continuó conspirando para apoderarse del trono inglés, hasta que finalmente fue descubierta una conspiración para asesinar a Isabel; fue juzgada por traición y condenada a la muerte por decapitación, condena que se llevó a cabo el 8 de febrero de 1587; tenía 45 años de edad.

La iglesia en Escocia

En cuanto a la iglesia en Escocia, ya no cabía dudas de su tendencia reformada. Como señala un historiador: “Ninguna iglesia oficial de la Reforma fuera de Suiza estaba más profundamente arraigada en la vida del pueblo.” John Knox, murió el 24 de Noviembre de 1572, y aunque muchos lo recuerdan únicamente como el gran reformador de Escocia, lo cierto es que su figura adquirió mucho renombre a nivel internacional, como lo atestigua la famosa Placa Memorial de Ginebra en la que aparece junto a Calvino y Farel.


© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.

Leer más...

lunes, 19 de julio de 2010

Los puritanos y la reforma en Escocia


Clase de Escuela Dominical, Historia de la Reforma, del domingo 18 de Julio.

Como vimos en la lección pasada, los comienzos de la Reforma en Inglaterra no fueron muy alentadores. Sin embargo, el Dios que llama todas las cosas que no son como si fuesen y que tiene en Sus manos el corazón de los reyes, tenía una agenda distinta a la de Enrique VIII, y la estaba llevando a cabo a través de la agenda del rey.

Isabel I y los Puritanos

Tan pronto Isabel subió al trono luego de la muerte de María Tudor, en 1558, implantó de nuevo el protestantismo en Inglaterra, muy probablemente por conveniencia, ya que según el catolicismo ella era una hija bastarda (aunque algunos opinan que Isabel era una protestante convencida; leía regularmente el NT en griego, así como su Biblia en inglés).

En ese momento muchos de los protestantes que huyeron al Continente regresaron a Inglaterra con la esperanza de que la reina siguiera profundizando en el proceso de reforma bíblica. Pero se encontraron con una terrible decepción. Aunque la reina Isabel simpatizaba con los protestantes, era reacia a todo tipo de dogmatismo, a la vez que se inclinaba por el esplendor y la pompa del catolicismo medieval. Estos protestantes, en cambio, abogaban por una reforma cabal, donde la Palabra de Dios fuese la única regla que regulara la doctrina, la vida práctica y la adoración de los creyentes. Por tal razón a estos protestantes ingleses se les llamó “puritanos” durante el reinado de Isabel I.

Isabel tenía el temor de llevar el protestantismo a un extremo y provocar a los anti protestantes ingleses a aliarse con Francia o España para invadir Inglaterra. Pero los puritanos entendían que las Escrituras no debían ser abrazadas a medias. Ellos querían “reformar la reforma”, como dijo el poeta inglés John Milton en cierta ocasión. Su ideal era purificar la iglesia, y sus propias vidas, de todo aquello de lo que debían ser purificados.

A lo largo de la historia los puritanos han sido muy mal representados: como unos santurrones hipócritas y farisaicos, que se empeñaban en vivir vidas miserables y hacer que todo el mundo comparta su miseria. Pero nada puede estar más lejos de la realidad. El rasgo distintivo de los puritanos era su amor por la Biblia y su determinación a conformar todas las áreas de la vida a sus enseñanzas.
Si bien algunas de sus prácticas pueden parecernos excesivas al día de hoy, no debemos olvidar la época en la que ellos vivieron y ministraron para poder juzgarlos en justicia. Por ejemplo, los puritanos eran famosos por su afición a escuchar sermones largos. En cierta ocasión un profesor de Cambridge llamado Laurence Chaderton, se excusó con su congregación por haber predicado un sermón de dos horas. La respuesta de los hermanos fue: “Por el amor de Dios, señor, siga, siga”. La gente recorría grandes distancias para escuchar a los grandes predicadores que surgieron en esa época.

Para los estándares modernos, esa es una conducta un tanto extraña; pero no debemos olvidar que durante unos mil años las personas no tuvieron la oportunidad de leer la Biblia por sí mismo, y mucho menos escuchar predicación como la de los puritanos. Estos hombres conocían las Escrituras y sabían cómo aplicarlas en todas las áreas de la vida humana. Ellos realmente creían que la Biblia era la Palabra de Dios, y que debían poner todo empeño en entenderla y practicarla.

Por eso se sintieron tan frustrados con la reina Isabel, al darse cuenta que su versión del cristianismo era muy diferente. Debemos recordar que muchos de estos hombres habían huido a la Europa continental durante el reinado de María la sanguinaria, y habían entrado en contacto con el tipo de cristianismo que se vivía en la Ginebra de Calvino.

En 1570 el papa decidió excomulgar a Isabel, y llamar a rebeldía a los ingleses católicos. Esta fue una mala movida, pues si antes el catolicismo era tolerado en Inglaterra, ahora ser católico equivalía a ser un traidor. A partir de ese momento, todas las fuerzas europeas opuestas a la Reforma plantaron oposición a la reina de Inglaterra.

Dado que la reina nunca se casó, luego de su muerte la corona recaería en su prima María Estuardo, la católica reina de Escocia. Eso colocó a la reina de Escocia en el centro de una serie de complots destinados a destronar a Isabel. Por lo que debemos dirigir ahora nuestra atención al reino de Escocia.

Pero eso lo veremos mañana, si el Señor lo permite.


© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.
Leer más...

viernes, 16 de julio de 2010

La Predicación Expositiva y la salud espiritual de la iglesia


El contenido de este artículo de Mark Dever es de suprema importancia, sobre todo en una época como esta en la que muchas iglesias han sustituido la predicación por el entretenimiento. Lo recomiendo de todo corazón a los lectores de este blog.

El lugar para comenzar es donde Dios comienza con nosotros, y es Él hablándonos a nosotros. Esta es la manera como nuestra propia salud espiritual se ha dado, y así también es como pueden llegar a tener salud nuestras iglesias.

Para cualquier líder de la iglesia es especialmente importante, y más aún para su pastor, el compromiso de la predicación expositiva, la cual es uno de los métodos más antiguos. Esta predicación cuyo objetivo es la exposición de lo que dice particularmente un pasaje de las Escrituras, siendo explicado cuidadosamente en su significado y aplicándolo a la congregación Neh. 8:8). Por supuesto existen otros tipos de predicación. Sermones Temáticos, por ejemplo, reuniendo todas aquellas enseñanzas de las Escrituras en un solo tema, tales como la oración o el ofrendar. La predicación biográfica utiliza la vida de algún personaje de la Biblia y la presenta como un ejemplo de la gracia de Dios y asimismo de esperanza y fidelidad. Pero la predicación expositiva es algo más: es una explicación y aplicación de una porción en particular de la Palabra de Dios.

La Predicación Expositiva no es Fundamentalmente un Estilo

La predicación expositiva asume una creencia en la autoridad de las Escrituras, aunque es algo más que esto. Un compromiso con la predicación expositiva es un compromiso a escuchar la Palabra de Dios. Aún a los profetas del Antiguo Testamento y a los apóstoles del Nuevo Testamento les fue dada no solo una simple comisión de ir y hablar sino un mensaje en particular, de tal forma que los predicadores cristianos el día de hoy tienen la autoridad de hablar de parte de Dios solamente si ellos están hablando Sus palabras. De tal manera que la autoridad del predicador expositivo comienza y termina con la Escritura. Algunas veces las personas pueden confundir predicación expositiva con el estilo de un predicador expositivo favorito, pero fundamentalmente no es cuestión de estilo. Como otros han observado, la predicación expositiva finalmente no se trata tanto de cómo decimos lo que decimos sino de cómo decidir lo que se va a hablar. No está marcado por un estilo en particular sino por un contenido Bíblico.

El Sometimiento a la Palabra de Dios y no al Conocimiento del Predicador

Alguien pudiera felizmente aceptar la autoridad de la Palabra de Dios y aún confesar su creencia en la inerrancia de la Biblia; sin embargo si esta persona en la práctica (con o sin intención alguna) no predica expositivamente, nunca predicará más de lo que ya conoce. Un predicador podría tomar un pasaje de la Escritura y exhortar a la congregación basado en un tema que es importante sin estar realmente predicando la idea central del pasaje. Cuando esto sucede el predicador y la congregación solo escuchan la Escritura que ellos ya conocían.

En contraste, cuando predicamos un pasaje de las Escrituras en su contexto de manera expositiva tomando la idea central del pasaje como el verdadero tema del mensaje, entonces escuchamos de Dios cosas que no pretendíamos oír cuando comenzamos. Desde la invitación inicial al arrepentimiento hasta el área de nuestras vidas donde más recientemente nos ha revelado el Espíritu Santo, nuestra salvación total consiste en escuchar a Dios en formas que jamás hubiéramos imaginado que escucharíamos de Él. Este sometimiento práctico a la Palabra de Dios deberá ser evidente en el ministerio de un predicador. Ahora bien, es necesario poner atención a lo siguiente: finalmente es responsabilidad de la congregación el asegurarse de que esto se cumpla. (Observe la responsabilidad que Jesús le brinda a la congregación en Mateo 18, o Pablo en II Timoteo 4). Una iglesia no debe delegar a una persona con una supervisión espiritual del rebaño, cuando en la práctica esa persona no muestra compromiso de escuchar ni de enseñar la Palabra de Dios. Al ocurrir esto, inevitablemente se está obstaculizando el crecimiento de la iglesia y desafiándola prácticamente a crecer tan solo al nivel del pastor. En tal caso, la iglesia lentamente será conformada a su mente en lugar de la mente de Dios.

Dios Siempre ha Creado a Su Pueblo por Medio de su Palabra

El pueblo de Dios ha sido siempre creado por la Palabra de Dios. Desde la creación en Génesis 1 hasta el llamado de Abraham en Génesis 12, desde la visión en el valle de los huesos secos en Ezequiel 37 hasta la venida de la Palabra Encarnada, Dios siempre ha creado a su pueblo por su Palabra. Así como Pablo escribió a los Romanos, “la fe viene como resultado de oír el mensaje y el mensaje que se oye es la Palabra de Cristo” (10:17). O como Pablo escribió a los Corintios, “Ya que Dios, en su sabio designio, dispuso que el mundo no lo conociera mediante la sabiduría humana, tuvo a bien salvar, mediante la locura de la predicación, a los que creen” (1Cor. 1:21).
La predicación expositiva sana es usualmente el manantial de crecimiento de una iglesia. En la experiencia de Martín Lutero, tal atención a la Palabra de Dios fue el comienzo de la reforma. De igual manera debemos estar comprometidos a ser iglesias que siempre estén siendo reformadas de acuerdo a la Palabra de Dios.

En una oportunidad, enseñando acerca del puritanismo en un seminario de un día de duración en Londres, mencionaba que los sermones puritanos tenían algunas veces dos horas de duración. Al hacer mención de esto, una persona exclamó audiblemente y luego preguntó, ¿Cuánto tiempo quedó para la adoración? Esto dio por entendido que el escuchar la Palabra de Dios no constituía parte de la adoración. Al respecto respondí que muchos cristianos Protestantes Ingleses debieran de considerar que el escuchar la Palabra de Dios en su propio idioma y responder a ella es la parte esencial de adoración en sus vidas. El que haya tiempo o no de cantar juntos debería ser comparativamente, de poca importancia.

La Centralidad de la Predicación de la Palabra de Dios

Nuestras iglesias deben de recuperar la centralidad en la Palabra de Dios para nuestra adoración. El escuchar la Palabra de Dios y responder a ella puede incluir alabanzas y acción de gracias, confesión y proclamación, pudiendo hacerse en forma de canto cualquiera de estas, aunque pudiera faltar cualquiera de ellas. Una iglesia fundamentada en la música, cualquiera que sea el estilo, es una iglesia que está sobre arenas movedizas. La Predicación es la base fundamental del pastorado. Ore por su pastor, de manera que él se comprometa al estudio riguroso, urgente y cuidadoso de las Escrituras, y que Dios lo guíe al entendimiento de la Palabra, en la aplicación a su propia vida, y en la aplicación de ella a la iglesia (Lucas 24:27; Hch. 6:4; Ef. 6:19-20). Si usted es un pastor, ore por estas cosas para su provecho. Ore asimismo por otros que enseñan y predican la Palabra de Dios. Finalmente, ore para que nuestras iglesias tengan el compromiso de escuchar la Palabra de Dios, predicada expositivamente, de forma tal que el calendario de predicaciones pueda ser fijado progresivamente por el calendario de Dios a través de las Escrituras. El compromiso de una predicación expositiva es una marca de una iglesia saludable.

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR

1. Lea Nehemías 8:7-8. ¿Qué dice la Biblia que los levitas hicieron por su pueblo mientras ellos leían el Libro de la Ley? En el versículo 12, está registrado que después de una asamblea el pueblo se retiró a celebrar con gran regocijo. Según el pasaje, ¿por qué estuvieron ellos celebrando?
2. El autor define predicación expositiva como una “explicación y aplicación de una porción en particular de la Palabra de Dios”. Plantee esa definición en sus propias palabras. ¿Qué distingue la predicación expositiva de otros tipos de predicaciones tales como temáticas o biográficas?
3. En Hechos 20:27, Pablo menciona a los cristianos en Éfeso que él ha trabajado para predicarles “toda la voluntad de Dios”. Reconociendo que nuestro trabajo es hacer lo mismo por nuestro pueblo, ¿Cómo puede beneficiarnos la predicación expositiva en nuestra labor de presentar el consejo total de Dios a ellos? ¿Cuál es el peligro al no tomar “la idea central del pasaje como la idea central de nuestro mensaje?”
4. Desde Génesis 1 hasta el Nuevo Testamento, Dios siempre ha creado a su pueblo por Su Palabra. Lea Romanos 10:17 y I Corintios 1:21. ¿Qué es lo que Dios usa para llevar a su pueblo a una fe salvadora en Cristo? ¿Qué nos dice esto acerca de la estima que se debe de tener por la Palabra de Dios en nuestras iglesias? ¿En qué manera práctica esta estima debe mostrarse en nuestra predicación?

Tomado con permiso de gospel translations.

Leer más...

jueves, 15 de julio de 2010

Discípulos de Gorgias

El relativismo ha venido a ser, sin duda, uno de los credos más populares de nuestra generación, a tal punto que si alguien proclama la existencia de verdades o valores absolutos, corre el riesgo de ser tildado de arrogante, intolerante o tener una mente estrecha.

Pero esta doctrina no es nueva. Ya en el siglo V antes de Cristo el escepticismo radical de Gorgias sentó las bases del relativismo al afirmar que “toda declaración es falsa.”

Su proceso de argumentación era algo similar a ésto: “Yo creo ver las cosas como son, pero lo que sucede en realidad es que tengo una percepción de ellas a través de los sentidos. Como nuestras sensaciones son engañosas, no son confiables; y si no podemos confiar en aquello que es la fuente del conocimiento humano, entonces no podemos conocer qué son y cómo son las cosas realmente. Y aún en el supuesto de que nuestros sentidos nos proporcionaran algún tipo de conocimiento, ¿cómo podríamos comunicarlo a otros si cada cual posee sus propias percepciones de la realidad? Consecuentemente, la verdad objetiva no existe.”

El problema de estas afirmaciones es que se contradicen a sí mismas. Si la verdad objetiva no existe y toda declaración es falsa, esta declaración también lo es. Ese es el tipo de contradicción que yace en la base fundamental del relativismo.

Cuando el relativista dice que “todo es relativo”, está afirmando dogmáticamente que no podemos ser dogmáticos acerca de nada. Esto equivale a negar en forma absoluta que existan absolutos. En palabras más sencillas, el relativista afirma creer que la única verdad es que no hay verdad, o que es erróneo decir que algo es erróneo.

Lamentablemente los discípulos de Gorgias parecen ser más numerosos hoy que en sus días. Y las consecuencias están a la vista. Tal parece que no tenemos derecho a trazar ninguna línea divisoria que separe el bien del mal, la verdad de la mentira, lo justo de lo injusto.

El relativismo destruye toda posibilidad de alcanzar verdadero conocimiento, comunicarnos con los demás o construir un sistema de valores universales. Lejos de ser una reliquia académica, la filosofía de Gorgias es una fuerza destructiva que continúa minando, quizás como nunca antes, el cimiento sobre el cual descansa el raciocinio humano.

Sin el marco conceptual objetivo de la verdad de Dios revelada en Su Palabra, el hombre se dirige inexorablemente hacia el océano del absurdo.


© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.
Leer más...

miércoles, 14 de julio de 2010

Rey de reyes

Por R. C. Sproul

El evangelio de Lucas termina con una afirmación que llama la atención: “Entonces los condujo fuera de la ciudad, hasta cerca de Betania, y alzando sus manos, los bendijo. Y aconteció que mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado arriba al cielo. Ellos, después de adorarle, regresaron a Jerusalén con gran gozo, y estaban siempre en el templo alabando a Dios.” (24:50-53)

Lo que llama la atención de este pasaje es que cuando Lucas describe la partida de Jesús al cielo, la respuesta de sus discípulos fue regresar a Jerusalén sintiendo un "gran gozo". Pareciera que la partida de Jesús inculcara en Sus discípulos un sentimiento de gran euforia. Esto se hace aún más desconcertante cuando tomamos en cuenta los sentimientos expresados por los discípulos cuando Jesús les habló sobre Su próxima partida. En ese momento, la idea de que su Señor los dejara les provocó una sensación de profundo desconsuelo. Parecía que nada podía ser más deprimente que anticipar la separación que se daría de la presencia de Jesús. Sin embargo, en un tiempo muy corto, esa depresión se transformó en una felicidad indescriptible.

Tenemos que preguntarnos qué es lo que provocó ese cambio tan radical en los sentimientos de los discípulos de Jesús. La respuesta a esta pregunta está clara en el Nuevo Testamento. Entre el tiempo en que Jesús anunciara su partida y el tiempo real de su partida, los discípulos comprendieron dos cosas: Primero, ellos entendieron por qué Jesús se iba. Segundo, comprendieron a cuál lugar Él estaba yendo. Jesús partiría no para dejarlos solos y sin esperanza, sino, para ascender al Cielo. El concepto del Nuevo Testamento en relación a la ascensión significa mucho más que irse a los cielos o incluso a la residencia celestial. En Su ascensión, Jesús iba a un lugar determinado por una razón específica. Él ascendía con el propósito de ser investido y coronado como “El Señor de señores”. El título que el Nuevo Testamento utiliza para denominar a Jesús en su condición de rey es “Rey de reyes”, como también “El Señor de señores”. Esta significativa estructura literaria quiere decir mucho más que el adoptar una posición de autoridad que lo capacitaría para gobernar sobre reyes menos importantes. Esta es una estructura que indica la supremacía de Jesús en Su posición de majestad monárquica. Él es Rey en el más amplio sentido del poder monárquico.

En términos bíblicos es impensable que exista un rey sin tener reino. Al ascender Jesús a Su coronación como rey, esa coronación trae también la designación dada por el Padre del reino sobre el cual Él manda. El reino es toda la creación.

En la teología moderna encontramos dos grandes errores en relación al concepto bíblico del reino de Dios. El primero es que el reino ya ha sido totalmente establecido y que no queda nada para ser manifestado en el reino de Cristo. Este punto de vista podría describirse como una escatología (últimos tiempos) sobre-realizada. Con la realización de la plenitud del reino, no habría nada más para anhelar en cuanto al triunfo de Cristo. El otro error es en el que cree una gran mayoría de los cristianos: que el reino de Dios es algo totalmente futurista, o sea, no hay posibilidad de que el reino de Dios ya exista. Este punto de vista toma una posición tan fuerte hacia la dimensión futura del reino de Dios, que incluso en algunos pasajes del Nuevo Testamento, como el de Mateo 5-6 (Bienaventuranzas), no tienen ninguna aplicación en la iglesia hoy en día, ya que pertenecen a una era futura del reino que aún no ha comenzado.

Los dos puntos de vista mencionados son contrarios a la enseñanza clara del Nuevo Testamento, que dice que el reino de Dios, efectivamente, ya ha comenzado. El Rey tiene su posición. Él ya ha recibido toda la potestad sobre los Cielos y la Tierra. Esto significa que nuestro Rey Jesús tiene la autoridad suprema sobre los reinos de la tierra y del universo mismo. No existe nada en este mundo, ningún reino o símbolo de poder que no esté bajo Su mandato y Su poder. En las cartas de Pablo a los Filinenses, capítulo 2, en el famoso himno a la kenosis del Creador, se menciona que se le es dado a Jesús un nombre que está por encima de todos los otros nombres. El nombre que se le ha dado y que supera cualquier otro título que un hombre pueda recibir, es un nombre reservado para Dios. Es el título de Dios: Adonai, que significa “El que es absolutamente soberano”. Otra vez, este título implica la autoridad suprema del que es el Rey de toda la Tierra. La traducción que se hace en el Nuevo Testamento del Viejo Testamento del título adonai, es la palabra señor. Cuando Pablo dice que en el nombre de Jesús toda rodilla debe doblarse y cada boca debe confesar, la razón para arrodillarse es la reverencia, y la de confesar es declarar con sus labios que Jesús es Señor. Esto quiere decir que Él es amo soberano. Ésta fue la profesión de fe inicial de la primera iglesia.

Luego Roma, en su mal guiada tiranía pagana, trató de forzar un juramento al culto del emperador, en la que se obligaba a toda la gente a recitar la frase: kaisar kurios -“Cesar es el señor”. Los cristianos respondían mostrando toda la sumisión civil posible, pagando los impuestos, honrando al rey, siendo ciudadanos ejemplares, pero no podían, en buena consciencia, obedecer al mandato de proclamar a Cesar como su señor. Su respuesta al juramento de lealtad, Kaisar kurios, era tan profunda en sus ramificaciones como era simple en su expresión, Jesus ho kurios, Jesús es el Señor. El reinado de Jesús no es simplemente una esperanza de los cristianos de que algún día se realizará; es una verdad que ya existe. Es obligación de la iglesia ser testigo de ese reino invisible, o como lo pusó Calvino, es la obligación de la iglesia hacer visible el Reino invisible de Cristo. Aunque es invisible, es auténticamente real.


Este artículo fue tomado de Libros y Sermones Bíblicos.
Leer más...

martes, 13 de julio de 2010

La Reforma en Inglaterra: desde Eduardo VI a María Tudor


Clase de Escuela Dominical, Historia de la Reforma, del domingo 11 de Julio (2da parte).

En el post anterior vimos el comienzo de la Reforma en Inglaterra durante el reinado de Enrique VIII. Hoy continuamos con la historia desde el reinado de Eduardo VI hasta el de María Tudor.

Eduardo VI, el pequeño Josías inglés

Enrique VIII había dejado la educación de sus hijos Isabel y Eduardo, a cargo de Catherine Parr, y de tutores excelentes, los cuales eran evangélicos.

Eduardo subió al trono de Inglaterra cuando apenas tenía nueve años de edad, por lo que el poder quedó en manos de dos regentes: Eduardo Seymour, Duque de Somerset, y John Dudley, quien fue luego nombrado Duque de Northumberland. Ambos estaban interesados en continuar el proceso de “protestantización” por temor al regreso del catolicismo y, consecuentemente, la pérdida de ingresos para el gobierno.

Durante su reinado se publicó el Libro de Oración Común, redactado primordialmente por Cranmer, que regulaba la liturgia de la iglesia anglicana y resumía sus principales artículos de Fe. De este modo aseguraban que los cultos se celebrasen en inglés y que fueran más evangélicos en contenido.

Para aquellos clérigos que no tenían la capacidad de preparar sus propios sermones, se publicó un libro de homilías, los cuales explicaban claramente la doctrina de la justificación por la fe. A partir de ese momento vino a ser claro que los ministros que la iglesia de Inglaterra estaba buscando no eran sacerdotes capaces de celebrar la misa, sino predicadores capaces de la Palabra de Dios.

Como era de esperarse, Inglaterra se convirtió en un refugio para los creyentes que huían de la Europa continental por causa de su fe, sobre aquellos que habían sido influenciados por Calvino y por Zwinglio.

Pero Eduardo fue un niño extremadamente enfermizo; algunos creen que sufría de sífilis o de tuberculosis congénitas. Sin embargo, eso no impidió que recibiera una excelente educación. A los 7 años era capaz de hablar en latín; también aprendió alemán y griego, de tal manera que a los 13 años ya podía traducir en este último idioma.

Finalmente Eduardo sucumbió a la enfermedad; pero antes de morir dispuso la línea de sucesión, por cuanto no deseaba que su hermana María, de religión católica, fuese coronada reina. Eduardo escogió como sucesora a Frances Grey, sobrina de Enrique VIII; pero ésta declinó a favor de su sobrina Juana Grey.

Cuando Eduardo murió, el 6 de Julio de 1553, a la edad de 15 años, su muerte se mantuvo en secreto por unos días, para dar tiempo de preparar la sucesión. La nueva reina fue coronada el 10 de Julio y, aunque las autoridades le juraron fidelidad, el pueblo no estaba conforme con esta elección.

María aprovechó esta coyuntura y, el 19 de Julio, entró en la ciudad de Londres reclamando la corona. Juana se vio obligada a abdicar, siendo ejecutada unos meses más tarde, en 1554.

Una nota curiosa es que varias veces se rumoró que Eduardo VI estaba vivo, y varias veces, tanto en el reinado de María como en el de Isabel, aparecieron impostores suplantando su identidad. El novelista Mark Twain se basó en este hecho para su novela “Príncipe y Mendigo” (1882), en la que Eduardo VI intercambia su identidad con un joven da baja condición social.

María Tudor (la sanguinaria)

Como era de esperarse, al ascender al trono María volvió a implantar el catolicismo en Inglaterra y desató tal persecución contra los protestantes ingleses que ha sido conocida en la historia como “María la Sanguinaria”. Alrededor de 290 personas fueron quemadas en la hoguera o muertos por otras torturas. Entre los mártires más conocidos de su reinado están Hugh Latimer, Nicholas Ridley y Tomás Cranmer.

Este último había firmado una retractación y estaba supuesto a declarar públicamente su regreso al catolicismo. Pero en vez de hacer eso, se retractó de su retractación con estas palabras: “¡Hay un escrito contrario a la verdad que ha sido publicado, y que ahora repudio porque fue escrito por mi mano contra la verdad que mi corazón conocía! [...] Y puesto que fue mi mano la que ofendió, al escribir contra mi corazón, mi mano será castigada primero. Cuando esté yo en la pira, será ella la que primero arderá.”

Y así lo hizo; dejó la mano en el fuego hasta que se carbonizó. Ese acto de valor hizo que las personas olvidaran sus antiguas flaquezas, y Cranmer fue considerado como un héroe nacional.

Las Biblias fueron removidas de las iglesias, los clérigos que se habían casado fueron separados de sus esposas; en fin, se hizo todo lo posible por sepultar cualquier vestigio de protestantismo en Inglaterra.

Durante el reinado de María muchos cristianos huyeron al Continente, donde entraron en contacto con teólogos calvinistas y adquirieron un entendimiento más claro de las enseñanzas bíblicas. Por otra parte, el extremismo de la reina provocó entre los ingleses una creciente reacción en contra del catolicismo. A pesar de todo el esfuerzo de María, 20 años de enseñanza bíblica no podían desvanecerse tan fácilmente.

Uno de los grandes problemas de María era que necesitaba un heredero que continuara su obra. Ella escogió como esposo a un enemigo implacable del protestantismo, Felipe II de España, hijo de Carlos I de España (Carlos V como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico).

Esta no fue una buena decisión, por cuanto el pueblo inglés no quería ver una inquisición católica como la de España operando en Inglaterra. Su asociación con Roma y España provocó que el pueblo inglés mirara a sus mártires como patriotas. El contrato matrimonial estipulaba que si María moría primero que Felipe, éste renunciaba a todos los derechos al trono inglés. Felipe se mantuvo ausente gran parte de su reinado, sobre todo a partir del 1156 cuando su padre, Carlos I, abdicó en él la corona de España.

A la muerte de María, el 17 de Noviembre de 1558, Inglaterra no la lloró; y dado que no tuvo hijos, le sucedió en el trono su media hermana Isabel, la hija de Ana Bolena.

La semana próxima, si el Señor lo permite, continuamos con el resto de la historia, a partir del reinado de Isabel I.


© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.
Leer más...